/ martes 7 de julio de 2020

6 de cada 10 hogares en México vieron reducidos sus ingresos por la pandemia

CARPETA DE INVESTIGACIÓN

En los saldos de la pandemia 6 de cada 10 hogares vieron disminuido su ingreso y uno de cada 3 sufrieron inseguridad alimentaria: CIEE-INSP


Durante el prolongado confinamiento por la pandemia de COVID-19, seis de cada 10 familias presentaron disminución en su ingreso, la tercera parte tuvo algún integrante que perdió su empleo; el 7% experimentó violencia y uno de cada 3 hogares presentó inseguridad alimentaria y disminución en la cantidad de los mismos.

Estos son algunos resultados que arrojó la evaluación basal de la Encuesta Nacional de las Características de la Población durante la Pandemia de COVID-19, realizada por investigadores y académicos del Centro de Evaluación y Encuestas del Instituto Nacional de Salud Pública (CIEE-INSP).

El estudio a cargo de los investigadores Teresa Shamah Levy, Luz María Gómez Acosta, Verónica Mundo Rosas, Lucia Cuevas Nasu, Elsa Berenice Gaona Pineda, Marco Antonio Ávila Arcos, Ignacio Méndez Gómez Humarán y Juan A. Rivera Dommarco encontró que el 63.4% de los entrevistados señaló que, durante el confinamiento, algún miembro del hogar tuvo una disminución en sus ingresos económicos.

Cerca de una tercera parte (27.4%) declaró que algún integrante del hogar perdió su empleo durante el confinamiento y cerca del 7.0% refirió haber tenido una experiencia de violencia durante el confinamiento.

Una quinta parte de las personas fumadoras (20.7%), refirieron que su consumo de cigarrillos es mayor respecto al consumo antes de la contingencia por covid-19.

El 12.0% de los que consumen alcohol, aumentaron su consumo durante la pandemia, mientras que una cuarta parte de los encuestados refirió tener hipertensión arterial, el 14.9% diabetes mellitus y uno de cada cinco obesidad.

Durante el confinamiento, se presentó una disminución general en la frecuencia de días para ejercitarse, aumentando el porcentaje de los que no realizan actividad y disminuyendo en la mayoría de los casos su frecuencia y hubo un aumento del 15% en el sedentarismo.

Por lo que se refiere a los síntomas asociados al COVID-19 mayormente identificados por la población destacaron: fiebre 82.2%, tos 62.5%, dificultad para respirar 57.3% y dolor de cabeza 44.7.

Entre las medidas de mitigación, el 70% de la población mencionó el uso de cubrebocas, seguido por lavado de manos por 20 segundos o más y el quédate en casa, medidas que fueron referidas por poco más de dos terceras partes de la población encuestada.

Foto: David Deolarte

MERCADO DE ALIMENTOS SE AFECTÓ DURANTE LA PANDEMIA

El brote mundial de COVID-19, marcado por la falta de certeza de los mecanismos de trasmisión, contagio y ausencia de vacuna, orilló a los epidemiólogos implementar diversas medidas de mitigación basadas en cuarentena, distanciamiento social, detención de reuniones masivas, cierre de instituciones educativas o lugares de trabajo donde las actividades no son esenciales y el aislamiento de los hogares, pueblos o ciudades.

Los investigadores advierten que estas medidas han tenido en México efectos en el comportamiento de los mercados de alimentos.

Efectos que aún son, en gran medida, desconocidos. La mayoría de las evaluaciones actuales han documentado “una contracción en la oferta y la demanda de productos agrícolas, señalando posibles interrupciones en el comercio y la logística”.

Dichos efectos a nivel del hogar e individual se traducen en el acceso o falta de acceso a los alimentos, que puede conllevar a la inseguridad alimentaria y una dieta de baja calidad en la población.

Asimismo, mencionan que las acciones de mitigación de la pandemia han incluido restricciones en la movilidad de las personas, y el cierre de lugares que ofrecen bienes y servicios, que afectan a la mano de obra / salarios y producción y, en última instancia, ingresos del hogar, aunado al impacto en la circulación y, por lo tanto, en la disponibilidad de alimentos y productos agrícolas, con un impacto potencial en los precios.

