/ miércoles 18 de julio de 2018

¡DE HÉROE... A MÁRTIR!

Un día en la vida Esto ya nadie me loquita: voy a llegar, aunque las fuerzas me abrumen ya con que seacaban aunque traiga el alma melancólica. Aquí empezaré, dondetermino: siempre habrá otra vez, y cantaremos lo que no creíamosque era nunca. Rubén Bonifaz Nuño CarlosÁlvarez Aquel 23 de marzo, muy temprano, en compañíadel general Domiro García Reyes, Colosio acudió a la cita quetenía con el deportista Ivar Sisniega, para correr -como era sucostumbre-, los cuatro kilómetros rigurosos de cada día. Domiroreportó aquella mañana “sin novedad”. Al compromiso tambiénacudió su médico personal, Guillermo Castorena, quien no seolvidaba de cronometrar los recorridos; también lo acompañaba elperiodista Federico Arreola, a quien el candidato consideraba comoun amigo. Pero ese día, debido a la agenda tan apretada queincluía varios compromisos, entre ellos la visita a una estaciónde radio y más tarde la cita en Lomas Taurinas, se vieronobligados a abreviar el recorrido. La intención consistía enprepararse para la jornada atípica, después regresar al HotelEjecutivo de Sinaloa, donde García Reyes daría instrucciones paraque Arreola y Castorena viajaran en otro vuelo. Su primera paradaimportante la tuvo el candidato en la radiodifusora XECQ deCuliacán, en el programa “Sin quitarle ni ponerle”. Ya con laseguridad de la experiencia detrás del micrófono, Colosio hizoeco de lo que memorablemente había conmovido y conmocionado en sudiscurso del no tan lejano 6 de marzo, en el Monumento a laRevolución, aquél llamado de alerta para frenar el aparato delpoder, la corrupción, el narco y el crimen organizado. Al concluirla emisión de radio, pronto se dirigió a la capitalsudcaliforniana, donde brindó un discurso ecuánime que hablabasobre mantener la estabilidad económica. Su estancia en BajaCalifornia Sur se prolongó al menos cuatro horas. De allí setrasladó a Tijuana, donde ya lo esperaba la muerte. En la ciudadfronteriza tenía programado un acto para su campaña, queiniciaría a las 15:50 horas, en Lomas Taurinas. Y al término deéste se encontraría con su esposa. En el trayecto de La Paz aTijuana, Colosio tuvo una conversación con Ramiro Pineda, quien lenotificó que Camacho Solís había sido descartado de lasaspiraciones presidenciales. Subrepticiamente le vino a la memoriael día del “destape” y la llamada telefónica que sostuvo conManuel, a quien preguntó si no habría de felicitarlo. Camacho semostró displicente y le respondió que sólo tendría algo quedecirle después de que hablara con Salinas de Gortari. Tambiénrecordó las dificultades, los golpes y las interferencias cuandofue elegido para suceder a Salinas en la presidencia. Luego, elposible relevo de candidato, por el Comisionado para la Paz enChiapas, Camacho Solís, quien incluso llegó a opacar a Colosiopor sus logros con el EZLN; y, finalmente, el nombramiento deErnesto Zedillo como coordinador de campaña y virtual sustituto encaso de que “algo pasara…”. Al escuchar el anuncio de que elavión estaba a punto de aterrizar -con un retraso de 20 minutos-,Colosio se incorporó en el instante presente. Ya cerca de suúltimo aliento, pero todavía lejos de su ulterior destino, lorecibió una multitud imprevista. Una camioneta tipo Blazer colorazul lo esperaba para llevarlo del aeropuerto a la Colonia LomasTaurinas. A la distancia se podían observar las mantas de apoyo ybienvenida y la mano del candidato saludando a la turba. Por unavía de polvo, donde una rampa de concreto en declive recibe a losvisitantes, se observaba la calle Mimihuapan. La camioneta avanzóy el viento esparció el polvo que se levantó como borrando elcamino de los que venían, como para no dejarlos ir… Ya el tiempoestaba en contra. Colosio observó que todo allí era de polvo; lascalles dotadas de una anarquía inusitada, regadas como porcapricho. Una semana antes, el equipo de seguridad recorrió lacolonia -que más bien parecía una ratonera-, en caso decontingencia, porque sólo había una salida. El equipo encargadode realizar las diligencias fue el llamado Grupo Tucán, querecibió sus órdenes, supuestamente para evitar que algo lesucediera, pero en realidad se cree que fue el que llevó a cabo elplan para asesinarlo, en lo que se conoció como la “OperaciónTucán”. Colosio enfrentó un último obstáculo antes de llegaral templete, a lo que sería su cita aplazada con la muerte. Ya nopodía avanzar en la Blazer. Así que decidió descender y recorrerel último trayecto a pie. Apretujado por la muchedumbre, quizáColosio creyó que ya no era el mismo de hacía un par de meses,quizá comenzó a darse cuenta de quién sería para siempre.Porque quizá lo intuía, como se los confesó a sus amigos y a suesposa días antes del magnicidio, les había dicho: “Mi vidaestá en peligro”. Sin embargo, a pesar de todo, el candidato nodejó de sonreír y saludar a los simpatizantes. Aunque detrás deél una mano con un arma se preparaba, esperando el momentopropicio para abrirse paso entre el gentío y concluir lentamenteel instante que se diluía en una tarde calurosa llena depolvo.

