/ jueves 24 de enero de 2019

Cristina Soledad Sánchez La Matataxistas

Alfredo Sosa “EN MANOS DE DIOS” En el hogar de la familiaMendoza, en García, Nuevo León, todo era tristeza, dolor eincertidumbre. O como dijo Roselinda Mendoza: “la ausencia de mipapá nos cambió todo y para siempre”. Su padre Abel Mendoza, de69 años, desapareció el 18 de mayo de 2010; salió a trabajarcomo cualquier otro día en su taxi, pero ya no regresó. En sumomento dieron aviso a las autoridades y ellos mismos, en familia yjunto con vecinos y amigos salieron a buscarlo por su cuenta, perono lo encontraron. El mismo calvario padecía la familia TovarZavala, radicados en Saltillo, Coahuila. Martín, hijo de laseñora Sofía, salió el 20 de mayo por la mañana en su unidad atrabajar, nunca más volvieron a saber de él. Martín era el noviode Cristina Soledad Sánchez. Y por si fuera mucha coincidencia, el22 y 28 de mayo, José Alfonso Quiroz y Omar Pérez Velázquez,también ruleteros de la misma entidad, tenían reporte dedesaparecidos. El 5 de junio por la noche, los medios decomunicación dieron a conocer la captura de una peligrosahomicida, quien había dado muerte a varios taxistas. Ante lascámaras presentaron a Cristina Soledad Sánchez y se hacíahincapié, en que se buscaba a un joven apodado “El Azteca” ydos cómplices más. Las familias de los conductores extraviados:Mendoza, Tovar, Quiroz y Pérez tenían algo en común sin saberlo:cinco familiares asesinados por las mismas personas y enterrados enel mismo lugar. Roselinda diría más adelante a los reporteros:“dejo la justicia en manos de Dios”. En el momento que seinformaba sobre aquellos terribles crímenes, Aarón Herrera Pérezmerendaba con sus padres, miraban las noticias, el muchachocabizbajo les confesó ser el cómplice de aquella mujer.

DON EZEQUIEL A unos días de la captura de “El Azteca”,sentado en la orilla de la cama, estirando un poco el cuello paradarse una tregua contra el calor infernal, Ezequiel HerreraNájera, su padre, tomó la iniciativa y contundente soltó lasentencia a un reportero de un diario local: “Sí, mi hijoasesinó a los taxistas. Que Dios lo ayude y cuide ahí, donde va aestar preso”, dijo con voz entrecortada. Se trataba de hacerfuerte y continuó: “Si mi hijo es un chavo bueno, nunca semetía en problemas con nadie, pero esa tal vieja, la Cristina, lometió en problemas… nunca noté que pensara de esa forma, merefiero en hacer esos actos tan malos…”, se desbordó y laslágrimas se deslizaron por sus mejillas. Después de unos minutoscontinuó: “Si mi muchacho era muy chambeador, le gustabatrabajar en la construcción, era ayudante de albañil y trabajabaen la maderería Crystal, allá por la calle de Urdiñola… nuncanoté una actitud sospechosa de su parte, ya que desde que selevantaba sólo nos decía a su madre y a mí, que iba a Monterreya trabajar en la plomería y regresaba por las noches, era lo quehacía”. Don Ezequiel, con el llanto en el rostro, volvió ahacer otra pausa. Miraba hacia la calle, el techo, el suelo,parpadeaba y apretaba los ojos para mitigar un poco las lágrimas,pero no hallaba consuelo, entonces explicó cómo su hijo Aarónles contó todo: “Vimos en la tele que detuvieron a esa mujer,así que mi muchacho nos confesó que él había trabajado con ellay matado a tres taxistas, nos dio mucho miedo porque no sóloamenazaron a mi hijo, sino también a nosotros”. Completamentederrotado y cabizbajo pidió perdón a las personas afectadas:“Pido una disculpa a todas las familias, lo siento mucho. Sé quesí cometió esos delitos, pero todos tenemos errores. Ahora,¿qué va a suceder con él, conmigo, con su madre? No sé, por esopido a Dios que nos ayude”, concluyó inundado de dolor.

Los mataba con la intención de robarles el auto yvenderlo en el mercado negro, pero en realidad había algo más, enel fondo la carcomía un deseo incontrolable de venganza contra loshombres, ya que fue abusada sexualmente en su infancia yadolescencia.

