/ viernes 10 de septiembre de 2021

Insurrección en Chile: Asonada golpista contra Allende

Se dice que la historia de la humanidad está hecha de conquistas, también es cierto que cada una de ellas tiene su grado de ignominia. En América Latina se cuenta con muchas, pero la del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, ocurrida en Chile en septiembre de 1973, no tiene nombre.

Salvador Allende murió como ningún mandatario latinoamericano: atacado, ultrajado y acorralado encarnizadamente por un grupo de militares insurrectos, cuyas tropas de infantería, tanques y aviones terminaron con su vida, dentro del máximo recinto gubernamental: el Palacio de La Moneda.

En medio del terrible acoso de los golpistas, Allende profirió vía radio, sus últimas palabras a la nación chilena: “Yo no voy a renunciar, colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida, la lealtad del pueblo”.

El registro de la prensa

La Prensa registró el pulso de los hechos históricos y tituló sus portadas el 12 de septiembre: “¡Allende muerto!” “Control armado en todo Chile”. Mientras la nota del reportero Jorge Adalberto Luna contaba las primeras impresiones del embajador chileno en México, Hugo Vigorena: “Expresamos nuestro repudio y condenamos el alzamiento contra el presidente Salvador Allende… Señalamos abiertamente al imperialismo yanqui de ser el culpable de esta situación caótica”. Y agregó: “Todo lo que ha pasado es resultado de la oligarquía criolla y de la conspiración internacional encabezada por los Estados Unidos”.

Asimismo, a las afueras de la sede diplomática, ubicada en Paseo de la Reforma número 373, estudiantes de distintas facultades del Politécnico, la UNAM y chilenos radicados en México, reprobaban los actos de violencia de los militares golpistas contra el mandatario, quien fue elegido por el pueblo para llevar las riendas de su país.

También, la misma noche del golpe, el agregado cultural de Chile en México, José Roca, manifestó al Diario de las Mayorías: “Desde la tarde quedamos incomunicados con Santiago de Chile, sólo tenemos información gracias a los teletipos que ustedes (los medios de comunicación) nos han hecho llegar, lo cual agradecemos… Pero queremos decirles, que si se confirma la victoria de los reaccionarios, de inmediato todos los funcionarios de la embajada renunciaremos a nuestros cargos de forma indeclinable. Será nuestra forma de honrar al legítimo presidente de Chile, el doctor Salvador Allende”. “¡Viva Allende! ¡Viva Chile! ¡Muera la insurrección!” Concluyó el funcionario, apoyado en las consignas por sus colegas y manifestantes.

La reacción del presidente Echeverría

La relación entre México y Chile por aquellos años era muy estrecha y cordial. A finales de noviembre del 72, Salvador Allende visitó nuestro país a invitación expresa de Luis Echeverría. En ese viaje, el presidente chileno acudió al Congreso de la Ciudad de México, donde rindió homenaje a Lázaro Cárdenas y destacó la importancia de recuperar las riquezas nacionales de los países latinoamericanos, las cuales se encontraban acaparadas por el capital extranjero.

El 2 de diciembre, Allende acudió a la Universidad de Guadalajara, donde habló para centenares de jóvenes; en ambos actos, sus discursos tuvieron tanto vigor y sustancia, que fueron aclamados de pie por la audiencia. Esta situación, se dijo, incomodó mucho al gobierno norteamericano, presidido por Richard Nixon, quien se oponía al régimen socialista chileno.

Así, a unas cuantas horas del golpe militar, Luis Echeverría expresó su solidaridad con el pueblo chileno y confió en que pronto se restablecería la calma por la vía democrática y pacífica, y destacó: “Espero, no se confirme la muerte del doctor Allende, y la vida de sus colaboradores, amigos y familia sean respetadas. He dado instrucciones al embajador Gonzalo Martínez Corbalá, para de ser necesario, otorgar de inmediato asilo diplomático a sus familiares y a cualquier persona de nacionalidad chilena, para darles protección bajo la bandera mexicana”.

I. Socialismo y revolución sin armas

Llegar a la presidencia de Chile, no fue un camino sencillo ni corto para Salvador Allende. Su trayectoria en la lucha política comenzó desde sus épocas como estudiante, en aquellos días, supo por vez primera que los ideales se pagaban caro, debido a su intensa militancia fue detenido y encarcelado.

11 de septiembre de 1973, golpe de estado en Chile

Allende se parapetó en La Moneda junto con sus colaboradores más cercanos, hasta que ingresaron las tropas insurrectas y terminaron con su vida

Era el año de 1932, mientras se encontraba en prisión, su padre enfermó de gravedad, en plena agonía, pidió como última voluntad ver a su hijo Salvador, quien obtuvo un permiso especial de una hora para despedirse de él.

El muchacho ya no alcanzó a ver con vida a su padre, pero ante su tumba, hizo uno de los juramentos más significativos en su existencia: “Desde este momento consagro mi vida a la lucha social”. Muy pronto, comenzaría a cumplir su promesa al fundar con otros compañeros el Partido Socialista de Chile, cuyas victorias en beneficio de la clase obrera fueron significativas.

Se pronuncia la junta militar golpista

Con el ataque a La Moneda la ciudad se empequeñeció. Fueron más de seis horas de bombardeos y enfrentamientos entre las fuerzas golpistas y los carabineros hasta que estos últimos se rindieron. En ese lapso de tiempo la ciudad de Santiago se quedó desierta. Los ciudadanos, comprensiblemente temerosos se refugiaron en sus casas, lugares de trabajo y donde pudieron.

Alrededor de las 18:00 horas, vía radio la junta militar emitió un comunicado a la nación chilena: “…ha sido precisamente el burdo atropello de los valores que constituyen los pilares de la institucionalidad, los que han motivado esta no deseada intervención. Los chilenos debemos iniciar una nueva obra para devolver la normalidad a la patria traicionada, sin odio, sin divisiones. Las conquistas que el pueblo ha logrado serán celosamente mantenidas por el gobierno militar. ¡La reconstrucción de Chile ha comenzado! ¡La estrella de Chile volverá a brillar!”. Así concluía el mensaje de los golpistas.

