/ jueves 16 de abril de 2020

Jóvenes invisibilizados salieron a la luz con la pandemia, alerta investigador

Repartidores, ambulantes, dependientes de farmacias y otros trabajadores deben salir pese a Covid-19


Patricia Carrasco

Los jóvenes de clase media que tienen acceso a la tecnología –computadoras o teléfonos celulares– recrean sus experiencias en el encierro en grupos de WhatsApp, por video llamadas, por la web; pero aquellos imposibilitados de permanecer en casa porque tienen que salir a trabajar –repartidores de mercancías o empleados de farmacias y centros comerciales, ambulantes que venden comida en la calle- están en riesgo de contraer el Covid-19.

Muchos pueden estar en una casa amplia con varias recamaras y espacios recreativos. Pero otros están en medio del confinamiento, viendo como se recrudece el fenómenos de la violencia, ya que muchos viven amontonados en sus hogares, donde a veces hay una o dos recámaras que sirve de cocina, sala, comedor y dormitorio, para abuelos, padres e hijos, por lo menos 10 personas en un pequeño espacio.

La emergencia sanitaria ha desnudado las políticas públicas y a “los desprotegidos e invisibilizados de siempre”, entre ellos los muchachos que no tienen oportunidades de empleo ni de educación consideró José Alfredo Nateras Domínguez, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana.

El especialista comentó que en este grupo de jóvenes desprotegidos, se calcula que cinco o seis de cada diez observan violencia en la familia y tres de cuatro la padecen, lo que significa que el fenómeno “está ya instalado desde hace tiempo, aunque el encierro lo incentiva, dispara y desborda”.

Además de que muchos carecen de espacio personal, lo que complica la convivencia con el resto de la familia y la tendencia es a que el problema aumente.

Los desempleados y más desfavorecidos no sólo estarán en la economía informal, sino que perderán sus trabajos, por lo que esta situación tan compleja exige dispositivos que ofrezcan en los niveles nacional y local opciones, más allá del programa Jóvenes construyendo el futuro, dijo Nateras Domínguez.

Por lo que propuso “que el Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) se posicione y pronuncie sobre los programas que habrá de diseñar o rediseñar para solventar las necesidades de este segmento de la población.

Foto: David Deolarte | La Prensa

Asimismo, señaló que entre los universitarios hay quienes a través de medios tecnológicos están recibiendo clases en casa –lo que “resulta favorable porque no pierden el contacto con sus profesores, aun cuando no es momento para seguir tomando cursos, porque la dinámica cambia totalmente”– pero también están los emprendedores, que hacen tapabocas y gel antibacterial, e incluso desarrollan prototipos para un respirador que sirva en la emergencia.

Más allá de la solidaridad social a los grupos más vulnerables ante a pandemia del Covid-19, este es un buen momento para replantear la política pública en la materia a través del Imjuve, que debiera pronunciarse, tal como han hecho cámaras industriales, empresariales, sindicales e incluso instituciones de educación superior.

El académico del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa señaló que las juventudes están respondiendo al confinamiento domiciliario al que han exhortado las autoridades a partir del lugar social en el que se encuentran, por ejemplo, los que pertenecen a la clase más alta están en sus residencias de descanso de Cuernavaca o Acapulco, donde cuentan con espacios suficientes para no padecer hacinamiento.

El escenario es “más sombrío de lo que ya era para ellos” y de gran incertidumbre, pues se calcula que las finanzas del país se recuperarán en la medida en que la contingencia comience a levantarse, lo que tardará alrededor de un año, es decir, “un abismo para la mayoría”.

Si bien el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció apoyos a sectores desfavorecidos, “ahí no aparecen los desinstitucionalizados, esos que no tienen vínculo con la educación y, por lo tanto, carecen de acceso a becas; tampoco tienen vínculos laborales y por ello no pueden estar en el programa Jóvenes construyendo el futuro, por lo que seguirán en la informalidad, pero en condiciones más precarias.

El investigador destacó que “debe buscarse la manera de ayudar a las juventudes” y para ello las organizaciones de la sociedad civil pueden jugar un papel importante, porque son las que más han interactuado con aquéllas, pero si bien es necesario apelar a la solidaridad social, también es un buen momento para que el Imjuve se posicione respecto de las políticas que tendrá que desplegar para brindar atención.


