/ viernes 1 de julio de 2022

David Romo, de obispo de la Santa Muerte a secuestrador de Los Aztlán

En 2011, cayó la banda de Los Aztlán, cuyo cómplice era David Romo, líder del culto a la Niña Blanca

En realidad, no sabemos qué motiva a una persona a cometer un crimen. Quizá primero se comienza con algo inverosímil y luego, poco a poco, se va adentrando en la sordidez del mundo bajo. Se obtienen ganancias ilícitas, las cosas parecen fáciles, se saca provecho de los menos afortunados, por decirlo de algún modo.

Esto ocurrió hace más de diez años. Se trató de una de las capturas de un delincuente poco común. Ciertamente, todo comenzó en el 2010, aunque la captura de los responsables y la desarticulación de la organización criminal se haya dado hasta 2011.

El antecedente próximo anterior a la detención ocurrió el 14 de diciembre de 2010, cuando se reportó que un matrimonio de adultos mayores había sido secuestrado por la organización delictiva Los Aztlán -a la cual pertenecía el obispo de la iglesia de la Santa Muerte, David como Guillén-; se trataba, nada menos, que de los suegros del diputado federal del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en ese momento, por el Distrito 3 del estado de Guerrero, Armando Ríos Piter.

Tal evento obligó o, por decirlo más precisamente, exigió a la Procuraduría General de Justicia del entonces Distrito Federal (PGJDF), mover toda la estructura de investigación e impartición de justicia para localizar y detener a la banda delictiva; por que, de otro modo, la situación hubiera continuado sin resolverse ni atrapar a los responsables, ya que la banda había cometido antes al menos otros secuestros y habían permanecido en la impunidad.

ÚLTIMO GOLPE PAGOS CHIQUITOS

De acuerdo con las investigaciones de la PGJDF, tras ese que sería su último golpe - aunque la banda no lo supiera-, los criminales -que tuvieron a las víctimas privadas de la libertad en dos casas de seguridad, según se informó a los medios de comunicación-, obligaron inicialmente al suegro del legislador a acudir a una sucursal bancaria para que retirara 250 mil pesos, cantidad que sirvió como primer pago; más tarde se efectuó un segundo pago de 313 mil pesos, además de la entrega de dos autos de reciente modelo: por una parte, una camioneta Honda y, por otra, una Mercedes Benz.

Una vez que los integrantes de la organización delictiva Los Aztlán cobraron la suma del rescate, o supuesto rescate, así como tras de apoderarse de los vehículos, decidieron liberar a la pareja. Por supuesto, las consecuencias derivaron en una cacería a partir de entonces, puesto que el diputado federal del PRD, Armando Ríos Piter, presentó la denuncia penal formalmente ante la Fiscalía Antisecuestros de la PGJDF.

SEGUIMIENTO DE LOS HECHOS

El entonces procurador de la capital, Miguel Ángel Mancera, tras la detención señaló que el plagio se había consumado durante el transcurso de la mañana del 14 de diciembre de 2010 en la casa-habitación de las víctimas.

Allí, los secuestradores habían irrumpido de manera violenta para lograr su objetivo, que era, además del plagio, tomar las joyas, el dinero en efectivo y todo aquello de valor que pudieran llevarse. En el transcurso del asalto, la empleada doméstica fue atada.

Con posterioridad pero casi de inmediato, ya que el plagio duró no más de un día, se realizó un depósito bancario y otro en especie para pagar el rescate, además de que se obligó al varón a realizar una transferencia bancaria a cuenta de uno de los criminales.

Con base en la evidencia recabada por los circuitos cerrados de televisión (CCTV) de las instituciones bancarias donde se registraron los cobros, fue como se logró la identificación plena de los presuntos delincuentes. De tal suerte que los sabuesos pronto dieron con los culpables y se montó el operativo específico para aprehenderlos.

LAS PRUEBAS LO INCRIMINARON

De acuerdo con información de LA PRENSA, David Romo Guillén fue detenido y arraigado el 17 de diciembre de 2010 cuando llegaba a su templo. Hay que recordar que se hacía llamar obispo de la Santa Muerte. Se le acusó de ser integrante de la banda de secuestradores de El Aztlán y, en ese momento de las indagatorias, ya se sabía que había participado en la privación de la libertad contra una pareja de ancianos en la entonces delegación Magdalena Contreras que, a la postre se supo, eran familiares indirectos de un diputado federal.