Últimatum a marxistas y toque de queda

También, la junta militar exhortó a los militantes marxistas a entregarse so pena de aplicarles condenas severas. La indirecta fue muy clara, la amenaza estaba dirigida para los colaboradores más cercanos de Salvador Allende: el excanciller Clodomiro Almeyda, el presidente del Partido Socialista, Carlos Altamirano; otros miembros del partido Unidad Popular, Wladimir Arellano, Gloria Aguayo, Pascual Barraza e Isabel, una de las hijas del presidente Allende.

A las 18:00 horas del mismo 11 de septiembre, los milicos insurrectos decretaron el toque de queda en todo el país, lo cual dejó aún más desoladas las calles y mediante sus tropas, se hicieron del control de una desconcertante nación chilena.

II. Función del Frente Popular y su incursión en el servicio secreto

Salvador Allende continuó su escalada en la política, en 1936, participó en la fundación del Frente Popular, una coalición de partidos de izquierda, la cual impulsó la candidatura presidencial de Pedro Aguirre Cerda. Para esos años, Allende ya se había titulado como médico cirujano por la Universidad de Chile y publicado varias investigaciones sobre las problemáticas en la salud pública.

Aguirre Cerda alcanzó la Presidencia en 1938 y nombró a Salvador Allende Ministro de Salubridad. Bajo ese cargo, el Doctor, como ya le nombraban, creó el primer Fondo de Seguros para los Trabajadores de Chile, además, su administración mejoró la distribución de medicamentos, se redujeron las muertes por enfermedades infecciosas y proporcionó alimentos en las escuelas públicas, pues estaba convencido de que un estudiante tenía mejor desempeño con la barriga llena. En 1943 fue nombrado secretario general del Partido Socialista y dos años después, senador de la República.

En ese momento el Doctor se ganó la simpatía del pueblo, el respeto de aquellos que el gobierno siempre los trató como parias; ahora alguien los había tomado en cuenta y tendido la mano de forma sincera.

Se erigió como Presidente el general Augusto Pinochet

Sin dejar pasar más tiempo, los cabecillas de la junta militar se reunieron en la Academia Militar de Santiago, donde prestó juramento como nuevo presidente el general Augusto Pinochet. La ceremonia rayó en lo fúnebre, como lo es casi todo lo castrense. El nuevo gabinete quedó integrado principalmente por el vicealmirante Patricio Carvajal Prado, el general Gustavo Leigh Guzmán, el almirante José Toribio Merino y el general César Mendoza Durán. Así, los cinco jinetes del Apocalipsis chileno tenían rostro y nombre, ahora el pueblo andino sabía con claridad quiénes habían orquestado la asonada militar.

III. Cuatro candidaturas presidenciales

Luego de tres campañas presidenciales: 1952, 1958 y 1964, en las que salió derrotado, la cuarta rindió frutos para la izquierda socialista chilena, encabezada por Salvador Allende. El 4 de septiembre de 1970 el Doctor fue nombrado electo presidente con un 36% de los votos emitidos, seguido del candidato de la derecha Jorge Alessandri con 34.9%, y en tercer lugar Rodomiro Tomic del Partido Demócrata Cristiano, quien obtuvo el 28% de los sufragios.

Al no contar con una mayoría de votos absoluta, el Congreso chileno decidió la elección a favor del partido Unidad Popular de Salvador Allende, quien se convirtió en el primer presidente socialista elegido de manera democrática.

IV. Socialismo y revolución, sin armar

Por fin, la opción de la “tercera vía”, como nombró Allende a su proyecto político era una realidad. Es decir, instaurar un gobierno socialista por la ruta democrática -a diferencia de la Revolución de Octubre en Rusia, ejecutada por Lenin y los bolcheviques, o el caso en Cuba, con Fidel Castro, quienes lo hicieron mediante la violencia revolucionaria y el traqueteo de sus tanques, aviones, ametralladoras y bombas-, no era con lo que comulgaba Allende.

El Doctor era partidario del marxismo, el socialismo y el humanismo, pero no de la violencia, situación que despertó el interés entre los politólogos, académicos y analistas de todo el orbe.

Para septiembre de 1970, el pueblo chileno y Salvador Allende demostraron que su proyecto era viable, y a partir de que se colocó la banda presidencial, tenía un reto aún más grande, hacerlo prosperar durante su mandato.

V. Estados Unidos contra el socialismo en América Latina

No obstante, a inicios de la década de los 70 el panorama político internacional era muy complejo. Los Estados Unidos de América llevaban más de dos décadas forcejeando con el bloque socialista-comunista, encabezado por la Unión Soviética; a dicho conflicto se le nombró la Guerra Fría.

Uno de los principales objetivos del imperio capitalista yanqui fue, precisamente, impedir que en América Latina se conformaran gobiernos de ideología socialista. Por ello, el triunfo de la revolución cubana, el 1 de enero de 1959, liderada por Fidel Castro, irritó mucho a los estadounidenses, tanto que no escatimaron en desplegar recursos para derrocar gobiernos en distintos países latinoamericanos, no afines con sus intereses. Así, auspiciaron proyectos para implantar dictaduras en Bolivia, Perú, Uruguay, Argentina y Chile no fue la excepción.

Según archivos de seguridad de los mismos Estados Unidos, revelaron que durante la contienda electoral de 1964, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) financió la campaña electoral de Eduardo Frei Montalva, candidato del Partido Demócrata Cristiano y principal oponente político de Salvador Allende hacia la Presidencia. Además dispuso de tres millones de dólares en propaganda para denigrar al Doctor, artimañas mediante las cuales se salieron con la suya.

Mensaje por televisión de la junta militar

Su primera aparición en televisión los exhibió tal como eran. Con el lenguaje característico de los canallas, los cabecillas militares del golpe anunciaron que Salvador Allende se había suicidado minutos antes de su aprehensión en el interior del Palacio de La Moneda, luego, dijeron, trasladaron su cadáver a un hospital militar donde le practicaron la autopsia.

Los insurrectos también informaron sobre la clausura temporal del Congreso chileno, la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba y, advirtieron a todos los simpatizantes de Salvador Allende, se desistieran de enfrentarlos o serían ejecutados por sus tropas donde se les encontrara.

Arsenal en la residencia de Salvador Allende

De igual forma, mostraron imágenes del supuesto decomiso de un arsenal hallado en el domicilio del exmandatario, situado en el número 200 de la calle Tomás Moro. En el video se apreciaron armas de distintos calibres y explosivos de fabricación alemana, checa y rusa, mencionaron. Los líderes de la junta militar explicaron ante las cámaras, que el armamento encontrado, era prueba fidedigna de que Salvador Allende tramaba algo turbio.

