/ lunes 23 de diciembre de 2019

Advierte la UAM sobre rezago educativo tecnológico en escuelas de mexicanas

La ausencia de mecanismos de evaluación continua ha dificultado la incorporación de algunas instituciones con gran necesidad de dichos recursos.

Pese a la modernización en el sistema educativo mexicano, la tecnología como herramienta para la enseñanza está rezagada aún en las escuelas, señala Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En promedio hay un profesor por cada 18 alumnos, aunque en la enseñanza básica la cifra es preocupante, ya que hay uno por cada 25, mientras que en el nivel superior hay uno por cada diez, lo que tiene relación con la cantidad y la demanda de educandos en cada nivel formativo.

En el artículo La integración de la tecnología al sistema educativo mexicano: sin plan ni rumbo, publicado en la revista REencuentro2. Análisis de problemas universitarios, editada por la Unidad Xochimilco, la académica refiere que “existe una inclinación del Estado hacia el desarrollo educativo tecnológico”, aunque las condiciones sociales y políticas no han permitido afianzar los programas.

A principios del siglo XXI la agenda del sector promovió el Programa Escuelas de Calidad (PEC) que beneficia con recursos económicos a escuelas básicas, seleccionadas con base en criterios poco claros y que han ido cambiando a medida que se desarrolla el proceso de selección.

Sumado a la falta de diagnóstico en cuanto a resultados existe un interés fundamentalmente economicista y no transformador, además de que la ausencia de mecanismos de evaluación continua ha dificultado la incorporación de algunas instituciones con gran necesidad de dichos recursos.

En 2002 se firmó el Compromiso Social por la Calidad Educativa, el cual fue regresivo y de proselitismo político, ya que se emplearon organismos públicos para favorecer la imagen del presidente Vicente Fox.

En tanto que durante el gobierno de Felipe Calderón únicamente se fortalecieron las instituciones educativas y se implementaron programas de mejoramiento pedagógico a través de evaluaciones periódicas que se dedicarían a valorar las capacidades de los profesores.

“El principal interés de la administración federal fue crear esquemas y mecanismos que ayudaran a disolver la carga de los profesores contratados por el Estado”, puntualiza Azamar Alonso.

La década de 1990 fue el punto de inflexión para el tránsito del modelo educativo mexicano fundamentalmente humanista y universalista en su ejecución hacia uno más técnico, con vistas a disminuir en la medida de lo posible la cantidad de oferta que brinda dicho servicio.

La Tecnología Educativa (TE) se caracteriza como la objetivación de un paradigma tecnológico en un instrumento pedagógico que está en función de responder a las actuales necesidades heterogéneas de los sujetos en proceso de formación, precisa la especialista.

Para la profesora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco “es evidente que en cualquier nivel de educación existe una falta de herramientas actualizadas. El problema deriva de la ausencia de capacitación que el Estado debería brindar a los docentes y otras autoridades académicas”.

JLP

Pese a la modernización en el sistema educativo mexicano, la tecnología como herramienta para la enseñanza está rezagada aún en las escuelas, señala Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En promedio hay un profesor por cada 18 alumnos, aunque en la enseñanza básica la cifra es preocupante, ya que hay uno por cada 25, mientras que en el nivel superior hay uno por cada diez, lo que tiene relación con la cantidad y la demanda de educandos en cada nivel formativo.

En el artículo La integración de la tecnología al sistema educativo mexicano: sin plan ni rumbo, publicado en la revista REencuentro2. Análisis de problemas universitarios, editada por la Unidad Xochimilco, la académica refiere que “existe una inclinación del Estado hacia el desarrollo educativo tecnológico”, aunque las condiciones sociales y políticas no han permitido afianzar los programas.

A principios del siglo XXI la agenda del sector promovió el Programa Escuelas de Calidad (PEC) que beneficia con recursos económicos a escuelas básicas, seleccionadas con base en criterios poco claros y que han ido cambiando a medida que se desarrolla el proceso de selección.

Sumado a la falta de diagnóstico en cuanto a resultados existe un interés fundamentalmente economicista y no transformador, además de que la ausencia de mecanismos de evaluación continua ha dificultado la incorporación de algunas instituciones con gran necesidad de dichos recursos.

En 2002 se firmó el Compromiso Social por la Calidad Educativa, el cual fue regresivo y de proselitismo político, ya que se emplearon organismos públicos para favorecer la imagen del presidente Vicente Fox.

En tanto que durante el gobierno de Felipe Calderón únicamente se fortalecieron las instituciones educativas y se implementaron programas de mejoramiento pedagógico a través de evaluaciones periódicas que se dedicarían a valorar las capacidades de los profesores.

“El principal interés de la administración federal fue crear esquemas y mecanismos que ayudaran a disolver la carga de los profesores contratados por el Estado”, puntualiza Azamar Alonso.

La década de 1990 fue el punto de inflexión para el tránsito del modelo educativo mexicano fundamentalmente humanista y universalista en su ejecución hacia uno más técnico, con vistas a disminuir en la medida de lo posible la cantidad de oferta que brinda dicho servicio.

La Tecnología Educativa (TE) se caracteriza como la objetivación de un paradigma tecnológico en un instrumento pedagógico que está en función de responder a las actuales necesidades heterogéneas de los sujetos en proceso de formación, precisa la especialista.

Para la profesora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco “es evidente que en cualquier nivel de educación existe una falta de herramientas actualizadas. El problema deriva de la ausencia de capacitación que el Estado debería brindar a los docentes y otras autoridades académicas”.

JLP

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