/ martes 5 de enero de 2021

La tierna historia de la cebra perdida

Una niña no podría dormir sin su cebrita, sus padres lo sabían y eso desató el drama

Iván Repila, un tuitero de Bilbao, con apenas cinco mil seguidores en su cuenta @IvanRepila, escribió en esta red social el drama vivido en su casa, al perderse el juguete preferido de su pequeña hija, la búsqueda que ha sido toda una odisea y el hallazgo, lo que conmovió a miles en las redes sociales.

Esta tierna historia no solo conmovió a muchos, además hizo que otros padres contaran vivencias similares con sus hijos, tan apegados a juguetes, pues explica uno de ellos

- “En psicología se llama objeto transicional, el niño lo elige libremente, lo acompaña la mayor parte del tiempo, brindándole algo de consuelo, seguridad”

Sobre la historia de esta cebrita @IvanRepila inició con un mensaje:

Desde entonces, The Cebrit se ha convertido en una compañera indispensable para el buen discurrir del adormecimiento. Si no hay The Cebrit, en esta casa se llora y se grita hasta que The Cebrit aparece”.

Este apego al peluche de la menor, explica lo que acontecerá en esta historia vivida, donde los padres de la niña, dueña de la cebrita casi pierden el aliento cuando descubren la desaparición y así lo escribió:

-“Hoy, The Cebrit ha desaparecido. Nos hemos dado cuenta a mediodía, cuando la niña estaba medio durmiendo la siesta. No le hemos dado excesiva importancia porque siempre aparece, pero todos estábamos mosqueados.

Faltaban cuatro horas para The Cebrit Time.

A medida que la tarde iba pasando, mi mujer y yo, cada vez más tensos, dedicábamos ratos entre juegos a buscar The Cebrit por toda la casa. Pero The Cebrit no estaba en ninguno de los lugares habituales.

De modo que nos hemos visto obligados a buscar en otros lugares”.

Pero eso no era todo, si hacía falta otro ingrediente a la búsqueda este apareció:

-“Para añadir tensión al asunto, resulta que mi suegra había estado haciendo limpieza general esta mañana. Incluso había bajado a donar libros y reciclar movidas. Por supuesto, la sombra de The Cebrit en un contenedor por error se ha cernido sobre nosotros.

Hemos comunicado la situación por wassap y mi suegra ha regresado de unos recados a toda velocidad. La tensión en el hogar era patente. La niña no sabía qué, pero sabía que pasaba algo gordo, grave, cósmico”.

Era necesario que la hija menor no se enterase, así que no se debía citar a la cebrita perdida.

-“Para evitar que la recordase, hemos usado todo el tiempo la palabra clave LA INNOMBRABLE delante de ella.

Faltaban dos horas para The Cebrit Time.

A partir de ahí, los tres como salvajes, el caos.

Hemos levantado colchas, colchones, somieres. Alfombras, cajas, cuadros. He revisado la basura orgánica, la de plástico, la de cartón. Hemos mirado en la lavadora, los armarios, la nevera.

Ya daba todo PUTO IGUAL (sic): hemos mirado en los armarios del baño, en las cajas de herramientas, en la bañera, en lugares tan altos que hacía falta una escalera para ver algo.

Mi suegra, en un acto de extrema desesperanza, ha bajado al sitio donde había donado los libros a preguntar si se había dejado una cebra.

Decid cualquier lugar absurdo de una casa: ahí también hemos buscado.

Y luego, hundidos, pero fingiendo normalidad ante la niña, ha llegado The Cebrit Time.

Con infinita calma y paciencia, mi mujer le ha explicado a Noa que la cebrita se había ido de vacaciones y que ahora le tocaría dormir a ella sola.

Mi mujer, todo esto llorando, como es lógico. La niña empezando a comprender la dimensión de la tragedia.

Empezamos a quitarle la ropa. Mi mujer y yo sollozando discretamente, mirándonos de reojo, preguntándonos en qué contenedor, en qué bolsa de basura, dónde habíamos fallado.

La niña empieza a gritar Eita, Eita, como todas las noches.

Nosotros nos desmoronamos.

Pero la segunda regla de The Cebrit, como he dicho antes, es que The Cebrit siempre está más cerca de lo que piensas.

Y ahí, sobre la cama, en una casa literalmente arrasada por un huracán de buscadores de cebras, la niña en pañales, lagrimones contenidos, sacamos el pijama con el que la niña dormirá, por vez primera, sin The Cebrit”.

EL HALLAZGO

Y al darle la vuelta al pijama...

Atascada en una manga...

Un pijama que todos habíamos tenido en las manos, porque molestaba, unas trescientas veces durante la búsqueda...

Ahí estaba The Cebrit.

Y mi hija, que no se ha enterado prácticamente de nada, duerme ahora plácida en su cuna, acompañada por ese muñeco tan sucio que solo tiene rayas negras y rayas muy negras.

Finalmente, el drama para estos padres ha terminado, pero no sin que miles les hayan escrito y su hilo en twitter haya sido compartido tantas veces que muchos les escriben, a la vez que dan otros tintes a la historia, todos llenos de ilusión porque la cebrita ha vuelto a las manos de esta niña.


