/ domingo 5 de enero de 2020

El Museo del Metro con objetos inéditos a lo largo de medio siglo

Por la temporada del año los Reyes Magos presentes

Era la noche del viernes pasado. Salí de trabajar y transbordé en Zapata hacia Mixcoac, de la Línea 12. Luego iba a ir hacia Auditorio, de la Línea 7 y de ahí caminar a la Avenida Campos Elíseos a una reunión de amigos, pero me detuve unos minutos para visitar el Museo del Metro.

El recinto, en el Metro Mixcoac, abrió hace tres años. La gente que atiende ahí es amable, la mayoría jóvenes. La entrada tiene torniquetes de paso, como en cualquier estación del sistema.

Apenas había ingresado cuando me saludó cortésmente un hombre de unos 50 años de edad, delgado, vestido sencillo con pantalón gris, suéter del mismo color, camisa a cuadros, con una incipiente calvicie y una barba como de cinco días sin rasurar ¿Usted es el guía del museo? Le pregunté. Sonrió. No, estoy en la tienda de artículos del Metro y quiero que la venga a conocer antes que nada ¿Cómo se llama? Toño ¿Toño qué? Usted nomás dígame Toño. Muy bien.

Cortesía: Ricardo Burgos Orozco

Toño me mostró el lugar, que es muy pequeño y escondido ¿A poco vende mucho aquí? Claro, la gente sí compra. Además, yo hago promoción desde la entrada. Sí, ya vi, le comenté riéndome ¿Trabaja por comisión o sueldo? Por sueldo, pero sí me alcanza, no me quejo.

En la tienda tienen objetos que van desde los 15 hasta los mil 250 pesos: vasos, adornos, letreros, playeras, memorias digitales con el logo del Metro, pañoletas, un dominó, modelos a escala de vagones y hasta un ejemplar del libro Metronautas, Una Crónica novelada del Metro, del recientemente fallecido cronista urbano Armando Ramírez, y muchas cosas más.

Toño hablaba con entusiasmo de cada objeto que vende y de su trabajo. Mi patrona me trata muy bien en estos tres años, entonces llevo desde que se abrió. ¿Qué se va a llevar? Me preguntó. No venía preparado, pero le voy a hacer el gasto, le dije. Le compré un cuaderno y una USB.

Ya no había gente porque cierran a las 20:00 horas y ya eran 15 minutos después. Una mujer policía muy amablemente me indicó que no me preocupara, cerraban hasta que saliera el último visitante, o sea yo.

Cortesía: Ricardo Burgos Orozco

El museo tiene objetos muy interesantes: planos inéditos de algunas estaciones, fotografías del proceso de planeación y construcción, piezas arqueológicas que se han encontrado en las obras, accesorios de vías, los tipos de boletos que se han usado a lo largo de más de 50 años de existencia del servicio, vestimenta y utensilios de los trabajadores, tipos de asientos que se usan en los trenes y un área donde se destaca el proceso creativo de los logotipos, diseñados por Lance Wyman, reconocido artista norteamericano, quien también ideó la imagen de los Juegos Olímpicos de México 68.

Afuera, por el Día de Reyes, los responsables del Museo montaron un pequeño trineo con perros de peluche y una mesa a un lado con papel y sobres. Ahí los niños se toman fotos y escriben sus cartas a Melchor, Gaspar y Baltasar. Las dejan en el trineo y los perros se encargan de llevarlas a los tres personajes mágicos. Muy buena idea, sobre todo para evitar el uso de globos, que contaminan el ambiente, aunque también hay que encontrar alguna manera de que los inolvidables globeros no pierdan su trabajo.

Escribí mi carta a los Reyes Magos, por si acaso, pero dudo que me traigan lo que pedí.

EGS

Era la noche del viernes pasado. Salí de trabajar y transbordé en Zapata hacia Mixcoac, de la Línea 12. Luego iba a ir hacia Auditorio, de la Línea 7 y de ahí caminar a la Avenida Campos Elíseos a una reunión de amigos, pero me detuve unos minutos para visitar el Museo del Metro.

El recinto, en el Metro Mixcoac, abrió hace tres años. La gente que atiende ahí es amable, la mayoría jóvenes. La entrada tiene torniquetes de paso, como en cualquier estación del sistema.

Apenas había ingresado cuando me saludó cortésmente un hombre de unos 50 años de edad, delgado, vestido sencillo con pantalón gris, suéter del mismo color, camisa a cuadros, con una incipiente calvicie y una barba como de cinco días sin rasurar ¿Usted es el guía del museo? Le pregunté. Sonrió. No, estoy en la tienda de artículos del Metro y quiero que la venga a conocer antes que nada ¿Cómo se llama? Toño ¿Toño qué? Usted nomás dígame Toño. Muy bien.

Cortesía: Ricardo Burgos Orozco

Toño me mostró el lugar, que es muy pequeño y escondido ¿A poco vende mucho aquí? Claro, la gente sí compra. Además, yo hago promoción desde la entrada. Sí, ya vi, le comenté riéndome ¿Trabaja por comisión o sueldo? Por sueldo, pero sí me alcanza, no me quejo.

En la tienda tienen objetos que van desde los 15 hasta los mil 250 pesos: vasos, adornos, letreros, playeras, memorias digitales con el logo del Metro, pañoletas, un dominó, modelos a escala de vagones y hasta un ejemplar del libro Metronautas, Una Crónica novelada del Metro, del recientemente fallecido cronista urbano Armando Ramírez, y muchas cosas más.

Toño hablaba con entusiasmo de cada objeto que vende y de su trabajo. Mi patrona me trata muy bien en estos tres años, entonces llevo desde que se abrió. ¿Qué se va a llevar? Me preguntó. No venía preparado, pero le voy a hacer el gasto, le dije. Le compré un cuaderno y una USB.

Ya no había gente porque cierran a las 20:00 horas y ya eran 15 minutos después. Una mujer policía muy amablemente me indicó que no me preocupara, cerraban hasta que saliera el último visitante, o sea yo.

Cortesía: Ricardo Burgos Orozco

El museo tiene objetos muy interesantes: planos inéditos de algunas estaciones, fotografías del proceso de planeación y construcción, piezas arqueológicas que se han encontrado en las obras, accesorios de vías, los tipos de boletos que se han usado a lo largo de más de 50 años de existencia del servicio, vestimenta y utensilios de los trabajadores, tipos de asientos que se usan en los trenes y un área donde se destaca el proceso creativo de los logotipos, diseñados por Lance Wyman, reconocido artista norteamericano, quien también ideó la imagen de los Juegos Olímpicos de México 68.

Afuera, por el Día de Reyes, los responsables del Museo montaron un pequeño trineo con perros de peluche y una mesa a un lado con papel y sobres. Ahí los niños se toman fotos y escriben sus cartas a Melchor, Gaspar y Baltasar. Las dejan en el trineo y los perros se encargan de llevarlas a los tres personajes mágicos. Muy buena idea, sobre todo para evitar el uso de globos, que contaminan el ambiente, aunque también hay que encontrar alguna manera de que los inolvidables globeros no pierdan su trabajo.

Escribí mi carta a los Reyes Magos, por si acaso, pero dudo que me traigan lo que pedí.

EGS

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