/ domingo 22 de mayo de 2022

Sociedad que dignifique la seguridad 

Para quien recientemente fue víctima de un delito, la frialdad de los números a la baja no dirá mucho; pero eso no evita que, en los hechos, el trabajo de cientos de mujeres y hombres que están en las calles desempeñando tareas de seguridad pública tenga un impacto real en alcanzar la paz y la tranquilidad que todos merecemos.

Es posible que, para empatar la percepción con la realidad, nos haga falta acercarnos a quienes asumen la responsabilidad de garantizar nuestra seguridad y la de nuestras familias para iniciar un proceso de dignificación de las y los buenos elementos que son mayoría.

Comprender el reto que se tiene para que vivamos en entornos seguros, ayudaría a que como ciudadanos le diéramos valor a las funciones que tienen los organismos de seguridad, cuyas actividades nunca se detienen y demandan un compromiso de vida diferente al de cualquier otra profesión.

Una sociedad que logra vivir con niveles altos de seguridad siempre cuenta con mecanismos de reconocimiento y de respeto para policías, militares, marinos, bomberos, entre otros servidores públicos dedicados a la prevención y combate de delitos, que provienen de la ciudadanía y no solo de las instituciones de gobierno. Esa desconexión social con quienes nos protegen es lo que aprovecha el crimen para hacernos más vulnerables.

Comprendo que hay un antecedente no positivo cuando hablamos de establecer una relación con los cuerpos de seguridad del Estado; sin embargo, ese contacto ocurre de manera permanente y en los momentos en que necesitamos de un representante de la autoridad para resolver una emergencia, un percance o fuimos afectados de alguna forma por la delincuencia.

Igual que todos, he escuchado los casos de indiferencia, corrupción o falta de compromiso en el momento en que debieron cumplir con su deber; esas historias corren rápido, pero es importante reconocer que hay muchas más en las que un primer respondiente de seguridad actuó de manera ejemplar para ayudarnos, aunque esos eventos no llamen tanto nuestra atención o circulen más despacio en los distintos canales que usamos para intercambiar información.

Debemos preguntarnos con regularidad a quién le conviene más que estemos lejos de la policía o de las Fuerzas Armadas, si a nosotros o a quienes optaron por conductas antisociales que nos lastiman en nuestra integridad y patrimonio. Recordemos que las y los integrantes de los organismos de seguridad son ciudadanos también y forman familias idénticas a las nuestras, con los mismos retos, problemas y obstáculos que enfrentamos diariamente. La diferencia es que en ellas y en ellos descansa buena parte del peso de vivir en paz.

Podemos contribuir reconociendo su labor cuando se realiza de manera correcta y respaldando como comunidad sus funciones cotidianas. Tratar con respeto y dar un ejemplo de civilidad cuando estamos en contacto con ellas y ellos aportaría mucho a que la percepción de tranquilidad aumentara y estuviera a la misma altura de lo que muestran las cifras de la Ciudad de México y de otros puntos del país.

Falta camino por recorrer, eso es innegable, no obstante, hay una coordinación institucional diaria y permanente que ha permitido reducir muchos delitos y contener otros que afectan no solo la sensación de inseguridad, sino tristemente la vida de todos nosotros.

Equilibrar lo que podemos confirmar de primera mano en nuestras calles y colonias con las cifras que se nos presentan sobre incidencia delictiva nos formaría un criterio justo acerca de las condiciones de la seguridad en nuestro espacio inmediato. Si no corresponden, lo que nos toca como ciudadanos es denunciar, organizarnos y hacerle ver a las autoridades que se necesita reforzar el trabajo; si coinciden, ayudemos a las y los encargados de esta labor con nuestro comportamiento, respeto y dignificación del rol que juegan en una sociedad que pide justicia y paz, pero que también debe estar dispuesta a colaborar para que esas condiciones se alcancen y se consoliden a partir de atender las causas de la delincuencia, rechazar la comisión de cualquier crimen y actuar unidos para dejar claro que no estaremos nunca de acuerdo con estar pasivos ante los problemas que podemos solucionar entre todos.


