/ viernes 8 de febrero de 2019

HUMBERTO MARILES, MEDALLA DE ORO

Jinete de leyenda en caballo deoro 

Carlos Álvarez 

El general fue, de todos los ganadores olímpicos, el único quesupo malograr la fama; la gloria obtenida montando a “Arete” seesfumó tras su infame asesinato.

I

Los periódicos de antaño son imágenes que postulan elrecuerdo de una historia, de una tragedia o deun problema. La que ahora quiero contar es acaso muyespecífica y será también para los nuevos lectores, porquemuchos de quienes la conocieron hace casi más medio siglo ahoraquizás han muerto.

Empezar a medias y con la palabra problema es tal vez sólofortuito; otros son los que cometen los crímenes y yo sóloafronto la muerte a través de estas páginas.

En las crónicas policiacas, el nombre deHumberto Mariles está escrito con tinta negra y memoria desangre. Por otra parte, la historia del auge y fracaso del generalestriba en la delgada línea del honor y lo opuesto, la inquina, lainiquidad, el oprobio. Mariles fue prototipo de buen soldado,excelente deportista, amoroso padre, respetable y admiradociudadano.

Y, no obstante, bastó una nimiedad para sacar lo peor de sí,la mansedumbre aquietada mucho tiempo a causa del reconocimiento yluego la posteridad -que ingenuamente se fue apiadando de él- locarcomió, porque él siempre gustó de la fama.

II

En este país debería existir un monumento a un caballo que legranjeó a México dos medallas de oro en una Olimpiada. Se llamó“Arete” y dicen que era un cuaco al que sus defectoscongénitos impedirían coronarse; sin embargo, su jinete lo hizorendir, en una hazaña muy difícil, porque el animal no teníaprofundidad de campo, ya que era tuerto. También dicen que no eraun caballo sino una yegua, pero eso es otro asunto.

Hay quien afirma que la vida es cíclica y que durante éstapueden repetirse una serie de eventos fatuos o fortuitos. Tambiénhay quien afirma que la vida comienza y luego, ininterrumpidamente,se sucede sin que haya un momento similar hasta el día ulteriorque sucede a la agonía.

Pero lo que pasó, por una parte, con Humberto Mariles y“Arete”; y por otra, con el general ante un duelo de pistolascon un hombre vil, pero que estaba desarmado, es digno demención.

III

Agosto 14 es la fecha en dos años diametralmente lejanos. Elprimero dio inicio a la buenaventura, en 1948 en Londres,donde Mariles y “Arete” ganaron las dos primeras medallasáureas para los mexicanos, tres en total. El segundo, en 1964,cuando dio muerte a un hombre desarmado por una nimiedad.

Dos oros y un bronce ganó Humberto montando a su caballo“Arete”. En ese entonces Mariles todavía era coronel delEjército Mexicano y llevaba alrededor de 12 preparando al equipode jinetes mexicanos para competir en una justa olímpica, ya quedesafortunadamente había visto esfumarse dos ciclos a causa de laSegunda Guerra Mundial.

A tal grado llegó para Mariles y “Arete elreconocimiento” que traspasó la frontera del tiempo que se lecompuso un danzón: “El Arete de Mariles”, que interpretaradurante muchas jornadas el grupo cubano Acerina y su Danzonera,allá en los míticos salones de baile de aquella época.

Aunque para lograr la gran hazaña tuvo que contradecir lasórdenes del mismo Presidente Miguel Alemán, quien previo a lapartida del equipo mexicano de equitación, llamó a Mariles parainformarle que no podrían asistir ni a la gira previa ni a lajusta olímpica, debido a que de acuerdo con la opinión del jefedel Ejecutivo “no se puede ganar”; y no se podía ganarsupuestamente con un caballo tuerto.

Gran disgusto causo al teniente coronel -en ese entonces-; sinembargo, decidido emprendió el viaje. Sabido esque Mariles tenía cercanía con el expresidente Ávila Camacho,era camachista, por lo cual pide la intervención de éste, perolas esperanzas se antojan imposibles.

Y contra todo pronóstico y sin esperar la respuesta respecto ala intercesión del expresidente con Alemán, Humberto decidióirse con “Arete” y con todo el equipo.

Al llegar a Roma en una parada previa a su llegada aLondres, Mariles es requerido por el entonces embajador AntonioArmendáriz, quien le pide que olvide su empresa y que mejorregrese a México, pues había una aprehensión en su contrausted. Los cargos: desacato a la autoridad, peculado, deserción,entre otros asuntos.

Mariles, poniendo énfasis en sus palabras y detrás de unasonrisa le dijo que su destino era estar ahí para llenarse degloria. Así que no regresaría. Después de todo, el perdónpresidencial sería muy probable si regresaban cubiertos con laspreseas añoradas.

Y, efectivamente, conforme se fueron dando los triunfos durantela gira y luego en la competición londinense, la molestia delMandatario se redujo. Quizá esbozó una sonrisa, pero no olvidóla afrenta del desacato. Y Mariles junto con “Arete” y todoel equipo de equitación mexicano regresarían para ser recibidoscon honores y vivir durante largo tiempo en la admiración delpueblo.

IV

Y como en aquel glorioso día, igualmente fue un 14 de agosto,pero 16 años después, cuando la vida de Mariles transitaba porel sendero donde su destino se bifurcó. Ese día fue invitado alas instalaciones del diario “La Afición”, ya que en 1964inauguró sus rotativas.

Con gran placer acudió Mariles a la fiesta, pero una vezconcluido el evento, abordó el Chevrolet rojo convertible de suhija Virginia y emprendió el retorno a casa. Sin embargo, en elcamino se produjo el incide de tránsito que cambiaría su vida ylo que hasta entonces había sido el Olimpo, ahora setransformaría en el Hades. De acuerdo con las versiones másdifundidas de la época, al circular por Periférico tuvo unaltercado con otro automovilista.

