/ jueves 24 de junio de 2021

La indagación de feminicidios carece de protocolos para garantizar justicia

Muchos de los victimarios han vivido en condiciones de pobreza, abandono y agresión desde muy jóvenes en los entornos familiar y social

La integración deficiente de las carpetas de investigación de feminicidios impide el acceso a una justicia pronta para castigar a los culpables, además de que prevalece la corrupción en los ministerios públicos, señalaron expertos en el Coloquio internacional: Desaparición forzada y feminicidio: violencias, crímenes y resistencias, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Dijeron que muchos de los victimarios han vivido en condiciones de pobreza, abandono y agresión desde muy jóvenes en los entornos familiar y social, influenciados por la presión que ejerce el Estado, enfatizaron los participantes en la tercera sesión del encuentro.

La influencia criminal de los carteles y las bandas organizadas ocasiona que miles de jóvenes estén dispuestos a morir por ese tipo de actividades ilegales, lo cual resulta grave debido al escaso valor otorgado a la vida y a que eso contribuye a la comisión de secuestros, asesinatos y feminicidios.

LEE TAMBIÉN: Presunto feminicida provoca fuerte choque durante persecución en Circuito Interior

Karina García Reyes, especialista del Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bristol, en Gran Bretaña, comentó que el discurso de los gobiernos de México y Estados Unidos respecto del narcotráfico –“nosotros los buenos y ustedes los malos”– invisibiliza la violencia de Estado –que es tan dañina como la de los presuntos delincuentes– y evidencia la incompetencia de las estrategias oficiales.

En cuatro meses de indagación en un centro de readaptación de Coahuila, García Reyes recolectó las historias de 33 ex narcotraficantes –desde la niñez y la adolescencia, abarcando los planos personal y social para conocer el contexto previo a su rol delincuencial– algunos de los cuales declararon que no querían estar en ese lugar ni tener una vida de tal naturaleza.

Del análisis para identificar lo que repiten en sus narrativas encontró que las limitaciones económicas los condujo a asumir que fallecerían a manos de policías o delincuentes, algunos admitieron que “siempre quisieron ser pandilleros o que desde que tuvieron conciencia no tenían ganas de vivir, lo que habla de verse sin futuro, con una existencia desechable sin nada que perder”.

Respecto al género, en su entorno escuchaban que son “hombres de verdad”, por lo que la violencia se aprende en la familia y entre los más cercanos, al percibir a las mujeres como inferiores por ser consideradas más débiles física y emocionalmente, así como inocentes.

“La violencia doméstica es parte de la formación de los adolescentes, como en las pandillas, donde existe la de carácter sexual y en algún momento, miles de niños sopesan el suicidio como una salida, catalogada como necesaria para sobrevivir en contextos de pobreza.

“Las agresiones del narcotráfico son la punta del iceberg, pero en el fondo se encuentran el vandalismo, las adicciones, el consumismo, el vivir el presente, la visión fatalista y el crimen sexual, por lo que resulta lamentable la ausencia del Estado para evitar que niños y niñas sufran abusos y maltrato”.

Muy pocos entrevistados declararon sentir remordimiento, pues existe un ethos individualista extremo, es decir, “no les interesa la sociedad y ven sólo su persona. Muchos de los jóvenes en el centro de rehabilitación estuvieron en la cárcel y su llegada y permanencia se debió a que no tenían otro lugar donde quedarse”.

Ana Luisa Garduño, activista social cuya hija –Ana Karen, de 17 años, se convirtió en una víctima más de feminicidio en noviembre de 2012, seis meses después de haber terminado un noviazgo– relató que por años “nos enfrentamos a la corrupción de autoridades, que piden dinero para todo y se han atrevido a decirme: ‘usted mejor vaya a llorar a su casa’, una revictimización que te deja impotente y afecta a toda la familia”

El estado de Morelos sigue siendo muy peligroso para las mujeres y las autoridades han maquillado las cifras, así que “para continuar la lucha ahora estudio una maestría en derecho y seguiré pugnando para evitar que otras personas enfrenten los mismos problemas; cuando sea yo quien las defienda buscaré que el victimario sea sentenciado”

En otro tema, Aleida Azamar Alonso, académica de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), afirmó que México, al igual que en América Latina, la mujer no puede defender sus espacios de vida con seguridad porque está mal visto y si lo intenta sufre amenazas o es violentada.

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Las activistas feministas no son comunes, su número es menor al de los hombres y muchas mujeres han tenido que lidiar con programas enfocados exclusivamente a cuestiones relacionadas con el hogar y la cocina, como Género en el Desarrollo (GED) y Mujeres en el Desarrollo (MED).

Además, ha habido agresiones fatales contra más de mil 300 activistas ambientales en toda América Latina en las últimas dos décadas por oponerse a proyectos extractivos, de agroindustria y explotación del agua.