En el corto plazo, se ha observado hasta ahora que, a pesar de la limitada circulación de alimentos, el suministro de los mismos, en general se ha mantenido estable y, excepcionalmente, con limitaciones.

Sin embargo, en el mediano y largo plazo, en cuanto más persista la situación y más largas sean las medidas restrictivas, se ejercerá más estrés en todo el sistema.

“Si la circulación de la gente no se restablece pronto, la existencia de alimentos está destinada a disminuir y los precios a incrementar, en donde, los más afectados serían los segmentos más pobres y más vulnerables de la población, que tienen menos capacidad para lidiar con los efectos negativos prolongados”, advierten los investigadores.

Asimismo, señalan que “si la situación persiste, la agricultura y la producción de alimentos se vería afectada, con el consiguiente impacto más duradero y profundo en la disponibilidad, precios y, en última instancia, seguridad alimentaria de la población”.


SEGURIDAD ALIMENTARIA

Los investigadores explican que el Fondo de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) clasifica la seguridad alimentaria en cuatro categorías: seguridad alimentaria, leve, moderada y severa.

La seguridad alimentaria es cuando los hogares no han experimentado ninguna de las experiencias qué indaga la escala; la leve son aquellos adultos que manifiestan sentir preocupación porque los alimentos sean suficientes para el consumo familiar en el corto y mediano plazo o cuando ponen en marcha estrategias para que los alimentos rindan por más tiempo, disminuyendo la calidad y variedad de los alimentos que consumen.

La moderada es cuando los integrantes del hogar reducen la cantidad de alimentos que acostumbran consumir y la severa es cuando los integrantes del hogar omiten un tiempo de comida o dejan de comer por todo un día debido a la falta de dinero o recursos para obtener alimentos.

Además de estos parámetros, la encuesta consideró la diversidad de la dieta y se preguntó a las familias sobre el consumo de doce grupos de alimentos en el hogar durante el periodo de cuarentena, entre los cuales se incluyeron aquellos productos con contenido de azúcares, bebidas endulzadas y pastelillos.

Los grupos de alimentos considerados son: 1. Cereales 2. Raíces y tubérculos, 3. Verduras, frescas, 4. Verduras procesadas industrialmente, 5. Frutas frescas, 6. Frutas procesadas industrialmente, 7. Carne, pollo, vísceras, 8. Huevos, 9. Pescados y mariscos, 10. Legumbres/leguminosas, 11. Oleaginosas, 12. Leche y productos lácteos, 13. Aceites, 14. Grasas, 15. Azúcar/miel agregada, 16. Bebidas endulzadas, 17. Dulces, pastelillos y 18. Condimentos, café o té.

Un dato relevante obtenido en las entrevistas fue la vivencia de experiencias relacionadas con la inseguridad alimentaria en los treinta días previos a la fecha de realización de la entrevista. El 31.6% de la población manifestó haber tenido preocupación porque los alimentos se terminarán, 27.0% tuvo poca variedad de alimentos y el 21.3% disminuyó la cantidad de alimentos que acostumbra consumir.

Cabe destacar que más del 90% de los que manifestaron vivir alguna de las experiencias descritas, lo atribuyeron a la pandemia del covid-19, principalmente a la falta de dinero o recursos a partir del confinamiento.

En cuanto a la diversidad de la dieta durante los 7 días previos a la entrevista, durante la Jornada de Sana Distancia, más del 90% de la muestra de adultos consumieron (1 o más días de la semana) cereales, frutas y verduras frescas, carnes huevo, leguminosas, lácteos, aceites y condimentos café o té.