Durante la conferencia de prensa que encabezó el entonces procurador de Justicia del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa, fueron presentados los integrantes de la peligrosa banda criminal.

En total fueron nueve los detenidos y, entre estos, sobresalía una jovencita de 17 años. Otro de los datos relevantes fue que se hacían pasar como integrantes de Los Zetas, lo cual les funcionaba para amedrentar a sus posibles rivales y, en general, para infundir temor (aunque este dato aún no se podía descartar, pero tampoco confirmar hasta que no terminara toda la investigación). Finalmente, había dos delincuentes que operaban desde el interior del reclusorio.

Ante tal declaración, Mancera señaló que se obtuvo la muestra de voz de un reo de la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, quien era señalado de haber participado en los hechos delictivos, y se obtuvo un positivo en reconocimiento.

Por su parte, el inculpado obispo de la huesuda afirmó otra versión, la cual dio a conocer a través de sus abogados. De acuerdo con él, supuestamente el día de su detención, algunos agentes de la ley ya lo esperaban en autos particulares y que, sin mediar palabra, lo subieron a uno de esos vehículos, por lo cual pensó que se trataba de un secuestro.

Pasaron largos días sin que se supiera nada de él, desde el momento de su detención hasta que fue presentado ante los medios. Asimismo, Romo comentó a sus abogados que lo habían metido a un lugar desconocido -que posiblemente se trataba del centro de arraigos- donde lo habrían sometido a rigurosas torturas, desde golpes, hasta intentos de asfixia con una bolsa.

“ME TORTURARON HASTA CON TOQUES EN LOS...”

Cuando David Romo fue presentado como posible integrante de una banda de secuestradores y extorsionadores, no dudó en gritar, literalmente, mientras se llevaba a cabo la conferencia de prensa, que había sido torturado por elementos de la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJ DF).

Las acusaciones en ambos sentidos, tanto de la Procuraduría como del inculpado eran graves. Sin embargo, pesaba en su contra toda la evidencia sobre los actos ilícitos, y no había elementos que indicaran que hubiera sido sometido a tales procedimientos. Lo que era una duda razonable estribaba en que era más plausible que el líder del culto argumentara cualquier cosa con tal de salvarse.

El 4 de enero de 2011 fue cuando la PGJ DF decidió que la banda denominada como la banda de El Aztlán fuera presentada a los medios de comunicación, ya que había estado bajo reserva, como se ha mencionado, pues las detenciones se habían llevado a cabo entre el 17 y el 20 de diciembre del 2010.

El procurador Miguel Ángel Mancera, que acudía sólo a ciertos eventos personalmente, en éste hizo presencia y dio a conocer lo que se llamó el desmembramiento del grupo presuntamente liderado por Ismael Ramírez Brito “El Aztlán” y sus secuaces.

Romo Guillén aprovechó la oportunidad de estar frente a los medios para tratar de desmentir la versión que presentaba la procuraduría, ya que afirmó que la única relación que tenía con esas personas (criminales), únicamente se debía a las criptas que estarían en la construcción del templo.

Por supuesto, en lo que no se demoró fue en asegurar que, para implicarlo en este caso, lo habían golpeado, pero lo más escandaloso vino después, cuando frente a los reporteros, camarógrafos, fotógrafos y algunos funcionarios de la misma Procuraduría resaltó que hubo torturas para todos, con excepción de su pareja, Claudia Ivonne Cortés Navarro, a quien a pesar de tener ocho meses de embarazo no se la respetó.

“Todos los demás fuimos torturados hasta con toques en los huevos, porque en esta Procuraduría se lleva a cabo esta práctica de dar toques”, alegó el padre y dirigente de la iglesia de la Santa Muerte.

Al término de la presentación, los detenidos e implicados fueron trasladados a bordo de un vehículo blindado rumbo al centro de arraigo de la PGJDF en la colonia Jardín, donde un discreto operativo de seguridad fue montado, sobre todo porque tras los eventos ocurridos, un grupo de seguidores de la Santa Muerte anunció que haría movilizaciones y acudirán al llamado Búnker de la PGJDF para demandar la libertad de su líder, David Romo Guillén.