En suma, el ecofeminismo trata de fortalecer esfuerzos de bienestar común para toda la población –incluyendo a niños, jóvenes, ancianos– y busca fortalecer la relación mujer-naturaleza- sociedad, en busca de equidad.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem

La integración deficiente de las carpetas de investigación de feminicidios impide el acceso a una justicia pronta para castigar a los culpables, además de que prevalece la corrupción en los ministerios públicos, señalaron expertos en el Coloquio internacional: Desaparición forzada y feminicidio: violencias, crímenes y resistencias, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Dijeron que muchos de los victimarios han vivido en condiciones de pobreza, abandono y agresión desde muy jóvenes en los entornos familiar y social, influenciados por la presión que ejerce el Estado, enfatizaron los participantes en la tercera sesión del encuentro.

La influencia criminal de los carteles y las bandas organizadas ocasiona que miles de jóvenes estén dispuestos a morir por ese tipo de actividades ilegales, lo cual resulta grave debido al escaso valor otorgado a la vida y a que eso contribuye a la comisión de secuestros, asesinatos y feminicidios.

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Karina García Reyes, especialista del Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bristol, en Gran Bretaña, comentó que el discurso de los gobiernos de México y Estados Unidos respecto del narcotráfico –“nosotros los buenos y ustedes los malos”– invisibiliza la violencia de Estado –que es tan dañina como la de los presuntos delincuentes– y evidencia la incompetencia de las estrategias oficiales.

En cuatro meses de indagación en un centro de readaptación de Coahuila, García Reyes recolectó las historias de 33 ex narcotraficantes –desde la niñez y la adolescencia, abarcando los planos personal y social para conocer el contexto previo a su rol delincuencial– algunos de los cuales declararon que no querían estar en ese lugar ni tener una vida de tal naturaleza.

Del análisis para identificar lo que repiten en sus narrativas encontró que las limitaciones económicas los condujo a asumir que fallecerían a manos de policías o delincuentes, algunos admitieron que “siempre quisieron ser pandilleros o que desde que tuvieron conciencia no tenían ganas de vivir, lo que habla de verse sin futuro, con una existencia desechable sin nada que perder”.

Respecto al género, en su entorno escuchaban que son “hombres de verdad”, por lo que la violencia se aprende en la familia y entre los más cercanos, al percibir a las mujeres como inferiores por ser consideradas más débiles física y emocionalmente, así como inocentes.

“La violencia doméstica es parte de la formación de los adolescentes, como en las pandillas, donde existe la de carácter sexual y en algún momento, miles de niños sopesan el suicidio como una salida, catalogada como necesaria para sobrevivir en contextos de pobreza.

“Las agresiones del narcotráfico son la punta del iceberg, pero en el fondo se encuentran el vandalismo, las adicciones, el consumismo, el vivir el presente, la visión fatalista y el crimen sexual, por lo que resulta lamentable la ausencia del Estado para evitar que niños y niñas sufran abusos y maltrato”.

Muy pocos entrevistados declararon sentir remordimiento, pues existe un ethos individualista extremo, es decir, “no les interesa la sociedad y ven sólo su persona. Muchos de los jóvenes en el centro de rehabilitación estuvieron en la cárcel y su llegada y permanencia se debió a que no tenían otro lugar donde quedarse”.

Ana Luisa Garduño, activista social cuya hija –Ana Karen, de 17 años, se convirtió en una víctima más de feminicidio en noviembre de 2012, seis meses después de haber terminado un noviazgo– relató que por años “nos enfrentamos a la corrupción de autoridades, que piden dinero para todo y se han atrevido a decirme: ‘usted mejor vaya a llorar a su casa’, una revictimización que te deja impotente y afecta a toda la familia”

El estado de Morelos sigue siendo muy peligroso para las mujeres y las autoridades han maquillado las cifras, así que “para continuar la lucha ahora estudio una maestría en derecho y seguiré pugnando para evitar que otras personas enfrenten los mismos problemas; cuando sea yo quien las defienda buscaré que el victimario sea sentenciado”

En otro tema, Aleida Azamar Alonso, académica de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), afirmó que México, al igual que en América Latina, la mujer no puede defender sus espacios de vida con seguridad porque está mal visto y si lo intenta sufre amenazas o es violentada.

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Las activistas feministas no son comunes, su número es menor al de los hombres y muchas mujeres han tenido que lidiar con programas enfocados exclusivamente a cuestiones relacionadas con el hogar y la cocina, como Género en el Desarrollo (GED) y Mujeres en el Desarrollo (MED).

Además, ha habido agresiones fatales contra más de mil 300 activistas ambientales en toda América Latina en las últimas dos décadas por oponerse a proyectos extractivos, de agroindustria y explotación del agua.

En suma, el ecofeminismo trata de fortalecer esfuerzos de bienestar común para toda la población –incluyendo a niños, jóvenes, ancianos– y busca fortalecer la relación mujer-naturaleza- sociedad, en busca de equidad.

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