/ lunes 10 de febrero de 2020

Historias en el Metro: Sinuoso Camino

Desde hace un año le dieron un empleo como trabajador de limpieza en una de las estaciones del Metro, aquí su historia

Lo vi de lejos en una de las estaciones, con uniforme de limpieza del Metro, una escoba y un recogedor, una larga y descuidada barba blanca. Camina encorvado y lento. Parece un anciano de no menos de 80 años. Daba la impresión que ni siquiera le interesaba limpiar, sino pasar el tiempo porque iba de una orilla a otra en uno de los pasillos, barría levemente una parte y se movía a otra para hacer lo mismo.

Me vio que lo observaba y se me acercó. Al principio me intimidó. Pensé que me iba a reclamar porque lo veía desde hace varios minutos. No. Muy amable me preguntó la hora. Son las 19 con 59 minutos, le contesté ¿Qué edad tiene? Tengo 62 años ¡Ah, caray, se ve un poquito más grande! Le dije con sinceridad.

Me platicó que la vida lo ha tratado muy mal. Fue coyote. Compraba y vendía autopartes en la colonia Buenos Aires, famosa porque ahí existen muchos negocios de esos. Me dijo que había ocasiones en que se llevaba al mes entre 200 y 300 mil pesos, pero fue cayendo en vicios y derroches.

Después entró como policía auxiliar en el Metro. Trabajó 15 años hasta que unos rufianes lo golpearon un día. Lo dejaron por muerto en una calle y huyeron. A él lo trasladaron de urgencia a un hospital público y días después encarcelaron a los responsables. Quedó lastimado de la columna vertebral. No puede mover la mitad de su cuerpo y debe caminar encorvado.

Desde hace un año le dieron un empleo como trabajador de limpieza en una de las estaciones del Metro. Su horario es de 15 a 22 horas. Come lo que puede cuando puede. Algunas personas le ofrecen comida y le regalan otras cosas. Me dijo que una señora le obsequió recientemente un bastón y le va a ser muy útil para caminar.

El hombre vive con su mamá en una colonia de Iztapalapa. Me confesó que los tipos que lo golpearon están a punto de salir de la cárcel y amenazaron con buscarlo para desquitarse porque los denunció. Por ello, decidí guardar en el anonimato su nombre, su rostro y su lugar de trabajo para evitarle algún problema al publicar esta historia.

Me despedí. Se alejó barriendo y recogiendo basuritas del suelo del pasillo. Yo tengo muchos problemas, pero ya vi que hay gente que está peor.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem

Lo vi de lejos en una de las estaciones, con uniforme de limpieza del Metro, una escoba y un recogedor, una larga y descuidada barba blanca. Camina encorvado y lento. Parece un anciano de no menos de 80 años. Daba la impresión que ni siquiera le interesaba limpiar, sino pasar el tiempo porque iba de una orilla a otra en uno de los pasillos, barría levemente una parte y se movía a otra para hacer lo mismo.

Me vio que lo observaba y se me acercó. Al principio me intimidó. Pensé que me iba a reclamar porque lo veía desde hace varios minutos. No. Muy amable me preguntó la hora. Son las 19 con 59 minutos, le contesté ¿Qué edad tiene? Tengo 62 años ¡Ah, caray, se ve un poquito más grande! Le dije con sinceridad.

Me platicó que la vida lo ha tratado muy mal. Fue coyote. Compraba y vendía autopartes en la colonia Buenos Aires, famosa porque ahí existen muchos negocios de esos. Me dijo que había ocasiones en que se llevaba al mes entre 200 y 300 mil pesos, pero fue cayendo en vicios y derroches.

Después entró como policía auxiliar en el Metro. Trabajó 15 años hasta que unos rufianes lo golpearon un día. Lo dejaron por muerto en una calle y huyeron. A él lo trasladaron de urgencia a un hospital público y días después encarcelaron a los responsables. Quedó lastimado de la columna vertebral. No puede mover la mitad de su cuerpo y debe caminar encorvado.

Desde hace un año le dieron un empleo como trabajador de limpieza en una de las estaciones del Metro. Su horario es de 15 a 22 horas. Come lo que puede cuando puede. Algunas personas le ofrecen comida y le regalan otras cosas. Me dijo que una señora le obsequió recientemente un bastón y le va a ser muy útil para caminar.

El hombre vive con su mamá en una colonia de Iztapalapa. Me confesó que los tipos que lo golpearon están a punto de salir de la cárcel y amenazaron con buscarlo para desquitarse porque los denunció. Por ello, decidí guardar en el anonimato su nombre, su rostro y su lugar de trabajo para evitarle algún problema al publicar esta historia.

Me despedí. Se alejó barriendo y recogiendo basuritas del suelo del pasillo. Yo tengo muchos problemas, pero ya vi que hay gente que está peor.

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