/ jueves 25 de abril de 2019

Claudia Mijangos, sus nervios la llevaron al crimen

"Mis niños están dormidos en la casa", decía Claudia Mijangoscuando despertó en el hospital, ante las preguntas que le hacíala agente ministerial, Sara Feregrino... "Yo quiero mucho a mishijos, son niños muy buenos y no son traviesos", decía laseñora, como desvariando.

Horas antes, Verónica Vázquez, amiga de Claudia, habíallegado por la mañana a la casa 408 de la calle Hacienda Vegil,Colonia Jardines de la Hacienda, en Querétaro. Tocó y le abrióClaudia, con la ropa manchada de sangre y la mirada extraviada.Verónica entró rápidamente a la casa, pues intuyó que su amigahabía sido atacada por delincuentes. Luego vio, horrorizada, loscadáveres de los tres niños.

Claudia alucinaba. Decía que sus hijos se habían manchado desalsa catsup. Verónica salió huyendo de aquella escena de muerte;el hedor de la sangre resultaba insufrible. Llamó inmediatamente ala policía.

Los agentes entraron a la fuerza a aquel hogar en desgracia.

Creyeron entonces que la madre también estaba muerta, pero elcomandante Adolfo Durán descubrió que Claudia estaba con vida.Había intentado suicidarse después de arrebatarle la vida a sutres hijos a cuchilladas. Llamaron a la Cruz Roja...

A los tres días, la filicida estaba sedada y amarrada de pies ymanos. Se le tomó su primera declaración el 27 de abril de 1989 alas 11:30 horas. El día 24 había ocurrido la tragedia queindignó a la sociedad queretana.

FUE REINA DE BELLEZA

Mazatlán, Sinaloa fue cuna de Claudia Mijangos Arzac. En aquelpuerto vio la primera luz, en 1956. Fue una niña feliz. No lefaltaba nada al lado de su familia. Disfrutaba del calor hogareño.Era estudiante de la carrera de Comercio y el destino la llevó muyjovencita de la mano a concursar en un certamen de belleza, dondefue elegida reina del puerto. Al morir sus padres, Claudia recibióuna jugosa herencia.

Se casó al poco tiempo con el empleado bancario AlfredoCastaños Gutiérrez, ocho años mayor que ella, y fincaron suhogar conyugal en Querétaro.

Claudia era emprendedora. Abrió en aquella ciudad una exclusivatienda de ropa en el Pasaje de La Llata, donde las mujeres másdestacadas de aquella ciudad compraban sus vestidos.

Se daba tiempo para todo. Claudia era inquieta. Le gustabaservir. Daba clases de Catecismo, Ética y Religión en el colegioFray Luis de León, donde estudiaban sus tres hijos: ClaudiaMaría, de 11 años; Ana Belén, de 9; y Alfredo Antonio, de 6.

Sin embargo, Claudia no era una mujer sana del todo. Empezaron aaflorar fuertes trastornos psicológicos en su personalidad. Sumatrinonio se veía afectado constantemente. Y muy pronto, losproblemas conyugales se volvieron una pesadilla.

Claudia estaba obsesionada con un religiosoMomentos después arrastró el cuerpo de la niña hacia larecámara principal para finalmente apilarlo junto al de sushermanos y cubrirlos con una colcha. Limpió dos de los cuchillos,tomó el tercero y se hizo cortes en las muñecas y en el pecho,tratando de suicidarse.

Al llegar los agentes descubrieron que el piso de la sala y lasescaleras que iban hacia la planta alta estaban manchados desangre, al igual que el pasillo entre la recámara principal, larecámara del pequeño Alfredo, la recámara de las niñas y elbaño.

En sus declaraciones ministeriales, Claudia responsabilizó delcrimen al sacerdote al que supuestamente amaba: -El padre Ramón mehablaba telepáticamente, él influyó para que me divorciara, perocomo mi madre era un freno moral para que me uniera a él, el padreRamón con maleficios mató a mi madre; me sigue trabajandomentalmente para poseerme y también mi marido quiere regresarconmigo y me trabaja mentalmente, fue tanta la presión que medescontrolé, añadía Claudia en su cama de hospital.

Se dijo que luego cambió la versión de sus declaraciones.Apuntó que no recordaba nada, que la había despertado su amigaque tocaba a la puerta de su casa y que después la habíantrasladado al hospital. Hablaba de sus hijos como si estuvieran enla escuela. Los periódicos condenaron su crimen. Fue bautizadacomo “La Hiena de Querétaro”.