Ambos iban en la misma dirección, y en un momentodado, Mariles despotricó contra contratista -algunas fuentesindican que se trataba de un maestro albañil- Jesús VelázquezMéndez, quien conducía Chevrolet último modelo.

De acuerdo con Roberto Macías Naranjo, testigo de lo ocurrido:“El conductor del vehículo sedán iba en carril de altavelocidad en el Periférico, haciendo señas, moviendo la mano enactitud grosera; insultando al conductor del convertible. Másadelante, el hombre del sedán se cerró hacia su derecha acosandoal del convertible, quien redujo la velocidad. Posteriormente, elsedán pasó al carril central y siguió cerrándose sobre elconvertible. El tripulante del coche grande, además de las señasque hacía con el brazo, tocaba intermitente el claxon mentándolela madre al del carro pequeño. La actitud de este conductor erameramente pasiva: eludía, haciéndose aún más a su derecha,todos aquellos cerrones. Hasta que, de plano, el carro grandeembistió abiertamente al convertible. Ellos salieron hacia ReformaLomas y yo seguí”. A la altura de la Fuente de Petróleos -casiestaba por llegar a su casa el general- se produjo el últimocerrón. Velázquez frenó impidiéndole el paso Mariles. Quien yapara ese momento había perdido los estribos. El oficial depolicía Juárez Naranjo, que se había percatado del incidente, seacercó con la finalidad de detener cualquier tipo dealtercado.

No obstante, todo ocurrió rápido que cuando llegó a dondeestaban éstos, ya discutían acaloradamente. Luego, elgeneral Mariles regresó a su coche y sacó una pistola. Primerohubo un forcejeo y repentinamente se oyó la detonación de uncalibre .38, que había penetrado el vientre de Velázquez. Era lapistola del general Mariles que había vengado el honor de sudueño, porque a un militar no lo educan para dejarse mentar lamadre.

Entonces, al ver lo que había hecho, tanto Mariles como elpolicía Juárez Cruz subieron a Velázquez al convertible ycontrario a lo que podría pensarse de alguien que mata a sangrefría, el otrora campeón olímpico llevó al herido a la CruzRoja, donde permaneció hasta que, según los doctores que loatendían, aquel hombre estaba fuera de peligro. Luego de que sepresentaran los investigadores y se hicieran las diligencias, tantoel agente del Ministerio Público como los médicos queintervinieron a Velázquez Méndez hicieron constar que el heridose presentaba en estado etílico.

Y luego de tomar declaración a Velázquez Méndez, elministerio público redactó a la letra la declaración deVelázquez, el herido: -...que, sin recordar la hora, manejaba suautomóvil cuando tuvo una dificultad por un incidente detránsito, que esto molestó al general Mariles, quien sacó supistola y le dio un balazo; que no recuerda más ni recuerda enqué lugar sucedió el incidente. Mientras tanto, a Mariles elagente del Ministerio Público le pidió que le entregara supistola, tras lo cual designó al agente con la placa 3664 para quese encargara de custodiarlo.

Al poco tiempo se presentó el doctor Carlos Moreno, residentede la institución y quizás amigo personal o admirador delgeneral, quien dejó escapara a Humberto Mariles por la ventanade un baño. Cuando el agente encargado de custodiarlo se diocuenta del escape, como ya era de edad avanzada, sólo alcanzó adecir con fatalidad: “No es posible que se haya ido; me dio supalabra de honor”.

Se dice que el general Mariles aceptó la responsabilidad desus acciones, pero no estaba preparado para la infamia yargumentaba que actuó en legítima defensa. Por tal motivo,solicitó que lo representaran los abogados Adolfo Aguilar yQuevedo y Arturo Chaim.

Inmediatamente los defensores hicieron una exhaustiva y rápidainvestigación sobre Velázquez Méndez, ante lo cual obtuvieronbastante información en la que destacaban que Velázquez Méndezera una persona desordenada y de poca calidad moral; habíaprocreado varios hijos en uniones libres y con diversasmujeres. Con frecuencia se embriagaba, lo cual provocaba -como eldía de los hechos- una reacción de embriaguez patológica, con unintenso impulso querellante y agresivo.

Los defensores de Mariles lograron determinar que existieronincidentes similares a aquél en el que había resultado herido, yparticularmente destacaba uno en el cual el herido balaceó a otrosconductores en la carretera México-Puebla y estaba en libertadbajo fianza cuando se suscitaron los hechos.

Lamentablemente, Jesús Velázquez Méndez falleció ocho díasdespués del incidente... Cuando, al parecer, se encontraba yatotalmente fuera de peligro.

Los peritos que intervinieron, entonces, fueron los médicos yllegaron a una conclusión: (el contratista) murió porperitonitis generalizada y edema pulmonar, complicaciones de laherida de proyectil de arma de fuego penetrante de vientre ytórax.

La defensa se enfocó en una duda razonable ¿murió aconsecuencia de la herida provocada por el disparo o aconsecuencia de una inadecuada atención médica?

De acuerdo con los doctores Gilbon Maitret y Manuel MerinoAlcántara, peritos oficiales, dictaminaron que en la autopsiaencontraron “sólo una herida debidamente suturada, en la caraanterior del estómago, a pesar de que hubo lesiones en la regiónretroperitoneal y en el diafragma postrero-inferior, en la porciónfreno-gástrica. Todas ellas no fueron adecuadamente suturadas.

Descubrieron, además, que no había huellas de que hubiera sidoexplorada la retrocavidad de los epiplones y mucho menosdrenada”. Sin embargo, este dictamen fue duramente cuestionadopor otros médicos que intervinieron en las investigaciones: losdoctores Víctor Manuel Rojas Calvo, Luis Moreno Rosales yFrancisco Castilla Nájera coincidieron en que “no se exploróla retrocavidad de los epiplones, lo que provocó la infecciónperitoneal que, al generalizarse, produjo el edema pulmonar yéste, la muerte del contratista”.