Iván Repila, un tuitero de Bilbao, con apenas cinco mil seguidores en su cuenta @IvanRepila, escribió en esta red social el drama vivido en su casa, al perderse el juguete preferido de su pequeña hija, la búsqueda que ha sido toda una odisea y el hallazgo, lo que conmovió a miles en las redes sociales.

Esta tierna historia no solo conmovió a muchos, además hizo que otros padres contaran vivencias similares con sus hijos, tan apegados a juguetes, pues explica uno de ellos

- “En psicología se llama objeto transicional, el niño lo elige libremente, lo acompaña la mayor parte del tiempo, brindándole algo de consuelo, seguridad”

Sobre la historia de esta cebrita @IvanRepila inició con un mensaje:

Desde entonces, The Cebrit se ha convertido en una compañera indispensable para el buen discurrir del adormecimiento. Si no hay The Cebrit, en esta casa se llora y se grita hasta que The Cebrit aparece”.

Este apego al peluche de la menor, explica lo que acontecerá en esta historia vivida, donde los padres de la niña, dueña de la cebrita casi pierden el aliento cuando descubren la desaparición y así lo escribió:

-“Hoy, The Cebrit ha desaparecido. Nos hemos dado cuenta a mediodía, cuando la niña estaba medio durmiendo la siesta. No le hemos dado excesiva importancia porque siempre aparece, pero todos estábamos mosqueados.

Faltaban cuatro horas para The Cebrit Time.

A medida que la tarde iba pasando, mi mujer y yo, cada vez más tensos, dedicábamos ratos entre juegos a buscar The Cebrit por toda la casa. Pero The Cebrit no estaba en ninguno de los lugares habituales.

De modo que nos hemos visto obligados a buscar en otros lugares”.

Pero eso no era todo, si hacía falta otro ingrediente a la búsqueda este apareció:

-“Para añadir tensión al asunto, resulta que mi suegra había estado haciendo limpieza general esta mañana. Incluso había bajado a donar libros y reciclar movidas. Por supuesto, la sombra de The Cebrit en un contenedor por error se ha cernido sobre nosotros.

Hemos comunicado la situación por wassap y mi suegra ha regresado de unos recados a toda velocidad. La tensión en el hogar era patente. La niña no sabía qué, pero sabía que pasaba algo gordo, grave, cósmico”.

Era necesario que la hija menor no se enterase, así que no se debía citar a la cebrita perdida.

-“Para evitar que la recordase, hemos usado todo el tiempo la palabra clave LA INNOMBRABLE delante de ella.

Faltaban dos horas para The Cebrit Time.

A partir de ahí, los tres como salvajes, el caos.

Hemos levantado colchas, colchones, somieres. Alfombras, cajas, cuadros. He revisado la basura orgánica, la de plástico, la de cartón. Hemos mirado en la lavadora, los armarios, la nevera.

Ya daba todo PUTO IGUAL (sic): hemos mirado en los armarios del baño, en las cajas de herramientas, en la bañera, en lugares tan altos que hacía falta una escalera para ver algo.

Mi suegra, en un acto de extrema desesperanza, ha bajado al sitio donde había donado los libros a preguntar si se había dejado una cebra.

Decid cualquier lugar absurdo de una casa: ahí también hemos buscado.

Y luego, hundidos, pero fingiendo normalidad ante la niña, ha llegado The Cebrit Time.

Con infinita calma y paciencia, mi mujer le ha explicado a Noa que la cebrita se había ido de vacaciones y que ahora le tocaría dormir a ella sola.

Mi mujer, todo esto llorando, como es lógico. La niña empezando a comprender la dimensión de la tragedia.

Empezamos a quitarle la ropa. Mi mujer y yo sollozando discretamente, mirándonos de reojo, preguntándonos en qué contenedor, en qué bolsa de basura, dónde habíamos fallado.

La niña empieza a gritar Eita, Eita, como todas las noches.

Nosotros nos desmoronamos.

Pero la segunda regla de The Cebrit, como he dicho antes, es que The Cebrit siempre está más cerca de lo que piensas.

Y ahí, sobre la cama, en una casa literalmente arrasada por un huracán de buscadores de cebras, la niña en pañales, lagrimones contenidos, sacamos el pijama con el que la niña dormirá, por vez primera, sin The Cebrit”.

EL HALLAZGO

Y al darle la vuelta al pijama...

Atascada en una manga...

Un pijama que todos habíamos tenido en las manos, porque molestaba, unas trescientas veces durante la búsqueda...

Ahí estaba The Cebrit.

Y mi hija, que no se ha enterado prácticamente de nada, duerme ahora plácida en su cuna, acompañada por ese muñeco tan sucio que solo tiene rayas negras y rayas muy negras.

Finalmente, el drama para estos padres ha terminado, pero no sin que miles les hayan escrito y su hilo en twitter haya sido compartido tantas veces que muchos les escriben, a la vez que dan otros tintes a la historia, todos llenos de ilusión porque la cebrita ha vuelto a las manos de esta niña.


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