Mientras que los grupos de alimentos con menor porcentaje de consumidores fueron las frutas y verduras industrializadas (empaquetadas, congeladas, enlatadas) con 18% y 31%, respectivamente. Cerca de la mitad de los encuestados consumieron bebidas endulzadas, dulces y botanas y poco más del 67% consumieron pescados y mariscos que incluyen atún y sardina


Foto: Ignacio Huitzil

OTROS HALLAZGOS DE LA ENCUESTA

Alrededor del 70% de las y los encuestados habitan actualmente la región centro (34.8%) y sur del país (35.1%). Aproximadamente el 80% de los encuestados se encontraron en el rango de edad de 40 y más años; la mayoría fueron mujeres (66.3%). Poco más de la mitad de la población tiene estudios formales de licenciatura o más.

Otras variables que se tomaron en cuenta durante el estudio fue: el lugar de nacimiento, lugar de residencia, edad, sexo, estado civil, escolaridad, ocupación (embarazo en caso de ser mujer), disponibilidad de agua, energía eléctrica y gas, así como consumo de tabaco y alcohol (número de cigarrillos al día y número de copas por semana).

El 22.5% tienen ocupación de empleados (as), mientras que el 27.0% se dedica a labores del hogar. Un dato que es importante destacar es que, en el momento de la entrevista, el 4.8% de los encuestados estuvo desempleado.

El 63.4% de las y los entrevistados señaló que, durante el confinamiento, algún miembro del hogar tuvo una disminución en los ingresos económicos que percibía normalmente mientras que cerca de una tercera parte (27.4%) declaró además que algún integrante del hogar perdió su empleo.

Asimismo, cerca del 7% refirió haber tenido una experiencia de violencia durante el confinamiento. El 11.4% de la población encuestada refirió fumar cigarrillos, ya sea normales, electrónicos o ambos.

De estos, el promedio del número de cigarros fumados al día fue de casi seis cigarrillos. Cabe destacar que una quinta parte de las personas fumadoras (20.7%) refirieron que su consumo de cigarrillos es mayor respecto al consumo antes de la contingencia por covid-19.

Con respecto al consumo de alcohol, el 28.8% de la población refirió consumirlo, con un promedio de dos copas por semana. Poco menos de la mitad de los adultos que refirieron beber alcohol (48.5%) mencionó que su consumo es igual durante la contingencia por covid-19; sin embargo, casi 12% mencionó que es mayor su consumo con respecto a antes de la contingencia.

En la población de estudio de la ensars-cov-2, cerca de una cuarta parte de los encuestados refirió tener hipertensión arterial, el 14.9% diabetes mellitus, uno de cada cinco obesidad y alrededor de uno de cada ocho hipertrigliceridemia e hipercolesterolemia. El 44.3% refirió no tener ningún padecimiento.

Antes de la cuarentena, el 43.0% de los entrevistados mencionaron realizar actividad física. El lugar donde realizaban la actividad física era: el exterior (al aire libre) 43.8%, el 27.8% en casa y el 26.7% en algún gimnasio.

De febrero a mayo se observó que el 44.3% de los entrevistados mencionaron caminar o usar bicicleta durante por lo menos 10 minutos seguidos para ir y volver a distintos lugares, la mayoría el 44.7% reportó realizar esta actividad siete días a la semana y el 14.3% cinco días a la semana, realizando un promedio de 30 minutos a una hora la mayoría de las personas 40.3%.

También se les indagó, si de febrero a mayo habían practicado algún deporte o actividad física, de los cuales el 44.0% mencionó que sí, y que ésta fue moderada considerándola como un esfuerzo moderado que aumenta poco su frecuencia respiratoria y cardiaca, como natación y voleibol.

Asimismo, se observó una disminución del tiempo de realizar la actividad física previo a la cuarentena y durante la misma. El 54.7% mencionó hacer más de una hora de actividad física previo a la cuarentena y durante la cuarentena solo el 28.5%.

Se estimó el nivel de sedentarismo a partir de las horas que pasaron sentados o reclinados antes y durante el confinamiento. Previo a la cuarentena más de la mitad se pasaba de una a tres horas, mientras que durante la cuarentena solo el 33.8%, ello, debido a que aumentó el número de horas de sedentarismo.