Y finalmente, un último informe proporcionado por el doctorPedro Barajas dejó el asunto en la incertidumbre y a favor quizádel general Mariles: “...las lesiones que originalmentepresentaba el herido no necesariamente ponían en peligro suvida”.

Quizás no murió el maestro albañil o contratista Velázquez aconsecuencia del disparo sino por una mala atención médica,empero nadie en su sano juicio le mete plomo a otra persona sóloporque le mientan la madre, aunque como se dice por ahí, una balaes un pedacito de metal.

En la vida hay días sombríos. Para él,ahora, ya sólo habrá días sombríos.

Murió solo, triste y sin sus seres queridos alrededor.Sin un afecto al lado.

Al menos le quedó el consuelo de haber hecho algo, unavida pletórica.

Sus medallas le dieron el éxtasis de la pasióntriunfante.

Cada día que pasaba -desde que le disparó en el estómago a surival y escapó por aquella ventana de la Cruz Roja para evadir suresponsabilidad- Humberto Mariles se hundía en la nostalgia, latristeza de estar lejos de su familia, patria y de los éxitosdeportivos que algún día consiguió. Llevaba más de nueve mesesescondido en el pequeño condado de Hidalgo, en el estado de Texas,Estados Unidos, pero su exilio, más metafísico que geográfico,alejado de lo que más le daba sentido a su vida lo llevaron atomar una decisión determinante: la de regresar y saldar cuentascon la justicia mexicana.

Así que, el 13 de junio de 1965, justo el día de sucumpleaños, arribó a la Ciudad de México, se reunió con sufamilia en la residencia de su abogado Adolfo Aguilar y Quevedo,por los rumbos de las Lomas de Chapultepec, citó a los medios decomunicación e hizo público que se entregaría a la policía paraaclarar el percance donde baleó al señor Jesús VelázquezMéndez.

En la sala de aquel lujoso domicilio, Mariles Cortés extendiólos brazos y estrechó a sus cuatro hijos: Alicia, Vicky, Patriciay Humberto, después se acercó su esposa Alicia y le dio un besoen la mejilla, el llanto no se hizo esperar, sólo el padre defamilia logró contenerse, aunque en su rostro era obvio lo queestaba sintiendo. Habían pasado nueve meses sin verlos yabrazarlos. Justo en ese conmovedor momento, el fotorreportero deLA PRENSA Rodolfo Martínez capturó con su cámara aquella escenaque perduraría para la posteridad.

Pero la felicidad duró muy poco para la familia MarilesCortés, debido a que en pocos minutos llegó Melchor Cárdenas, eldirector de la Policía Judicial y su mano derecha, el agenteHéctor Martínez Cabañas, quienes entraron para llevarse almedallista olímpico. Mariles caminó hacia Cárdenas y lo saludóamablemente: “Lástima que después de tanto tiempo tengas queverme así; no esperaba que nos encontráramos en esta situación.Tú sabes que te aprecio como lo hacían don Manuel Ávila Camachoy el licenciado Miguel Alemán”. El director de la Judicial tuvouna frase consoladora para su conocido: “Señor general, lo quele ha ocurrido es accidental. Son percances que les alcanzan atodas las personas. Es mejor resolver cuanto antes y en la mejorforma estas cosas”.

Como doña Licha y sus cuatro hijos no paraban de llorar,Mariles los consoló: “No lloren, deben estar satisfechas por laacción de su padre, que es hombre, pues es mejor esto, a seguir enla forma en que andaba. Esto es producto de un accidente; lo quevenga ya se resolverá en el Juzgado”.

Entonces el exmilitar señaló que estaba listo, y junto a losagentes Melchor Cárdenas, Héctor Martínez, así como susabogados Adolfo Aguilar y Quevedo y Herminio Ahumada abordaron unacamioneta que los condujo a las instalaciones de la PolicíaJudicial, donde quedó a disposición.

Al día siguiente, Mariles Cortés fue trasladado a laDirección General de Investigaciones, donde fue sometido a unextenso interrogatorio por parte del agente del ministerioPúblico, el licenciado Heriberto Prado Reséndiz; los abogadosFernando Ortiz de la Peña y Antonio Villada Morales, directorgeneral y director de control de procesos de la mencionadacorporación. El exmilitar en todo momento sostuvo que actuó endefensa propia y que proporcionó todos los recursos necesariospara que su rival, el señor Jesús Velázquez recibiera laatención médica necesaria. También, señaló que el día de loshechos dos policías lo acompañaron hasta la Cruz Roja y enningún momento le hicieron saber que estaba detenido o que teníaque acudir al Ministerio Público para deslindar algunaresponsabilidad; además de que se tuvo que retirar porque teníaun compromiso muy importante que atender, ya que se le habíaasignado para recibir a un grupo de caballistas venezolanos quellegarían a la Ciudad de México.

Mariles declaró, que, incluso, después de 20 minutos deiniciada la operación para extraerle la bala al señor JesúsVelázquez, un médico le comentó que no se preocupara, todo ibamuy bien y que no habría ninguna complicación; esto, más larecomendación de su abogado Adolfo Aguilar y Quevedo, que se fueraa su casa o a atender su compromiso, ya que el asunto no era gravey que había actuado en defensa propia, lo llevaron a irse delhospital, pero dejó muy claro, que no lo hizo escapando por laventana de un baño como se decía, sino por la puerta delnosocomio, a pesar de que tres testigos lo vieron brincar laventana.

Asimismo, el interrogatorio terminó con la intervención de losabogados de Mariles, quienes acusaron a Velázquez de ser unapersona violenta, provocadora de pleitos y no un modesto albañil,como lo demostraba el automóvil que poseía y la fianza de 40 milpesos que pagó, cuando baleó a un taxista de nombre EnriqueGálvez años atrás.

Por la tarde, Humberto Mariles fue ingresado a la PrisiónPreventiva de Lecumberri, donde se le fichó con el número 4,359,le fueron tomadas las fotos de rigor y se le asignó su celda en lacrujía B.