DETENIDOS E IMPLICADOS

Como se informó a través de las páginas de LA PRENSA, el diputado federal había interpuesto la denuncia ante la Fiscalía Especial de Investigación para la Atención del Delito de Secuestro, por lo cual, derivado de las investigaciones, se logró la captura de David Romo Guillén o Silverio Reyes Fremain Cortés (alias con el que había abierto cuentas en el banco), de 42 años, quien afirmaba ser el líder de la secta conocida como adoradores de La Santa Muerte; Claudia Ivonne Cortés Navarro, de 40, pareja sentimental de Romo Guillén, que en ese momento tenía un embarazo de ocho meses; Adriana Salomé Gallegos Olmos, de 46; Víctor Antonio Montes de Oca Cervantes, de 48; Rafael Fernández Garnica, alias “El Junior”, de 29; Ismael Ramírez Brito “El Aztlán”, de 30; Luis Alberto Martínez, “El Greñas”, de 20; Karla Meribett Morales Delgado, y Nadia “N”, de 17 años, la menor involucrada en la vida del bajo mundo.

Con base en la evidencia reunida y en la investigación presentada, el procurador Mancera explicó que además había un individuo involucrado, que en ese entonces se encontraba recluido en la Penitenciaria de Santa Martha en el Distrito Federal. Se trataba de Gabriel Israel Peralta Martínez “El Spiderman”, cuya voz se obtuvo para el comparativo con las usadas en las negociaciones. Así pues, de acuerdo con las pruebas testimoniales, el secuestro fue realizado por “El Greñas”, “El Aztlán”, “Junior” y Nadia “N”.

Esta última se hacía pasar como licenciada, y pedía que la llamaran “licenciada Valencia”; fue quien (al menos en un video se puede observar) acompañaba a los agraviados a realizar las transferencias bancarias.

Posteriormente, David Romo ordenaba a Montes de Oca Cervantes que transfiriera el dinero a cuenta de su alias, Silverio Reyes, cuya beneficiaria era su esposa. Una vez que se retiraba el dinero del banco, David lo llevaba al denominado Santuario Nacional del Ángel de la Santa Muerte, en la Colonia 20 de Noviembre de esta ciudad. Hasta que, finalmente, Rafael Fernández Garnica “El Junior” e Ismael Ramírez Brito “El Aztlán” recogían la billetiza y se marchaban, dándole 25 mil pesos al obispo de la Niña Blanca.

FUE SU AMBICIÓN LA QUE LO HUNDIÓ

Sin lugar a duda, el caso de la banda de plagiarios denominada “El Aztlán”, cuyo integrante era el líder de un culto religioso (si la expresión es lícita), causó gran revuelo por dos cuestiones. La primera consistió fundamentalmente en la oposición que asentó la Iglesia católica desde el primer momento, ya que de ningún modo consideraban ese culto como algo digno.

Por otra parte, la resolución del caso, fue un gran momento para la justicia, sin embargo, también hizo reflexionar no tanto a las autoridades como a la sociedad, de que cuando se trata de “intereses” políticos o que afectan a personas con una posición privilegiada, la justicia (que como es ciega no se da cuenta de los matices de la sociedad) debería, o mejor dicho, debió perseguir a ese grupo delictivo desde el primer indicio en que se tuvo conocimiento de su existencia.

Pero no fue así y únicamente el caso tomó buen rumbo para su resolución cuando un diputado federal levantó la voz para exigir que la policía hiciera su labor. Cabe señalar que no sólo fue el legislador Ríos Piter, sino que además, con el desarrollo de las indagatorias, se tuvo la certeza de que al menos los familiares de otro funcionario habían sido plagiados por la misma banda.

PLAZO VENCIDO DULCE CONDENA

Acusados de secuestro y la falsificación de documentos y luego de que se venciera el plazo de arraigo para los integrantes de la banda de presuntos secuestradores de El Aztlán, éstos fueron enviados directamente a las celdas del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, donde desde el 25 de enero de 2010 fincaron su residencia y allí pasarían las noches más terribles sin libertad.

En primer orden se encontraba, por supuesto, el párroco de la Iglesia de la Santa Muerte, David Romo Guillén, y junto con él cinco cómplices más, acusados del delito de secuestro, por lo que sólo faltaba que se determinara su situación legal, es decir, faltaba la sentencia.