Funerales de un hombre grande

Fue un día aciago. La mañana, aunque era clara lucía triste.Le habían metido una bala, no al candidato sino al mismo puebloque creyó tímidamente en un posible cambio. Meras suposiciones.Si la historia tiene un lugar para la infamia, ésta, la delasesinato impuro de Colosio es digna de un lugar en ese mausoleo.En el hangar Presidencial descendió el Boeing 727, matrículaTP-03 Emiliano Zapata de la Fuerza Aérea Mexicana que transportóel cuerpo de Luis Donaldo Colosio Murrieta a la Ciudad de México.Era muy temprano y algunos se despertaban con la triste noticia consu ejemplar de LA PRENSA en la mano, que diez colunas narraba loshechos en imágenes imposibles de creer. En el avión tambiénviajaba su viuda, Diana Laura, y sus colaboradores más cercanos.Carlos Salinas ya esperaba la llegada junto con todo su gabinete.Inmediatamente, el cortejo partió rumbo a la sede nacional de PRI,donde llegó cuarenta minutos después. Al llegar, el auditorio sellenó durante cinco minutos de aplausos. Después, LiébanoSaénz, quien fuera el encargado de la información y propaganda enla campaña de Colosio, retiró la bandera para que Salinas hicierala primera guardia, al cabo de la cual éste salió para tratar eltema del tercer “destape”, justo a los pies del fallecido.Desde Magdalena de Kino viajó Luis Colosio Fernández, padre delcandidato al funeral de su hijo; Ofelia Murrieta, su madre, yaestaba en el entonces Distrito Federal. Hacia el mediodía elcortejo se dirigió a la funeraria Gayosso, donde se congregaronsus padres, sus hermanos y las amistades más cercanas de lafamilia. La fría mañana del día siguiente los restos de Colosiofueron subidos al avión de la Fuerza Aérea, para trasladarlos aNogales, Sonora, donde llegaron cerca de las 10:00 horas. Allírealizariía el último recorrido de la campaña. En el camposanto,la misa fue oficiada por arzobispo de Her-mosillo, Carlos QuinteroArce. Después, Diana Laura Riojas leyó un discurso en el queexpresó: “él decía que en el centro de todos nuestros afanes,de todos nuestros esfuerzos, están el hombre, su bienestar y suslibertades…”.

"CONTIGO SE MURIERON NUESTRAS ESPERANZAS"Alfredo Sosa El cuerpo de Luis Donaldo Colosioarribó a la Ciudad de México a las 8:00 horas del 24 de marzo;ahí, una carroza lo esperaba para trasladarlo al CEN del PRI, enAvenida Insurgentes Norte. A su paso, decenas de simpatizantes searremolinaban con banderas tricolores y coreaban su nombre; lamayoría desbordados en llanto. Conforme se acercaba a la sede desu partido, la multitud crecía, el pueblo se agolpaba paradespedir con flores y vivas a uno de sus más entrañables amigos,al hombre en el que habían depositado todas sus esperanzas, porquecon su carisma, el candidato se había ganado su cariño. Laexplanada del Monumento a la Revolución estaba repleta de personasque deseaban ver, aunque sea por un instante, la carroza quellevaba el cuerpo de Luis Donaldo. Cuando por fin llegó, bajaronel ataúd para instalarlo en una capilla que se montó en elauditorio Plutarco Elías Calles. Por varias horas, los militantespriístas se turnaron para hacer guardia alrededor del féretro;entre los primeros estuvieron Ernesto Zedillo, el Presidente CarlosSalinas de Gortari, Jorge Carpizo, Manlio Fabio Beltrones, LiévanoSáenz, la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, José MaríaCórdoba, entre otros. Pasado el mediodía, su cuerpo fue llevado auna agencia funeraria, en la calle de Félix Cuevas, donde sufamilia y amigos más cercanos se congregaron para rendirletributo. Al lugar también acudieron Cuauhtémoc CárdenasSolórzano y Diego Fernández de Cevallos, sus oponentes hacia laPresidencia. En contra de lo esperado, Manuel Camacho asistió adarle el pésame a la familia de Luis Donaldo, pero lossimpatizantes populares del candidato lo atacaron con todo, loresponsabilizaban de lo sucedido. Al día siguiente, los restos delcandidato fueron llevados de nuevo en avión a Nogales, Sonora, ytrasladados por tierra a Magdalena de Kino, lugar donde nació, consu gente y familia que lo esperaban para el sepelio en el panteónlocal, donde se ofició una misa multitudinaria.

