La Ciudad de México es hermosa, contradictoria, monstruosa; a veces oscura, otras muy transparente, pero siempre fascina a propios y extraños. Es una región heterogénea donde todo, hasta lo más inverosímil, puede pasar. Sus calles, edificios, recintos, lagos, cerros, volcanes y riachuelos contienen sonidos y aromas de lo que fue en el pasado, y al mismo tiempo en ellos se reescriben historias nuevas que formarán parte de su gran legado. ¡Quién no ha ido al Azteca a gritar un gol o a la Basílica a dar gracias!
Quién no ha sentido amor y odio por esta ciudad, la cual también, a veces no quisiera saber nada de sus habitantes que también la lastiman, pero somos una amalgama, y sin nosotros y ella la existencia no tendría sentido.
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