8 EN EL DESAMPARO 

Por otra parte, el reportero de LA PRENSA Jorge Herrera, se dioa la tarea de entrevistar a la viuda de Jesús Velázquez, laseñora Guadalupe Reyes para saber si había recibido alguna ayudapor parte del señor Mariles o de su familia. En dichaconversación dijo: “No sé si la señora Mariles sienta feo portodo lo ocurrido, pero como sea, ella sabía que su esposo iba aregresar en la forma que fuera, yo sabía que el mío no iba avolver. Yo perdí a mi esposo, al padre de mis hijos parasiempre”, señaló frente al mostrador de su modesta tienditallamada Los Dos Arbolitos, mientras cargaba al más pequeño de susocho hijos, el resto también se encontraban a su alrededor.

Cuando el reportero le preguntó si había recibido ayuda porparte de la familia del señor Mariles, Guadalupe contestó que unmes antes, una de las hijas del exmilitar, le entregó 200 pesos enefectivo y 500 pesos en mercancía para surtir su miscelánea,además de 5 mil pesos que el Departamento del Distrito Federal leproporcionó, era lo único que había recibido desde la muerte desu esposo. Pero lo que más le preocupaba, era poder ofrecerleseducación a sus hijos, ya que ella sola no iba a poder costear losgastos de todos.

Después de varios días en los que se realizó el desahogo depruebas por ambas partes: acusadora y defensora, el sábado 19 dejunio de 1965, ante la presencia de varios testigos, el secretariodel juzgado, el licenciado José Castillo Silva y el ministeriopúblico Enrique Soto y Paz, la señorita mecanógrafa NievesTorres de García leyó el siguiente documento: “Se decreta laformal prisión contra el señor Humberto Mariles Cortés, comoresponsable del delito de homicidio simple intencional, perpetradoen la persona del señor Jesús Velázquez Méndez, en lascircunstancias externas de ejecución de lugar y tiempo, por cuyodelito ha ejercido acción penal el Ministerio Público en sucontra”. Meses más adelante, fue condenado a 10 años deprisión por el delito mencionado; así, la existencia de quienfuera un laureado jinete olímpico, se tornó aún másdesdichada.

Sin embargo, el exgeneral y sus abogados metieron un amparo alTribunal Supremo de Justicia con el cual logró obtener su libertad7 años después de reclusión. Así, en julio de 1971, HumbertoMariles salió de la Penitenciaría de Lecumberri y hasta logrócolocarse en el gobierno del Presidente Luis Echeverría Álvarez,como funcionario del Consejo Nacional de Turismo.

En noviembre del 72, el gobierno federal le solicitó viajar aParís para que se encargara de la supuesta compra de unoscaballos, esta situación molestó a Mariles, debido a que por esosdías, su hija mayor Alicia iba a contraer matrimonio. No obstante,el exgeneral cumplió con su deber y abordó un avión hacia lacapital francesa el 23 de noviembre.

En París, Humberto Mariles se reunió en un restaurante con elembajador Silvio Zavala y con otro sujeto llamado Max Rivera, conquien se hospedó en un hotel de la Villa George Sand, muy cercadel Río Sena. En ese lugar, le fueron entregadas dos maletas que,supuestamente, contenía la documentación necesaria para la comprade una flotilla de caballos. Pero en realidad, las maletascontenían 60 kilos de heroína, por lo cual, la noche del 25 denoviembre, Mariles y el señor Max Rivera fueron detenidos en suhabitación por la Policía francesa.

Los medios de comunicación franceses difundieron lainformación que se conoció por todo el mundo: “El generalmexicano retirado Humberto Mariles Cortés, campeón olímpico deequitación en 1948, fue arrestado en París con 60 kilos deheroína pura que debía introducir en México, para su posteriordistribución en Estados Unidos y los cuales, tendrían un valor de15 millones de dólares”.

Recluido en la prisión de La Santé, Mariles sólo recibió lasvisitas del canciller Emilio O Rabasa, del embajador Silvio Zavala,de la cónsul Teresa Suárez y de su abogado Roger Blateau, peronunca recibió el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores,ni de la Secretaría de la Defensa Nacional, ni mucho menos delConsejo Nacional de Turismo para el cual trabajaba.

Cuando su abogado Roger Blateau hacía todos los esfuerzos porreunir las pruebas suficientes que probaran su inocencia, lamadrugada del 6 de diciembre de 1972, el embajador Silvio Zavalarecibió una llamada telefónica del director de la prisiónmunicipal de La Santé, París: “Señor embajador, lamentoinformarle que su compatriota el exgeneral Humberto MarilesCortés, acusado de narcotráfico, ha sido encontrado muerto en elinterior de su celda”. Aquel día, el acusado ya no tuvo laoportunidad de presentar su declaración en el Palacio de Justicia,la cual estaba prevista para las diez de la mañana.

Aunque los restos de Humberto Mariles fueron sometidos a laautopsia y a un análisis toxicológico, su fallecimiento fue unverdadero misterio, ya que las causas quedaron indeterminadas. Porun lado, el Instituto Médico Legal de París señaló que eldetenido había muerto por un edema pulmonar, sin embargo, sufamilia afirmaba que había sido envenenado, ya que Mariles muriópoco después de que comiera el desayuno y unas horas antes decomparecer ante las autoridades. Indicaron que a su padre lehabían “puesto un cuatro”, pues él no tenía nada que ver connarcotraficantes.

Su hijo Humberto Mariles Valdés viajó a París para reclamarel cuerpo de su padre, a quien sepultaron días después en laCiudad de México.

En el desamparo quedaron doña Guadalupe Reyes y sus 8 hijos, acausa de la soberbia del excaballista, quien privó de la vida almodesto Gerardo Velázquez Méndez

Jinete de leyenda en caballo deoro 

Carlos Álvarez 

El general fue, de todos los ganadores olímpicos, el único quesupo malograr la fama; la gloria obtenida montando a “Arete” seesfumó tras su infame asesinato.