Pinochet, al frente de la sublevación

El gobierno de Richard Nixon vio como una amenaza el triunfo de Allende, no estaba dispuesto a tolerar otro régimen socialista en América Latina, así que Estados Unidos desplegó todos sus recursos en derrocarlo

Decreta México tres días de luto

Transcurrieron pocas horas para confirmarse la muerte del doctor Salvador Allende, por ello, el presidente Luis Echeverría desde Los Pinos emitió un mensaje en el cual declaró tres días de luto nacional por su fallecimiento.

El documento señalaba: “Los Estados Unidos Mexicanos reservarán luto oficial en memoria del presidente Salvador Allende el 17, 18 y 19 de septiembre. Estos días la bandera nacional será izada a media asta en todos los edificios del gobierno del país”. Además explicaba, la cena que el Ejecutivo federal daría el sábado 15 de septiembre en conmemoración de la Independencia de México en Palacio Nacional se realizaría sin los acostumbrados mariachis ni grupos musicales, todo acontecería en absoluta solemnidad en presencia del Gabinete e invitados, en señal de respeto a la familia del Doctor y el pueblo chileno.

VI. El desprecio de Nixon y Kissinger contra Allende

Al tomar la Presidencia, Allende asestó un golpe contundente al capitalismo yanqui, nacionalizó varias de sus empresas, cuyo dominio de un buen sector de la economía chilena era significativo. Pero una en particular caló hondo en el gobierno de Richard Nixon: la de la industria minera del cobre y el carbón. Afectados sus intereses, el mandatario estadounidense desplegó todas las medidas necesarias para afectar la economía chilena, canceló préstamos, créditos y trabó las relaciones comerciales entre ambas naciones, todo con el fin de derrocar el proyecto socialista de Allende.

Desde antes del triunfo del Doctor, la administración Nixon desplegó una campaña de denostación y desprestigio en su contra en la cual, sin desfachatez expresaron su odio contra él.

En junio de 1970, en una reunión entre políticos de derecha y empresarios estadounidenses, el secretario de Estado y consejero de Seguridad del gobierno de Nixon, Henry Kissinger, pronunció lo que se considera una de las frases de odio más recordadas en la historia mundial: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir, que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo”. Esto dejó claro, llegarían hasta las últimas consecuencias para allanar el camino a Salvador Allende, tal como sucedió antes y durante los tres años que duró su régimen.

Allende fue asesinado; no volverán los diplomáticos a Chile

Los funcionarios chilenos volvieron a conversar con el reportero de La Prensa, Jorge Adalberto Luna, a quien confirmaron que Salvador Allende había sido asesinado, al contrario de lo que dio a conocer la junta militar golpista, la cual señaló, el mandatario se había suicidado al verse acorralado en el interior de La Moneda.

-¡Esto es un asco, una ignominia! –Expresó el agregado cultural José Roca al reportero. –Oiga usted que no nos vamos a ir de este hermoso y hospitalario país, pediremos asilo político al gobierno mexicano, para que nunca nos confundan y nos hagan paisanos de esos apátridas y perros reaccionarios que dieron muerte al compañero Salvador Allende.

-¿Cómo, lo mataron? –cuestionó Adalberto Luna. –En efecto, compañero. ¿Quién se los informó? –Telefónicamente desde Buenos Aires nos han confirmado que Allende fue asesinado. Una transmisión de radioaficionados fue captada en la capital argentina y de inmediato nos llamaron.

-¿Les contaron cómo ocurrió? –Sí –repuso Patricia Rodríguez, esposa de Roca-, fue un capitán del ejército.

Con llanto inspirado de rabia, Roca señaló: -No vamos a vengar la muerte de Allende, pues no es nuestro proceder, pero sí continuaremos la lucha por realizar el proyecto humanista-socialista que nuestro compañero el Doctor soñaba.

-¿Creen ustedes que el pueblo se levante en armas? –El pueblo, los obreros, los mineros, todos los chilenos están conscientes y tienen que responder –contestó muy entusiasta Patricia.

Y el reportero concluyó con lo siguiente: -¿Creen que a Chile vuelvan las empresas estadounidenses? -¡Tendrán que pasar sobre los cadáveres de los mineros y obreros chilenos! ¡Estados Unidos tendrá que pensarse dos veces si desea explotar los recursos naturales que nos pertenecen! –Culminó encendido Roca.

Golpistas violaron la Constitución: Gabriel García Márquez

El jueves 13 de septiembre, LA PRENSA publicó la opinión del escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien se refirió a la infamia en Chile en el siguiente tono: “Estoy convencido de que Salvador Allende no se suicidó, lo asesinaron los militares golpistas. Hay evidencias claras de que el Doctor pasó sus últimos momentos con un casco y un fúsil peleando dentro del Palacio de La Moneda.

“A Allende no lo traicionó su pueblo, miren la biografía de cada uno de los milicos insurrectos y verán que tienen un vínculo muy estrecho con los Estados Unidos. El Doctor hubiera podido violar la Constitución para mantenerse en el poder, pero no lo hizo, en cambio, quienes lo tumbaron sí lo hicieron y esta es una lección que debemos aprender los latinoamericanos”. Compartió el autor de “Cien años de soledad”.

La CIA orquestó la conjura

Consumado el golpe de Estado, las atrocidades continuaron en Chile, por lo que miles decidieron abandonar su patria y pedir asilo en otros países; México acogió a un gran número de familias chilenas

VII. Tácticas de acoso y derribo

Pero todas las fuerzas oscuras del capitalismo yanqui organizaron cuidadosamente el derrocamiento de Salvador Allende. De forma táctica llevaron a Chile a una inestabilidad económica, política y social. La negación de recursos económicos desató varios conflictos en cadena, como el estancamiento en la producción agropecuaria e industrial.

Hubo gran desabasto de alimentos y materias primas. Esto encareció los pocos productos que los chilenos encontraban en el mercado. Las industrias se vieron obligadas a parar y vinieron los despidos, creció el descontento social, los pequeños comercios como panaderías, abarroteras, peluquerías, carpinterías, entre otros giros quebraron. Aumentó la pobreza y la desigualdad.