Para quien recientemente fue víctima de un delito, la frialdad de los números a la baja no dirá mucho; pero eso no evita que, en los hechos, el trabajo de cientos de mujeres y hombres que están en las calles desempeñando tareas de seguridad pública tenga un impacto real en alcanzar la paz y la tranquilidad que todos merecemos.

Es posible que, para empatar la percepción con la realidad, nos haga falta acercarnos a quienes asumen la responsabilidad de garantizar nuestra seguridad y la de nuestras familias para iniciar un proceso de dignificación de las y los buenos elementos que son mayoría.

Comprender el reto que se tiene para que vivamos en entornos seguros, ayudaría a que como ciudadanos le diéramos valor a las funciones que tienen los organismos de seguridad, cuyas actividades nunca se detienen y demandan un compromiso de vida diferente al de cualquier otra profesión.

Una sociedad que logra vivir con niveles altos de seguridad siempre cuenta con mecanismos de reconocimiento y de respeto para policías, militares, marinos, bomberos, entre otros servidores públicos dedicados a la prevención y combate de delitos, que provienen de la ciudadanía y no solo de las instituciones de gobierno. Esa desconexión social con quienes nos protegen es lo que aprovecha el crimen para hacernos más vulnerables.

Comprendo que hay un antecedente no positivo cuando hablamos de establecer una relación con los cuerpos de seguridad del Estado; sin embargo, ese contacto ocurre de manera permanente y en los momentos en que necesitamos de un representante de la autoridad para resolver una emergencia, un percance o fuimos afectados de alguna forma por la delincuencia.

Igual que todos, he escuchado los casos de indiferencia, corrupción o falta de compromiso en el momento en que debieron cumplir con su deber; esas historias corren rápido, pero es importante reconocer que hay muchas más en las que un primer respondiente de seguridad actuó de manera ejemplar para ayudarnos, aunque esos eventos no llamen tanto nuestra atención o circulen más despacio en los distintos canales que usamos para intercambiar información.

Debemos preguntarnos con regularidad a quién le conviene más que estemos lejos de la policía o de las Fuerzas Armadas, si a nosotros o a quienes optaron por conductas antisociales que nos lastiman en nuestra integridad y patrimonio. Recordemos que las y los integrantes de los organismos de seguridad son ciudadanos también y forman familias idénticas a las nuestras, con los mismos retos, problemas y obstáculos que enfrentamos diariamente. La diferencia es que en ellas y en ellos descansa buena parte del peso de vivir en paz.

Podemos contribuir reconociendo su labor cuando se realiza de manera correcta y respaldando como comunidad sus funciones cotidianas. Tratar con respeto y dar un ejemplo de civilidad cuando estamos en contacto con ellas y ellos aportaría mucho a que la percepción de tranquilidad aumentara y estuviera a la misma altura de lo que muestran las cifras de la Ciudad de México y de otros puntos del país.

Falta camino por recorrer, eso es innegable, no obstante, hay una coordinación institucional diaria y permanente que ha permitido reducir muchos delitos y contener otros que afectan no solo la sensación de inseguridad, sino tristemente la vida de todos nosotros.

Equilibrar lo que podemos confirmar de primera mano en nuestras calles y colonias con las cifras que se nos presentan sobre incidencia delictiva nos formaría un criterio justo acerca de las condiciones de la seguridad en nuestro espacio inmediato. Si no corresponden, lo que nos toca como ciudadanos es denunciar, organizarnos y hacerle ver a las autoridades que se necesita reforzar el trabajo; si coinciden, ayudemos a las y los encargados de esta labor con nuestro comportamiento, respeto y dignificación del rol que juegan en una sociedad que pide justicia y paz, pero que también debe estar dispuesta a colaborar para que esas condiciones se alcancen y se consoliden a partir de atender las causas de la delincuencia, rechazar la comisión de cualquier crimen y actuar unidos para dejar claro que no estaremos nunca de acuerdo con estar pasivos ante los problemas que podemos solucionar entre todos.


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