I

Los periódicos de antaño son imágenes que postulan elrecuerdo de una historia, de una tragedia o deun problema. La que ahora quiero contar es acaso muyespecífica y será también para los nuevos lectores, porquemuchos de quienes la conocieron hace casi más medio siglo ahoraquizás han muerto.

Empezar a medias y con la palabra problema es tal vez sólofortuito; otros son los que cometen los crímenes y yo sóloafronto la muerte a través de estas páginas.

En las crónicas policiacas, el nombre deHumberto Mariles está escrito con tinta negra y memoria desangre. Por otra parte, la historia del auge y fracaso del generalestriba en la delgada línea del honor y lo opuesto, la inquina, lainiquidad, el oprobio. Mariles fue prototipo de buen soldado,excelente deportista, amoroso padre, respetable y admiradociudadano.

Y, no obstante, bastó una nimiedad para sacar lo peor de sí,la mansedumbre aquietada mucho tiempo a causa del reconocimiento yluego la posteridad -que ingenuamente se fue apiadando de él- locarcomió, porque él siempre gustó de la fama.

II

En este país debería existir un monumento a un caballo que legranjeó a México dos medallas de oro en una Olimpiada. Se llamó“Arete” y dicen que era un cuaco al que sus defectoscongénitos impedirían coronarse; sin embargo, su jinete lo hizorendir, en una hazaña muy difícil, porque el animal no teníaprofundidad de campo, ya que era tuerto. También dicen que no eraun caballo sino una yegua, pero eso es otro asunto.

Hay quien afirma que la vida es cíclica y que durante éstapueden repetirse una serie de eventos fatuos o fortuitos. Tambiénhay quien afirma que la vida comienza y luego, ininterrumpidamente,se sucede sin que haya un momento similar hasta el día ulteriorque sucede a la agonía.

Pero lo que pasó, por una parte, con Humberto Mariles y“Arete”; y por otra, con el general ante un duelo de pistolascon un hombre vil, pero que estaba desarmado, es digno demención.

III

Agosto 14 es la fecha en dos años diametralmente lejanos. Elprimero dio inicio a la buenaventura, en 1948 en Londres,donde Mariles y “Arete” ganaron las dos primeras medallasáureas para los mexicanos, tres en total. El segundo, en 1964,cuando dio muerte a un hombre desarmado por una nimiedad.

Dos oros y un bronce ganó Humberto montando a su caballo“Arete”. En ese entonces Mariles todavía era coronel delEjército Mexicano y llevaba alrededor de 12 preparando al equipode jinetes mexicanos para competir en una justa olímpica, ya quedesafortunadamente había visto esfumarse dos ciclos a causa de laSegunda Guerra Mundial.

A tal grado llegó para Mariles y “Arete elreconocimiento” que traspasó la frontera del tiempo que se lecompuso un danzón: “El Arete de Mariles”, que interpretaradurante muchas jornadas el grupo cubano Acerina y su Danzonera,allá en los míticos salones de baile de aquella época.

Aunque para lograr la gran hazaña tuvo que contradecir lasórdenes del mismo Presidente Miguel Alemán, quien previo a lapartida del equipo mexicano de equitación, llamó a Mariles parainformarle que no podrían asistir ni a la gira previa ni a lajusta olímpica, debido a que de acuerdo con la opinión del jefedel Ejecutivo “no se puede ganar”; y no se podía ganarsupuestamente con un caballo tuerto.

Gran disgusto causo al teniente coronel -en ese entonces-; sinembargo, decidido emprendió el viaje. Sabido esque Mariles tenía cercanía con el expresidente Ávila Camacho,era camachista, por lo cual pide la intervención de éste, perolas esperanzas se antojan imposibles.

Y contra todo pronóstico y sin esperar la respuesta respecto ala intercesión del expresidente con Alemán, Humberto decidióirse con “Arete” y con todo el equipo.

Al llegar a Roma en una parada previa a su llegada aLondres, Mariles es requerido por el entonces embajador AntonioArmendáriz, quien le pide que olvide su empresa y que mejorregrese a México, pues había una aprehensión en su contrausted. Los cargos: desacato a la autoridad, peculado, deserción,entre otros asuntos.

Mariles, poniendo énfasis en sus palabras y detrás de unasonrisa le dijo que su destino era estar ahí para llenarse degloria. Así que no regresaría. Después de todo, el perdónpresidencial sería muy probable si regresaban cubiertos con laspreseas añoradas.

Y, efectivamente, conforme se fueron dando los triunfos durantela gira y luego en la competición londinense, la molestia delMandatario se redujo. Quizá esbozó una sonrisa, pero no olvidóla afrenta del desacato. Y Mariles junto con “Arete” y todoel equipo de equitación mexicano regresarían para ser recibidoscon honores y vivir durante largo tiempo en la admiración delpueblo.

IV

Y como en aquel glorioso día, igualmente fue un 14 de agosto,pero 16 años después, cuando la vida de Mariles transitaba porel sendero donde su destino se bifurcó. Ese día fue invitado alas instalaciones del diario “La Afición”, ya que en 1964inauguró sus rotativas.

Con gran placer acudió Mariles a la fiesta, pero una vezconcluido el evento, abordó el Chevrolet rojo convertible de suhija Virginia y emprendió el retorno a casa. Sin embargo, en elcamino se produjo el incide de tránsito que cambiaría su vida ylo que hasta entonces había sido el Olimpo, ahora setransformaría en el Hades. De acuerdo con las versiones másdifundidas de la época, al circular por Periférico tuvo unaltercado con otro automovilista.

Ambos iban en la misma dirección, y en un momentodado, Mariles despotricó contra contratista -algunas fuentesindican que se trataba de un maestro albañil- Jesús VelázquezMéndez, quien conducía Chevrolet último modelo.

