/ domingo 20 de junio de 2021

Se les dijo, pero no entendieron

Para estas alturas de la pandemia y de los semáforos epidemiológicos ya está de más decir “Se les dijo”, y está demás porque ya pasó año y medio y parece que el egoísmo ha triunfado por sobre la supervivencia, ese egoísmo llevó a que, de nuevo, por tiempo indefinido, el semáforo epidemiológico de la CDMX pasara a amarillo. Ya ni llorar es bueno.

Y es que ni bien terminaban de decir las medidas que se tenían que acatar en la capital para poder transitar al semáforo epidemiológico verde cuando la gente escuchó: “salgan a la calle, no usen cubrebocas y atiborren las plazas que el verde significa que ya no hay enfermedad”, y si no fue así, al menos así se vio en las calles.

Desde el día del anuncio, ni siquiera el de la entrada en vigor, las calles se atiborraron de gente aburrida de estar encerrada en casa, de gente con “ansiedad por el encierro” que necesitaba solo unos minutitos en la calle porque ya era demasiado tiempo confinado, gente que salió “nomás tantito” y llevó a toda la familia a caminar por las plazas comerciales. De esas familias hubo milles si no es que más que tuvieron la misma idea al mismo tiempo.

Bastaba caminar un poco por las calles del Centro Histórico para ver como la sana distancia ya no existía, como la gente creía que por traer un refresco o un café en la mano tenía licencia para no portar el cubrebocas y más aún, los grupos de personas que no obstante no acatar las medidas sanitarias, además se hablaban a gritos esparciendo saliva por doquier.

De esos son los que ahora están de nuevo ingresando a los hospitales, de esos son los que ahora están dando positivo a las pruebas de covid y por ellos es que ahora la ciudad pasó al funesto color amarillo. Esos “aburridos que salieron tantito nomás” son los que no acataron las reglas y ahora pagamos todas las consecuencias.

Es imposible poner nombre y apellido a los contagios, pero si a las acciones, las aglomeraciones y las fiestas por todos lados no hablan más que del egoísmo de las personas y la poca empatía, pues las frases: “De algo me he de morir y es mi problema si me enfermo” ahora se volvieron justificaciones para la irresponsabilidad.

De que el semáforo verde haya sido un tema electoral y la venganza porque el partido en el poder perdiera la mitad de la ciudad se convirtiera en amarillo, no hablaremos, solo dejaremos la duda de que esta sea una razón de peso para el cambio y no tenga nada que ver con el tema de salud pública.


Para estas alturas de la pandemia y de los semáforos epidemiológicos ya está de más decir “Se les dijo”, y está demás porque ya pasó año y medio y parece que el egoísmo ha triunfado por sobre la supervivencia, ese egoísmo llevó a que, de nuevo, por tiempo indefinido, el semáforo epidemiológico de la CDMX pasara a amarillo. Ya ni llorar es bueno.

Y es que ni bien terminaban de decir las medidas que se tenían que acatar en la capital para poder transitar al semáforo epidemiológico verde cuando la gente escuchó: “salgan a la calle, no usen cubrebocas y atiborren las plazas que el verde significa que ya no hay enfermedad”, y si no fue así, al menos así se vio en las calles.

Desde el día del anuncio, ni siquiera el de la entrada en vigor, las calles se atiborraron de gente aburrida de estar encerrada en casa, de gente con “ansiedad por el encierro” que necesitaba solo unos minutitos en la calle porque ya era demasiado tiempo confinado, gente que salió “nomás tantito” y llevó a toda la familia a caminar por las plazas comerciales. De esas familias hubo milles si no es que más que tuvieron la misma idea al mismo tiempo.

Bastaba caminar un poco por las calles del Centro Histórico para ver como la sana distancia ya no existía, como la gente creía que por traer un refresco o un café en la mano tenía licencia para no portar el cubrebocas y más aún, los grupos de personas que no obstante no acatar las medidas sanitarias, además se hablaban a gritos esparciendo saliva por doquier.

De esos son los que ahora están de nuevo ingresando a los hospitales, de esos son los que ahora están dando positivo a las pruebas de covid y por ellos es que ahora la ciudad pasó al funesto color amarillo. Esos “aburridos que salieron tantito nomás” son los que no acataron las reglas y ahora pagamos todas las consecuencias.

Es imposible poner nombre y apellido a los contagios, pero si a las acciones, las aglomeraciones y las fiestas por todos lados no hablan más que del egoísmo de las personas y la poca empatía, pues las frases: “De algo me he de morir y es mi problema si me enfermo” ahora se volvieron justificaciones para la irresponsabilidad.

De que el semáforo verde haya sido un tema electoral y la venganza porque el partido en el poder perdiera la mitad de la ciudad se convirtiera en amarillo, no hablaremos, solo dejaremos la duda de que esta sea una razón de peso para el cambio y no tenga nada que ver con el tema de salud pública.


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