Patricia Carrasco

Los jóvenes de clase media que tienen acceso a la tecnología –computadoras o teléfonos celulares– recrean sus experiencias en el encierro en grupos de WhatsApp, por video llamadas, por la web; pero aquellos imposibilitados de permanecer en casa porque tienen que salir a trabajar –repartidores de mercancías o empleados de farmacias y centros comerciales, ambulantes que venden comida en la calle- están en riesgo de contraer el Covid-19.

Muchos pueden estar en una casa amplia con varias recamaras y espacios recreativos. Pero otros están en medio del confinamiento, viendo como se recrudece el fenómenos de la violencia, ya que muchos viven amontonados en sus hogares, donde a veces hay una o dos recámaras que sirve de cocina, sala, comedor y dormitorio, para abuelos, padres e hijos, por lo menos 10 personas en un pequeño espacio.

La emergencia sanitaria ha desnudado las políticas públicas y a “los desprotegidos e invisibilizados de siempre”, entre ellos los muchachos que no tienen oportunidades de empleo ni de educación consideró José Alfredo Nateras Domínguez, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana.

El especialista comentó que en este grupo de jóvenes desprotegidos, se calcula que cinco o seis de cada diez observan violencia en la familia y tres de cuatro la padecen, lo que significa que el fenómeno “está ya instalado desde hace tiempo, aunque el encierro lo incentiva, dispara y desborda”.

Además de que muchos carecen de espacio personal, lo que complica la convivencia con el resto de la familia y la tendencia es a que el problema aumente.

Los desempleados y más desfavorecidos no sólo estarán en la economía informal, sino que perderán sus trabajos, por lo que esta situación tan compleja exige dispositivos que ofrezcan en los niveles nacional y local opciones, más allá del programa Jóvenes construyendo el futuro, dijo Nateras Domínguez.

Por lo que propuso “que el Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) se posicione y pronuncie sobre los programas que habrá de diseñar o rediseñar para solventar las necesidades de este segmento de la población.

Foto: David Deolarte | La Prensa

Asimismo, señaló que entre los universitarios hay quienes a través de medios tecnológicos están recibiendo clases en casa –lo que “resulta favorable porque no pierden el contacto con sus profesores, aun cuando no es momento para seguir tomando cursos, porque la dinámica cambia totalmente”– pero también están los emprendedores, que hacen tapabocas y gel antibacterial, e incluso desarrollan prototipos para un respirador que sirva en la emergencia.

Más allá de la solidaridad social a los grupos más vulnerables ante a pandemia del Covid-19, este es un buen momento para replantear la política pública en la materia a través del Imjuve, que debiera pronunciarse, tal como han hecho cámaras industriales, empresariales, sindicales e incluso instituciones de educación superior.

El académico del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa señaló que las juventudes están respondiendo al confinamiento domiciliario al que han exhortado las autoridades a partir del lugar social en el que se encuentran, por ejemplo, los que pertenecen a la clase más alta están en sus residencias de descanso de Cuernavaca o Acapulco, donde cuentan con espacios suficientes para no padecer hacinamiento.

El escenario es “más sombrío de lo que ya era para ellos” y de gran incertidumbre, pues se calcula que las finanzas del país se recuperarán en la medida en que la contingencia comience a levantarse, lo que tardará alrededor de un año, es decir, “un abismo para la mayoría”.

Si bien el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció apoyos a sectores desfavorecidos, “ahí no aparecen los desinstitucionalizados, esos que no tienen vínculo con la educación y, por lo tanto, carecen de acceso a becas; tampoco tienen vínculos laborales y por ello no pueden estar en el programa Jóvenes construyendo el futuro, por lo que seguirán en la informalidad, pero en condiciones más precarias.

El investigador destacó que “debe buscarse la manera de ayudar a las juventudes” y para ello las organizaciones de la sociedad civil pueden jugar un papel importante, porque son las que más han interactuado con aquéllas, pero si bien es necesario apelar a la solidaridad social, también es un buen momento para que el Imjuve se posicione respecto de las políticas que tendrá que desplegar para brindar atención.

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