/ martes 16 de marzo de 2021

El criptoarte: millones por una obra digital

El NFT certifica la autenticidad e identifica cuál es la obra original y cuál la copia

No está en ningún gran museo, pero Beeple es uno de los artistas del momento. Sus obras se venden por millones de euros y todo apunta a que hoy marcará un nuevo récord con una subasta en Christie’s que, a falta de unas horas para su cierre, supera los trece millones de dólares. Lo llamativo no es la cifra, sino que se trata de una obra de arte puramente digital.

Beeple ha ido acumulando titulares desde diciembre, cuando vendió en un solo fin de semana varias obras por 3,5 millones de dólares. Era la segunda vez en su vida que participaba en una subasta.

También fue hace unas pocas semanas que Pablo Rodríguez-Fraile, un coleccionista español afincado en Estados Unidos, vendía un obra del ahora famoso artista a otro particular por 6 millones de dólares. La había comprado en octubre por 67.000 dólares.

El arte digital, ahora denominado criptoarte, comenzó a dar que hablar en los sesenta, pero lo que ha apuntalado el inmenso interés del último año por el trabajo de Beeple y otros autores digitales son los NFT (Nonfungible token o token criptográfico), un sistema que verifica la autenticidad y la propiedad de un archivo digital gracias al blockchain -el adn de bitcoin y otras criptodivisas-.

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Hasta ahora, una obra de arte creada a partir de tecnología -una ilustración, una foto o un vídeo- se podía duplicar un número de veces infinito: la copia no se podía distinguir del original. El NFT certifica la autenticidad y por lo tanto identifica cuál es el original y cuál la copia.

Con la puja de hoy, es la primera vez que Christie’s abre la puerta a una obra de arte enteramente digital. La pieza es “Everydays: The First 5.000 days” (“Cada día: Los primeros 5.000 días”), un collage formado por las 5.000 primeras ilustraciones digitales que Beeple ha creado a diario desde hace 13 años.

"Es un momento verdaderamente histórico no solo para el arte digital, sino para todo el mundo de las bellas artes”, dice Beeple en un comunicado.

Razón no le falta, los artistas que trabajan con NFT llevan tiempo cocinando lo que ahora está pasando. Este tipo de obras se pueden comprar desde hace tiempo en webs especializadas como Nifty Gateway (www.niftygateway.com) o Makers Place (www.makersplace.com), que organiza junto a Christie’s la subasta de Beeple.

La subasta comenzó en 100 dólares y la casa de subastas no dio un valor estimado de la puja, puso “desconocido”, algo inusual. “Era una forma de decir humildemente: ‘Somos nuevos en esto, pero creemos en ello y vamos a probarlo’”, aclara a Efe Beatriz Ordovás, directora del departamento de arte de posguerra y contemporáneo en Christie’s España.

El artista Mike Winkelmann, más conocido como Beeple | Foto: EFE

La casa de subastas tiene claro que los NFT y arte digital no sustituirán al arte tal y como lo conocemos, sino que se integrarán en el mercado “poco a poco”.

“El mundo digital es bastante desconocido para nosotros, pero es un sector sólido, lleva años funcionando y Beeple es su artista más reconocido”, resume Ordovás.

Beeple se ha labrado un hueco en el sector con su trabajo con tono apocalíptico. Sus escenas, casi siempre perturbadoras, grotescas, absurdas y en ocasiones violentas, hablan sobre la actualidad política y la cultura popular, y suelen incluir a personajes como Donald Trump, Pinocho, Papa Noel o Elon Musk.

Su nombre real es Mike Winkelmann y vive en Carolina del Sur. Se parece más a un técnico informático que a la imagen que se espera de un artista. Tiene 1,9 millones en Instagram y ha colaborado con artistas como Katy Perry o Justin Bieber, y marcas como Nike y Louis Vuitton.

Ordovás reconoce lo “marciano” que puede sonar a la gente oír hablar de los NFT de primeras: “Cuando te pones a leer, dejas la actitud de ‘esto me ha pillado muy mayor’ -explica- y empiezas a romper barreras”.

¿Y el histórico debate sobre el aura de las obras de arte que inició Walter Benjamin, dónde queda? Probablemente hay personas a las que no les guste ver obras de arte a través de una pantalla, pero hay una generación, entre 20 y 35 años, que no entienden justo lo contrario “que a alguien no le guste el arte digital”, explica la especialista.

“Para ellos, la experiencia y el disfrute sigue siendo igual en una pantalla o en el salón de su casa” -argumenta-. Las obras puramente digitales tienen ventajas respecto al arte tradicional: no tienen problemas de espacio, costes de seguros o transporte y si viajas la puedes llevar contigo “y disfrutar de ella” en cualquier parte del mundo.

Nadia sabe cuán lejos llegara la fiebre de los NFT, por el momento han calentado el mercado del arte en particular y del coleccionismo en general, porque el sistema de autenticación sirve para cualquier archivo digital, todo es susceptible de ser autentificado: un tuit, un gif o un vídeo.

Basta ver dos ejemplos: Jack Dorsey, confundador de Twitter, abrió hace unos días la subasta del primer tuit de la red social; y días antes, el creador de Nyan Cat, un gif de un gato con cuerpo de pop-tart y cola de arcoiris se ha vendió por 600.000 dólares. La polémica está servida.