UN POZO COMO UN INFIERNO… Las autoridades ministeriales deNuevo León habían hecho la mitad de su trabajo: lograron capturara Cristina Soledad Sánchez y a tres de sus cómplices, entreellos, Aarón Herrera Pérez, “El Azteca”, pero aún faltabadar con los cadáveres de las víctimas. Así que un grupo deespecialistas en explorar pozos se dieron a la tarea de buscarlos.Para ello introdujeron en aquella tumba estrecha una trampillacircular de dos metros de alto, la cual, al topar con algún objetose abría y guardaba en su interior lo hallado sin dejar salir elcontenido. El mecanismo a su vez era bajado y subido por medio deuna grúa que la sostenía con unos cables. Era el 14 de junio,autoridades judiciales, familiares de los taxistas desaparecidos ylos especialistas estaban ahí, en medio del desierto, bajo uncalor infernal ante el pozo que fue el infierno mismo de lasvíctimas de Cristina Soledad Sánchez, quienes fueron arrojados ala profundidad; después de varias horas maniobrando, lostrabajadores habían encontrado algo, subieron la trampilla, laabrieron y ante las miradas atónitas de todos los presentes, sepresentó la escena macabra: era el cuerpo de un hombre, el cual yase encontraba en avanzado estado de putrefacción. Aquello era tanrepugnante que parecía una pesadilla. El calor y el olor pútridoincitaron aún más las náuseas de los testigos. Los peritoscubrieron el cuerpo con una manta blanca, no pudieron determinar enese momento a quién correspondía, e informaron a los familiaresque tenían que llevárselo al Servicio Médico Forense pararealizarle la autopsia y estudios de ADN para su plenaidentificación. Así que la angustia y la incertidumbre de losfamiliares no cesaron, a pesar del hallazgo. Pero por las ropas,supusieron que podía tratarse de José Alfonso Quiroz o del señorAbel Mendoza. Al día siguiente, al mismo lugar y las mismaspersonas regresaron para continuar con la búsqueda; al filo de las16:00 horas, la maquinaria volvió a contener algo, la sacaron a lasuperficie y, en efecto, se trataba de otro cuerpo, de igual forma,en estado avanzado de putrefacción. A las 18:00 horas, hallarondos más. Irreconocibles tuvieron que ser trasladados también paraaplicarles pruebas de genética. Después de dos semanas, laProcuraduría de Justicia de Nuevo León reveló los resultados delas pruebas de ADN realizadas a los familiares y los cuerpossacados de aquella tumba oscura en medio del desierto. Medianteéstas, se pudo comprobar la identidad del cadáver del señor AbelMendoza, de 69 años; Omar Pérez Velázquez, de 31; José AlfonsoQuiroz, de 59; Martín Tovar Zavala, de 39, quien fuera pareja deCristina Soledad Sánchez. También hubo un quinto cuerpo que lasautoridades rescataron del pozo, pero sobre éste no se pudo sabersu identidad, y nadie tampoco fue a reclamarlo. Al final, el únicoconsuelo de los familiares de los taxistas asesinados fue enterrara sus muertos.

CONDENA La Policía de Nuevo León tenía gran parte del casoresuelto; había capturado a la autora material e intelectual delos asesinatos, a sus cómplices y recuperado los cadáveres de lasvíctimas, pero sobre las unidades robadas no tenía nada concreto.Cristina Soledad Sánchez había declarado a las autoridades desdeun principio que algunas las vendió completas en el mercadoclandestino en Saltillo y otras en partes en García, Nuevo León.Pero la pregunta más inquietante, que no sólo se hacía lapolicía sino la sociedad era el por qué “La Matataxistas”había cometido aquellos crímenes. Por ello la multihomicida fuesometida a varios exámenes psicológicos y concluyeron queCristina Soledad Sánchez tenía una personalidad antisocial, nomostraba arrepentimiento por sus actos, tendía al sadismo yreacciones desproporcionadas, casi siempre violentas; tambiénexpresaba frustración y odio, en especial al género masculino.Fue quizá, cuando la asesina reveló su mayor confesión: la dehaber sido abusada sexualmente por varios años durante su infanciay adolescencia. Eso no era una coincidencia, pues explicaba suviolenta conducta y aberración, en particular con los hombres,contra quienes, en una especie de venganza contra ellos, cometióaquellos crímenes. En el mes de agosto de 2010, un juez delmunicipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, condenó a 195años de prisión a Cristina Soledad Sánchez, “LaMatataxistas”, por los delitos de robo con violencia, asociacióndelictuosa, homicidio doloso y violación a las leyes deinhumación y exhumación. A su cómplice Aarón Herrera Pérez de27 años, se le impuso una sentencia de 152 años y 4 meses decárcel. A otros dos jóvenes detenidos, a quienes en un inicio seacusó de pertenecer a la banda de Cristina, se les dejó enlibertad, pues no se pudo comprobar su participación en dichosdelitos.