En ese momento ingresaron al juego sucio los medios de comunicación, principalmente los oficiales, como el diario El Mercurio, el cual recibió varios millones de dólares del gobierno de Nixon para todos los días denostar el proyecto político de Allende.

Los hidrocarburos también escasearon y la situación cada vez más se agudizó. En mayo del 73, Allende pidió ayuda a la Unión Soviética para que abasteciera con lo que pudiera a la nación chilena, pero sorpresivamente, se negó. Entre los pocos países que apoyaron a Chile fueron Cuba, Argentina y México. En ese mes nuestro país contribuyó con más de 500 mil barriles de gasolina y parafina.

Y después los enemigos de Allende echaron mano del terror, realizando secuestros, intimidaciones y desapariciones de líderes estudiantiles, obreros, campesinos y hasta de burócratas. En julio, el embajador mexicano en Chile Gonzalo Martínez Corbalá descubrió que integrantes de la ultraderecha planeaban atentar contra su vida y la de su familia. Pronto comunicó la situación al presidente Echeverría y éste le dispuso un grupo de escoltas personales para protegerlos.

VIII. El paro camionero

El 26 de julio vino otra artimaña de la ultraderecha, los propietarios de camioneros y autotransportes declararon una huelga nacional indefinida. Esto impactó más en la economía y todo se fue al desbarrancadero. Luego se sabría que dicha huelga fue auspiciada también por el gobierno de Nixon.

Mientras tanto, el ejército ejecutaba allanamientos en fábricas, so pretexto de incautar armas a los trabajadores, alimentando su temor ante un levantamiento armado por parte del pueblo, que se resistía a abandonar a su entrañable camarada Salvador Allende.

El mandatario estaba seguro de que un grupo de militares apoyados por Estados Unidos tratarían de derrocarlo, pero no tenía claro quiénes lo traicionarían. ¿Sería Toribio Merino, Leigh, Pinochet? Sin embargo congruente con sus ideas se aferró a la legalidad.

IX. Las últimas horas de Salvador Allende

Pero llegó el día ominoso y los militares sirvientes del capitalismo yanqui comenzaron muy temprano la conclusión de su plan. De madrugada fusilaron a varios oficiales y soldados amigos del pueblo y leales al gobierno del Doctor. Luego desplegaron tropas navales en Valparaíso y un buque de los Estados Unidos estaba por arribar a ese puerto.

Allende casi no durmió la noche previa, fue informado cerca de las cinco de la mañana sobre la sublevación, se colocó sus grandes anteojos y vistió con la convicción de que aquel día moriría. Trató de comunicarse con los comandantes José Toribio y Augusto Pinochet, no lo consiguió, se despejaron sus dudas. Antes de salir dio dos sorbos a las sobras del café que se preparó la noche anterior. Tomó el fusil AK-47, regalo de Fidel Castro. Abordó uno de los cuatro Fiat 125 que conformaban su escolta. Dirigió una última mirada a su casa y sonrió al saber que Hortensia, su esposa, dormía plácidamente, fue su manera de despedirse de ella. Los autos emprendieron la marcha hacia La Moneda.

A las 6:45, desde el Palacio, Allende informa por radio a la población sobre la insurrección militar, 250 carabineros se despliegan en el interior para defender el orden constitucional.

A los pocos minutos, sobrevuelan La Moneda aviones de combate. El ataque comienza con el primer bombazo a la radiodifusora gubernamental Corporación.

X. Últimatum a Allende

A las 7:00 hrs. los golpistas piden al presidente su renuncia y se declaran antimarxistas. En los edificios aledaños al Palacio soldados toman sus posiciones de combate. Allende se asoma a uno de los balcones, alienta a los ciudadanos y les agradece su lealtad. Una hora más tarde, Augusto Pinochet da plazo de una hora al mandatario para que se rinda. A la mente del Doctor viene el recuerdo de las palabras que diría a Fidel Castro un año antes, cuando le aseguró: “sólo muerto me sacarán de La Moneda”. El vaticinio lúgubre estaba por cumplirse.

XI. Arremeten las tropas

9:45. Las tropas se deciden a terminar con la resistencia de Allende y arremeten sus ataques. El estruendo de los bombardeos y ráfagas de metralletas retumban sin parar. Pasado el mediodía las tropas golpistas ingresan a La Moneda, combaten por varios minutos con algunos carabineros que oponen resistencia. En su oficina, Allende se despide de sus más cercanos colaboradores: Orlando Letelier y José Tohá, entre ellos, quienes se niegan a entregarse. El Doctor les dice por último: “Sigan confiando en el pueblo”.

En aquellas horas indignas, el embajador mexicano Gonzalo Martínez Corbalá y su familia presenciaban el despreciable espectáculo resguardados desde la cancillería. Días después contaría para LA PRENSA: “Nunca olvidaré los aviones de caza clavándose sobre La Moneda. Llorábamos de rabia, de impotencia. Muy pronto, los partidarios del golpe se arrepentirían al cobrar conciencia del atentado que habían cometido contra la democracia en América Latina”.

Cerca de las 14:00 hrs. el general Javier Palacios, un capitán de apellido Gallardo y varios soldados llegaron al segundo piso del Palacio, ahí ya los esperaba Salvador Allende, quien les gritó: “¡Traidores!” y disparó contra ellos. En un intercambio de metralla el presidente fue asesinado. Con el cadáver de Allende en el suelo, la tropa disparó contra él, para hacer todavía más grande la humillación. Y si no bastara con eso, un suboficial le destrozó la cara con la culata de su fusil. Aunque claro, a ellos les convino decir que el mandatario se suicidó al verse derrotado.

Constancia del cadáver de Allende fueron las fotos que el fotoperiodista Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, hizo aquella tarde. Los golpistas no permitieron el ingreso de ningún otro medio.

Asesinato o suicidio, los culpables y acosadores fueron los mismos: el gobierno de Richard Nixon, la ultraderecha chilena y un grupo de militares traidores que terminaron a la mala con la vida de un hombre que no sólo fue un gran político y presidente de izquierda, sino un gran revolucionario. Un hombre que enseñó al pueblo a luchar por el poder y por sus derechos, siempre por la vía democrática. Allende fue profundamente humano. Dijo lo que pensaba e igualó las palabras con la congruencia de sus actos.