Aumentó el número de personas sentados o reclinados, que pasaron de cuatro a siete horas previo y durante la cuarentena (29.5% a 45.0%), de igual manera lo reportado de estar recostado o reclinado por más de ocho horas aumentó alrededor del 5% durante el confinamiento.

En la población de estudio un porcentaje mayor al 65% tanto antes y durante el confinamiento refirieron dormir entre siete y nueve horas, cercano una cuarta parte duerme menos de lo recomendado en ambos periodos y hubo un aumento del 3% de la población que duerme por el confinamiento más de nueve horas.

Los resultados mostrados destacan que seis de cada diez entrevistados vio disminuidos sus ingresos a partir del confinamiento, mientras una tercera parte declaró que algún miembro de su hogar perdió el empleo en dicho periodo.

Asimismo, una tercera parte de los encuestados tuvieron experiencias de inseguridad alimentaria como preocupación porque los alimentos se les acabaran, disminuyeron la variedad de su dieta o consumieron menos alimentos de los que acostumbran comer, debido a la falta de dinero o recursos a partir del confinamiento.

Lo anterior es muy preocupante sobre todo si no se cuentan con estrategias de apoyo a dichas familias, que ayuden a amortiguar el efecto negativo que está trayendo consigo el confinamiento, lo cual puede asociarse con la pérdida del ingreso y con la preocupación ante perder el empleo.

Aun cuando la diversidad de la dieta en esta muestra nacional de adultos mexicanos resultó alta, en el periodo de confinamiento, es importante resaltar que, aunque se encontraron mayores porcentajes de consumidores de los grupos de alimentos recomendables para el consumo cotidiano como cereales, leguminosas y frutas y verduras frescas cuando menos una vez a la semana, existe un alto consumo de alimentos y bebidas azucaradas, las cuales se refiere su consumo en promedio cinco veces por semana.

Es de hacer notar que en la muestra nacional de la ensars-cov-2 una proporción importante de la población (alrededor de 55%) tiene enfermedades crónicas las cuales se han asociado a mayor vulnerabilidad e intensidad con el covid-19.

JLP

En los saldos de la pandemia 6 de cada 10 hogares vieron disminuido su ingreso y uno de cada 3 sufrieron inseguridad alimentaria: CIEE-INSP


Durante el prolongado confinamiento por la pandemia de COVID-19, seis de cada 10 familias presentaron disminución en su ingreso, la tercera parte tuvo algún integrante que perdió su empleo; el 7% experimentó violencia y uno de cada 3 hogares presentó inseguridad alimentaria y disminución en la cantidad de los mismos.

Estos son algunos resultados que arrojó la evaluación basal de la Encuesta Nacional de las Características de la Población durante la Pandemia de COVID-19, realizada por investigadores y académicos del Centro de Evaluación y Encuestas del Instituto Nacional de Salud Pública (CIEE-INSP).

El estudio a cargo de los investigadores Teresa Shamah Levy, Luz María Gómez Acosta, Verónica Mundo Rosas, Lucia Cuevas Nasu, Elsa Berenice Gaona Pineda, Marco Antonio Ávila Arcos, Ignacio Méndez Gómez Humarán y Juan A. Rivera Dommarco encontró que el 63.4% de los entrevistados señaló que, durante el confinamiento, algún miembro del hogar tuvo una disminución en sus ingresos económicos.

Cerca de una tercera parte (27.4%) declaró que algún integrante del hogar perdió su empleo durante el confinamiento y cerca del 7.0% refirió haber tenido una experiencia de violencia durante el confinamiento.

Una quinta parte de las personas fumadoras (20.7%), refirieron que su consumo de cigarrillos es mayor respecto al consumo antes de la contingencia por covid-19.

El 12.0% de los que consumen alcohol, aumentaron su consumo durante la pandemia, mientras que una cuarta parte de los encuestados refirió tener hipertensión arterial, el 14.9% diabetes mellitus y uno de cada cinco obesidad.