Las autoridades de la PGJDF tenían la certeza de que les sería dictado el auto de formal prisión, ya que estaban demasiado seguros de que en la indagatoria correspondiente se habían incluido todas las pruebas que demostraban la relación que existía entre quien profesaba la religión de la Santa Muerte y los integrantes de El Aztlán.

De acuerdo con algunos custodios del Reclusorio Oriente, tan sólo llegó el líder del culto, algunos internos creyentes de la Santa Muerte se acercaron a él, ya que previamente Romo había declarado que buscaría más gente que se quisiera unir a la religión que profesaba.

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TENÍA ESPERANZA DE QUEDAR IMPUNE

Pese a que todo indicaba que el grupo de criminales permanecería tras las rejas, Romo Guillén todavía se negaba a creerlo, ya que según él era inocente. Todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario y, en su caso, con base en toda la evidencia recabada se demostraba auténticamente su colaboración con los criminales.

No se trataba de que si hubiera participado poquito o mucho, sino que realmente estaba relacionado con el grupo delictivo y éste le pagaba por actos ilícitos, eso era lo importante y lo que a los ojos de la justicia merecía la pena juzgarse.

Cometió errores y fue juzgado no solamente por la ley, sino por la sociedad y por los fieles que siguen a la Santa Muerte. Pero no todos estaban en su contra, pues sus palabras convencían a algunos. En eso consiste la fe, creer en algo.

No había modo de eludir lo que el expediente del caso indicaba, donde se asentó que el sacerdote del culto a la Santa Muerte, David Romo Guillén -e integrante de la banda de secuestradores y extorsionadores Los Aztlán-, era señalado de haber secuestrado a los padres del diputado federal del PRD por San Luis Potosí, Domingo Rodríguez Martell, así como a los suegros del también legislador del mismo partido por Guerrero, Fernando Ríos Piter.

Finalmente, lo curioso del caso fue que de acuerdo con las investigaciones, ambos diputados conocían al obispo David Romo Guillén y, por ello, éste tenía datos precisos de sus familiares. De tal suerte que junto con otros integrantes de esa organización delictiva procedieron a extorsionarlos. La pregunta que quedó en el aire fue ¿y por qué se conocían?

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En realidad, no sabemos qué motiva a una persona a cometer un crimen. Quizá primero se comienza con algo inverosímil y luego, poco a poco, se va adentrando en la sordidez del mundo bajo. Se obtienen ganancias ilícitas, las cosas parecen fáciles, se saca provecho de los menos afortunados, por decirlo de algún modo.

Esto ocurrió hace más de diez años. Se trató de una de las capturas de un delincuente poco común. Ciertamente, todo comenzó en el 2010, aunque la captura de los responsables y la desarticulación de la organización criminal se haya dado hasta 2011.

El antecedente próximo anterior a la detención ocurrió el 14 de diciembre de 2010, cuando se reportó que un matrimonio de adultos mayores había sido secuestrado por la organización delictiva Los Aztlán -a la cual pertenecía el obispo de la iglesia de la Santa Muerte, David como Guillén-; se trataba, nada menos, que de los suegros del diputado federal del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en ese momento, por el Distrito 3 del estado de Guerrero, Armando Ríos Piter.

Tal evento obligó o, por decirlo más precisamente, exigió a la Procuraduría General de Justicia del entonces Distrito Federal (PGJDF), mover toda la estructura de investigación e impartición de justicia para localizar y detener a la banda delictiva; por que, de otro modo, la situación hubiera continuado sin resolverse ni atrapar a los responsables, ya que la banda había cometido antes al menos otros secuestros y habían permanecido en la impunidad.

ÚLTIMO GOLPE PAGOS CHIQUITOS

De acuerdo con las investigaciones de la PGJDF, tras ese que sería su último golpe - aunque la banda no lo supiera-, los criminales -que tuvieron a las víctimas privadas de la libertad en dos casas de seguridad, según se informó a los medios de comunicación-, obligaron inicialmente al suegro del legislador a acudir a una sucursal bancaria para que retirara 250 mil pesos, cantidad que sirvió como primer pago; más tarde se efectuó un segundo pago de 313 mil pesos, además de la entrega de dos autos de reciente modelo: por una parte, una camioneta Honda y, por otra, una Mercedes Benz.

