/ sábado 26 de septiembre de 2020

¿Tirar los zapatos usados?

En cada colonia, en el barrio, siempre encontraremos un zapatero remendón que pondrá medias zuelas, coserá alguna parte rota, y nos entregará los zapatos listos para volver a usarlos, con todo el aspecto de zapatos nuevos. Esta artesanía la desarrollan gentes de todas las edades y hacen su oficio con gusto.

Podemos llevar nuestros zapatos más queridos confiados en que el zapatero les devuelva la vida y el lustre que una vez tuvieron. En su taller encontraremos el olor a cuero, viejo y nuevo, que cada día es más difícil encontrar. Estos artesanos tienen miedo por la industria del calzado que va sustituyendo cuero por plástico.

Desde siempre, la reparación del calzado ha sido un oficio de artesanos reconocidos por sus clientes; algunas veces su trabajo alcanza la categoría de arte. Cuántas veces me he detenido ante el puesto, el local en donde el remendón realiza su trabajo. Sus conversaciones siempre son amenas, de cómo su abuelo dejó el taller a su padre, de cómo el zapatero con los elementos que le dejó su papá hizo el taller que tiene actualmente.

Pero la plática del zapatero remendón a veces tiene notables aspectos culturales; como la narración de la Odisea, de cuando Ulises regresó a casa, después de veinte años, y su fiel perro, Argos, todavía tenía la fuerza suficiente para dejar caer las orejas y menear la cola. Ulises lloró y su amado perro falleció. Desde entonces Argos se convirtió en un símbolo de lealtad y dedicación.

Lo importante de todo esto es la utilidad que tiene nuestro calzado que todavía se niega a ser desechado. Hombres y mujeres acuden con el zapatero para que les arregle el calzado. A veces hay regateo en el precio del trabajo, pero como el cliente sabe el buen servicio que realiza aquel artesano le deja sus zapatos.

En el calendario del taller aparecen las fechas de entrega. Los estantes están atiborrados con zapatos, carteras, cinturones. Los clientes siguen llegando, pronto se ponen de acuerdo, saben del buen trabajo y el costo moderado que cobra el zapatero.

Estos trabajadores no solo remiendan zapatos, también tienen reparación de cinturones, de bolsos de todo tipo. Actualmente, algunas máquinas han sustituido el trabajo que por cientos de años realizaba el zapatero remendón, sin embargo muchos de ellos conservan sus viejas herramientas, sobre todo confían en el trabajo hecho directamente con sus propias manos.

El Estado debe ver por la seguridad social de estos trabajadores.

josedavalosmrales@yahoo.com.mx

En cada colonia, en el barrio, siempre encontraremos un zapatero remendón que pondrá medias zuelas, coserá alguna parte rota, y nos entregará los zapatos listos para volver a usarlos, con todo el aspecto de zapatos nuevos. Esta artesanía la desarrollan gentes de todas las edades y hacen su oficio con gusto.

Podemos llevar nuestros zapatos más queridos confiados en que el zapatero les devuelva la vida y el lustre que una vez tuvieron. En su taller encontraremos el olor a cuero, viejo y nuevo, que cada día es más difícil encontrar. Estos artesanos tienen miedo por la industria del calzado que va sustituyendo cuero por plástico.

Desde siempre, la reparación del calzado ha sido un oficio de artesanos reconocidos por sus clientes; algunas veces su trabajo alcanza la categoría de arte. Cuántas veces me he detenido ante el puesto, el local en donde el remendón realiza su trabajo. Sus conversaciones siempre son amenas, de cómo su abuelo dejó el taller a su padre, de cómo el zapatero con los elementos que le dejó su papá hizo el taller que tiene actualmente.

Pero la plática del zapatero remendón a veces tiene notables aspectos culturales; como la narración de la Odisea, de cuando Ulises regresó a casa, después de veinte años, y su fiel perro, Argos, todavía tenía la fuerza suficiente para dejar caer las orejas y menear la cola. Ulises lloró y su amado perro falleció. Desde entonces Argos se convirtió en un símbolo de lealtad y dedicación.

Lo importante de todo esto es la utilidad que tiene nuestro calzado que todavía se niega a ser desechado. Hombres y mujeres acuden con el zapatero para que les arregle el calzado. A veces hay regateo en el precio del trabajo, pero como el cliente sabe el buen servicio que realiza aquel artesano le deja sus zapatos.

En el calendario del taller aparecen las fechas de entrega. Los estantes están atiborrados con zapatos, carteras, cinturones. Los clientes siguen llegando, pronto se ponen de acuerdo, saben del buen trabajo y el costo moderado que cobra el zapatero.

Estos trabajadores no solo remiendan zapatos, también tienen reparación de cinturones, de bolsos de todo tipo. Actualmente, algunas máquinas han sustituido el trabajo que por cientos de años realizaba el zapatero remendón, sin embargo muchos de ellos conservan sus viejas herramientas, sobre todo confían en el trabajo hecho directamente con sus propias manos.

El Estado debe ver por la seguridad social de estos trabajadores.

josedavalosmrales@yahoo.com.mx

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