¿Culpable o inocente? Aquella mañana, después del magnicidio,se leía en LA PRENSA acerca de un hombre que había alcanzadosu meta; y aunque la noticia era bastante triste, todo el mundo senegaba a creerlo. Así que las fotografías contaron la historia;le habían volado la tapa de los sesos… Y él, Colosio, no se diocuenta de que con su muerte cambió todo. CarlosÁlvarez A las 17:16, hora de Tijuana, fue detenido elhombre que, dicen, es Mario Aburto. Casi cinco minutos después dedescerrajarle un tiro en la cabeza a Colosio. Los guardias tuvieronque defenderlo de la gente enardecida y colérica. Como pudieron,lo subieron a una Suburban vieja, propiedad de un taxistalugareño, para trasladarlo a las instalaciones de la PGR. Mariorepetía: “Yo no fui, fue el ruco”, mientras los agentes ledecían: “Vas a ver, hijo de la chingada, lo que te va apasar”; y a Aburto se le escapaba un “Yo soy inocente…”.Las sospechas de que había sido un crimen orquestado por el podercobraron relevancia cuando se supo que el discurso pronunciado enel Monumento a la Revolución había molestado a los priístas dela vieja guardia. Por otra parte, las investigaciones mostrarondefectos de origen, pues se cometieron errores que las pusieron entela de juicio. Una primera indagatoria, llevada a cabo por DiegoValdés, explicó que Mario Aburto hizo dos disparos: uno en lasien y otro al abdomen. No obstante, no quedó aclarado, debido ala declaración desestabilizaba que hizo la doctora Aubanel, quienafirmó que el candidato murió de dos disparos proveídos porarmas de diferentes calibres. Además, con el tiempo se acumularonmás muertes en relación con el magnicidio. Más tarde, se creóla Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio, encabezada porMiguel Montes García, quien aportó la hipótesis de la “acciónconcentrada”, que continuaba con lo anteriormente expuesto, peroademás añadía los nombres de sus probables cómplices. Noobstante, meses después, Montes García cambió de hipótesis a ladel “asesino solitario”. Pero nada rendía frutos paraesclarecer el crimen. Diana Laura Riojas, también sentenciada amuerte por un severo cáncer, llegó a comentar, irónica: “Ahorasólo falta que salgan con que Colosio se suicidó”. Después,Mario Chapa Bezanilla contradiría nuevamente la tesis del“asesino solitario”, resolviendo el caso en 60 días, pero conseveras inconsistencias y mentiras, como la de un “segundotirador”, con lo cual dejó al descubierto su ineptitud, pues lohabía inventado todo. Finalmente, asumió como subprocurador LuisGonzález Pérez, quien emprendió la mayor investigación judicialde la historia, en parte para limpiar el nombre de laSubprocuraduría y en parte para aclarar por qué hasta entoncesnadie había encontrado una respuesta lógica. Luego de severosaños de investigaciones, llegó a la conclusión de que no hubocomplot, ni -como manejaban algunas teorías-, Mario había sidosustituido por un sujeto muy similar a él. Así pues, el hombreaprehendido, el que accionó el arma, el que fue trasladado a laPGR no era más que Mario Aburto Martínez, quien fue sentenciado auna condena de 42 años.

COLOSIO, ELECTO PARA MORIR Alfredo Sosa

TRAGEDIA EN TRES ACTOS

Primer acto 23 de marzo de 1994, son aproximadamente las 18:45horas, hay un gran tumulto de personas en uno de los pasillos delHospital General de Tijuana

Un hombre vestido con traje toma el teléfono: -¡Sí, señorPresidente, me comunico con usted porque la situación es muygrave! ¿Qué hacemos? -Calma Liévano, hay que mantenernos lo máscuerdos que podamos. ¿Hay manera de trasladar al licenciado almejor hospital de San Diego? -De acuerdo con las indicaciones delos médicos, en este momento no es posible mover al licenciado,señor Presidente. Lo están interviniendo en el quirófano. -¿Sepodrá traer equipo de San Diego para atenderlo? ¡Hay que salvarlela vida a como dé lugar, Liévano! -Eso sí lo podemos hacer,aunque, realmente, lo que me indican los médicos, es que escuestión de minutos… ¡el candidato va a morir, señorPresidente! LA TARDE DE UN VIOLENTO ADIÓS

