/ miércoles 28 de agosto de 2019

La tamalera de la Portales

A batazos asesinó a su esposo; luego lo descuartizó

La Prensa

Historia de pobreza, carencias afectivas, abusos y maltratoinfantil

Todo comenzó cuando María Trinidad Ramírez Poblano, tamalerade oficio y madre soltera de cinco hijos, unió su vida con elpeluquero Pablo Díaz; pensó que ahora sí estaba completo suhogar, se sintió protegida, pero pronto sus sueños se esfumaron,pues vivió un verdadero infierno.

Una noche, como ya era costumbre, Pablo golpeó brutalmente asus tres pequeños hijastros y les prohibió cenar en castigoporque mancharon unas cuantas prendas limpias al saltar sobre lacama. Y fue tanto el rencor que en ese instante sintió MaríaTrinidad, que decidió matar a aquel hombre, mientras escuchaba losapagados lamentos de sus vástagos, en cuya piel se marcaron loscinturonazos que les propinó su padrastro. Golpes que ella sentíaen el alma.

Después de la cueriza vino la calma, pero la decisión yaestaba tomada. Los niños agredidos dormían en otra habitacióncuando su madre tomó un bate de beisbol y lo descargó en elcráneo de su esposo, quien dormitaba frente al televisor.

El padrastro de los niños no tuvo tiempo de reaccionar, unsegundo batazo lo hirió de muerte y comenzó a convulsionarse, loque asustó a la señora y, temerosa de ser asesinada si fallaba enel homicidio, propinó otros dos impactos. Los niños seguíandormidos.

Cuatro golpes soportó Pablo sin morir, en segundos pasó alestado de coma, mientras la tamalera se angustiaba por instantes ydaba paso a la desesperación: sus hijos podrían sorprenderla, elhombre se recuperaría y con seguridad la mataría.

Esos pensamientos le causaban pánico a María Trinidad. Sumente estaba nublada.

Las ideas de cómo estar segura de que Pablo ya no selevantaría y deshacerse de su cadáver la atormentaban, buscabaopciones. Se decidió por una: salió lentamente de su vivienda ypidió prestada un hacha a la dueña de la casa, explicándole quela necesitaba para partir el ocote que iba a utilizar para encenderel brasero.

Probablemente cegada por un gran desequilibrio emocional,decidió descuartizar a su hombre para poder trasladar sus partesdentro de un costal, en varios viajes, y abandonarlos pordiferentes rumbos.

Así lo hizo... tensa por el rencor y satisfecha por habersetransformado de mujer sumisa en madre osada y defensora. Todoquedó consumado el sábado 17 de julio de 1971.

En la madrugada del domingo terminó su obra la tamalera.

El paso siguiente fue retirar las partes que no cupieron en uncostal; la señora supuso que pedir un recipiente grande, en plenamadrugada, la convertiría en sospechosa y, por las circunstancias,guardó la cabeza de su esposo en el bote tamalero.

Con enorme preocupación de la tamalera, el bote con la cabezaquedó debajo de la cama.

Seguramente los niños tardarían poco en descubrirlo.

Ya no había oportunidad para abandonar el bote en la calle; eltiempo se le pasó en tirar por distintos rumbos los restos delcuerpo. Tenía que disimular y a toda prisa desocupó otra latasimilar.

Aquel domingo, como todos los fines de semana, la mujer vendiótamales frente a una panificadora en Ermita Iztapalapa casi esquinacon Emiliano Zapata.

El lunes 19, por la mañana, estalló el escándalo: parte delos restos fueron encontrados a un costado de la casa 508, calleSur 71-A, Colonia Justo Sierra, al sur de la ciudad.

El caso de “La Tamalera” fue un trabajo de excelencia parael Servicio Secreto. Fue solucionado el crimen en sólo ¡seishoras!

La vendedora de tamales llevaba una rutina que pocas vecesalteraba: comprar la masa, cocer la carne, preparar las salsas y eldulce, adquirir manteca de cerdo, envolver los tamales y luego eltraslado a la panificadora, en un carrito de madera con ruedas deresistente hule.

Doscientos tamales vendía María Trinidad diariamente; losdomingos le iba mejor en la venta y casi todo el dinero iba a parara los bolsillos de Pablo, quien “administraba” los ingresos,soltaba unos centavos para la subsistencia de “su familia” y nose perdía las funciones de box o lucha libre en la ArenaColiseo.

Le sobraban billetes para apostar y cuando ganaba, regalabaalgunas monedas a los niños, lo que mantenía viva la esperanza deMaría Trinidad: “algún día seré feliz con Pablo y mishijos”. No pudo ser, la policía encontró bajo su cama el botecon la cabeza.

Al principio de la investigación se creía que la mujer habíahervido la cabeza del peluquero, versión que luego fue desmentida,y como en aquellos años se publicaba cada día en este diario unepigrama, bajo la autoría de Irene G. de Lanz, haciendo referenciaa la nota del día, fue la ocasión para mencionar este caso y quea su letra rezaba:

“La tamalera asesina hirvió la cabeza en el bote detamales... Lo que hacen los criminales con sus horrendos afanes:desde ayer en restoranes nadie prueba los tamales”.

El 29 de julio de 1971 llegó María Trinidad a la cárcel demujeres. Fue sentenciada a 40 años de prisión, de los cualespagó 20 en el Centro de Reclusión Femenil de Tepexpan, Xochimilcoy luego en Santa Martha Acatitla.

María Trinidad nunca distorsionó su versión de los hechos yal cumplir el tiempo legal para pedir su libertad, abandonó elcautiverio para ir directamente a la Basílica de Guadalupe y luegoa Tequisquiac, Estado de México, donde sus parientes la apoyaronpara pasar allí el resto de su existencia.