De acuerdo con Roberto Macías Naranjo, testigo de lo ocurrido:“El conductor del vehículo sedán iba en carril de altavelocidad en el Periférico, haciendo señas, moviendo la mano enactitud grosera; insultando al conductor del convertible. Másadelante, el hombre del sedán se cerró hacia su derecha acosandoal del convertible, quien redujo la velocidad. Posteriormente, elsedán pasó al carril central y siguió cerrándose sobre elconvertible. El tripulante del coche grande, además de las señasque hacía con el brazo, tocaba intermitente el claxon mentándolela madre al del carro pequeño. La actitud de este conductor erameramente pasiva: eludía, haciéndose aún más a su derecha,todos aquellos cerrones. Hasta que, de plano, el carro grandeembistió abiertamente al convertible. Ellos salieron hacia ReformaLomas y yo seguí”. A la altura de la Fuente de Petróleos -casiestaba por llegar a su casa el general- se produjo el últimocerrón. Velázquez frenó impidiéndole el paso Mariles. Quien yapara ese momento había perdido los estribos. El oficial depolicía Juárez Naranjo, que se había percatado del incidente, seacercó con la finalidad de detener cualquier tipo dealtercado.

No obstante, todo ocurrió rápido que cuando llegó a dondeestaban éstos, ya discutían acaloradamente. Luego, elgeneral Mariles regresó a su coche y sacó una pistola. Primerohubo un forcejeo y repentinamente se oyó la detonación de uncalibre .38, que había penetrado el vientre de Velázquez. Era lapistola del general Mariles que había vengado el honor de sudueño, porque a un militar no lo educan para dejarse mentar lamadre.

Entonces, al ver lo que había hecho, tanto Mariles como elpolicía Juárez Cruz subieron a Velázquez al convertible ycontrario a lo que podría pensarse de alguien que mata a sangrefría, el otrora campeón olímpico llevó al herido a la CruzRoja, donde permaneció hasta que, según los doctores que loatendían, aquel hombre estaba fuera de peligro. Luego de que sepresentaran los investigadores y se hicieran las diligencias, tantoel agente del Ministerio Público como los médicos queintervinieron a Velázquez Méndez hicieron constar que el heridose presentaba en estado etílico.

Y luego de tomar declaración a Velázquez Méndez, elministerio público redactó a la letra la declaración deVelázquez, el herido: -...que, sin recordar la hora, manejaba suautomóvil cuando tuvo una dificultad por un incidente detránsito, que esto molestó al general Mariles, quien sacó supistola y le dio un balazo; que no recuerda más ni recuerda enqué lugar sucedió el incidente. Mientras tanto, a Mariles elagente del Ministerio Público le pidió que le entregara supistola, tras lo cual designó al agente con la placa 3664 para quese encargara de custodiarlo.

Al poco tiempo se presentó el doctor Carlos Moreno, residentede la institución y quizás amigo personal o admirador delgeneral, quien dejó escapara a Humberto Mariles por la ventanade un baño. Cuando el agente encargado de custodiarlo se diocuenta del escape, como ya era de edad avanzada, sólo alcanzó adecir con fatalidad: “No es posible que se haya ido; me dio supalabra de honor”.

Se dice que el general Mariles aceptó la responsabilidad desus acciones, pero no estaba preparado para la infamia yargumentaba que actuó en legítima defensa. Por tal motivo,solicitó que lo representaran los abogados Adolfo Aguilar yQuevedo y Arturo Chaim.

Inmediatamente los defensores hicieron una exhaustiva y rápidainvestigación sobre Velázquez Méndez, ante lo cual obtuvieronbastante información en la que destacaban que Velázquez Méndezera una persona desordenada y de poca calidad moral; habíaprocreado varios hijos en uniones libres y con diversasmujeres. Con frecuencia se embriagaba, lo cual provocaba -como eldía de los hechos- una reacción de embriaguez patológica, con unintenso impulso querellante y agresivo.

Los defensores de Mariles lograron determinar que existieronincidentes similares a aquél en el que había resultado herido, yparticularmente destacaba uno en el cual el herido balaceó a otrosconductores en la carretera México-Puebla y estaba en libertadbajo fianza cuando se suscitaron los hechos.

Lamentablemente, Jesús Velázquez Méndez falleció ocho díasdespués del incidente... Cuando, al parecer, se encontraba yatotalmente fuera de peligro.

Los peritos que intervinieron, entonces, fueron los médicos yllegaron a una conclusión: (el contratista) murió porperitonitis generalizada y edema pulmonar, complicaciones de laherida de proyectil de arma de fuego penetrante de vientre ytórax.

La defensa se enfocó en una duda razonable ¿murió aconsecuencia de la herida provocada por el disparo o aconsecuencia de una inadecuada atención médica?

De acuerdo con los doctores Gilbon Maitret y Manuel MerinoAlcántara, peritos oficiales, dictaminaron que en la autopsiaencontraron “sólo una herida debidamente suturada, en la caraanterior del estómago, a pesar de que hubo lesiones en la regiónretroperitoneal y en el diafragma postrero-inferior, en la porciónfreno-gástrica. Todas ellas no fueron adecuadamente suturadas.

Descubrieron, además, que no había huellas de que hubiera sidoexplorada la retrocavidad de los epiplones y mucho menosdrenada”. Sin embargo, este dictamen fue duramente cuestionadopor otros médicos que intervinieron en las investigaciones: losdoctores Víctor Manuel Rojas Calvo, Luis Moreno Rosales yFrancisco Castilla Nájera coincidieron en que “no se exploróla retrocavidad de los epiplones, lo que provocó la infecciónperitoneal que, al generalizarse, produjo el edema pulmonar yéste, la muerte del contratista”.

Y finalmente, un último informe proporcionado por el doctorPedro Barajas dejó el asunto en la incertidumbre y a favor quizádel general Mariles: “...las lesiones que originalmentepresentaba el herido no necesariamente ponían en peligro suvida”.

Quizás no murió el maestro albañil o contratista Velázquez aconsecuencia del disparo sino por una mala atención médica,empero nadie en su sano juicio le mete plomo a otra persona sóloporque le mientan la madre, aunque como se dice por ahí, una balaes un pedacito de metal.