Una vez que los integrantes de la organización delictiva Los Aztlán cobraron la suma del rescate, o supuesto rescate, así como tras de apoderarse de los vehículos, decidieron liberar a la pareja. Por supuesto, las consecuencias derivaron en una cacería a partir de entonces, puesto que el diputado federal del PRD, Armando Ríos Piter, presentó la denuncia penal formalmente ante la Fiscalía Antisecuestros de la PGJDF.

SEGUIMIENTO DE LOS HECHOS

El entonces procurador de la capital, Miguel Ángel Mancera, tras la detención señaló que el plagio se había consumado durante el transcurso de la mañana del 14 de diciembre de 2010 en la casa-habitación de las víctimas.

Allí, los secuestradores habían irrumpido de manera violenta para lograr su objetivo, que era, además del plagio, tomar las joyas, el dinero en efectivo y todo aquello de valor que pudieran llevarse. En el transcurso del asalto, la empleada doméstica fue atada.

Con posterioridad pero casi de inmediato, ya que el plagio duró no más de un día, se realizó un depósito bancario y otro en especie para pagar el rescate, además de que se obligó al varón a realizar una transferencia bancaria a cuenta de uno de los criminales.

Con base en la evidencia recabada por los circuitos cerrados de televisión (CCTV) de las instituciones bancarias donde se registraron los cobros, fue como se logró la identificación plena de los presuntos delincuentes. De tal suerte que los sabuesos pronto dieron con los culpables y se montó el operativo específico para aprehenderlos.

LAS PRUEBAS LO INCRIMINARON

De acuerdo con información de LA PRENSA, David Romo Guillén fue detenido y arraigado el 17 de diciembre de 2010 cuando llegaba a su templo. Hay que recordar que se hacía llamar obispo de la Santa Muerte. Se le acusó de ser integrante de la banda de secuestradores de El Aztlán y, en ese momento de las indagatorias, ya se sabía que había participado en la privación de la libertad contra una pareja de ancianos en la entonces delegación Magdalena Contreras que, a la postre se supo, eran familiares indirectos de un diputado federal.

Durante la conferencia de prensa que encabezó el entonces procurador de Justicia del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa, fueron presentados los integrantes de la peligrosa banda criminal.

En total fueron nueve los detenidos y, entre estos, sobresalía una jovencita de 17 años. Otro de los datos relevantes fue que se hacían pasar como integrantes de Los Zetas, lo cual les funcionaba para amedrentar a sus posibles rivales y, en general, para infundir temor (aunque este dato aún no se podía descartar, pero tampoco confirmar hasta que no terminara toda la investigación). Finalmente, había dos delincuentes que operaban desde el interior del reclusorio.

Ante tal declaración, Mancera señaló que se obtuvo la muestra de voz de un reo de la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, quien era señalado de haber participado en los hechos delictivos, y se obtuvo un positivo en reconocimiento.

Por su parte, el inculpado obispo de la huesuda afirmó otra versión, la cual dio a conocer a través de sus abogados. De acuerdo con él, supuestamente el día de su detención, algunos agentes de la ley ya lo esperaban en autos particulares y que, sin mediar palabra, lo subieron a uno de esos vehículos, por lo cual pensó que se trataba de un secuestro.

Pasaron largos días sin que se supiera nada de él, desde el momento de su detención hasta que fue presentado ante los medios. Asimismo, Romo comentó a sus abogados que lo habían metido a un lugar desconocido -que posiblemente se trataba del centro de arraigos- donde lo habrían sometido a rigurosas torturas, desde golpes, hasta intentos de asfixia con una bolsa.

“ME TORTURARON HASTA CON TOQUES EN LOS...”

Cuando David Romo fue presentado como posible integrante de una banda de secuestradores y extorsionadores, no dudó en gritar, literalmente, mientras se llevaba a cabo la conferencia de prensa, que había sido torturado por elementos de la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJ DF).

Las acusaciones en ambos sentidos, tanto de la Procuraduría como del inculpado eran graves. Sin embargo, pesaba en su contra toda la evidencia sobre los actos ilícitos, y no había elementos que indicaran que hubiera sido sometido a tales procedimientos. Lo que era una duda razonable estribaba en que era más plausible que el líder del culto argumentara cualquier cosa con tal de salvarse.