Segundo acto Las manecillas del reloj indicaban pocos minutospasados de las 17:00 horas, en Lomas Taurinas, Tijuana. El ambienteera de fiesta y esperanza porque en el mitin recién concluido,Luis Donaldo les había convencido de apoyarlo para cambiar alpaís, para alcanzar una nación en paz y con justicia, donde lospobres no serían más humillados. Y cómo no creerle al candidato,con esa trayectoria política a sus espaldas, con la vida ejemplarque llevaba como padre de familia y con ese carisma y sinceridadque transmitía cuando convivía con el pueblo. La música sonabaalto mientras el candidato caminaba entre la multitud y se dirigíaa su camioneta escoltado por su equipo de seguridad, cuyos hombresse hacían señas e intentaban hablar a distancia. A su paso, lagente se arremolinaba, algunos lo saludaban, otros le tomabanfotos, y varios le entregaban cartas con algunas peticiones o conbuenos deseos, Luis Donaldo sonreía y caminaba con dificultad. Depronto vino la tragedia. Entre empujones, un hombre con chamarranegra y gorra se abrió pasó entre la turba, colocó su revólverTaurus calibre .38 sobre la cabeza de Luis Donaldo (arriba de suoído derecho) jaló el gatillo, el estruendo se percibió a pesarde las notas musicales, el candidato cayó al piso, la bala ledesmenuzó los sesos… imperó la confusión, la gente gritaba y“salió huyendo”, tal como dice “La Culebra”, canción quesonaba en ese momento, e hizo de fondo aquella tarde trágica.Mientras, los hombres más cercanos a Colosio lo trasladaban haciasu camioneta para llevarlo al hospital; otros arremetieron contrael presunto agresor, lo golpearon en todo el cuerpo y lo llevabancasi a rastras, con todo el rostro ensangrentado. Un sujeto conpistola en mano le preguntó: “¿cómo te llamas, cabrón?, élcon mucho esfuerzo contestó: “Mario Aburto Martínez”.Avanzaron varios metros más y lo ingresaron a una camioneta,pronto los escoltaron patrullas de la Policía Municipal deTijuana. La turba pedía desesperadamente que lo bajaran paralincharlo. Los hechos se dieron tan rápido y como envueltos enbruma, recordándonos que la vida nos puede cambiar de golpe y parasiempre, en tan sólo un instante. A las 17:20 horas, Luis DonadoColosio ingresó a un quirófano del Hospital General de Tijuanainconsciente y con dos heridas de bala: una en el abdomen y otra enla cabeza del lado derecho. Una hora y media más tarde, sufrió unparo cardiorrespiratorio irreversible, sus órganos vitales ya nodependían de sí mismos, sino se aferraban a los distintosaparatos a los que estaba conectado. El vocero de campaña del PRI,Liévano Sáenz se comunicaba por teléfono con el Presidente de laRepública, Carlos Salinas de Gortari para recibir instrucciones delo que tenía que hacer. El Mandatario le pedía que analizaratodas las posibilidades para salvarle la vida como fuera a LuisDonaldo. Sin embargo, por más que los médicos lo intentaron, pormás que se trajo equipo de un hospital de San Diego, California,no pudieron. Había fallecido el hombre querido por el pueblo,aquél que traería paz y justicia para todos los mexicanos. Eldestino estaba echado. Alrededor de las 19:45 horas, los doctoresdeclararon a Luis Donaldo Colosio, oficialmente muerto. LAS HORASTRISTES

Tercer acto 19:55 horas, Hospital General de Tijuana, seimprovisa una conferencia de prensa Liévano Sáenz, coordinador decampaña del PRI toma la palabra ante los micrófonos: -Señores delos medios… con profunda pena me permito informarles, que a pesarde los esfuerzos que se realizaron, el señor licenciado LuisDonado Colosio, candidato del Partido Revolucionario Institucionala la Presidencia de la República… ha fallecido. Las decenas dereporteros y camarógrafos de los medios de comunicación de todoel país se precipitaron sobre el hombre, éste, ayudado por sugrupo de seguridad, desapareció por una pequeña puerta. A esashoras, Mario Aburto Martínez de 23 años, se entrevistaba con eldiablo y rendía su declaración en la delegación estatal de laProcuraduría General de la República de la ciudad de Tijuana. Lamadrugada del 24 de marzo, el cuerpo del candidato tricolor saliódel hospital en una carroza hacia el aeropuerto de Tijuana paraabordar el avión presidencial con destino a la Ciudad de México.En el Comité Ejecutivo Nacional del PRI, ya lo esperaban losmilitantes priístas y preparaban un homenaje en su memoria, antela presencia de su familia y el Presidente de la República.