Su abogado defensor, Julio Esponda Ugartechea, trató deinculpar a su exesposo en el crimen. Los exámenes neurológicosdeterminaron que Claudia padecía un trastorno mental orgánico:epilepsia del lóbulo temporal, acompañado de una perturbación dela personalidad tipo paranoide, por lo que se suspendió elprocedimiento penal ordinario y se acordó aplicar una medida deseguridad de treinta años por el triple filicidio, la pena máximacontemplada en esa época.

El 23 de enero de 1992, fue trasladada del Cereso Femenil Sur dela Ciudad de México a Querétaro. Claudia Mijangos Arzac quedórecluida durante más de veinte años en el anexo psiquiátrico delReclusorio de Tepepan. Su pelo encaneció y comenzó a utilizaranteojos. En 2007 la operaron de la glándula tiroides. Pese a losaños de reclusión, nunca recibió visitas de su familia. Aquelsangriento episodio dio pie a todo tipo de leyendas urbanas. Sedijo que la casa donde sucedieron los hechos estaba embrujada y quese aparecían los niños sacrificados.

Hubo versiones en torno a que dentro de aquella casa seescuchaban por las noches llantos y gritos, que se veían luces ysombras en el interior de la casa y que un niño pequeño seasomaba a las ventanas.

Entre los relatos carcelarios se escribió que cuando Claudia seencontraba tranquila, compartía su celda con la francesa FlorenceCassez, quien fue sentenciada en 2009 a sesenta años de prisiónpor el delito de secuestro.

Y según testimonios de algunas enfermeras, cada vez que habíaluna llena, era necesario encerrar a Claudia en una celda especial,porque se tornaba muy agresiva. Su padecimiento es incurable,decía el parte médico.

La casa donde se desarrollaron los trágicos acontecimientos espropiedad de Claudia. Estuvo en el total abandono. Nadie lareclamó.

Los habitantes de las casas vecinas exigían a las autoridadesmayor seguridad. Los curiosos se metían furtivamente a aquellugar, ya abandonado. Con el tiempo, la casa donde ocurrió eltriple asesinato fue cerrada por completo. Claudia sigue presa y apunto de recuperar su libertrad.

Su encierro psiquiátrico estaría por concluir“Recargada en una reja que da hacia la celda del alapsiquiátrica, Claudia Mijangos está pensativa. Su mirada es fríay un tanto perdida, pero no lo suficiente como para dejar ver unaire de melancolía”...

Así se refería un diario de Querétaro a Claudia, quien fue lamenor de siete hermanos. Cuatro mujeres y tres hombres.

La madre, María del Carmen Arzac, era referida como una personadominante, autoritaria, agresiva, cerrada en sus creencias,fanática de la religión, con escasa capacidad de discernimiento yno ofrecía una posibilidad de contacto con sus hijos.

Su padre Antonio Mijangos murió de infarto cerebral, eradescrito como un hombre sensible, dedicado al trabajo, necio,indeciso y hasta débil de carácter. Las tres hermanas Mijangoshabían padecido matrimonios tormentosos que habían culminado endivorcios.

En cuanto a los hermanos, el mayor era alcohólico yfarmacodependiente, con personalidad psicopática, fue internadovarias veces en un hospital psiquiátrico. Alberto de 41 años,padecía de retraso mental, crisis convulsivas generalizadas eincapaz de valerse por sí mismo. Rafael, el hermano menor,padecía de Síndrome de Down.

En su infancia Claudia M. era una niña poco brillante en laescuela y tenía un carácter rebelde. Durante su adolescencia tuvodos novios. Con su nueva vida de casada con Alfredo Castañosempezó a manifestar crisis agresivas y depresivas, de hecho en sunoche de bodas Claudia M. tuvo un episodio de agresividad. En 1982,después de una discusión, Claudia persiguió a Alfredo con unmachete en la mano, en otras ocasiones lo hacia con unas tijeras.En 1984, después de haber discutido con su esposo, rompe con uncuchillo las llantas del carro de él.

