/ lunes 24 de febrero de 2020

Historias en el Metro : Periodismo Deportivo

Ninguno de los dos usa automóvil y nos dirigimos a la estación Insurgentes del Metro, transbordar a Balderas y luego hacia el sur

El jueves pasado acompañé a mi amigo Oscar Martínez a recibir, en un edificio de la calle de Hamburgo en la Zona Rosa, el título de Doctor Honoris Causa por trayectoria en el periodismo deportivo, que le otorgó una organización social con el respaldo de las cámaras de diputados y de senadores. Fue una ceremonia muy emotiva con toga y birrete de por medio.

Salimos de ahí a las siete de la noche. Ninguno de los dos usa automóvil y nos dirigimos a la estación Insurgentes del Metro, transbordar a Balderas y luego hacia el sur, rumbo a nuestras respectivas casas. Oscar portando con orgullo dos pergaminos que le entregaron.

Llegamos al andén en Insurgentes. Hasta ese momento recordé que era hora pico y había enormes filas esperando el tren hacia Pantitlán. Paré en seco a mi colega: oye, mejor vámonos en un taxi porque traes tus títulos y te los van a dejar como chicharrón. Me contestó con una calma y una sonrisa que admiro: no te preocupes, aquí los abrazo; ahorita nos vamos ¡Formémonos! Lo atendí no muy convencido.

Media hora de espera después abordamos el vagón hacia Balderas. Íbamos muy apretados, pero comenzamos a charlar de nuestros recuerdos como reporteros de deportes. Cubrimos juntos varias competencias ciclistas, pero en especial una Carrera Transpeninsular desde Los Cabos hasta Los Ángeles. La única que llegó a las tres californias con unos escenarios maravillosos. De un lado estaba el Desierto de Baja California y del otro el hermoso Mar de Cortés.

La Transpeninsular fue un recorrido de más de tres mil kilómetros, 30 días de duración y participantes de más de 20 países. En la noche los reporteros nos entreteníamos viendo películas viejas en la pared de la habitación del corresponsal de Associated Press o AP. No había nada más qué hacer o caminar en el desierto con el riesgo de encontrar víboras, tarántulas y escorpiones.

Mientras, en los campamentos de los competidores era un movimiento constante de ciclistas, técnicos, entrenadores y jueces arreglando sus vehículos y trazando la estrategia del día siguiente. Diario eran recorridos exhaustivos de 200 kilómetros a una velocidad promedio de 100 kilómetros por hora en la carretera, en empinadas y bajadas extremas. Oscar se queja que ahora ya no hay pedalistas de calidad en México. Recordó que, por ejemplo Raúl Alcalá ganó en su tiempo tres etapas del Tour de Francia. Hoy los mexicanos ni siquiera “pintan” en ninguna competencia internacional.

Yo dejé hace muchos años el periodismo deportivo para cubrir información general. Mi amigo sigue y lleva 45 años de trayectoria. Trabajó 38 años en el periódico Ovaciones. Ahora tiene un programa de tv por internet de ciclismo. Lo mejor es que es un ser humano muy positivo y con mucho conocimiento de su especialidad y de la vida.

Durante nuestro recorrido con apretones y empujones en el Metro, los títulos de Doctor Honoris Causa de Oscar resultaron sin ningún daño.

El jueves pasado acompañé a mi amigo Oscar Martínez a recibir, en un edificio de la calle de Hamburgo en la Zona Rosa, el título de Doctor Honoris Causa por trayectoria en el periodismo deportivo, que le otorgó una organización social con el respaldo de las cámaras de diputados y de senadores. Fue una ceremonia muy emotiva con toga y birrete de por medio.

Salimos de ahí a las siete de la noche. Ninguno de los dos usa automóvil y nos dirigimos a la estación Insurgentes del Metro, transbordar a Balderas y luego hacia el sur, rumbo a nuestras respectivas casas. Oscar portando con orgullo dos pergaminos que le entregaron.

Llegamos al andén en Insurgentes. Hasta ese momento recordé que era hora pico y había enormes filas esperando el tren hacia Pantitlán. Paré en seco a mi colega: oye, mejor vámonos en un taxi porque traes tus títulos y te los van a dejar como chicharrón. Me contestó con una calma y una sonrisa que admiro: no te preocupes, aquí los abrazo; ahorita nos vamos ¡Formémonos! Lo atendí no muy convencido.

Media hora de espera después abordamos el vagón hacia Balderas. Íbamos muy apretados, pero comenzamos a charlar de nuestros recuerdos como reporteros de deportes. Cubrimos juntos varias competencias ciclistas, pero en especial una Carrera Transpeninsular desde Los Cabos hasta Los Ángeles. La única que llegó a las tres californias con unos escenarios maravillosos. De un lado estaba el Desierto de Baja California y del otro el hermoso Mar de Cortés.

La Transpeninsular fue un recorrido de más de tres mil kilómetros, 30 días de duración y participantes de más de 20 países. En la noche los reporteros nos entreteníamos viendo películas viejas en la pared de la habitación del corresponsal de Associated Press o AP. No había nada más qué hacer o caminar en el desierto con el riesgo de encontrar víboras, tarántulas y escorpiones.

Mientras, en los campamentos de los competidores era un movimiento constante de ciclistas, técnicos, entrenadores y jueces arreglando sus vehículos y trazando la estrategia del día siguiente. Diario eran recorridos exhaustivos de 200 kilómetros a una velocidad promedio de 100 kilómetros por hora en la carretera, en empinadas y bajadas extremas. Oscar se queja que ahora ya no hay pedalistas de calidad en México. Recordó que, por ejemplo Raúl Alcalá ganó en su tiempo tres etapas del Tour de Francia. Hoy los mexicanos ni siquiera “pintan” en ninguna competencia internacional.

Yo dejé hace muchos años el periodismo deportivo para cubrir información general. Mi amigo sigue y lleva 45 años de trayectoria. Trabajó 38 años en el periódico Ovaciones. Ahora tiene un programa de tv por internet de ciclismo. Lo mejor es que es un ser humano muy positivo y con mucho conocimiento de su especialidad y de la vida.

Durante nuestro recorrido con apretones y empujones en el Metro, los títulos de Doctor Honoris Causa de Oscar resultaron sin ningún daño.

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