El 4 de enero de 2011 fue cuando la PGJ DF decidió que la banda denominada como la banda de El Aztlán fuera presentada a los medios de comunicación, ya que había estado bajo reserva, como se ha mencionado, pues las detenciones se habían llevado a cabo entre el 17 y el 20 de diciembre del 2010.

El procurador Miguel Ángel Mancera, que acudía sólo a ciertos eventos personalmente, en éste hizo presencia y dio a conocer lo que se llamó el desmembramiento del grupo presuntamente liderado por Ismael Ramírez Brito “El Aztlán” y sus secuaces.

Romo Guillén aprovechó la oportunidad de estar frente a los medios para tratar de desmentir la versión que presentaba la procuraduría, ya que afirmó que la única relación que tenía con esas personas (criminales), únicamente se debía a las criptas que estarían en la construcción del templo.

Por supuesto, en lo que no se demoró fue en asegurar que, para implicarlo en este caso, lo habían golpeado, pero lo más escandaloso vino después, cuando frente a los reporteros, camarógrafos, fotógrafos y algunos funcionarios de la misma Procuraduría resaltó que hubo torturas para todos, con excepción de su pareja, Claudia Ivonne Cortés Navarro, a quien a pesar de tener ocho meses de embarazo no se la respetó.

“Todos los demás fuimos torturados hasta con toques en los huevos, porque en esta Procuraduría se lleva a cabo esta práctica de dar toques”, alegó el padre y dirigente de la iglesia de la Santa Muerte.

Al término de la presentación, los detenidos e implicados fueron trasladados a bordo de un vehículo blindado rumbo al centro de arraigo de la PGJDF en la colonia Jardín, donde un discreto operativo de seguridad fue montado, sobre todo porque tras los eventos ocurridos, un grupo de seguidores de la Santa Muerte anunció que haría movilizaciones y acudirán al llamado Búnker de la PGJDF para demandar la libertad de su líder, David Romo Guillén.

DETENIDOS E IMPLICADOS

Como se informó a través de las páginas de LA PRENSA, el diputado federal había interpuesto la denuncia ante la Fiscalía Especial de Investigación para la Atención del Delito de Secuestro, por lo cual, derivado de las investigaciones, se logró la captura de David Romo Guillén o Silverio Reyes Fremain Cortés (alias con el que había abierto cuentas en el banco), de 42 años, quien afirmaba ser el líder de la secta conocida como adoradores de La Santa Muerte; Claudia Ivonne Cortés Navarro, de 40, pareja sentimental de Romo Guillén, que en ese momento tenía un embarazo de ocho meses; Adriana Salomé Gallegos Olmos, de 46; Víctor Antonio Montes de Oca Cervantes, de 48; Rafael Fernández Garnica, alias “El Junior”, de 29; Ismael Ramírez Brito “El Aztlán”, de 30; Luis Alberto Martínez, “El Greñas”, de 20; Karla Meribett Morales Delgado, y Nadia “N”, de 17 años, la menor involucrada en la vida del bajo mundo.

Con base en la evidencia reunida y en la investigación presentada, el procurador Mancera explicó que además había un individuo involucrado, que en ese entonces se encontraba recluido en la Penitenciaria de Santa Martha en el Distrito Federal. Se trataba de Gabriel Israel Peralta Martínez “El Spiderman”, cuya voz se obtuvo para el comparativo con las usadas en las negociaciones. Así pues, de acuerdo con las pruebas testimoniales, el secuestro fue realizado por “El Greñas”, “El Aztlán”, “Junior” y Nadia “N”.

Esta última se hacía pasar como licenciada, y pedía que la llamaran “licenciada Valencia”; fue quien (al menos en un video se puede observar) acompañaba a los agraviados a realizar las transferencias bancarias.

Posteriormente, David Romo ordenaba a Montes de Oca Cervantes que transfiriera el dinero a cuenta de su alias, Silverio Reyes, cuya beneficiaria era su esposa. Una vez que se retiraba el dinero del banco, David lo llevaba al denominado Santuario Nacional del Ángel de la Santa Muerte, en la Colonia 20 de Noviembre de esta ciudad. Hasta que, finalmente, Rafael Fernández Garnica “El Junior” e Ismael Ramírez Brito “El Aztlán” recogían la billetiza y se marchaban, dándole 25 mil pesos al obispo de la Niña Blanca.