Un día en la vida Esto ya nadie me loquita: voy a llegar, aunque las fuerzas me abrumen ya con que seacaban aunque traiga el alma melancólica. Aquí empezaré, dondetermino: siempre habrá otra vez, y cantaremos lo que no creíamosque era nunca. Rubén Bonifaz Nuño CarlosÁlvarez Aquel 23 de marzo, muy temprano, en compañíadel general Domiro García Reyes, Colosio acudió a la cita quetenía con el deportista Ivar Sisniega, para correr -como era sucostumbre-, los cuatro kilómetros rigurosos de cada día. Domiroreportó aquella mañana “sin novedad”. Al compromiso tambiénacudió su médico personal, Guillermo Castorena, quien no seolvidaba de cronometrar los recorridos; también lo acompañaba elperiodista Federico Arreola, a quien el candidato consideraba comoun amigo. Pero ese día, debido a la agenda tan apretada queincluía varios compromisos, entre ellos la visita a una estaciónde radio y más tarde la cita en Lomas Taurinas, se vieronobligados a abreviar el recorrido. La intención consistía enprepararse para la jornada atípica, después regresar al HotelEjecutivo de Sinaloa, donde García Reyes daría instrucciones paraque Arreola y Castorena viajaran en otro vuelo. Su primera paradaimportante la tuvo el candidato en la radiodifusora XECQ deCuliacán, en el programa “Sin quitarle ni ponerle”. Ya con laseguridad de la experiencia detrás del micrófono, Colosio hizoeco de lo que memorablemente había conmovido y conmocionado en sudiscurso del no tan lejano 6 de marzo, en el Monumento a laRevolución, aquél llamado de alerta para frenar el aparato delpoder, la corrupción, el narco y el crimen organizado. Al concluirla emisión de radio, pronto se dirigió a la capitalsudcaliforniana, donde brindó un discurso ecuánime que hablabasobre mantener la estabilidad económica. Su estancia en BajaCalifornia Sur se prolongó al menos cuatro horas. De allí setrasladó a Tijuana, donde ya lo esperaba la muerte. En la ciudadfronteriza tenía programado un acto para su campaña, queiniciaría a las 15:50 horas, en Lomas Taurinas. Y al término deéste se encontraría con su esposa. En el trayecto de La Paz aTijuana, Colosio tuvo una conversación con Ramiro Pineda, quien lenotificó que Camacho Solís había sido descartado de lasaspiraciones presidenciales. Subrepticiamente le vino a la memoriael día del “destape” y la llamada telefónica que sostuvo conManuel, a quien preguntó si no habría de felicitarlo. Camacho semostró displicente y le respondió que sólo tendría algo quedecirle después de que hablara con Salinas de Gortari. Tambiénrecordó las dificultades, los golpes y las interferencias cuandofue elegido para suceder a Salinas en la presidencia. Luego, elposible relevo de candidato, por el Comisionado para la Paz enChiapas, Camacho Solís, quien incluso llegó a opacar a Colosiopor sus logros con el EZLN; y, finalmente, el nombramiento deErnesto Zedillo como coordinador de campaña y virtual sustituto encaso de que “algo pasara…”. Al escuchar el anuncio de que elavión estaba a punto de aterrizar -con un retraso de 20 minutos-,Colosio se incorporó en el instante presente. Ya cerca de suúltimo aliento, pero todavía lejos de su ulterior destino, lorecibió una multitud imprevista. Una camioneta tipo Blazer colorazul lo esperaba para llevarlo del aeropuerto a la Colonia LomasTaurinas. A la distancia se podían observar las mantas de apoyo ybienvenida y la mano del candidato saludando a la turba. Por unavía de polvo, donde una rampa de concreto en declive recibe a losvisitantes, se observaba la calle Mimihuapan. La camioneta avanzóy el viento esparció el polvo que se levantó como borrando elcamino de los que venían, como para no dejarlos ir… Ya el tiempoestaba en contra. Colosio observó que todo allí era de polvo; lascalles dotadas de una anarquía inusitada, regadas como porcapricho. Una semana antes, el equipo de seguridad recorrió lacolonia -que más bien parecía una ratonera-, en caso decontingencia, porque sólo había una salida. El equipo encargadode realizar las diligencias fue el llamado Grupo Tucán, querecibió sus órdenes, supuestamente para evitar que algo lesucediera, pero en realidad se cree que fue el que llevó a cabo elplan para asesinarlo, en lo que se conoció como la “OperaciónTucán”. Colosio enfrentó un último obstáculo antes de llegaral templete, a lo que sería su cita aplazada con la muerte. Ya nopodía avanzar en la Blazer. Así que decidió descender y recorrerel último trayecto a pie. Apretujado por la muchedumbre, quizáColosio creyó que ya no era el mismo de hacía un par de meses,quizá comenzó a darse cuenta de quién sería para siempre.Porque quizá lo intuía, como se los confesó a sus amigos y a suesposa días antes del magnicidio, les había dicho: “Mi vidaestá en peligro”. Sin embargo, a pesar de todo, el candidato nodejó de sonreír y saludar a los simpatizantes. Aunque detrás deél una mano con un arma se preparaba, esperando el momentopropicio para abrirse paso entre el gentío y concluir lentamenteel instante que se diluía en una tarde calurosa llena depolvo.

