/ domingo 3 de mayo de 2020

¿Y cómo querían los hospitales?

Hace más de 50 días que se viene pidiendo que quienes no tengan nada que hacer en la calle, se queden en sus casas, pero no, no pasaba nada si salían todos a divertirse, si hacían fiestas o reuniones y no atendían el llamado a la cuarentena, porque no existía nada de eso en su colonia o en su calle.

Y como no pensar así si desde febrero, cuando el primer caso apareció, la máxima autoridad invitaba a abrazarse, a recibir barcos llenos de probables contagios, abrir las fronteras a quienes eran rechazados por posibles contagios. Como hacer caso si el mismo Presidente dijo que no era nada serio.

La consecuencia es que ya no hay hospital, funeraria o crematorio que pueda darle un trato digno a los cadáveres, ya son demasiados, la tercera fase llegó mas a fuerza que de ganas para el gobierno quien prefirió salvar su imagen por las cosas que no hizo que velar por la vida de la población, que prefirió seguir con Dos Bocas y el Tren Maya y la rifa del avión que centrar todo en la pandemia.

Era lógico que a estas alturas de la contingencia, cuando el modelo centinela arroja la modesta cantidad de 20 mil infectados, los hospitales, morgues, funerarias y crematorios estén rebasados. Rebasados por la cantidad de cadáveres y por negligencia de quién no estuvo a la altura como gobernante para hacer frente con autoridad a la pandemia.

Pero no, no todo es culpa del gobierno, también lo es de quien a pesar de toda la información, decidió salir a echar relajo con sus cuates porque “de algo se iba a morir” esos que no les importó que pudieran ser portadores del virus, esos que renegaban de su existencia, pero que si exigieron un respirador o una cama para ser atendidos.

Es muy duro perder a un familiar, y más duro que una vez que entra al hospital ya no lo vuelven a ver, es difícil e inimaginable no saber más de el o ella, no saber más de mamá, papá, hermano, esposo, amigo, solo recibir la llamada de que falleció y no poder despedirlo como se merece, es tan duro que solo por eso se deberían acatar las indicaciones.

No solo del lado de la población hay pérdidas, en la primera línea de atención también están cayendo, está muriendo personal esencial, porque a alguien se le hizo que tenía el derecho de salir pese a la contingencia, a no tomar en serio las medidas de precaución. A la contingencia le faltan meses, pero le falta aun más que la gente lo crea. Hasta que los muertos no son de la familia, él incrédulo no lo va a entender.

Hace más de 50 días que se viene pidiendo que quienes no tengan nada que hacer en la calle, se queden en sus casas, pero no, no pasaba nada si salían todos a divertirse, si hacían fiestas o reuniones y no atendían el llamado a la cuarentena, porque no existía nada de eso en su colonia o en su calle.

Y como no pensar así si desde febrero, cuando el primer caso apareció, la máxima autoridad invitaba a abrazarse, a recibir barcos llenos de probables contagios, abrir las fronteras a quienes eran rechazados por posibles contagios. Como hacer caso si el mismo Presidente dijo que no era nada serio.

La consecuencia es que ya no hay hospital, funeraria o crematorio que pueda darle un trato digno a los cadáveres, ya son demasiados, la tercera fase llegó mas a fuerza que de ganas para el gobierno quien prefirió salvar su imagen por las cosas que no hizo que velar por la vida de la población, que prefirió seguir con Dos Bocas y el Tren Maya y la rifa del avión que centrar todo en la pandemia.

Era lógico que a estas alturas de la contingencia, cuando el modelo centinela arroja la modesta cantidad de 20 mil infectados, los hospitales, morgues, funerarias y crematorios estén rebasados. Rebasados por la cantidad de cadáveres y por negligencia de quién no estuvo a la altura como gobernante para hacer frente con autoridad a la pandemia.

Pero no, no todo es culpa del gobierno, también lo es de quien a pesar de toda la información, decidió salir a echar relajo con sus cuates porque “de algo se iba a morir” esos que no les importó que pudieran ser portadores del virus, esos que renegaban de su existencia, pero que si exigieron un respirador o una cama para ser atendidos.

Es muy duro perder a un familiar, y más duro que una vez que entra al hospital ya no lo vuelven a ver, es difícil e inimaginable no saber más de el o ella, no saber más de mamá, papá, hermano, esposo, amigo, solo recibir la llamada de que falleció y no poder despedirlo como se merece, es tan duro que solo por eso se deberían acatar las indicaciones.

No solo del lado de la población hay pérdidas, en la primera línea de atención también están cayendo, está muriendo personal esencial, porque a alguien se le hizo que tenía el derecho de salir pese a la contingencia, a no tomar en serio las medidas de precaución. A la contingencia le faltan meses, pero le falta aun más que la gente lo crea. Hasta que los muertos no son de la familia, él incrédulo no lo va a entender.

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