Alfredo Sosa “EN MANOS DE DIOS” En el hogar de la familiaMendoza, en García, Nuevo León, todo era tristeza, dolor eincertidumbre. O como dijo Roselinda Mendoza: “la ausencia de mipapá nos cambió todo y para siempre”. Su padre Abel Mendoza, de69 años, desapareció el 18 de mayo de 2010; salió a trabajarcomo cualquier otro día en su taxi, pero ya no regresó. En sumomento dieron aviso a las autoridades y ellos mismos, en familia yjunto con vecinos y amigos salieron a buscarlo por su cuenta, perono lo encontraron. El mismo calvario padecía la familia TovarZavala, radicados en Saltillo, Coahuila. Martín, hijo de laseñora Sofía, salió el 20 de mayo por la mañana en su unidad atrabajar, nunca más volvieron a saber de él. Martín era el noviode Cristina Soledad Sánchez. Y por si fuera mucha coincidencia, el22 y 28 de mayo, José Alfonso Quiroz y Omar Pérez Velázquez,también ruleteros de la misma entidad, tenían reporte dedesaparecidos. El 5 de junio por la noche, los medios decomunicación dieron a conocer la captura de una peligrosahomicida, quien había dado muerte a varios taxistas. Ante lascámaras presentaron a Cristina Soledad Sánchez y se hacíahincapié, en que se buscaba a un joven apodado “El Azteca” ydos cómplices más. Las familias de los conductores extraviados:Mendoza, Tovar, Quiroz y Pérez tenían algo en común sin saberlo:cinco familiares asesinados por las mismas personas y enterrados enel mismo lugar. Roselinda diría más adelante a los reporteros:“dejo la justicia en manos de Dios”. En el momento que seinformaba sobre aquellos terribles crímenes, Aarón Herrera Pérezmerendaba con sus padres, miraban las noticias, el muchachocabizbajo les confesó ser el cómplice de aquella mujer.

DON EZEQUIEL A unos días de la captura de “El Azteca”,sentado en la orilla de la cama, estirando un poco el cuello paradarse una tregua contra el calor infernal, Ezequiel HerreraNájera, su padre, tomó la iniciativa y contundente soltó lasentencia a un reportero de un diario local: “Sí, mi hijoasesinó a los taxistas. Que Dios lo ayude y cuide ahí, donde va aestar preso”, dijo con voz entrecortada. Se trataba de hacerfuerte y continuó: “Si mi hijo es un chavo bueno, nunca semetía en problemas con nadie, pero esa tal vieja, la Cristina, lometió en problemas… nunca noté que pensara de esa forma, merefiero en hacer esos actos tan malos…”, se desbordó y laslágrimas se deslizaron por sus mejillas. Después de unos minutoscontinuó: “Si mi muchacho era muy chambeador, le gustabatrabajar en la construcción, era ayudante de albañil y trabajabaen la maderería Crystal, allá por la calle de Urdiñola… nuncanoté una actitud sospechosa de su parte, ya que desde que selevantaba sólo nos decía a su madre y a mí, que iba a Monterreya trabajar en la plomería y regresaba por las noches, era lo quehacía”. Don Ezequiel, con el llanto en el rostro, volvió ahacer otra pausa. Miraba hacia la calle, el techo, el suelo,parpadeaba y apretaba los ojos para mitigar un poco las lágrimas,pero no hallaba consuelo, entonces explicó cómo su hijo Aarónles contó todo: “Vimos en la tele que detuvieron a esa mujer,así que mi muchacho nos confesó que él había trabajado con ellay matado a tres taxistas, nos dio mucho miedo porque no sóloamenazaron a mi hijo, sino también a nosotros”. Completamentederrotado y cabizbajo pidió perdón a las personas afectadas:“Pido una disculpa a todas las familias, lo siento mucho. Sé quesí cometió esos delitos, pero todos tenemos errores. Ahora,¿qué va a suceder con él, conmigo, con su madre? No sé, por esopido a Dios que nos ayude”, concluyó inundado de dolor.

Los mataba con la intención de robarles el auto yvenderlo en el mercado negro, pero en realidad había algo más, enel fondo la carcomía un deseo incontrolable de venganza contra loshombres, ya que fue abusada sexualmente en su infancia yadolescencia.

