En punto de las 8:00 horas, las clases de la Escuela Primaria Cristóbal Colón dieron inicio, pero no en las aulas, sino en la calle, justo en el cruce del Eje 1 Poniente Circunvalación y Corregidora, a escasos 100 metros de dónde se encuentra el inmueble que alberga el centro escolar; esto por la falta de un lugar donde recibir su educación.
La protesta, en la que participaron al menos medio centenar de alumnos y decenas de padres de familia y maestros, se llevó a cabo en forma pacífica, no con carteles, sino con clases al aire libre. La exigencia de un lugar donde tomar clases data desde 2017, a raíz del sismo de ese año, el inmueble presentó daños que imposibilitaron el regreso a las aulas.
A esto se le suma el litigio entre el dueño del inmueble y la Secretaría de Educación Pública, dónde el primero salió victorioso y decidió dejar de rentar el espacio para el plantel escolar; por esto, el pasado primero de marzo las autoridades del plantel anunciaron que los alumnos serían reubicados, pero que el ciclo escolar terminaría en línea.
"No todos tenemos las posibilidades de una computadora, incluso de internet, no pueden seguir las clases en línea, los niños no aprende " decían con insistencia algunos padres, mientras intentaban evitar que motociclistas cruzarán por la vialidad entre las mesas y bancos de plástico con las que los docentes improvisaron su lugar de trabajo.
Una cinta de plástico roja con la palabra precaución delimitó el área donde de manera simultánea se impartieron clases de español, inglés, artes y educación física; comprometidos, los docentes hicieron poco caso de los comerciantes enojados porque les impedían el paso y los diableros, que poco les importaron los niños y querían a toda costa continuar su camino.
En este inusual espacio escolar, lo mismo convivieron niños pequeños en sus primeras clases de inglés que los grandes en las de educación física, los maestros, portaban en la espalda un cartel donde pedían un lugar seguro para impartir sus enseñanzas. A unos metros, un puñado de policías poco hacían por resguardar la integridad de los pequeños.
Las horas pasaron y los menores continuaron con su jornada estudiantil en ese sitio; con algunas lonas y sombrillas, intentaron hacer frente al fuerte sol que ya caía sobre los estudiantes, otros se hidrataban constantemente, mientras que algunos ingerian ya sus alimentos.
Con el pasar de los minutos, comerciantes y peatones dejaron de darle importancia a la protesta y continuaron con su rutina diaria. La puerta del plantel, no advertía el pronto regreso a este, permaneció cerrada como desde hace dos años, cuando la pandemia obligó a tomar clases a distancia.
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