Se dice que la historia de la humanidad está hecha de conquistas, también es cierto que cada una de ellas tiene su grado de ignominia. En América Latina se cuenta con muchas, pero la del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, ocurrida en Chile en septiembre de 1973, no tiene nombre.

Salvador Allende murió como ningún mandatario latinoamericano: atacado, ultrajado y acorralado encarnizadamente por un grupo de militares insurrectos, cuyas tropas de infantería, tanques y aviones terminaron con su vida, dentro del máximo recinto gubernamental: el Palacio de La Moneda.

En medio del terrible acoso de los golpistas, Allende profirió vía radio, sus últimas palabras a la nación chilena: “Yo no voy a renunciar, colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida, la lealtad del pueblo”.

El registro de la prensa

La Prensa registró el pulso de los hechos históricos y tituló sus portadas el 12 de septiembre: “¡Allende muerto!” “Control armado en todo Chile”. Mientras la nota del reportero Jorge Adalberto Luna contaba las primeras impresiones del embajador chileno en México, Hugo Vigorena: “Expresamos nuestro repudio y condenamos el alzamiento contra el presidente Salvador Allende… Señalamos abiertamente al imperialismo yanqui de ser el culpable de esta situación caótica”. Y agregó: “Todo lo que ha pasado es resultado de la oligarquía criolla y de la conspiración internacional encabezada por los Estados Unidos”.

Asimismo, a las afueras de la sede diplomática, ubicada en Paseo de la Reforma número 373, estudiantes de distintas facultades del Politécnico, la UNAM y chilenos radicados en México, reprobaban los actos de violencia de los militares golpistas contra el mandatario, quien fue elegido por el pueblo para llevar las riendas de su país.

También, la misma noche del golpe, el agregado cultural de Chile en México, José Roca, manifestó al Diario de las Mayorías: “Desde la tarde quedamos incomunicados con Santiago de Chile, sólo tenemos información gracias a los teletipos que ustedes (los medios de comunicación) nos han hecho llegar, lo cual agradecemos… Pero queremos decirles, que si se confirma la victoria de los reaccionarios, de inmediato todos los funcionarios de la embajada renunciaremos a nuestros cargos de forma indeclinable. Será nuestra forma de honrar al legítimo presidente de Chile, el doctor Salvador Allende”. “¡Viva Allende! ¡Viva Chile! ¡Muera la insurrección!” Concluyó el funcionario, apoyado en las consignas por sus colegas y manifestantes.

La reacción del presidente Echeverría

La relación entre México y Chile por aquellos años era muy estrecha y cordial. A finales de noviembre del 72, Salvador Allende visitó nuestro país a invitación expresa de Luis Echeverría. En ese viaje, el presidente chileno acudió al Congreso de la Ciudad de México, donde rindió homenaje a Lázaro Cárdenas y destacó la importancia de recuperar las riquezas nacionales de los países latinoamericanos, las cuales se encontraban acaparadas por el capital extranjero.

El 2 de diciembre, Allende acudió a la Universidad de Guadalajara, donde habló para centenares de jóvenes; en ambos actos, sus discursos tuvieron tanto vigor y sustancia, que fueron aclamados de pie por la audiencia. Esta situación, se dijo, incomodó mucho al gobierno norteamericano, presidido por Richard Nixon, quien se oponía al régimen socialista chileno.

Así, a unas cuantas horas del golpe militar, Luis Echeverría expresó su solidaridad con el pueblo chileno y confió en que pronto se restablecería la calma por la vía democrática y pacífica, y destacó: “Espero, no se confirme la muerte del doctor Allende, y la vida de sus colaboradores, amigos y familia sean respetadas. He dado instrucciones al embajador Gonzalo Martínez Corbalá, para de ser necesario, otorgar de inmediato asilo diplomático a sus familiares y a cualquier persona de nacionalidad chilena, para darles protección bajo la bandera mexicana”.

I. Socialismo y revolución sin armas

Llegar a la presidencia de Chile, no fue un camino sencillo ni corto para Salvador Allende. Su trayectoria en la lucha política comenzó desde sus épocas como estudiante, en aquellos días, supo por vez primera que los ideales se pagaban caro, debido a su intensa militancia fue detenido y encarcelado.

11 de septiembre de 1973, golpe de estado en Chile

Allende se parapetó en La Moneda junto con sus colaboradores más cercanos, hasta que ingresaron las tropas insurrectas y terminaron con su vida

Era el año de 1932, mientras se encontraba en prisión, su padre enfermó de gravedad, en plena agonía, pidió como última voluntad ver a su hijo Salvador, quien obtuvo un permiso especial de una hora para despedirse de él.

El muchacho ya no alcanzó a ver con vida a su padre, pero ante su tumba, hizo uno de los juramentos más significativos en su existencia: “Desde este momento consagro mi vida a la lucha social”. Muy pronto, comenzaría a cumplir su promesa al fundar con otros compañeros el Partido Socialista de Chile, cuyas victorias en beneficio de la clase obrera fueron significativas.

Se pronuncia la junta militar golpista

Con el ataque a La Moneda la ciudad se empequeñeció. Fueron más de seis horas de bombardeos y enfrentamientos entre las fuerzas golpistas y los carabineros hasta que estos últimos se rindieron. En ese lapso de tiempo la ciudad de Santiago se quedó desierta. Los ciudadanos, comprensiblemente temerosos se refugiaron en sus casas, lugares de trabajo y donde pudieron.

Alrededor de las 18:00 horas, vía radio la junta militar emitió un comunicado a la nación chilena: “…ha sido precisamente el burdo atropello de los valores que constituyen los pilares de la institucionalidad, los que han motivado esta no deseada intervención. Los chilenos debemos iniciar una nueva obra para devolver la normalidad a la patria traicionada, sin odio, sin divisiones. Las conquistas que el pueblo ha logrado serán celosamente mantenidas por el gobierno militar. ¡La reconstrucción de Chile ha comenzado! ¡La estrella de Chile volverá a brillar!”. Así concluía el mensaje de los golpistas.