En la vida hay días sombríos. Para él,ahora, ya sólo habrá días sombríos.

Murió solo, triste y sin sus seres queridos alrededor.Sin un afecto al lado.

Al menos le quedó el consuelo de haber hecho algo, unavida pletórica.

Sus medallas le dieron el éxtasis de la pasióntriunfante.

Cada día que pasaba -desde que le disparó en el estómago a surival y escapó por aquella ventana de la Cruz Roja para evadir suresponsabilidad- Humberto Mariles se hundía en la nostalgia, latristeza de estar lejos de su familia, patria y de los éxitosdeportivos que algún día consiguió. Llevaba más de nueve mesesescondido en el pequeño condado de Hidalgo, en el estado de Texas,Estados Unidos, pero su exilio, más metafísico que geográfico,alejado de lo que más le daba sentido a su vida lo llevaron atomar una decisión determinante: la de regresar y saldar cuentascon la justicia mexicana.

Así que, el 13 de junio de 1965, justo el día de sucumpleaños, arribó a la Ciudad de México, se reunió con sufamilia en la residencia de su abogado Adolfo Aguilar y Quevedo,por los rumbos de las Lomas de Chapultepec, citó a los medios decomunicación e hizo público que se entregaría a la policía paraaclarar el percance donde baleó al señor Jesús VelázquezMéndez.

En la sala de aquel lujoso domicilio, Mariles Cortés extendiólos brazos y estrechó a sus cuatro hijos: Alicia, Vicky, Patriciay Humberto, después se acercó su esposa Alicia y le dio un besoen la mejilla, el llanto no se hizo esperar, sólo el padre defamilia logró contenerse, aunque en su rostro era obvio lo queestaba sintiendo. Habían pasado nueve meses sin verlos yabrazarlos. Justo en ese conmovedor momento, el fotorreportero deLA PRENSA Rodolfo Martínez capturó con su cámara aquella escenaque perduraría para la posteridad.

Pero la felicidad duró muy poco para la familia MarilesCortés, debido a que en pocos minutos llegó Melchor Cárdenas, eldirector de la Policía Judicial y su mano derecha, el agenteHéctor Martínez Cabañas, quienes entraron para llevarse almedallista olímpico. Mariles caminó hacia Cárdenas y lo saludóamablemente: “Lástima que después de tanto tiempo tengas queverme así; no esperaba que nos encontráramos en esta situación.Tú sabes que te aprecio como lo hacían don Manuel Ávila Camachoy el licenciado Miguel Alemán”. El director de la Judicial tuvouna frase consoladora para su conocido: “Señor general, lo quele ha ocurrido es accidental. Son percances que les alcanzan atodas las personas. Es mejor resolver cuanto antes y en la mejorforma estas cosas”.

Como doña Licha y sus cuatro hijos no paraban de llorar,Mariles los consoló: “No lloren, deben estar satisfechas por laacción de su padre, que es hombre, pues es mejor esto, a seguir enla forma en que andaba. Esto es producto de un accidente; lo quevenga ya se resolverá en el Juzgado”.

Entonces el exmilitar señaló que estaba listo, y junto a losagentes Melchor Cárdenas, Héctor Martínez, así como susabogados Adolfo Aguilar y Quevedo y Herminio Ahumada abordaron unacamioneta que los condujo a las instalaciones de la PolicíaJudicial, donde quedó a disposición.

Al día siguiente, Mariles Cortés fue trasladado a laDirección General de Investigaciones, donde fue sometido a unextenso interrogatorio por parte del agente del ministerioPúblico, el licenciado Heriberto Prado Reséndiz; los abogadosFernando Ortiz de la Peña y Antonio Villada Morales, directorgeneral y director de control de procesos de la mencionadacorporación. El exmilitar en todo momento sostuvo que actuó endefensa propia y que proporcionó todos los recursos necesariospara que su rival, el señor Jesús Velázquez recibiera laatención médica necesaria. También, señaló que el día de loshechos dos policías lo acompañaron hasta la Cruz Roja y enningún momento le hicieron saber que estaba detenido o que teníaque acudir al Ministerio Público para deslindar algunaresponsabilidad; además de que se tuvo que retirar porque teníaun compromiso muy importante que atender, ya que se le habíaasignado para recibir a un grupo de caballistas venezolanos quellegarían a la Ciudad de México.

Mariles declaró, que, incluso, después de 20 minutos deiniciada la operación para extraerle la bala al señor JesúsVelázquez, un médico le comentó que no se preocupara, todo ibamuy bien y que no habría ninguna complicación; esto, más larecomendación de su abogado Adolfo Aguilar y Quevedo, que se fueraa su casa o a atender su compromiso, ya que el asunto no era gravey que había actuado en defensa propia, lo llevaron a irse delhospital, pero dejó muy claro, que no lo hizo escapando por laventana de un baño como se decía, sino por la puerta delnosocomio, a pesar de que tres testigos lo vieron brincar laventana.

Asimismo, el interrogatorio terminó con la intervención de losabogados de Mariles, quienes acusaron a Velázquez de ser unapersona violenta, provocadora de pleitos y no un modesto albañil,como lo demostraba el automóvil que poseía y la fianza de 40 milpesos que pagó, cuando baleó a un taxista de nombre EnriqueGálvez años atrás.

Por la tarde, Humberto Mariles fue ingresado a la PrisiónPreventiva de Lecumberri, donde se le fichó con el número 4,359,le fueron tomadas las fotos de rigor y se le asignó su celda en lacrujía B.

8 EN EL DESAMPARO 

Por otra parte, el reportero de LA PRENSA Jorge Herrera, se dioa la tarea de entrevistar a la viuda de Jesús Velázquez, laseñora Guadalupe Reyes para saber si había recibido alguna ayudapor parte del señor Mariles o de su familia. En dichaconversación dijo: “No sé si la señora Mariles sienta feo portodo lo ocurrido, pero como sea, ella sabía que su esposo iba aregresar en la forma que fuera, yo sabía que el mío no iba avolver. Yo perdí a mi esposo, al padre de mis hijos parasiempre”, señaló frente al mostrador de su modesta tienditallamada Los Dos Arbolitos, mientras cargaba al más pequeño de susocho hijos, el resto también se encontraban a su alrededor.