FUE SU AMBICIÓN LA QUE LO HUNDIÓ

Sin lugar a duda, el caso de la banda de plagiarios denominada “El Aztlán”, cuyo integrante era el líder de un culto religioso (si la expresión es lícita), causó gran revuelo por dos cuestiones. La primera consistió fundamentalmente en la oposición que asentó la Iglesia católica desde el primer momento, ya que de ningún modo consideraban ese culto como algo digno.

Por otra parte, la resolución del caso, fue un gran momento para la justicia, sin embargo, también hizo reflexionar no tanto a las autoridades como a la sociedad, de que cuando se trata de “intereses” políticos o que afectan a personas con una posición privilegiada, la justicia (que como es ciega no se da cuenta de los matices de la sociedad) debería, o mejor dicho, debió perseguir a ese grupo delictivo desde el primer indicio en que se tuvo conocimiento de su existencia.

Pero no fue así y únicamente el caso tomó buen rumbo para su resolución cuando un diputado federal levantó la voz para exigir que la policía hiciera su labor. Cabe señalar que no sólo fue el legislador Ríos Piter, sino que además, con el desarrollo de las indagatorias, se tuvo la certeza de que al menos los familiares de otro funcionario habían sido plagiados por la misma banda.

PLAZO VENCIDO DULCE CONDENA

Acusados de secuestro y la falsificación de documentos y luego de que se venciera el plazo de arraigo para los integrantes de la banda de presuntos secuestradores de El Aztlán, éstos fueron enviados directamente a las celdas del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, donde desde el 25 de enero de 2010 fincaron su residencia y allí pasarían las noches más terribles sin libertad.

En primer orden se encontraba, por supuesto, el párroco de la Iglesia de la Santa Muerte, David Romo Guillén, y junto con él cinco cómplices más, acusados del delito de secuestro, por lo que sólo faltaba que se determinara su situación legal, es decir, faltaba la sentencia.

Las autoridades de la PGJDF tenían la certeza de que les sería dictado el auto de formal prisión, ya que estaban demasiado seguros de que en la indagatoria correspondiente se habían incluido todas las pruebas que demostraban la relación que existía entre quien profesaba la religión de la Santa Muerte y los integrantes de El Aztlán.

De acuerdo con algunos custodios del Reclusorio Oriente, tan sólo llegó el líder del culto, algunos internos creyentes de la Santa Muerte se acercaron a él, ya que previamente Romo había declarado que buscaría más gente que se quisiera unir a la religión que profesaba.

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TENÍA ESPERANZA DE QUEDAR IMPUNE

Pese a que todo indicaba que el grupo de criminales permanecería tras las rejas, Romo Guillén todavía se negaba a creerlo, ya que según él era inocente. Todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario y, en su caso, con base en toda la evidencia recabada se demostraba auténticamente su colaboración con los criminales.

No se trataba de que si hubiera participado poquito o mucho, sino que realmente estaba relacionado con el grupo delictivo y éste le pagaba por actos ilícitos, eso era lo importante y lo que a los ojos de la justicia merecía la pena juzgarse.

Cometió errores y fue juzgado no solamente por la ley, sino por la sociedad y por los fieles que siguen a la Santa Muerte. Pero no todos estaban en su contra, pues sus palabras convencían a algunos. En eso consiste la fe, creer en algo.

No había modo de eludir lo que el expediente del caso indicaba, donde se asentó que el sacerdote del culto a la Santa Muerte, David Romo Guillén -e integrante de la banda de secuestradores y extorsionadores Los Aztlán-, era señalado de haber secuestrado a los padres del diputado federal del PRD por San Luis Potosí, Domingo Rodríguez Martell, así como a los suegros del también legislador del mismo partido por Guerrero, Fernando Ríos Piter.

Finalmente, lo curioso del caso fue que de acuerdo con las investigaciones, ambos diputados conocían al obispo David Romo Guillén y, por ello, éste tenía datos precisos de sus familiares. De tal suerte que junto con otros integrantes de esa organización delictiva procedieron a extorsionarlos. La pregunta que quedó en el aire fue ¿y por qué se conocían?

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