/ domingo 20 de diciembre de 2020

Semáforo rojo, ¿y luego?

Por fin las autoridades hicieron su trabajo, tres o cuatro semanas tarde, y reconocieron que no solo la Ciudad de México, sino también el Área Metropolitana se encontraban al máximo de contagios y empezaba a subir la ocupación hospitalaria y se decretó el tan odiado, pero esperado semáforo en rojo, pero aquí no acaba la cosa, porque ahora falta que la gente lo cumpla.

Primero desmenucemos la mentira que aún nos están repitiendo por todos los medios sobre la disponibilidad de camas en los hospitales y como es que mágicamente están apareciendo cientos y cientos de camas más; si esto fuera así de fácil, yo presto cinco camas más de mi casa, pero no es tan sencillo.

Supongamos que un hospital, el que sea, tiene 100 camas, pero solo tiene 20 respiradores, es decir, del total, solo el 20 por ciento puede recibir a pacientes de terapia intensiva, es decir, graves, eso significa que los otros 80 tienen de dos, o se sienten bien pronto, o tienen que esperar que alguien desocupe un respirador para poder usarlo y solo hay dos maneras de desocuparlo. Sintiéndose bien o perdiendo la batalla.

Ante esto, los que vivimos en el área metropolitana deberíamos entrar en razón y no tratar de buscar la manera de evadir las restricciones, no ver la manera de mantener bares y centros comerciales abiertos con disfraces diferentes. Respetar el confinamiento siempre ha sido la solución, pero la gente, no toda aclaro, es más parte del problema.

Digamos, pues, que la solución siempre la tuvimos en las manos, ahora nos corresponde como sociedad ser lo suficientemente coherentes y si queremos luchar por la vida, hay que mantener las medidas, no ser parte de los que desde el sábado están buscando donde beber alcohol o donde divertirse porque están hartos de la pandemia.

Esos que el viernes, tras el anuncio del gobierno, abarrotaron las plazas porque sería el último día abiertos y no habían comprado sus regalos de navidad, o los que ahorita mismo compraron miles de pesos en botellas de alcohol para esperar a sus seres queridos y amigos para las posadas, que no deberían, pero hay confianza y todos vienen desinfectados.

Hay que tener en cuenta que la vacuna no es la solución absoluta y ni siquiera ha llegado al país y aunque llegue, no todos serán los primeros, pensar que es la solución y que pronto todo se acaba, solo generará más problemas. Esta navidad será diferente, esta navidad será para reencontrarnos con nuestras familias, no las de fuera, las de dentro de casa, las que todos los días están al pie del cañón luchando por sobrevivir al encierro.

Por fin las autoridades hicieron su trabajo, tres o cuatro semanas tarde, y reconocieron que no solo la Ciudad de México, sino también el Área Metropolitana se encontraban al máximo de contagios y empezaba a subir la ocupación hospitalaria y se decretó el tan odiado, pero esperado semáforo en rojo, pero aquí no acaba la cosa, porque ahora falta que la gente lo cumpla.

Primero desmenucemos la mentira que aún nos están repitiendo por todos los medios sobre la disponibilidad de camas en los hospitales y como es que mágicamente están apareciendo cientos y cientos de camas más; si esto fuera así de fácil, yo presto cinco camas más de mi casa, pero no es tan sencillo.

Supongamos que un hospital, el que sea, tiene 100 camas, pero solo tiene 20 respiradores, es decir, del total, solo el 20 por ciento puede recibir a pacientes de terapia intensiva, es decir, graves, eso significa que los otros 80 tienen de dos, o se sienten bien pronto, o tienen que esperar que alguien desocupe un respirador para poder usarlo y solo hay dos maneras de desocuparlo. Sintiéndose bien o perdiendo la batalla.

Ante esto, los que vivimos en el área metropolitana deberíamos entrar en razón y no tratar de buscar la manera de evadir las restricciones, no ver la manera de mantener bares y centros comerciales abiertos con disfraces diferentes. Respetar el confinamiento siempre ha sido la solución, pero la gente, no toda aclaro, es más parte del problema.

Digamos, pues, que la solución siempre la tuvimos en las manos, ahora nos corresponde como sociedad ser lo suficientemente coherentes y si queremos luchar por la vida, hay que mantener las medidas, no ser parte de los que desde el sábado están buscando donde beber alcohol o donde divertirse porque están hartos de la pandemia.

Esos que el viernes, tras el anuncio del gobierno, abarrotaron las plazas porque sería el último día abiertos y no habían comprado sus regalos de navidad, o los que ahorita mismo compraron miles de pesos en botellas de alcohol para esperar a sus seres queridos y amigos para las posadas, que no deberían, pero hay confianza y todos vienen desinfectados.

Hay que tener en cuenta que la vacuna no es la solución absoluta y ni siquiera ha llegado al país y aunque llegue, no todos serán los primeros, pensar que es la solución y que pronto todo se acaba, solo generará más problemas. Esta navidad será diferente, esta navidad será para reencontrarnos con nuestras familias, no las de fuera, las de dentro de casa, las que todos los días están al pie del cañón luchando por sobrevivir al encierro.

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