Funerales de un hombre grande

Fue un día aciago. La mañana, aunque era clara lucía triste.Le habían metido una bala, no al candidato sino al mismo puebloque creyó tímidamente en un posible cambio. Meras suposiciones.Si la historia tiene un lugar para la infamia, ésta, la delasesinato impuro de Colosio es digna de un lugar en ese mausoleo.En el hangar Presidencial descendió el Boeing 727, matrículaTP-03 Emiliano Zapata de la Fuerza Aérea Mexicana que transportóel cuerpo de Luis Donaldo Colosio Murrieta a la Ciudad de México.Era muy temprano y algunos se despertaban con la triste noticia consu ejemplar de LA PRENSA en la mano, que diez colunas narraba loshechos en imágenes imposibles de creer. En el avión tambiénviajaba su viuda, Diana Laura, y sus colaboradores más cercanos.Carlos Salinas ya esperaba la llegada junto con todo su gabinete.Inmediatamente, el cortejo partió rumbo a la sede nacional de PRI,donde llegó cuarenta minutos después. Al llegar, el auditorio sellenó durante cinco minutos de aplausos. Después, LiébanoSaénz, quien fuera el encargado de la información y propaganda enla campaña de Colosio, retiró la bandera para que Salinas hicierala primera guardia, al cabo de la cual éste salió para tratar eltema del tercer “destape”, justo a los pies del fallecido.Desde Magdalena de Kino viajó Luis Colosio Fernández, padre delcandidato al funeral de su hijo; Ofelia Murrieta, su madre, yaestaba en el entonces Distrito Federal. Hacia el mediodía elcortejo se dirigió a la funeraria Gayosso, donde se congregaronsus padres, sus hermanos y las amistades más cercanas de lafamilia. La fría mañana del día siguiente los restos de Colosiofueron subidos al avión de la Fuerza Aérea, para trasladarlos aNogales, Sonora, donde llegaron cerca de las 10:00 horas. Allírealizariía el último recorrido de la campaña. En el camposanto,la misa fue oficiada por arzobispo de Her-mosillo, Carlos QuinteroArce. Después, Diana Laura Riojas leyó un discurso en el queexpresó: “él decía que en el centro de todos nuestros afanes,de todos nuestros esfuerzos, están el hombre, su bienestar y suslibertades…”.

"CONTIGO SE MURIERON NUESTRAS ESPERANZAS"Alfredo Sosa El cuerpo de Luis Donaldo Colosioarribó a la Ciudad de México a las 8:00 horas del 24 de marzo;ahí, una carroza lo esperaba para trasladarlo al CEN del PRI, enAvenida Insurgentes Norte. A su paso, decenas de simpatizantes searremolinaban con banderas tricolores y coreaban su nombre; lamayoría desbordados en llanto. Conforme se acercaba a la sede desu partido, la multitud crecía, el pueblo se agolpaba paradespedir con flores y vivas a uno de sus más entrañables amigos,al hombre en el que habían depositado todas sus esperanzas, porquecon su carisma, el candidato se había ganado su cariño. Laexplanada del Monumento a la Revolución estaba repleta de personasque deseaban ver, aunque sea por un instante, la carroza quellevaba el cuerpo de Luis Donaldo. Cuando por fin llegó, bajaronel ataúd para instalarlo en una capilla que se montó en elauditorio Plutarco Elías Calles. Por varias horas, los militantespriístas se turnaron para hacer guardia alrededor del féretro;entre los primeros estuvieron Ernesto Zedillo, el Presidente CarlosSalinas de Gortari, Jorge Carpizo, Manlio Fabio Beltrones, LiévanoSáenz, la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, José MaríaCórdoba, entre otros. Pasado el mediodía, su cuerpo fue llevado auna agencia funeraria, en la calle de Félix Cuevas, donde sufamilia y amigos más cercanos se congregaron para rendirletributo. Al lugar también acudieron Cuauhtémoc CárdenasSolórzano y Diego Fernández de Cevallos, sus oponentes hacia laPresidencia. En contra de lo esperado, Manuel Camacho asistió adarle el pésame a la familia de Luis Donaldo, pero lossimpatizantes populares del candidato lo atacaron con todo, loresponsabilizaban de lo sucedido. Al día siguiente, los restos delcandidato fueron llevados de nuevo en avión a Nogales, Sonora, ytrasladados por tierra a Magdalena de Kino, lugar donde nació, consu gente y familia que lo esperaban para el sepelio en el panteónlocal, donde se ofició una misa multitudinaria.

