/ miércoles 27 de abril de 2022

Traidores a la palma

¿Quién no ha pasado alguna vez por la Glorieta de la Palma en Paseo de la Reforma? Pues resulta que la gran Palmera de más de 100 años, que le dio nombre a este emblemático lugar, llegó a su fin.

Inmediatamente el debate de la causa de su muerte: que si fue descuido, que si la austeridad republicana evitó su conservación, que sí la edad normal es de 200 años pero por la altura de la ciudad podría solo haber llegado a 100, que si se llenó de hongos, que era peligroso mantenerla porque con un aironazo iba pa’abajo, en fin, el caso es que ya la seccionaron, la cortaron, la desaparecieron.

Dos aspectos que no he escuchado y que son representativos de lo que pudo haber pasado con la famosa palma: el calentamiento global, y la gentrificación.

Extraña que en un gobierno que encabeza una científica, no exista una planeación y planificación de lo que definió Al Gore (Premio Nobel de la Paz) como “una verdad incómoda”, y lo que sucede es que estos calores y fríos más intensos que en años pasados, esto que ya no son fenómenos climáticos sino una normalidad, deberían ser considerados para gobernar la Ciudad de México.

Solo hay que observar cómo se han modificado los ciclos climáticos que han hecho, por ejemplo, que las jacarandas que florecían en marzo, ahora lo hicieran en febrero; ya ni hablar de la expresión “hace un calor como nunca antes”. El calentamiento global es ya una realidad y los gobernantes harían bien en considerarlo y asumirlo.

Que decir de lo que hemos denunciado desde hace 6 años en Poder Ciudadano: el desordenado crecimiento inmobiliario está cobrándole una factura muy alta a nuestra ciudad. No se trata de ir contra el desarrollo ni contra los buenos constructores.

Se trata que los políticos dejen de corromperse para dar paso a un “deprimido Mixcoac” que mató a más de 700 árboles centenarios con una obra innecesaria y corrupta, o las construcciones de Torre Manacar o Mítikah, que esta última desapareció prácticamente un pueblo originario como lo era Xoco. Todo lo anterior producto de la gentrificación.

Lo de la Palma no fue gratuito, y mal hacen en querer distraer con “que arbolito vamos ahora a plantar” ¡Si a la Glorieta de Colón hasta la fecha no han podido rebautizarla!

Ninguna obra de mitigación recuperará lo que hemos perdido. Los árboles, el agua, el aire, no tienen precio. Entiéndanlo gobernantes.

Twitter: @floresaquino

¿Quién no ha pasado alguna vez por la Glorieta de la Palma en Paseo de la Reforma? Pues resulta que la gran Palmera de más de 100 años, que le dio nombre a este emblemático lugar, llegó a su fin.

Inmediatamente el debate de la causa de su muerte: que si fue descuido, que si la austeridad republicana evitó su conservación, que sí la edad normal es de 200 años pero por la altura de la ciudad podría solo haber llegado a 100, que si se llenó de hongos, que era peligroso mantenerla porque con un aironazo iba pa’abajo, en fin, el caso es que ya la seccionaron, la cortaron, la desaparecieron.

Dos aspectos que no he escuchado y que son representativos de lo que pudo haber pasado con la famosa palma: el calentamiento global, y la gentrificación.

Extraña que en un gobierno que encabeza una científica, no exista una planeación y planificación de lo que definió Al Gore (Premio Nobel de la Paz) como “una verdad incómoda”, y lo que sucede es que estos calores y fríos más intensos que en años pasados, esto que ya no son fenómenos climáticos sino una normalidad, deberían ser considerados para gobernar la Ciudad de México.

Solo hay que observar cómo se han modificado los ciclos climáticos que han hecho, por ejemplo, que las jacarandas que florecían en marzo, ahora lo hicieran en febrero; ya ni hablar de la expresión “hace un calor como nunca antes”. El calentamiento global es ya una realidad y los gobernantes harían bien en considerarlo y asumirlo.

Que decir de lo que hemos denunciado desde hace 6 años en Poder Ciudadano: el desordenado crecimiento inmobiliario está cobrándole una factura muy alta a nuestra ciudad. No se trata de ir contra el desarrollo ni contra los buenos constructores.

Se trata que los políticos dejen de corromperse para dar paso a un “deprimido Mixcoac” que mató a más de 700 árboles centenarios con una obra innecesaria y corrupta, o las construcciones de Torre Manacar o Mítikah, que esta última desapareció prácticamente un pueblo originario como lo era Xoco. Todo lo anterior producto de la gentrificación.

Lo de la Palma no fue gratuito, y mal hacen en querer distraer con “que arbolito vamos ahora a plantar” ¡Si a la Glorieta de Colón hasta la fecha no han podido rebautizarla!

Ninguna obra de mitigación recuperará lo que hemos perdido. Los árboles, el agua, el aire, no tienen precio. Entiéndanlo gobernantes.

Twitter: @floresaquino