Durante el confinamiento, se presentó una disminución general en la frecuencia de días para ejercitarse, aumentando el porcentaje de los que no realizan actividad y disminuyendo en la mayoría de los casos su frecuencia y hubo un aumento del 15% en el sedentarismo.

Por lo que se refiere a los síntomas asociados al COVID-19 mayormente identificados por la población destacaron: fiebre 82.2%, tos 62.5%, dificultad para respirar 57.3% y dolor de cabeza 44.7.

Entre las medidas de mitigación, el 70% de la población mencionó el uso de cubrebocas, seguido por lavado de manos por 20 segundos o más y el quédate en casa, medidas que fueron referidas por poco más de dos terceras partes de la población encuestada.

Foto: David Deolarte

MERCADO DE ALIMENTOS SE AFECTÓ DURANTE LA PANDEMIA

El brote mundial de COVID-19, marcado por la falta de certeza de los mecanismos de trasmisión, contagio y ausencia de vacuna, orilló a los epidemiólogos implementar diversas medidas de mitigación basadas en cuarentena, distanciamiento social, detención de reuniones masivas, cierre de instituciones educativas o lugares de trabajo donde las actividades no son esenciales y el aislamiento de los hogares, pueblos o ciudades.

Los investigadores advierten que estas medidas han tenido en México efectos en el comportamiento de los mercados de alimentos.

Efectos que aún son, en gran medida, desconocidos. La mayoría de las evaluaciones actuales han documentado “una contracción en la oferta y la demanda de productos agrícolas, señalando posibles interrupciones en el comercio y la logística”.

Dichos efectos a nivel del hogar e individual se traducen en el acceso o falta de acceso a los alimentos, que puede conllevar a la inseguridad alimentaria y una dieta de baja calidad en la población.

Asimismo, mencionan que las acciones de mitigación de la pandemia han incluido restricciones en la movilidad de las personas, y el cierre de lugares que ofrecen bienes y servicios, que afectan a la mano de obra / salarios y producción y, en última instancia, ingresos del hogar, aunado al impacto en la circulación y, por lo tanto, en la disponibilidad de alimentos y productos agrícolas, con un impacto potencial en los precios.

En el corto plazo, se ha observado hasta ahora que, a pesar de la limitada circulación de alimentos, el suministro de los mismos, en general se ha mantenido estable y, excepcionalmente, con limitaciones.

Sin embargo, en el mediano y largo plazo, en cuanto más persista la situación y más largas sean las medidas restrictivas, se ejercerá más estrés en todo el sistema.

“Si la circulación de la gente no se restablece pronto, la existencia de alimentos está destinada a disminuir y los precios a incrementar, en donde, los más afectados serían los segmentos más pobres y más vulnerables de la población, que tienen menos capacidad para lidiar con los efectos negativos prolongados”, advierten los investigadores.

Asimismo, señalan que “si la situación persiste, la agricultura y la producción de alimentos se vería afectada, con el consiguiente impacto más duradero y profundo en la disponibilidad, precios y, en última instancia, seguridad alimentaria de la población”.


SEGURIDAD ALIMENTARIA

Los investigadores explican que el Fondo de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) clasifica la seguridad alimentaria en cuatro categorías: seguridad alimentaria, leve, moderada y severa.

La seguridad alimentaria es cuando los hogares no han experimentado ninguna de las experiencias qué indaga la escala; la leve son aquellos adultos que manifiestan sentir preocupación porque los alimentos sean suficientes para el consumo familiar en el corto y mediano plazo o cuando ponen en marcha estrategias para que los alimentos rindan por más tiempo, disminuyendo la calidad y variedad de los alimentos que consumen.

La moderada es cuando los integrantes del hogar reducen la cantidad de alimentos que acostumbran consumir y la severa es cuando los integrantes del hogar omiten un tiempo de comida o dejan de comer por todo un día debido a la falta de dinero o recursos para obtener alimentos.

Además de estos parámetros, la encuesta consideró la diversidad de la dieta y se preguntó a las familias sobre el consumo de doce grupos de alimentos en el hogar durante el periodo de cuarentena, entre los cuales se incluyeron aquellos productos con contenido de azúcares, bebidas endulzadas y pastelillos.