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No está en ningún gran museo, pero Beeple es uno de los artistas del momento. Sus obras se venden por millones de euros y todo apunta a que hoy marcará un nuevo récord con una subasta en Christie’s que, a falta de unas horas para su cierre, supera los trece millones de dólares. Lo llamativo no es la cifra, sino que se trata de una obra de arte puramente digital.

Beeple ha ido acumulando titulares desde diciembre, cuando vendió en un solo fin de semana varias obras por 3,5 millones de dólares. Era la segunda vez en su vida que participaba en una subasta.

También fue hace unas pocas semanas que Pablo Rodríguez-Fraile, un coleccionista español afincado en Estados Unidos, vendía un obra del ahora famoso artista a otro particular por 6 millones de dólares. La había comprado en octubre por 67.000 dólares.

El arte digital, ahora denominado criptoarte, comenzó a dar que hablar en los sesenta, pero lo que ha apuntalado el inmenso interés del último año por el trabajo de Beeple y otros autores digitales son los NFT (Nonfungible token o token criptográfico), un sistema que verifica la autenticidad y la propiedad de un archivo digital gracias al blockchain -el adn de bitcoin y otras criptodivisas-.

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Hasta ahora, una obra de arte creada a partir de tecnología -una ilustración, una foto o un vídeo- se podía duplicar un número de veces infinito: la copia no se podía distinguir del original. El NFT certifica la autenticidad y por lo tanto identifica cuál es el original y cuál la copia.

Con la puja de hoy, es la primera vez que Christie’s abre la puerta a una obra de arte enteramente digital. La pieza es “Everydays: The First 5.000 days” (“Cada día: Los primeros 5.000 días”), un collage formado por las 5.000 primeras ilustraciones digitales que Beeple ha creado a diario desde hace 13 años.

"Es un momento verdaderamente histórico no solo para el arte digital, sino para todo el mundo de las bellas artes”, dice Beeple en un comunicado.

Razón no le falta, los artistas que trabajan con NFT llevan tiempo cocinando lo que ahora está pasando. Este tipo de obras se pueden comprar desde hace tiempo en webs especializadas como Nifty Gateway (www.niftygateway.com) o Makers Place (www.makersplace.com), que organiza junto a Christie’s la subasta de Beeple.

La subasta comenzó en 100 dólares y la casa de subastas no dio un valor estimado de la puja, puso “desconocido”, algo inusual. “Era una forma de decir humildemente: ‘Somos nuevos en esto, pero creemos en ello y vamos a probarlo’”, aclara a Efe Beatriz Ordovás, directora del departamento de arte de posguerra y contemporáneo en Christie’s España.

El artista Mike Winkelmann, más conocido como Beeple | Foto: EFE

La casa de subastas tiene claro que los NFT y arte digital no sustituirán al arte tal y como lo conocemos, sino que se integrarán en el mercado “poco a poco”.

“El mundo digital es bastante desconocido para nosotros, pero es un sector sólido, lleva años funcionando y Beeple es su artista más reconocido”, resume Ordovás.

Beeple se ha labrado un hueco en el sector con su trabajo con tono apocalíptico. Sus escenas, casi siempre perturbadoras, grotescas, absurdas y en ocasiones violentas, hablan sobre la actualidad política y la cultura popular, y suelen incluir a personajes como Donald Trump, Pinocho, Papa Noel o Elon Musk.

Su nombre real es Mike Winkelmann y vive en Carolina del Sur. Se parece más a un técnico informático que a la imagen que se espera de un artista. Tiene 1,9 millones en Instagram y ha colaborado con artistas como Katy Perry o Justin Bieber, y marcas como Nike y Louis Vuitton.

Ordovás reconoce lo “marciano” que puede sonar a la gente oír hablar de los NFT de primeras: “Cuando te pones a leer, dejas la actitud de ‘esto me ha pillado muy mayor’ -explica- y empiezas a romper barreras”.

¿Y el histórico debate sobre el aura de las obras de arte que inició Walter Benjamin, dónde queda? Probablemente hay personas a las que no les guste ver obras de arte a través de una pantalla, pero hay una generación, entre 20 y 35 años, que no entienden justo lo contrario “que a alguien no le guste el arte digital”, explica la especialista.

“Para ellos, la experiencia y el disfrute sigue siendo igual en una pantalla o en el salón de su casa” -argumenta-. Las obras puramente digitales tienen ventajas respecto al arte tradicional: no tienen problemas de espacio, costes de seguros o transporte y si viajas la puedes llevar contigo “y disfrutar de ella” en cualquier parte del mundo.

Nadia sabe cuán lejos llegara la fiebre de los NFT, por el momento han calentado el mercado del arte en particular y del coleccionismo en general, porque el sistema de autenticación sirve para cualquier archivo digital, todo es susceptible de ser autentificado: un tuit, un gif o un vídeo.

Basta ver dos ejemplos: Jack Dorsey, confundador de Twitter, abrió hace unos días la subasta del primer tuit de la red social; y días antes, el creador de Nyan Cat, un gif de un gato con cuerpo de pop-tart y cola de arcoiris se ha vendió por 600.000 dólares. La polémica está servida.

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