¿Culpable o inocente? Aquella mañana, después del magnicidio,se leía en LA PRENSA acerca de un hombre que había alcanzadosu meta; y aunque la noticia era bastante triste, todo el mundo senegaba a creerlo. Así que las fotografías contaron la historia;le habían volado la tapa de los sesos… Y él, Colosio, no se diocuenta de que con su muerte cambió todo. CarlosÁlvarez A las 17:16, hora de Tijuana, fue detenido elhombre que, dicen, es Mario Aburto. Casi cinco minutos después dedescerrajarle un tiro en la cabeza a Colosio. Los guardias tuvieronque defenderlo de la gente enardecida y colérica. Como pudieron,lo subieron a una Suburban vieja, propiedad de un taxistalugareño, para trasladarlo a las instalaciones de la PGR. Mariorepetía: “Yo no fui, fue el ruco”, mientras los agentes ledecían: “Vas a ver, hijo de la chingada, lo que te va apasar”; y a Aburto se le escapaba un “Yo soy inocente…”.Las sospechas de que había sido un crimen orquestado por el podercobraron relevancia cuando se supo que el discurso pronunciado enel Monumento a la Revolución había molestado a los priístas dela vieja guardia. Por otra parte, las investigaciones mostrarondefectos de origen, pues se cometieron errores que las pusieron entela de juicio. Una primera indagatoria, llevada a cabo por DiegoValdés, explicó que Mario Aburto hizo dos disparos: uno en lasien y otro al abdomen. No obstante, no quedó aclarado, debido ala declaración desestabilizaba que hizo la doctora Aubanel, quienafirmó que el candidato murió de dos disparos proveídos porarmas de diferentes calibres. Además, con el tiempo se acumularonmás muertes en relación con el magnicidio. Más tarde, se creóla Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio, encabezada porMiguel Montes García, quien aportó la hipótesis de la “acciónconcentrada”, que continuaba con lo anteriormente expuesto, peroademás añadía los nombres de sus probables cómplices. Noobstante, meses después, Montes García cambió de hipótesis a ladel “asesino solitario”. Pero nada rendía frutos paraesclarecer el crimen. Diana Laura Riojas, también sentenciada amuerte por un severo cáncer, llegó a comentar, irónica: “Ahorasólo falta que salgan con que Colosio se suicidó”. Después,Mario Chapa Bezanilla contradiría nuevamente la tesis del“asesino solitario”, resolviendo el caso en 60 días, pero conseveras inconsistencias y mentiras, como la de un “segundotirador”, con lo cual dejó al descubierto su ineptitud, pues lohabía inventado todo. Finalmente, asumió como subprocurador LuisGonzález Pérez, quien emprendió la mayor investigación judicialde la historia, en parte para limpiar el nombre de laSubprocuraduría y en parte para aclarar por qué hasta entoncesnadie había encontrado una respuesta lógica. Luego de severosaños de investigaciones, llegó a la conclusión de que no hubocomplot, ni -como manejaban algunas teorías-, Mario había sidosustituido por un sujeto muy similar a él. Así pues, el hombreaprehendido, el que accionó el arma, el que fue trasladado a laPGR no era más que Mario Aburto Martínez, quien fue sentenciado auna condena de 42 años.

COLOSIO, ELECTO PARA MORIR Alfredo Sosa

TRAGEDIA EN TRES ACTOS

Primer acto 23 de marzo de 1994, son aproximadamente las 18:45horas, hay un gran tumulto de personas en uno de los pasillos delHospital General de Tijuana

Un hombre vestido con traje toma el teléfono: -¡Sí, señorPresidente, me comunico con usted porque la situación es muygrave! ¿Qué hacemos? -Calma Liévano, hay que mantenernos lo máscuerdos que podamos. ¿Hay manera de trasladar al licenciado almejor hospital de San Diego? -De acuerdo con las indicaciones delos médicos, en este momento no es posible mover al licenciado,señor Presidente. Lo están interviniendo en el quirófano. -¿Sepodrá traer equipo de San Diego para atenderlo? ¡Hay que salvarlela vida a como dé lugar, Liévano! -Eso sí lo podemos hacer,aunque, realmente, lo que me indican los médicos, es que escuestión de minutos… ¡el candidato va a morir, señorPresidente! LA TARDE DE UN VIOLENTO ADIÓS