Los grupos de alimentos considerados son: 1. Cereales 2. Raíces y tubérculos, 3. Verduras, frescas, 4. Verduras procesadas industrialmente, 5. Frutas frescas, 6. Frutas procesadas industrialmente, 7. Carne, pollo, vísceras, 8. Huevos, 9. Pescados y mariscos, 10. Legumbres/leguminosas, 11. Oleaginosas, 12. Leche y productos lácteos, 13. Aceites, 14. Grasas, 15. Azúcar/miel agregada, 16. Bebidas endulzadas, 17. Dulces, pastelillos y 18. Condimentos, café o té.

Un dato relevante obtenido en las entrevistas fue la vivencia de experiencias relacionadas con la inseguridad alimentaria en los treinta días previos a la fecha de realización de la entrevista. El 31.6% de la población manifestó haber tenido preocupación porque los alimentos se terminarán, 27.0% tuvo poca variedad de alimentos y el 21.3% disminuyó la cantidad de alimentos que acostumbra consumir.

Cabe destacar que más del 90% de los que manifestaron vivir alguna de las experiencias descritas, lo atribuyeron a la pandemia del covid-19, principalmente a la falta de dinero o recursos a partir del confinamiento.

En cuanto a la diversidad de la dieta durante los 7 días previos a la entrevista, durante la Jornada de Sana Distancia, más del 90% de la muestra de adultos consumieron (1 o más días de la semana) cereales, frutas y verduras frescas, carnes huevo, leguminosas, lácteos, aceites y condimentos café o té.

Mientras que los grupos de alimentos con menor porcentaje de consumidores fueron las frutas y verduras industrializadas (empaquetadas, congeladas, enlatadas) con 18% y 31%, respectivamente. Cerca de la mitad de los encuestados consumieron bebidas endulzadas, dulces y botanas y poco más del 67% consumieron pescados y mariscos que incluyen atún y sardina


Foto: Ignacio Huitzil

OTROS HALLAZGOS DE LA ENCUESTA

Alrededor del 70% de las y los encuestados habitan actualmente la región centro (34.8%) y sur del país (35.1%). Aproximadamente el 80% de los encuestados se encontraron en el rango de edad de 40 y más años; la mayoría fueron mujeres (66.3%). Poco más de la mitad de la población tiene estudios formales de licenciatura o más.

Otras variables que se tomaron en cuenta durante el estudio fue: el lugar de nacimiento, lugar de residencia, edad, sexo, estado civil, escolaridad, ocupación (embarazo en caso de ser mujer), disponibilidad de agua, energía eléctrica y gas, así como consumo de tabaco y alcohol (número de cigarrillos al día y número de copas por semana).

El 22.5% tienen ocupación de empleados (as), mientras que el 27.0% se dedica a labores del hogar. Un dato que es importante destacar es que, en el momento de la entrevista, el 4.8% de los encuestados estuvo desempleado.

El 63.4% de las y los entrevistados señaló que, durante el confinamiento, algún miembro del hogar tuvo una disminución en los ingresos económicos que percibía normalmente mientras que cerca de una tercera parte (27.4%) declaró además que algún integrante del hogar perdió su empleo.

Asimismo, cerca del 7% refirió haber tenido una experiencia de violencia durante el confinamiento. El 11.4% de la población encuestada refirió fumar cigarrillos, ya sea normales, electrónicos o ambos.

De estos, el promedio del número de cigarros fumados al día fue de casi seis cigarrillos. Cabe destacar que una quinta parte de las personas fumadoras (20.7%) refirieron que su consumo de cigarrillos es mayor respecto al consumo antes de la contingencia por covid-19.

Con respecto al consumo de alcohol, el 28.8% de la población refirió consumirlo, con un promedio de dos copas por semana. Poco menos de la mitad de los adultos que refirieron beber alcohol (48.5%) mencionó que su consumo es igual durante la contingencia por covid-19; sin embargo, casi 12% mencionó que es mayor su consumo con respecto a antes de la contingencia.