Desde su detención, la filicida, tras breve paso por laClínica del Seguro Social, estuvo internada en el Centro deReadaptación Social de San José el Alto, hasta que los abogadosMiguel Alcocer y Julio Esponda promovieron y lograron que fueratrasladada en septiembre de 1991 a un penal con área siquiátricaen la Ciudad de México, por no haberla entonces en Querétaro.Magistrados coincidieron en que el futuro de la triple filicidadepende únicamente de la decisión de los psiquiatras. Alrespecto, la jefa del Poder Judicial del Estado informó que, de nohaber objeción médica, Claudia podría recuperar su libertad,pero que no ha habido ninguna gestión de los abogados ofamiliares, y el expediente se encuentra archivado.

Si la hubiera, advirtió por su parte Arturo González deCosío, quedaría en absoluta libertad, pues no se puede aumentarun solo día el internamiento ordenado por él, entonces juezPrimero de Primera Instancia Penal, a partir de los peritajesclínicos que descubrieron un problema en el lóbulo temporal de laprocesada y consecuencias de tipo paranoico.

Por esa enfermedad, entonces incurable, el juzgador la declaróinimputable, ordenando su enclaustramiento por 30 años(equivalentes a la pena máxima de entonces), reductibles si laciencia médica encontraba y tenía éxito en una cura aplicable asu caso, lo que hasta la fecha no ha ocurrido.

González de Cosío indicó a un diario queretano que incluso seproponía aplicar a Claudia Mijangos una trepanación cerebral, loque la habría dejado en estado vegetativo. Finalmente se optó porel internamiento psiquiátrico que, al final de cuentas, resultómás prolongado de lo que hubiera sido sentenciarla, pues yahubiera salido gracias a las normas mínimas aplicables para lareducción de penas.

LA ATORMENTABAN VOCES EXTRAÑAS Sobrevino elinevitable divorcio. Ella se quedó con la custodia de sus treshijos. Las personas cercanas veían cómo aquellos disturbiosemocionales afectaban con más fuerza a Claudia... Siguió con susclases de religión y con la venta de ropa.

En la escuela donde estudiaban sus hijos, daba clases un jovensacerdote, el padre Ramón. Se dijo que Claudia se obsesionó conaquel religioso; mucha gente les atribuyó un idilio. Él y otrocura, el padre Rigoberto, hablaban constantemente con ella. Se supoque durante varios días, Claudia había escuchado voces extrañas.No quiso comentárselo a su exesposo, pues él siempre la tachó deloca.

Llegó el día trágico. Era una calurosa tarde de domingo aquel23 de abril de 1989. Alfredo Castaños llevó a sus hijos a unakermesse de la escuela. De regreso a casa, discutió acaloradamentecon Claudia.

Conocía de antemano el exmarudo el asunto del padrecito.Pretendía Alfredo retornar al hogar con Claudia y sus hijos. Peroella se negaba rotundamente. Parecía defender sus sentimientoshacia aquel religioso. Entonces su exesposo, enojado, le dijo que“se iba a arrepentir”. Luego se retiró. Claudia cerró lapuerta con llave. Subió a darle la bendición a sus hijos y sedirigió a su recámara para descansar.

En las primeras horas del lunes -24 de abril-, cuando aún noamanecía, Claudia despertó subítamente. Fuertes y extrañasvoces taladraban su celebro. Estuvo varios minutos escuchándolas,intentando discernir si eran reales. Luego se levantó y sevistió. Encaminó sus pasos hacia la cocina y se apoderó de trescuchillos. Su mente estaba trastornada. Sus hijos dormían, ajenosa la tragedia que se avecinaba y que parecía inevitable...

Claudia ya había decidido quitarles la vida.

De acuerdo a la crónica policíaca de la época, AlfredoAntonio, el niño más pequeño, fue el primero en morir por lascuchilladas que su madre le dio mientras dormía en su cama. Elniño gritaba de dolor y terror.

Perdió en pocos minutos el conocimiento y la vida... Claudiacambió de cuchillo; usó uno distinto con cada uno de sus hijos.Apuñaló seis veces a Claudia María. Herida de muerte y con lospulmones perforados, la horrorizada niña aún alcanzó a salir dela recámara buscando esconderse.

"¡No mamá, no mamá, no lo hagas!", gritaba. Los gritos dedolor y desesperación alertaron a los vecinos, pero éstosdecidieron no intervenir.

Claudia tomó entonces el tercer cuchillo y apuñaló en elcorazón a su hija menor Ana Belén, de nueve años, quien no opusomucha resistencia.

Después bajó de prisa las escaleras para buscar a laagonizante Claudia María, quien se había desmayado, boca arriba,sobre el piso del comedor. Volvió a apuñalarla.

