/ domingo 1 de agosto de 2021

Sigamos con los cuidados 

Las y los capitalinos somos una sociedad de colaboración. Nos echamos la mano y nos ayudamos cada vez que estamos frente a problemas que nos afectan a todos. Esta no ha sido la excepción, pero si dejamos que el cansancio nos venza, creo que estaríamos cometiendo un error.

Esta tercera ola de contagios, ampliamente difundida y de la que estamos conscientes la mayoría, puede reducirse si empezamos a reforzar los mismos hábitos que nos trajeron a este punto de pensar que estamos a la salida de esta pandemia.

Solo no olvidemos que la dirección que podemos tomar también puede ser contraria a lo que deseamos y que a nadie nos conviene regresar a medidas restrictivas porque no pudimos colocarnos bien un cubrebocas, estamos dudando acerca de vacunarnos o ya dejamos la sana distancia para la siguiente crisis sanitaria.

Al contrario. Agarremos aire y con decisión sigamos cuidándonos para cuidarnos a todos. Esa es la mejor forma en que cada uno puede ayudar y que este episodio sea lo más breve posible.

Ver en la calle, en el transporte público, en los automóviles, a personas que ya olvidaron por completo cubrirse la nariz y la boca, que omiten las acciones que impiden contagiarse, no dan una buena señal sobre cómo nos estamos organizado en esta etapa.

Sin embargo, eso puede cambiar rápidamente si nos aplicamos en convencer a otros de que esto no ha terminado, pero que no hay ninguna razón para que se deba poner peor o como estábamos al inicio de este año.

Nuestra colaboración y el ritmo de vacunación en la Ciudad de México son los dos elementos que podrían ponernos en una situación favorable en la última etapa del año, esa en la que estaríamos en posibilidad de reunirnos y abrazarnos otra vez.

Pero se necesita seguir con fuerza en el cuidado de nosotros y de los que están a nuestro alrededor. Muchas vidas pueden salvarse y nuestra salud física y mental nos lo va a agradecer. Pensemos en lo que significa que tengamos escuelas abiertas, comercios con la cortina arriba y espacios en los que podamos sentirnos seguros.

Hagamos lo que nos toca. Platiquemos con la gente y expliquemos que esto es un trabajo general, en el que solo se nos pide que mantengamos los hábitos que aprendimos hace muchos meses.

Influir en dos o tres personas al día, empezando por la casa, para que tengamos la guardia en alto y seamos corresponsables, es suficiente para generar el apoyo que se necesita para que los contagios disminuyan, junto con las hospitalizaciones y los decesos.

Hace unos días, con mucho optimismo, observé a un conductor que le pidió a su cliente que usara el cubrebocas antes de abordar la unidad. El pasajero argumentó que ya tenía ambas dosis y de todos modos la respuesta fue que eso no impedía que contagiara o que se contagiara de nuevo, como señalan las evidencias científicas difundidas esta semana.

Policías en los torniquetes de algunas estaciones del Metrobus, por ejemplo, también aportan al pedirle a los usuarios que se coloquen bien el cubrebocas, no hablen por teléfono celular sin éste y contribuyan a que la sana distancia, la posible al menos, sea respetada.

Estamos afuera, en las calles y en las oficinas, desde hace varias semanas y eso se refleja en el aumento de las infecciones. Aunque la mortalidad y la hospitalización no están en los niveles de mayor preocupación, podemos hacer nuestra parte para que siga así hasta llegar a un número de vacunados suficiente para que el virus no provoque más desgracias.

Entrémosle en este momento, uno de los más importante de esta pandemia, para que pronto regresemos a una nueva realidad, solo que sin perder esos valores y esa ayuda que nos brindamos los capitalinos cuando la ocasión lo demanda.

Las y los capitalinos somos una sociedad de colaboración. Nos echamos la mano y nos ayudamos cada vez que estamos frente a problemas que nos afectan a todos. Esta no ha sido la excepción, pero si dejamos que el cansancio nos venza, creo que estaríamos cometiendo un error.

Esta tercera ola de contagios, ampliamente difundida y de la que estamos conscientes la mayoría, puede reducirse si empezamos a reforzar los mismos hábitos que nos trajeron a este punto de pensar que estamos a la salida de esta pandemia.

Solo no olvidemos que la dirección que podemos tomar también puede ser contraria a lo que deseamos y que a nadie nos conviene regresar a medidas restrictivas porque no pudimos colocarnos bien un cubrebocas, estamos dudando acerca de vacunarnos o ya dejamos la sana distancia para la siguiente crisis sanitaria.

Al contrario. Agarremos aire y con decisión sigamos cuidándonos para cuidarnos a todos. Esa es la mejor forma en que cada uno puede ayudar y que este episodio sea lo más breve posible.

Ver en la calle, en el transporte público, en los automóviles, a personas que ya olvidaron por completo cubrirse la nariz y la boca, que omiten las acciones que impiden contagiarse, no dan una buena señal sobre cómo nos estamos organizado en esta etapa.

Sin embargo, eso puede cambiar rápidamente si nos aplicamos en convencer a otros de que esto no ha terminado, pero que no hay ninguna razón para que se deba poner peor o como estábamos al inicio de este año.

Nuestra colaboración y el ritmo de vacunación en la Ciudad de México son los dos elementos que podrían ponernos en una situación favorable en la última etapa del año, esa en la que estaríamos en posibilidad de reunirnos y abrazarnos otra vez.

Pero se necesita seguir con fuerza en el cuidado de nosotros y de los que están a nuestro alrededor. Muchas vidas pueden salvarse y nuestra salud física y mental nos lo va a agradecer. Pensemos en lo que significa que tengamos escuelas abiertas, comercios con la cortina arriba y espacios en los que podamos sentirnos seguros.

Hagamos lo que nos toca. Platiquemos con la gente y expliquemos que esto es un trabajo general, en el que solo se nos pide que mantengamos los hábitos que aprendimos hace muchos meses.

Influir en dos o tres personas al día, empezando por la casa, para que tengamos la guardia en alto y seamos corresponsables, es suficiente para generar el apoyo que se necesita para que los contagios disminuyan, junto con las hospitalizaciones y los decesos.

Hace unos días, con mucho optimismo, observé a un conductor que le pidió a su cliente que usara el cubrebocas antes de abordar la unidad. El pasajero argumentó que ya tenía ambas dosis y de todos modos la respuesta fue que eso no impedía que contagiara o que se contagiara de nuevo, como señalan las evidencias científicas difundidas esta semana.

Policías en los torniquetes de algunas estaciones del Metrobus, por ejemplo, también aportan al pedirle a los usuarios que se coloquen bien el cubrebocas, no hablen por teléfono celular sin éste y contribuyan a que la sana distancia, la posible al menos, sea respetada.

Estamos afuera, en las calles y en las oficinas, desde hace varias semanas y eso se refleja en el aumento de las infecciones. Aunque la mortalidad y la hospitalización no están en los niveles de mayor preocupación, podemos hacer nuestra parte para que siga así hasta llegar a un número de vacunados suficiente para que el virus no provoque más desgracias.

Entrémosle en este momento, uno de los más importante de esta pandemia, para que pronto regresemos a una nueva realidad, solo que sin perder esos valores y esa ayuda que nos brindamos los capitalinos cuando la ocasión lo demanda.

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