/ jueves 19 de diciembre de 2019

Un indeseable para el Ejército

Juan Veledíaz

A Genaro García Luna se le consideraba indigno de trato en la cúpula militar desde el sexenio de Vicente Fox. Desde entonces fue motivo de informes la forma en como se empezó a relacionar con la CIA, la DEA y el FBI. Se sabía que anteponía el interés personal por encima del interés del país.

Y el ejemplo fue durante muchos años el uso que le dio a la información de inteligencia con la que lucró no solo para manipular, sino hacer negocios personales como quedó en evidencia al final del sexenio calderonista con la consultora en seguridad Glac, donde sus socios son algunos de sus antiguos interlocutores en las agencias estadonidenses.

En el ejército mexicano ha exisitido una resistencia histórica a la intervención de las agencias estadounidenses en la seguridad nacional. Esta renuencia cambió en el tramo final del sexenio de Ernesto Zedillo con el general Enrique Cervantes Aguirre al frente de la secretaría de la Defensa Nacional. Poco después de la detención del ex coordinador antinarcóticos, el general Jesús Gutiérrez Rebollo con quien la DEA trabajó de manera eficaz, hubo un giro de 180 grados y la cúpula militar estableció los primeros acuerdos con la CIA, que redituó en la creación a finales de los años noventa del CIAN (Centro de Inteligencia Antinarcóticos).

Con llegada de la alternancia política en la presidencia de la república en México en diciembre del año 2000, la relación disminuyó en parte debido a los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York.

Durante el foxismo fue el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN) y la PGR, los que llevaron la batuta en la relación con la CIA y la DEA. En la Defensa Nacional más allá del llamado Tercer Vínculo (cooperación en materia de defensa, aparte del político y económico), las resistencias con la CIA continuaron.

Por ese entonces Genaro García Luna, entonces al frente de la Agencia Federal de Investigación (AFI), que sustituyó a la corrupta Policía Judicial Federal, fortalecía relaciones para hacerse indispensable. La Judicial Federal solo tuvo un cambio de siglas porque las prácticas corruptas continuaron.

Y fueron esas corruptelas documentadas por la inteligencia militar las que en 2006, en el periodo de transición, presentó el general Tomás Angeles Dauahare, uno de los candidatos a ser secretario de la Defensa, al presidente electo Felipe Calderón Hinojosa.

García Luna encabezaba un grupo de poder desde la AFI que tenía vínculos con diversas organizaciones criminales, se dijo en aquel entonces. Calderón hizo caso omiso y lo nombró secretario de Seguridad Pública Federal, al paso de los años le cobró la afrenta al general cuando fue detenido acusado de supuestos vínculos con el clan de los Beltrán Leyva. Al final las acusaciones resultaron falsas y recuperó su libertad.

Otro de los militares que nunca le tuvo suficiente confianza a García Luna fue el general Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa con Calderón. Al presidente le molestaba que le dijeran que el secretario de seguridad manipulaba la información como cuando su gobierno dio por muerto en diciembre del 2010 a Nazario Moreno, líder criminal en Michoacán, quien no murió sino hasta 2014.


Juan Veledíaz

A Genaro García Luna se le consideraba indigno de trato en la cúpula militar desde el sexenio de Vicente Fox. Desde entonces fue motivo de informes la forma en como se empezó a relacionar con la CIA, la DEA y el FBI. Se sabía que anteponía el interés personal por encima del interés del país.

Y el ejemplo fue durante muchos años el uso que le dio a la información de inteligencia con la que lucró no solo para manipular, sino hacer negocios personales como quedó en evidencia al final del sexenio calderonista con la consultora en seguridad Glac, donde sus socios son algunos de sus antiguos interlocutores en las agencias estadonidenses.

En el ejército mexicano ha exisitido una resistencia histórica a la intervención de las agencias estadounidenses en la seguridad nacional. Esta renuencia cambió en el tramo final del sexenio de Ernesto Zedillo con el general Enrique Cervantes Aguirre al frente de la secretaría de la Defensa Nacional. Poco después de la detención del ex coordinador antinarcóticos, el general Jesús Gutiérrez Rebollo con quien la DEA trabajó de manera eficaz, hubo un giro de 180 grados y la cúpula militar estableció los primeros acuerdos con la CIA, que redituó en la creación a finales de los años noventa del CIAN (Centro de Inteligencia Antinarcóticos).

Con llegada de la alternancia política en la presidencia de la república en México en diciembre del año 2000, la relación disminuyó en parte debido a los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York.

Durante el foxismo fue el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN) y la PGR, los que llevaron la batuta en la relación con la CIA y la DEA. En la Defensa Nacional más allá del llamado Tercer Vínculo (cooperación en materia de defensa, aparte del político y económico), las resistencias con la CIA continuaron.

Por ese entonces Genaro García Luna, entonces al frente de la Agencia Federal de Investigación (AFI), que sustituyó a la corrupta Policía Judicial Federal, fortalecía relaciones para hacerse indispensable. La Judicial Federal solo tuvo un cambio de siglas porque las prácticas corruptas continuaron.

Y fueron esas corruptelas documentadas por la inteligencia militar las que en 2006, en el periodo de transición, presentó el general Tomás Angeles Dauahare, uno de los candidatos a ser secretario de la Defensa, al presidente electo Felipe Calderón Hinojosa.

García Luna encabezaba un grupo de poder desde la AFI que tenía vínculos con diversas organizaciones criminales, se dijo en aquel entonces. Calderón hizo caso omiso y lo nombró secretario de Seguridad Pública Federal, al paso de los años le cobró la afrenta al general cuando fue detenido acusado de supuestos vínculos con el clan de los Beltrán Leyva. Al final las acusaciones resultaron falsas y recuperó su libertad.

Otro de los militares que nunca le tuvo suficiente confianza a García Luna fue el general Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa con Calderón. Al presidente le molestaba que le dijeran que el secretario de seguridad manipulaba la información como cuando su gobierno dio por muerto en diciembre del 2010 a Nazario Moreno, líder criminal en Michoacán, quien no murió sino hasta 2014.