"Mis niños están dormidos en la casa", decía Claudia Mijangoscuando despertó en el hospital, ante las preguntas que le hacíala agente ministerial, Sara Feregrino... "Yo quiero mucho a mishijos, son niños muy buenos y no son traviesos", decía laseñora, como desvariando.

Horas antes, Verónica Vázquez, amiga de Claudia, habíallegado por la mañana a la casa 408 de la calle Hacienda Vegil,Colonia Jardines de la Hacienda, en Querétaro. Tocó y le abrióClaudia, con la ropa manchada de sangre y la mirada extraviada.Verónica entró rápidamente a la casa, pues intuyó que su amigahabía sido atacada por delincuentes. Luego vio, horrorizada, loscadáveres de los tres niños.

Claudia alucinaba. Decía que sus hijos se habían manchado desalsa catsup. Verónica salió huyendo de aquella escena de muerte;el hedor de la sangre resultaba insufrible. Llamó inmediatamente ala policía.

Los agentes entraron a la fuerza a aquel hogar en desgracia.

Creyeron entonces que la madre también estaba muerta, pero elcomandante Adolfo Durán descubrió que Claudia estaba con vida.Había intentado suicidarse después de arrebatarle la vida a sutres hijos a cuchilladas. Llamaron a la Cruz Roja...

A los tres días, la filicida estaba sedada y amarrada de pies ymanos. Se le tomó su primera declaración el 27 de abril de 1989 alas 11:30 horas. El día 24 había ocurrido la tragedia queindignó a la sociedad queretana.

FUE REINA DE BELLEZA

Mazatlán, Sinaloa fue cuna de Claudia Mijangos Arzac. En aquelpuerto vio la primera luz, en 1956. Fue una niña feliz. No lefaltaba nada al lado de su familia. Disfrutaba del calor hogareño.Era estudiante de la carrera de Comercio y el destino la llevó muyjovencita de la mano a concursar en un certamen de belleza, dondefue elegida reina del puerto. Al morir sus padres, Claudia recibióuna jugosa herencia.

Se casó al poco tiempo con el empleado bancario AlfredoCastaños Gutiérrez, ocho años mayor que ella, y fincaron suhogar conyugal en Querétaro.

Claudia era emprendedora. Abrió en aquella ciudad una exclusivatienda de ropa en el Pasaje de La Llata, donde las mujeres másdestacadas de aquella ciudad compraban sus vestidos.

Se daba tiempo para todo. Claudia era inquieta. Le gustabaservir. Daba clases de Catecismo, Ética y Religión en el colegioFray Luis de León, donde estudiaban sus tres hijos: ClaudiaMaría, de 11 años; Ana Belén, de 9; y Alfredo Antonio, de 6.

Sin embargo, Claudia no era una mujer sana del todo. Empezaron aaflorar fuertes trastornos psicológicos en su personalidad. Sumatrinonio se veía afectado constantemente. Y muy pronto, losproblemas conyugales se volvieron una pesadilla.

Claudia estaba obsesionada con un religiosoMomentos después arrastró el cuerpo de la niña hacia larecámara principal para finalmente apilarlo junto al de sushermanos y cubrirlos con una colcha. Limpió dos de los cuchillos,tomó el tercero y se hizo cortes en las muñecas y en el pecho,tratando de suicidarse.

Al llegar los agentes descubrieron que el piso de la sala y lasescaleras que iban hacia la planta alta estaban manchados desangre, al igual que el pasillo entre la recámara principal, larecámara del pequeño Alfredo, la recámara de las niñas y elbaño.

En sus declaraciones ministeriales, Claudia responsabilizó delcrimen al sacerdote al que supuestamente amaba: -El padre Ramón mehablaba telepáticamente, él influyó para que me divorciara, perocomo mi madre era un freno moral para que me uniera a él, el padreRamón con maleficios mató a mi madre; me sigue trabajandomentalmente para poseerme y también mi marido quiere regresarconmigo y me trabaja mentalmente, fue tanta la presión que medescontrolé, añadía Claudia en su cama de hospital.

Se dijo que luego cambió la versión de sus declaraciones.Apuntó que no recordaba nada, que la había despertado su amigaque tocaba a la puerta de su casa y que después la habíantrasladado al hospital. Hablaba de sus hijos como si estuvieran enla escuela. Los periódicos condenaron su crimen. Fue bautizadacomo “La Hiena de Querétaro”.