UN POZO COMO UN INFIERNO… Las autoridades ministeriales deNuevo León habían hecho la mitad de su trabajo: lograron capturara Cristina Soledad Sánchez y a tres de sus cómplices, entreellos, Aarón Herrera Pérez, “El Azteca”, pero aún faltabadar con los cadáveres de las víctimas. Así que un grupo deespecialistas en explorar pozos se dieron a la tarea de buscarlos.Para ello introdujeron en aquella tumba estrecha una trampillacircular de dos metros de alto, la cual, al topar con algún objetose abría y guardaba en su interior lo hallado sin dejar salir elcontenido. El mecanismo a su vez era bajado y subido por medio deuna grúa que la sostenía con unos cables. Era el 14 de junio,autoridades judiciales, familiares de los taxistas desaparecidos ylos especialistas estaban ahí, en medio del desierto, bajo uncalor infernal ante el pozo que fue el infierno mismo de lasvíctimas de Cristina Soledad Sánchez, quienes fueron arrojados ala profundidad; después de varias horas maniobrando, lostrabajadores habían encontrado algo, subieron la trampilla, laabrieron y ante las miradas atónitas de todos los presentes, sepresentó la escena macabra: era el cuerpo de un hombre, el cual yase encontraba en avanzado estado de putrefacción. Aquello era tanrepugnante que parecía una pesadilla. El calor y el olor pútridoincitaron aún más las náuseas de los testigos. Los peritoscubrieron el cuerpo con una manta blanca, no pudieron determinar enese momento a quién correspondía, e informaron a los familiaresque tenían que llevárselo al Servicio Médico Forense pararealizarle la autopsia y estudios de ADN para su plenaidentificación. Así que la angustia y la incertidumbre de losfamiliares no cesaron, a pesar del hallazgo. Pero por las ropas,supusieron que podía tratarse de José Alfonso Quiroz o del señorAbel Mendoza. Al día siguiente, al mismo lugar y las mismaspersonas regresaron para continuar con la búsqueda; al filo de las16:00 horas, la maquinaria volvió a contener algo, la sacaron a lasuperficie y, en efecto, se trataba de otro cuerpo, de igual forma,en estado avanzado de putrefacción. A las 18:00 horas, hallarondos más. Irreconocibles tuvieron que ser trasladados también paraaplicarles pruebas de genética. Después de dos semanas, laProcuraduría de Justicia de Nuevo León reveló los resultados delas pruebas de ADN realizadas a los familiares y los cuerpossacados de aquella tumba oscura en medio del desierto. Medianteéstas, se pudo comprobar la identidad del cadáver del señor AbelMendoza, de 69 años; Omar Pérez Velázquez, de 31; José AlfonsoQuiroz, de 59; Martín Tovar Zavala, de 39, quien fuera pareja deCristina Soledad Sánchez. También hubo un quinto cuerpo que lasautoridades rescataron del pozo, pero sobre éste no se pudo sabersu identidad, y nadie tampoco fue a reclamarlo. Al final, el únicoconsuelo de los familiares de los taxistas asesinados fue enterrara sus muertos.

CONDENA La Policía de Nuevo León tenía gran parte del casoresuelto; había capturado a la autora material e intelectual delos asesinatos, a sus cómplices y recuperado los cadáveres de lasvíctimas, pero sobre las unidades robadas no tenía nada concreto.Cristina Soledad Sánchez había declarado a las autoridades desdeun principio que algunas las vendió completas en el mercadoclandestino en Saltillo y otras en partes en García, Nuevo León.Pero la pregunta más inquietante, que no sólo se hacía lapolicía sino la sociedad era el por qué “La Matataxistas”había cometido aquellos crímenes. Por ello la multihomicida fuesometida a varios exámenes psicológicos y concluyeron queCristina Soledad Sánchez tenía una personalidad antisocial, nomostraba arrepentimiento por sus actos, tendía al sadismo yreacciones desproporcionadas, casi siempre violentas; tambiénexpresaba frustración y odio, en especial al género masculino.Fue quizá, cuando la asesina reveló su mayor confesión: la dehaber sido abusada sexualmente por varios años durante su infanciay adolescencia. Eso no era una coincidencia, pues explicaba suviolenta conducta y aberración, en particular con los hombres,contra quienes, en una especie de venganza contra ellos, cometióaquellos crímenes. En el mes de agosto de 2010, un juez delmunicipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, condenó a 195años de prisión a Cristina Soledad Sánchez, “LaMatataxistas”, por los delitos de robo con violencia, asociacióndelictuosa, homicidio doloso y violación a las leyes deinhumación y exhumación. A su cómplice Aarón Herrera Pérez de27 años, se le impuso una sentencia de 152 años y 4 meses decárcel. A otros dos jóvenes detenidos, a quienes en un inicio seacusó de pertenecer a la banda de Cristina, se les dejó enlibertad, pues no se pudo comprobar su participación en dichosdelitos.

Policiaca

Miguel "N", presunto feminicida de María José, es vinculado a proceso

Además se le investigará por otros probables feminicidios debido a pruebas encontradas en su departamento

Policiaca

Hallan sin vida a un hombre dentro de tanque de agua en Edomex

Compañeros de trabajo llamaron a un ambulancia, pero paramédicos solo pudieron confirmar la muerte del hombre de 51 años

Policiaca

“Estoy muy afectada”; novia de Fofo Márquez pide disculpas a mujer golpeada

Melannie Lattanzi, novia del influencer, reapareció en sus redes sociales explicando lo tanto que le ha afectado de manera emocional, sumado a las amenazas de las que es objeto