/ martes 2 de junio de 2020

Saca dinero de entre los muertos, a pesar del peligro de una infección

Todo eso que ya a nadie sirve le da unas monedas para comer

Bien dice el dicho que al morir sólo nos llevaremos un puño de tierra, y todo lo que se tiene de nada sirve, ni el ataúd en que nos entierren; sin embargo, lo que queda siempre le puede servir a alguien como Don Juan, que se gana unos pesos por el metal de cajas de muerto que ya nadie quiere, en el panteón de San Nicolás Tolentino.

Así se le puede ver cada día, desde temprano, no muy lejos del crematorio a donde llevan a incinerar muertos por Covid-19, pero eso a él no le importa, ni tampoco el riesgo de contagiarse de este mal, que ya cobró diez mil muertos en el país.

Él no sabe de cubrebocas N-95 de caretas protectoras y gel antibacterial, únicamente piensa en trabajar, atrás dejó aquellos años cuando el alcohol le hizo perder amigos y familia.

Con un martillo, como única herramienta, deshace viejos y oxidados ataúdes; deja sólo planchas de metal que apila y carga en un viejo diablo que empuja hasta el depósito, ubicado a una calle.

Su ganancia es de uno a dos pesos por kilo, que le sirven para comer y pagar un cuartito donde vive su soledad, luego de haber quedado viudo hace unos años.

Las tumbas donde sacaron estos ataúdes, son aquellas que nadie ha reclamado por lo menos los últimos 14 años, que es cuando la administración toma posesión, saca los restos y la deja lista para ser usada de nuevo.

Cuando hay restos óseos los dejan en un costal, para luego enterrarlos al pie del nuevo inquilino de la tumba, aunque se toma nota para el caso de que regrese la familia y reclame a su muerto.

Estos entierros los hacen a profundidad, pues no faltan los profanadores que buscan huesos para venderlos en el mercado negro, donde un cráneo se cotiza hasta en cinco mil pesos.

Pero eso a Don Juan no le importa, su negocio es el metal de los viejos ataúdes en este panteón.

Bien dice el dicho que al morir sólo nos llevaremos un puño de tierra, y todo lo que se tiene de nada sirve, ni el ataúd en que nos entierren; sin embargo, lo que queda siempre le puede servir a alguien como Don Juan, que se gana unos pesos por el metal de cajas de muerto que ya nadie quiere, en el panteón de San Nicolás Tolentino.

Así se le puede ver cada día, desde temprano, no muy lejos del crematorio a donde llevan a incinerar muertos por Covid-19, pero eso a él no le importa, ni tampoco el riesgo de contagiarse de este mal, que ya cobró diez mil muertos en el país.

Él no sabe de cubrebocas N-95 de caretas protectoras y gel antibacterial, únicamente piensa en trabajar, atrás dejó aquellos años cuando el alcohol le hizo perder amigos y familia.

Con un martillo, como única herramienta, deshace viejos y oxidados ataúdes; deja sólo planchas de metal que apila y carga en un viejo diablo que empuja hasta el depósito, ubicado a una calle.

Su ganancia es de uno a dos pesos por kilo, que le sirven para comer y pagar un cuartito donde vive su soledad, luego de haber quedado viudo hace unos años.

Las tumbas donde sacaron estos ataúdes, son aquellas que nadie ha reclamado por lo menos los últimos 14 años, que es cuando la administración toma posesión, saca los restos y la deja lista para ser usada de nuevo.

Cuando hay restos óseos los dejan en un costal, para luego enterrarlos al pie del nuevo inquilino de la tumba, aunque se toma nota para el caso de que regrese la familia y reclame a su muerto.

Estos entierros los hacen a profundidad, pues no faltan los profanadores que buscan huesos para venderlos en el mercado negro, donde un cráneo se cotiza hasta en cinco mil pesos.

Pero eso a Don Juan no le importa, su negocio es el metal de los viejos ataúdes en este panteón.

Policiaca

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