En la población de estudio de la ensars-cov-2, cerca de una cuarta parte de los encuestados refirió tener hipertensión arterial, el 14.9% diabetes mellitus, uno de cada cinco obesidad y alrededor de uno de cada ocho hipertrigliceridemia e hipercolesterolemia. El 44.3% refirió no tener ningún padecimiento.

Antes de la cuarentena, el 43.0% de los entrevistados mencionaron realizar actividad física. El lugar donde realizaban la actividad física era: el exterior (al aire libre) 43.8%, el 27.8% en casa y el 26.7% en algún gimnasio.

De febrero a mayo se observó que el 44.3% de los entrevistados mencionaron caminar o usar bicicleta durante por lo menos 10 minutos seguidos para ir y volver a distintos lugares, la mayoría el 44.7% reportó realizar esta actividad siete días a la semana y el 14.3% cinco días a la semana, realizando un promedio de 30 minutos a una hora la mayoría de las personas 40.3%.

También se les indagó, si de febrero a mayo habían practicado algún deporte o actividad física, de los cuales el 44.0% mencionó que sí, y que ésta fue moderada considerándola como un esfuerzo moderado que aumenta poco su frecuencia respiratoria y cardiaca, como natación y voleibol.

Asimismo, se observó una disminución del tiempo de realizar la actividad física previo a la cuarentena y durante la misma. El 54.7% mencionó hacer más de una hora de actividad física previo a la cuarentena y durante la cuarentena solo el 28.5%.

Se estimó el nivel de sedentarismo a partir de las horas que pasaron sentados o reclinados antes y durante el confinamiento. Previo a la cuarentena más de la mitad se pasaba de una a tres horas, mientras que durante la cuarentena solo el 33.8%, ello, debido a que aumentó el número de horas de sedentarismo.

Aumentó el número de personas sentados o reclinados, que pasaron de cuatro a siete horas previo y durante la cuarentena (29.5% a 45.0%), de igual manera lo reportado de estar recostado o reclinado por más de ocho horas aumentó alrededor del 5% durante el confinamiento.

En la población de estudio un porcentaje mayor al 65% tanto antes y durante el confinamiento refirieron dormir entre siete y nueve horas, cercano una cuarta parte duerme menos de lo recomendado en ambos periodos y hubo un aumento del 3% de la población que duerme por el confinamiento más de nueve horas.

Los resultados mostrados destacan que seis de cada diez entrevistados vio disminuidos sus ingresos a partir del confinamiento, mientras una tercera parte declaró que algún miembro de su hogar perdió el empleo en dicho periodo.

Asimismo, una tercera parte de los encuestados tuvieron experiencias de inseguridad alimentaria como preocupación porque los alimentos se les acabaran, disminuyeron la variedad de su dieta o consumieron menos alimentos de los que acostumbran comer, debido a la falta de dinero o recursos a partir del confinamiento.

Lo anterior es muy preocupante sobre todo si no se cuentan con estrategias de apoyo a dichas familias, que ayuden a amortiguar el efecto negativo que está trayendo consigo el confinamiento, lo cual puede asociarse con la pérdida del ingreso y con la preocupación ante perder el empleo.

Aun cuando la diversidad de la dieta en esta muestra nacional de adultos mexicanos resultó alta, en el periodo de confinamiento, es importante resaltar que, aunque se encontraron mayores porcentajes de consumidores de los grupos de alimentos recomendables para el consumo cotidiano como cereales, leguminosas y frutas y verduras frescas cuando menos una vez a la semana, existe un alto consumo de alimentos y bebidas azucaradas, las cuales se refiere su consumo en promedio cinco veces por semana.

Es de hacer notar que en la muestra nacional de la ensars-cov-2 una proporción importante de la población (alrededor de 55%) tiene enfermedades crónicas las cuales se han asociado a mayor vulnerabilidad e intensidad con el covid-19.

JLP

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