Cuando el reportero le preguntó si había recibido ayuda porparte de la familia del señor Mariles, Guadalupe contestó que unmes antes, una de las hijas del exmilitar, le entregó 200 pesos enefectivo y 500 pesos en mercancía para surtir su miscelánea,además de 5 mil pesos que el Departamento del Distrito Federal leproporcionó, era lo único que había recibido desde la muerte desu esposo. Pero lo que más le preocupaba, era poder ofrecerleseducación a sus hijos, ya que ella sola no iba a poder costear losgastos de todos.

Después de varios días en los que se realizó el desahogo depruebas por ambas partes: acusadora y defensora, el sábado 19 dejunio de 1965, ante la presencia de varios testigos, el secretariodel juzgado, el licenciado José Castillo Silva y el ministeriopúblico Enrique Soto y Paz, la señorita mecanógrafa NievesTorres de García leyó el siguiente documento: “Se decreta laformal prisión contra el señor Humberto Mariles Cortés, comoresponsable del delito de homicidio simple intencional, perpetradoen la persona del señor Jesús Velázquez Méndez, en lascircunstancias externas de ejecución de lugar y tiempo, por cuyodelito ha ejercido acción penal el Ministerio Público en sucontra”. Meses más adelante, fue condenado a 10 años deprisión por el delito mencionado; así, la existencia de quienfuera un laureado jinete olímpico, se tornó aún másdesdichada.

Sin embargo, el exgeneral y sus abogados metieron un amparo alTribunal Supremo de Justicia con el cual logró obtener su libertad7 años después de reclusión. Así, en julio de 1971, HumbertoMariles salió de la Penitenciaría de Lecumberri y hasta logrócolocarse en el gobierno del Presidente Luis Echeverría Álvarez,como funcionario del Consejo Nacional de Turismo.

En noviembre del 72, el gobierno federal le solicitó viajar aParís para que se encargara de la supuesta compra de unoscaballos, esta situación molestó a Mariles, debido a que por esosdías, su hija mayor Alicia iba a contraer matrimonio. No obstante,el exgeneral cumplió con su deber y abordó un avión hacia lacapital francesa el 23 de noviembre.

En París, Humberto Mariles se reunió en un restaurante con elembajador Silvio Zavala y con otro sujeto llamado Max Rivera, conquien se hospedó en un hotel de la Villa George Sand, muy cercadel Río Sena. En ese lugar, le fueron entregadas dos maletas que,supuestamente, contenía la documentación necesaria para la comprade una flotilla de caballos. Pero en realidad, las maletascontenían 60 kilos de heroína, por lo cual, la noche del 25 denoviembre, Mariles y el señor Max Rivera fueron detenidos en suhabitación por la Policía francesa.

Los medios de comunicación franceses difundieron lainformación que se conoció por todo el mundo: “El generalmexicano retirado Humberto Mariles Cortés, campeón olímpico deequitación en 1948, fue arrestado en París con 60 kilos deheroína pura que debía introducir en México, para su posteriordistribución en Estados Unidos y los cuales, tendrían un valor de15 millones de dólares”.

Recluido en la prisión de La Santé, Mariles sólo recibió lasvisitas del canciller Emilio O Rabasa, del embajador Silvio Zavala,de la cónsul Teresa Suárez y de su abogado Roger Blateau, peronunca recibió el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores,ni de la Secretaría de la Defensa Nacional, ni mucho menos delConsejo Nacional de Turismo para el cual trabajaba.

Cuando su abogado Roger Blateau hacía todos los esfuerzos porreunir las pruebas suficientes que probaran su inocencia, lamadrugada del 6 de diciembre de 1972, el embajador Silvio Zavalarecibió una llamada telefónica del director de la prisiónmunicipal de La Santé, París: “Señor embajador, lamentoinformarle que su compatriota el exgeneral Humberto MarilesCortés, acusado de narcotráfico, ha sido encontrado muerto en elinterior de su celda”. Aquel día, el acusado ya no tuvo laoportunidad de presentar su declaración en el Palacio de Justicia,la cual estaba prevista para las diez de la mañana.

Aunque los restos de Humberto Mariles fueron sometidos a laautopsia y a un análisis toxicológico, su fallecimiento fue unverdadero misterio, ya que las causas quedaron indeterminadas. Porun lado, el Instituto Médico Legal de París señaló que eldetenido había muerto por un edema pulmonar, sin embargo, sufamilia afirmaba que había sido envenenado, ya que Mariles muriópoco después de que comiera el desayuno y unas horas antes decomparecer ante las autoridades. Indicaron que a su padre lehabían “puesto un cuatro”, pues él no tenía nada que ver connarcotraficantes.

Su hijo Humberto Mariles Valdés viajó a París para reclamarel cuerpo de su padre, a quien sepultaron días después en laCiudad de México.

En el desamparo quedaron doña Guadalupe Reyes y sus 8 hijos, acausa de la soberbia del excaballista, quien privó de la vida almodesto Gerardo Velázquez Méndez

Policiaca

Balean y matan a dos elementos de la Guardia Nacional por percance vial, en Azcapo

Durante la agresión armada un agente más fue alcanzado por las balas, pero logró sobrevivir y fue ingresado de emergencia a un hospital de la zona

Policiaca

Atoran a tres de “Los Arroyo”, dedicados a la falsificación de billetes en GAM

Droga, material para falsificar monedas y tres detenidos, fue el saldo que dejó un cateo en la colonia CTM Atzacoalco

Policiaca

Rescatan con vida a usuaria del Metro en vías de la estación Chabacano

La mujer se habría arrojado a la zona de vías al paso del convoy en la Línea 9 del Servicio de Transporte Colectivo