Últimatum a marxistas y toque de queda

También, la junta militar exhortó a los militantes marxistas a entregarse so pena de aplicarles condenas severas. La indirecta fue muy clara, la amenaza estaba dirigida para los colaboradores más cercanos de Salvador Allende: el excanciller Clodomiro Almeyda, el presidente del Partido Socialista, Carlos Altamirano; otros miembros del partido Unidad Popular, Wladimir Arellano, Gloria Aguayo, Pascual Barraza e Isabel, una de las hijas del presidente Allende.

A las 18:00 horas del mismo 11 de septiembre, los milicos insurrectos decretaron el toque de queda en todo el país, lo cual dejó aún más desoladas las calles y mediante sus tropas, se hicieron del control de una desconcertante nación chilena.

II. Función del Frente Popular y su incursión en el servicio secreto

Salvador Allende continuó su escalada en la política, en 1936, participó en la fundación del Frente Popular, una coalición de partidos de izquierda, la cual impulsó la candidatura presidencial de Pedro Aguirre Cerda. Para esos años, Allende ya se había titulado como médico cirujano por la Universidad de Chile y publicado varias investigaciones sobre las problemáticas en la salud pública.

Aguirre Cerda alcanzó la Presidencia en 1938 y nombró a Salvador Allende Ministro de Salubridad. Bajo ese cargo, el Doctor, como ya le nombraban, creó el primer Fondo de Seguros para los Trabajadores de Chile, además, su administración mejoró la distribución de medicamentos, se redujeron las muertes por enfermedades infecciosas y proporcionó alimentos en las escuelas públicas, pues estaba convencido de que un estudiante tenía mejor desempeño con la barriga llena. En 1943 fue nombrado secretario general del Partido Socialista y dos años después, senador de la República.

En ese momento el Doctor se ganó la simpatía del pueblo, el respeto de aquellos que el gobierno siempre los trató como parias; ahora alguien los había tomado en cuenta y tendido la mano de forma sincera.

Se erigió como Presidente el general Augusto Pinochet

Sin dejar pasar más tiempo, los cabecillas de la junta militar se reunieron en la Academia Militar de Santiago, donde prestó juramento como nuevo presidente el general Augusto Pinochet. La ceremonia rayó en lo fúnebre, como lo es casi todo lo castrense. El nuevo gabinete quedó integrado principalmente por el vicealmirante Patricio Carvajal Prado, el general Gustavo Leigh Guzmán, el almirante José Toribio Merino y el general César Mendoza Durán. Así, los cinco jinetes del Apocalipsis chileno tenían rostro y nombre, ahora el pueblo andino sabía con claridad quiénes habían orquestado la asonada militar.

III. Cuatro candidaturas presidenciales

Luego de tres campañas presidenciales: 1952, 1958 y 1964, en las que salió derrotado, la cuarta rindió frutos para la izquierda socialista chilena, encabezada por Salvador Allende. El 4 de septiembre de 1970 el Doctor fue nombrado electo presidente con un 36% de los votos emitidos, seguido del candidato de la derecha Jorge Alessandri con 34.9%, y en tercer lugar Rodomiro Tomic del Partido Demócrata Cristiano, quien obtuvo el 28% de los sufragios.

Al no contar con una mayoría de votos absoluta, el Congreso chileno decidió la elección a favor del partido Unidad Popular de Salvador Allende, quien se convirtió en el primer presidente socialista elegido de manera democrática.

IV. Socialismo y revolución, sin armar

Por fin, la opción de la “tercera vía”, como nombró Allende a su proyecto político era una realidad. Es decir, instaurar un gobierno socialista por la ruta democrática -a diferencia de la Revolución de Octubre en Rusia, ejecutada por Lenin y los bolcheviques, o el caso en Cuba, con Fidel Castro, quienes lo hicieron mediante la violencia revolucionaria y el traqueteo de sus tanques, aviones, ametralladoras y bombas-, no era con lo que comulgaba Allende.

El Doctor era partidario del marxismo, el socialismo y el humanismo, pero no de la violencia, situación que despertó el interés entre los politólogos, académicos y analistas de todo el orbe.

Para septiembre de 1970, el pueblo chileno y Salvador Allende demostraron que su proyecto era viable, y a partir de que se colocó la banda presidencial, tenía un reto aún más grande, hacerlo prosperar durante su mandato.

V. Estados Unidos contra el socialismo en América Latina

No obstante, a inicios de la década de los 70 el panorama político internacional era muy complejo. Los Estados Unidos de América llevaban más de dos décadas forcejeando con el bloque socialista-comunista, encabezado por la Unión Soviética; a dicho conflicto se le nombró la Guerra Fría.

Uno de los principales objetivos del imperio capitalista yanqui fue, precisamente, impedir que en América Latina se conformaran gobiernos de ideología socialista. Por ello, el triunfo de la revolución cubana, el 1 de enero de 1959, liderada por Fidel Castro, irritó mucho a los estadounidenses, tanto que no escatimaron en desplegar recursos para derrocar gobiernos en distintos países latinoamericanos, no afines con sus intereses. Así, auspiciaron proyectos para implantar dictaduras en Bolivia, Perú, Uruguay, Argentina y Chile no fue la excepción.

Según archivos de seguridad de los mismos Estados Unidos, revelaron que durante la contienda electoral de 1964, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) financió la campaña electoral de Eduardo Frei Montalva, candidato del Partido Demócrata Cristiano y principal oponente político de Salvador Allende hacia la Presidencia. Además dispuso de tres millones de dólares en propaganda para denigrar al Doctor, artimañas mediante las cuales se salieron con la suya.

Mensaje por televisión de la junta militar

Su primera aparición en televisión los exhibió tal como eran. Con el lenguaje característico de los canallas, los cabecillas militares del golpe anunciaron que Salvador Allende se había suicidado minutos antes de su aprehensión en el interior del Palacio de La Moneda, luego, dijeron, trasladaron su cadáver a un hospital militar donde le practicaron la autopsia.

Los insurrectos también informaron sobre la clausura temporal del Congreso chileno, la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba y, advirtieron a todos los simpatizantes de Salvador Allende, se desistieran de enfrentarlos o serían ejecutados por sus tropas donde se les encontrara.

Arsenal en la residencia de Salvador Allende

De igual forma, mostraron imágenes del supuesto decomiso de un arsenal hallado en el domicilio del exmandatario, situado en el número 200 de la calle Tomás Moro. En el video se apreciaron armas de distintos calibres y explosivos de fabricación alemana, checa y rusa, mencionaron. Los líderes de la junta militar explicaron ante las cámaras, que el armamento encontrado, era prueba fidedigna de que Salvador Allende tramaba algo turbio.