Segundo acto Las manecillas del reloj indicaban pocos minutospasados de las 17:00 horas, en Lomas Taurinas, Tijuana. El ambienteera de fiesta y esperanza porque en el mitin recién concluido,Luis Donaldo les había convencido de apoyarlo para cambiar alpaís, para alcanzar una nación en paz y con justicia, donde lospobres no serían más humillados. Y cómo no creerle al candidato,con esa trayectoria política a sus espaldas, con la vida ejemplarque llevaba como padre de familia y con ese carisma y sinceridadque transmitía cuando convivía con el pueblo. La música sonabaalto mientras el candidato caminaba entre la multitud y se dirigíaa su camioneta escoltado por su equipo de seguridad, cuyos hombresse hacían señas e intentaban hablar a distancia. A su paso, lagente se arremolinaba, algunos lo saludaban, otros le tomabanfotos, y varios le entregaban cartas con algunas peticiones o conbuenos deseos, Luis Donaldo sonreía y caminaba con dificultad. Depronto vino la tragedia. Entre empujones, un hombre con chamarranegra y gorra se abrió pasó entre la turba, colocó su revólverTaurus calibre .38 sobre la cabeza de Luis Donaldo (arriba de suoído derecho) jaló el gatillo, el estruendo se percibió a pesarde las notas musicales, el candidato cayó al piso, la bala ledesmenuzó los sesos… imperó la confusión, la gente gritaba y“salió huyendo”, tal como dice “La Culebra”, canción quesonaba en ese momento, e hizo de fondo aquella tarde trágica.Mientras, los hombres más cercanos a Colosio lo trasladaban haciasu camioneta para llevarlo al hospital; otros arremetieron contrael presunto agresor, lo golpearon en todo el cuerpo y lo llevabancasi a rastras, con todo el rostro ensangrentado. Un sujeto conpistola en mano le preguntó: “¿cómo te llamas, cabrón?, élcon mucho esfuerzo contestó: “Mario Aburto Martínez”.Avanzaron varios metros más y lo ingresaron a una camioneta,pronto los escoltaron patrullas de la Policía Municipal deTijuana. La turba pedía desesperadamente que lo bajaran paralincharlo. Los hechos se dieron tan rápido y como envueltos enbruma, recordándonos que la vida nos puede cambiar de golpe y parasiempre, en tan sólo un instante. A las 17:20 horas, Luis DonadoColosio ingresó a un quirófano del Hospital General de Tijuanainconsciente y con dos heridas de bala: una en el abdomen y otra enla cabeza del lado derecho. Una hora y media más tarde, sufrió unparo cardiorrespiratorio irreversible, sus órganos vitales ya nodependían de sí mismos, sino se aferraban a los distintosaparatos a los que estaba conectado. El vocero de campaña del PRI,Liévano Sáenz se comunicaba por teléfono con el Presidente de laRepública, Carlos Salinas de Gortari para recibir instrucciones delo que tenía que hacer. El Mandatario le pedía que analizaratodas las posibilidades para salvarle la vida como fuera a LuisDonaldo. Sin embargo, por más que los médicos lo intentaron, pormás que se trajo equipo de un hospital de San Diego, California,no pudieron. Había fallecido el hombre querido por el pueblo,aquél que traería paz y justicia para todos los mexicanos. Eldestino estaba echado. Alrededor de las 19:45 horas, los doctoresdeclararon a Luis Donaldo Colosio, oficialmente muerto. LAS HORASTRISTES

Tercer acto 19:55 horas, Hospital General de Tijuana, seimprovisa una conferencia de prensa Liévano Sáenz, coordinador decampaña del PRI toma la palabra ante los micrófonos: -Señores delos medios… con profunda pena me permito informarles, que a pesarde los esfuerzos que se realizaron, el señor licenciado LuisDonado Colosio, candidato del Partido Revolucionario Institucionala la Presidencia de la República… ha fallecido. Las decenas dereporteros y camarógrafos de los medios de comunicación de todoel país se precipitaron sobre el hombre, éste, ayudado por sugrupo de seguridad, desapareció por una pequeña puerta. A esashoras, Mario Aburto Martínez de 23 años, se entrevistaba con eldiablo y rendía su declaración en la delegación estatal de laProcuraduría General de la República de la ciudad de Tijuana. Lamadrugada del 24 de marzo, el cuerpo del candidato tricolor saliódel hospital en una carroza hacia el aeropuerto de Tijuana paraabordar el avión presidencial con destino a la Ciudad de México.En el Comité Ejecutivo Nacional del PRI, ya lo esperaban losmilitantes priístas y preparaban un homenaje en su memoria, antela presencia de su familia y el Presidente de la República.

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