Su abogado defensor, Julio Esponda Ugartechea, trató deinculpar a su exesposo en el crimen. Los exámenes neurológicosdeterminaron que Claudia padecía un trastorno mental orgánico:epilepsia del lóbulo temporal, acompañado de una perturbación dela personalidad tipo paranoide, por lo que se suspendió elprocedimiento penal ordinario y se acordó aplicar una medida deseguridad de treinta años por el triple filicidio, la pena máximacontemplada en esa época.

El 23 de enero de 1992, fue trasladada del Cereso Femenil Sur dela Ciudad de México a Querétaro. Claudia Mijangos Arzac quedórecluida durante más de veinte años en el anexo psiquiátrico delReclusorio de Tepepan. Su pelo encaneció y comenzó a utilizaranteojos. En 2007 la operaron de la glándula tiroides. Pese a losaños de reclusión, nunca recibió visitas de su familia. Aquelsangriento episodio dio pie a todo tipo de leyendas urbanas. Sedijo que la casa donde sucedieron los hechos estaba embrujada y quese aparecían los niños sacrificados.

Hubo versiones en torno a que dentro de aquella casa seescuchaban por las noches llantos y gritos, que se veían luces ysombras en el interior de la casa y que un niño pequeño seasomaba a las ventanas.

Entre los relatos carcelarios se escribió que cuando Claudia seencontraba tranquila, compartía su celda con la francesa FlorenceCassez, quien fue sentenciada en 2009 a sesenta años de prisiónpor el delito de secuestro.

Y según testimonios de algunas enfermeras, cada vez que habíaluna llena, era necesario encerrar a Claudia en una celda especial,porque se tornaba muy agresiva. Su padecimiento es incurable,decía el parte médico.

La casa donde se desarrollaron los trágicos acontecimientos espropiedad de Claudia. Estuvo en el total abandono. Nadie lareclamó.

Los habitantes de las casas vecinas exigían a las autoridadesmayor seguridad. Los curiosos se metían furtivamente a aquellugar, ya abandonado. Con el tiempo, la casa donde ocurrió eltriple asesinato fue cerrada por completo. Claudia sigue presa y apunto de recuperar su libertrad.

Su encierro psiquiátrico estaría por concluir“Recargada en una reja que da hacia la celda del alapsiquiátrica, Claudia Mijangos está pensativa. Su mirada es fríay un tanto perdida, pero no lo suficiente como para dejar ver unaire de melancolía”...

Así se refería un diario de Querétaro a Claudia, quien fue lamenor de siete hermanos. Cuatro mujeres y tres hombres.

La madre, María del Carmen Arzac, era referida como una personadominante, autoritaria, agresiva, cerrada en sus creencias,fanática de la religión, con escasa capacidad de discernimiento yno ofrecía una posibilidad de contacto con sus hijos.

Su padre Antonio Mijangos murió de infarto cerebral, eradescrito como un hombre sensible, dedicado al trabajo, necio,indeciso y hasta débil de carácter. Las tres hermanas Mijangoshabían padecido matrimonios tormentosos que habían culminado endivorcios.

En cuanto a los hermanos, el mayor era alcohólico yfarmacodependiente, con personalidad psicopática, fue internadovarias veces en un hospital psiquiátrico. Alberto de 41 años,padecía de retraso mental, crisis convulsivas generalizadas eincapaz de valerse por sí mismo. Rafael, el hermano menor,padecía de Síndrome de Down.

En su infancia Claudia M. era una niña poco brillante en laescuela y tenía un carácter rebelde. Durante su adolescencia tuvodos novios. Con su nueva vida de casada con Alfredo Castañosempezó a manifestar crisis agresivas y depresivas, de hecho en sunoche de bodas Claudia M. tuvo un episodio de agresividad. En 1982,después de una discusión, Claudia persiguió a Alfredo con unmachete en la mano, en otras ocasiones lo hacia con unas tijeras.En 1984, después de haber discutido con su esposo, rompe con uncuchillo las llantas del carro de él.