Pinochet, al frente de la sublevación

El gobierno de Richard Nixon vio como una amenaza el triunfo de Allende, no estaba dispuesto a tolerar otro régimen socialista en América Latina, así que Estados Unidos desplegó todos sus recursos en derrocarlo

Decreta México tres días de luto

Transcurrieron pocas horas para confirmarse la muerte del doctor Salvador Allende, por ello, el presidente Luis Echeverría desde Los Pinos emitió un mensaje en el cual declaró tres días de luto nacional por su fallecimiento.

El documento señalaba: “Los Estados Unidos Mexicanos reservarán luto oficial en memoria del presidente Salvador Allende el 17, 18 y 19 de septiembre. Estos días la bandera nacional será izada a media asta en todos los edificios del gobierno del país”. Además explicaba, la cena que el Ejecutivo federal daría el sábado 15 de septiembre en conmemoración de la Independencia de México en Palacio Nacional se realizaría sin los acostumbrados mariachis ni grupos musicales, todo acontecería en absoluta solemnidad en presencia del Gabinete e invitados, en señal de respeto a la familia del Doctor y el pueblo chileno.

VI. El desprecio de Nixon y Kissinger contra Allende

Al tomar la Presidencia, Allende asestó un golpe contundente al capitalismo yanqui, nacionalizó varias de sus empresas, cuyo dominio de un buen sector de la economía chilena era significativo. Pero una en particular caló hondo en el gobierno de Richard Nixon: la de la industria minera del cobre y el carbón. Afectados sus intereses, el mandatario estadounidense desplegó todas las medidas necesarias para afectar la economía chilena, canceló préstamos, créditos y trabó las relaciones comerciales entre ambas naciones, todo con el fin de derrocar el proyecto socialista de Allende.

Desde antes del triunfo del Doctor, la administración Nixon desplegó una campaña de denostación y desprestigio en su contra en la cual, sin desfachatez expresaron su odio contra él.

En junio de 1970, en una reunión entre políticos de derecha y empresarios estadounidenses, el secretario de Estado y consejero de Seguridad del gobierno de Nixon, Henry Kissinger, pronunció lo que se considera una de las frases de odio más recordadas en la historia mundial: “No veo por qué tenemos que esperar y permitir, que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo”. Esto dejó claro, llegarían hasta las últimas consecuencias para allanar el camino a Salvador Allende, tal como sucedió antes y durante los tres años que duró su régimen.

Allende fue asesinado; no volverán los diplomáticos a Chile

Los funcionarios chilenos volvieron a conversar con el reportero de La Prensa, Jorge Adalberto Luna, a quien confirmaron que Salvador Allende había sido asesinado, al contrario de lo que dio a conocer la junta militar golpista, la cual señaló, el mandatario se había suicidado al verse acorralado en el interior de La Moneda.

-¡Esto es un asco, una ignominia! –Expresó el agregado cultural José Roca al reportero. –Oiga usted que no nos vamos a ir de este hermoso y hospitalario país, pediremos asilo político al gobierno mexicano, para que nunca nos confundan y nos hagan paisanos de esos apátridas y perros reaccionarios que dieron muerte al compañero Salvador Allende.

-¿Cómo, lo mataron? –cuestionó Adalberto Luna. –En efecto, compañero. ¿Quién se los informó? –Telefónicamente desde Buenos Aires nos han confirmado que Allende fue asesinado. Una transmisión de radioaficionados fue captada en la capital argentina y de inmediato nos llamaron.

-¿Les contaron cómo ocurrió? –Sí –repuso Patricia Rodríguez, esposa de Roca-, fue un capitán del ejército.

Con llanto inspirado de rabia, Roca señaló: -No vamos a vengar la muerte de Allende, pues no es nuestro proceder, pero sí continuaremos la lucha por realizar el proyecto humanista-socialista que nuestro compañero el Doctor soñaba.

-¿Creen ustedes que el pueblo se levante en armas? –El pueblo, los obreros, los mineros, todos los chilenos están conscientes y tienen que responder –contestó muy entusiasta Patricia.

Y el reportero concluyó con lo siguiente: -¿Creen que a Chile vuelvan las empresas estadounidenses? -¡Tendrán que pasar sobre los cadáveres de los mineros y obreros chilenos! ¡Estados Unidos tendrá que pensarse dos veces si desea explotar los recursos naturales que nos pertenecen! –Culminó encendido Roca.

Golpistas violaron la Constitución: Gabriel García Márquez

El jueves 13 de septiembre, LA PRENSA publicó la opinión del escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien se refirió a la infamia en Chile en el siguiente tono: “Estoy convencido de que Salvador Allende no se suicidó, lo asesinaron los militares golpistas. Hay evidencias claras de que el Doctor pasó sus últimos momentos con un casco y un fúsil peleando dentro del Palacio de La Moneda.

“A Allende no lo traicionó su pueblo, miren la biografía de cada uno de los milicos insurrectos y verán que tienen un vínculo muy estrecho con los Estados Unidos. El Doctor hubiera podido violar la Constitución para mantenerse en el poder, pero no lo hizo, en cambio, quienes lo tumbaron sí lo hicieron y esta es una lección que debemos aprender los latinoamericanos”. Compartió el autor de “Cien años de soledad”.

La CIA orquestó la conjura

Consumado el golpe de Estado, las atrocidades continuaron en Chile, por lo que miles decidieron abandonar su patria y pedir asilo en otros países; México acogió a un gran número de familias chilenas

VII. Tácticas de acoso y derribo

Pero todas las fuerzas oscuras del capitalismo yanqui organizaron cuidadosamente el derrocamiento de Salvador Allende. De forma táctica llevaron a Chile a una inestabilidad económica, política y social. La negación de recursos económicos desató varios conflictos en cadena, como el estancamiento en la producción agropecuaria e industrial.

Hubo gran desabasto de alimentos y materias primas. Esto encareció los pocos productos que los chilenos encontraban en el mercado. Las industrias se vieron obligadas a parar y vinieron los despidos, creció el descontento social, los pequeños comercios como panaderías, abarroteras, peluquerías, carpinterías, entre otros giros quebraron. Aumentó la pobreza y la desigualdad.