La Prensa

Historia de pobreza, carencias afectivas, abusos y maltratoinfantil

Todo comenzó cuando María Trinidad Ramírez Poblano, tamalerade oficio y madre soltera de cinco hijos, unió su vida con elpeluquero Pablo Díaz; pensó que ahora sí estaba completo suhogar, se sintió protegida, pero pronto sus sueños se esfumaron,pues vivió un verdadero infierno.

Una noche, como ya era costumbre, Pablo golpeó brutalmente asus tres pequeños hijastros y les prohibió cenar en castigoporque mancharon unas cuantas prendas limpias al saltar sobre lacama. Y fue tanto el rencor que en ese instante sintió MaríaTrinidad, que decidió matar a aquel hombre, mientras escuchaba losapagados lamentos de sus vástagos, en cuya piel se marcaron loscinturonazos que les propinó su padrastro. Golpes que ella sentíaen el alma.

Después de la cueriza vino la calma, pero la decisión yaestaba tomada. Los niños agredidos dormían en otra habitacióncuando su madre tomó un bate de beisbol y lo descargó en elcráneo de su esposo, quien dormitaba frente al televisor.

El padrastro de los niños no tuvo tiempo de reaccionar, unsegundo batazo lo hirió de muerte y comenzó a convulsionarse, loque asustó a la señora y, temerosa de ser asesinada si fallaba enel homicidio, propinó otros dos impactos. Los niños seguíandormidos.

Cuatro golpes soportó Pablo sin morir, en segundos pasó alestado de coma, mientras la tamalera se angustiaba por instantes ydaba paso a la desesperación: sus hijos podrían sorprenderla, elhombre se recuperaría y con seguridad la mataría.

Esos pensamientos le causaban pánico a María Trinidad. Sumente estaba nublada.

Las ideas de cómo estar segura de que Pablo ya no selevantaría y deshacerse de su cadáver la atormentaban, buscabaopciones. Se decidió por una: salió lentamente de su vivienda ypidió prestada un hacha a la dueña de la casa, explicándole quela necesitaba para partir el ocote que iba a utilizar para encenderel brasero.

Probablemente cegada por un gran desequilibrio emocional,decidió descuartizar a su hombre para poder trasladar sus partesdentro de un costal, en varios viajes, y abandonarlos pordiferentes rumbos.

Así lo hizo... tensa por el rencor y satisfecha por habersetransformado de mujer sumisa en madre osada y defensora. Todoquedó consumado el sábado 17 de julio de 1971.

En la madrugada del domingo terminó su obra la tamalera.

El paso siguiente fue retirar las partes que no cupieron en uncostal; la señora supuso que pedir un recipiente grande, en plenamadrugada, la convertiría en sospechosa y, por las circunstancias,guardó la cabeza de su esposo en el bote tamalero.

Con enorme preocupación de la tamalera, el bote con la cabezaquedó debajo de la cama.

Seguramente los niños tardarían poco en descubrirlo.

Ya no había oportunidad para abandonar el bote en la calle; eltiempo se le pasó en tirar por distintos rumbos los restos delcuerpo. Tenía que disimular y a toda prisa desocupó otra latasimilar.

Aquel domingo, como todos los fines de semana, la mujer vendiótamales frente a una panificadora en Ermita Iztapalapa casi esquinacon Emiliano Zapata.

El lunes 19, por la mañana, estalló el escándalo: parte delos restos fueron encontrados a un costado de la casa 508, calleSur 71-A, Colonia Justo Sierra, al sur de la ciudad.

El caso de “La Tamalera” fue un trabajo de excelencia parael Servicio Secreto. Fue solucionado el crimen en sólo ¡seishoras!

La vendedora de tamales llevaba una rutina que pocas vecesalteraba: comprar la masa, cocer la carne, preparar las salsas y eldulce, adquirir manteca de cerdo, envolver los tamales y luego eltraslado a la panificadora, en un carrito de madera con ruedas deresistente hule.

Doscientos tamales vendía María Trinidad diariamente; losdomingos le iba mejor en la venta y casi todo el dinero iba a parara los bolsillos de Pablo, quien “administraba” los ingresos,soltaba unos centavos para la subsistencia de “su familia” y nose perdía las funciones de box o lucha libre en la ArenaColiseo.

Le sobraban billetes para apostar y cuando ganaba, regalabaalgunas monedas a los niños, lo que mantenía viva la esperanza deMaría Trinidad: “algún día seré feliz con Pablo y mishijos”. No pudo ser, la policía encontró bajo su cama el botecon la cabeza.

Al principio de la investigación se creía que la mujer habíahervido la cabeza del peluquero, versión que luego fue desmentida,y como en aquellos años se publicaba cada día en este diario unepigrama, bajo la autoría de Irene G. de Lanz, haciendo referenciaa la nota del día, fue la ocasión para mencionar este caso y quea su letra rezaba:

“La tamalera asesina hirvió la cabeza en el bote detamales... Lo que hacen los criminales con sus horrendos afanes:desde ayer en restoranes nadie prueba los tamales”.

El 29 de julio de 1971 llegó María Trinidad a la cárcel demujeres. Fue sentenciada a 40 años de prisión, de los cualespagó 20 en el Centro de Reclusión Femenil de Tepexpan, Xochimilcoy luego en Santa Martha Acatitla.

María Trinidad nunca distorsionó su versión de los hechos yal cumplir el tiempo legal para pedir su libertad, abandonó elcautiverio para ir directamente a la Basílica de Guadalupe y luegoa Tequisquiac, Estado de México, donde sus parientes la apoyaronpara pasar allí el resto de su existencia.

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