Desde su detención, la filicida, tras breve paso por laClínica del Seguro Social, estuvo internada en el Centro deReadaptación Social de San José el Alto, hasta que los abogadosMiguel Alcocer y Julio Esponda promovieron y lograron que fueratrasladada en septiembre de 1991 a un penal con área siquiátricaen la Ciudad de México, por no haberla entonces en Querétaro.Magistrados coincidieron en que el futuro de la triple filicidadepende únicamente de la decisión de los psiquiatras. Alrespecto, la jefa del Poder Judicial del Estado informó que, de nohaber objeción médica, Claudia podría recuperar su libertad,pero que no ha habido ninguna gestión de los abogados ofamiliares, y el expediente se encuentra archivado.

Si la hubiera, advirtió por su parte Arturo González deCosío, quedaría en absoluta libertad, pues no se puede aumentarun solo día el internamiento ordenado por él, entonces juezPrimero de Primera Instancia Penal, a partir de los peritajesclínicos que descubrieron un problema en el lóbulo temporal de laprocesada y consecuencias de tipo paranoico.

Por esa enfermedad, entonces incurable, el juzgador la declaróinimputable, ordenando su enclaustramiento por 30 años(equivalentes a la pena máxima de entonces), reductibles si laciencia médica encontraba y tenía éxito en una cura aplicable asu caso, lo que hasta la fecha no ha ocurrido.

González de Cosío indicó a un diario queretano que incluso seproponía aplicar a Claudia Mijangos una trepanación cerebral, loque la habría dejado en estado vegetativo. Finalmente se optó porel internamiento psiquiátrico que, al final de cuentas, resultómás prolongado de lo que hubiera sido sentenciarla, pues yahubiera salido gracias a las normas mínimas aplicables para lareducción de penas.

LA ATORMENTABAN VOCES EXTRAÑAS Sobrevino elinevitable divorcio. Ella se quedó con la custodia de sus treshijos. Las personas cercanas veían cómo aquellos disturbiosemocionales afectaban con más fuerza a Claudia... Siguió con susclases de religión y con la venta de ropa.

En la escuela donde estudiaban sus hijos, daba clases un jovensacerdote, el padre Ramón. Se dijo que Claudia se obsesionó conaquel religioso; mucha gente les atribuyó un idilio. Él y otrocura, el padre Rigoberto, hablaban constantemente con ella. Se supoque durante varios días, Claudia había escuchado voces extrañas.No quiso comentárselo a su exesposo, pues él siempre la tachó deloca.

Llegó el día trágico. Era una calurosa tarde de domingo aquel23 de abril de 1989. Alfredo Castaños llevó a sus hijos a unakermesse de la escuela. De regreso a casa, discutió acaloradamentecon Claudia.

Conocía de antemano el exmarudo el asunto del padrecito.Pretendía Alfredo retornar al hogar con Claudia y sus hijos. Peroella se negaba rotundamente. Parecía defender sus sentimientoshacia aquel religioso. Entonces su exesposo, enojado, le dijo que“se iba a arrepentir”. Luego se retiró. Claudia cerró lapuerta con llave. Subió a darle la bendición a sus hijos y sedirigió a su recámara para descansar.

En las primeras horas del lunes -24 de abril-, cuando aún noamanecía, Claudia despertó subítamente. Fuertes y extrañasvoces taladraban su celebro. Estuvo varios minutos escuchándolas,intentando discernir si eran reales. Luego se levantó y sevistió. Encaminó sus pasos hacia la cocina y se apoderó de trescuchillos. Su mente estaba trastornada. Sus hijos dormían, ajenosa la tragedia que se avecinaba y que parecía inevitable...

Claudia ya había decidido quitarles la vida.

De acuerdo a la crónica policíaca de la época, AlfredoAntonio, el niño más pequeño, fue el primero en morir por lascuchilladas que su madre le dio mientras dormía en su cama. Elniño gritaba de dolor y terror.

Perdió en pocos minutos el conocimiento y la vida... Claudiacambió de cuchillo; usó uno distinto con cada uno de sus hijos.Apuñaló seis veces a Claudia María. Herida de muerte y con lospulmones perforados, la horrorizada niña aún alcanzó a salir dela recámara buscando esconderse.

"¡No mamá, no mamá, no lo hagas!", gritaba. Los gritos dedolor y desesperación alertaron a los vecinos, pero éstosdecidieron no intervenir.

Claudia tomó entonces el tercer cuchillo y apuñaló en elcorazón a su hija menor Ana Belén, de nueve años, quien no opusomucha resistencia.

Después bajó de prisa las escaleras para buscar a laagonizante Claudia María, quien se había desmayado, boca arriba,sobre el piso del comedor. Volvió a apuñalarla.

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