En ese momento ingresaron al juego sucio los medios de comunicación, principalmente los oficiales, como el diario El Mercurio, el cual recibió varios millones de dólares del gobierno de Nixon para todos los días denostar el proyecto político de Allende.

Los hidrocarburos también escasearon y la situación cada vez más se agudizó. En mayo del 73, Allende pidió ayuda a la Unión Soviética para que abasteciera con lo que pudiera a la nación chilena, pero sorpresivamente, se negó. Entre los pocos países que apoyaron a Chile fueron Cuba, Argentina y México. En ese mes nuestro país contribuyó con más de 500 mil barriles de gasolina y parafina.

Y después los enemigos de Allende echaron mano del terror, realizando secuestros, intimidaciones y desapariciones de líderes estudiantiles, obreros, campesinos y hasta de burócratas. En julio, el embajador mexicano en Chile Gonzalo Martínez Corbalá descubrió que integrantes de la ultraderecha planeaban atentar contra su vida y la de su familia. Pronto comunicó la situación al presidente Echeverría y éste le dispuso un grupo de escoltas personales para protegerlos.

VIII. El paro camionero

El 26 de julio vino otra artimaña de la ultraderecha, los propietarios de camioneros y autotransportes declararon una huelga nacional indefinida. Esto impactó más en la economía y todo se fue al desbarrancadero. Luego se sabría que dicha huelga fue auspiciada también por el gobierno de Nixon.

Mientras tanto, el ejército ejecutaba allanamientos en fábricas, so pretexto de incautar armas a los trabajadores, alimentando su temor ante un levantamiento armado por parte del pueblo, que se resistía a abandonar a su entrañable camarada Salvador Allende.

El mandatario estaba seguro de que un grupo de militares apoyados por Estados Unidos tratarían de derrocarlo, pero no tenía claro quiénes lo traicionarían. ¿Sería Toribio Merino, Leigh, Pinochet? Sin embargo congruente con sus ideas se aferró a la legalidad.

IX. Las últimas horas de Salvador Allende

Pero llegó el día ominoso y los militares sirvientes del capitalismo yanqui comenzaron muy temprano la conclusión de su plan. De madrugada fusilaron a varios oficiales y soldados amigos del pueblo y leales al gobierno del Doctor. Luego desplegaron tropas navales en Valparaíso y un buque de los Estados Unidos estaba por arribar a ese puerto.

Allende casi no durmió la noche previa, fue informado cerca de las cinco de la mañana sobre la sublevación, se colocó sus grandes anteojos y vistió con la convicción de que aquel día moriría. Trató de comunicarse con los comandantes José Toribio y Augusto Pinochet, no lo consiguió, se despejaron sus dudas. Antes de salir dio dos sorbos a las sobras del café que se preparó la noche anterior. Tomó el fusil AK-47, regalo de Fidel Castro. Abordó uno de los cuatro Fiat 125 que conformaban su escolta. Dirigió una última mirada a su casa y sonrió al saber que Hortensia, su esposa, dormía plácidamente, fue su manera de despedirse de ella. Los autos emprendieron la marcha hacia La Moneda.

A las 6:45, desde el Palacio, Allende informa por radio a la población sobre la insurrección militar, 250 carabineros se despliegan en el interior para defender el orden constitucional.

A los pocos minutos, sobrevuelan La Moneda aviones de combate. El ataque comienza con el primer bombazo a la radiodifusora gubernamental Corporación.

X. Últimatum a Allende

A las 7:00 hrs. los golpistas piden al presidente su renuncia y se declaran antimarxistas. En los edificios aledaños al Palacio soldados toman sus posiciones de combate. Allende se asoma a uno de los balcones, alienta a los ciudadanos y les agradece su lealtad. Una hora más tarde, Augusto Pinochet da plazo de una hora al mandatario para que se rinda. A la mente del Doctor viene el recuerdo de las palabras que diría a Fidel Castro un año antes, cuando le aseguró: “sólo muerto me sacarán de La Moneda”. El vaticinio lúgubre estaba por cumplirse.

XI. Arremeten las tropas

9:45. Las tropas se deciden a terminar con la resistencia de Allende y arremeten sus ataques. El estruendo de los bombardeos y ráfagas de metralletas retumban sin parar. Pasado el mediodía las tropas golpistas ingresan a La Moneda, combaten por varios minutos con algunos carabineros que oponen resistencia. En su oficina, Allende se despide de sus más cercanos colaboradores: Orlando Letelier y José Tohá, entre ellos, quienes se niegan a entregarse. El Doctor les dice por último: “Sigan confiando en el pueblo”.

En aquellas horas indignas, el embajador mexicano Gonzalo Martínez Corbalá y su familia presenciaban el despreciable espectáculo resguardados desde la cancillería. Días después contaría para LA PRENSA: “Nunca olvidaré los aviones de caza clavándose sobre La Moneda. Llorábamos de rabia, de impotencia. Muy pronto, los partidarios del golpe se arrepentirían al cobrar conciencia del atentado que habían cometido contra la democracia en América Latina”.

Cerca de las 14:00 hrs. el general Javier Palacios, un capitán de apellido Gallardo y varios soldados llegaron al segundo piso del Palacio, ahí ya los esperaba Salvador Allende, quien les gritó: “¡Traidores!” y disparó contra ellos. En un intercambio de metralla el presidente fue asesinado. Con el cadáver de Allende en el suelo, la tropa disparó contra él, para hacer todavía más grande la humillación. Y si no bastara con eso, un suboficial le destrozó la cara con la culata de su fusil. Aunque claro, a ellos les convino decir que el mandatario se suicidó al verse derrotado.

Constancia del cadáver de Allende fueron las fotos que el fotoperiodista Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, hizo aquella tarde. Los golpistas no permitieron el ingreso de ningún otro medio.

Asesinato o suicidio, los culpables y acosadores fueron los mismos: el gobierno de Richard Nixon, la ultraderecha chilena y un grupo de militares traidores que terminaron a la mala con la vida de un hombre que no sólo fue un gran político y presidente de izquierda, sino un gran revolucionario. Un hombre que enseñó al pueblo a luchar por el poder y por sus derechos, siempre por la vía democrática. Allende fue profundamente humano. Dijo lo que pensaba e igualó las palabras con la congruencia de sus actos.

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