/ domingo 29 de enero de 2023

Privacidad en línea vs violencia digital de género

Por Marina San Martín Rebolloso


La violencia que sufrimos todas nosotras, que tiene su origen en los estereotipos y prejuicios asociados al género, ha alcanzado todas las esferas en las que nos desenvolvemos, y el entorno virtual no es la excepción.


En palabras de la comunicadora canadiense Anita Sarkeesian “el problema de lidiar con el acoso en línea es que es el mismo que las mujeres hemos enfrentado”, solo que sucede usando un “nuevo medio”.


La ONU, en su análisis sobre violencia cibernética de 2020, la define como aquella que causa daños a la dignidad, la integridad o la seguridad de las víctimas, a través de las tecnologías digitales como las redes sociales, el correo electrónico o las aplicaciones de mensajería móvil.


Según la Unidad de Inteligencia de The Economist Group, en su estudio de 2020 sobre la prevalencia de estas formas de agresión en la red, a nivel global, el 85% de mujeres han presenciado ataques contra otra usuaria, y el 38% los han experimentado personalmente.


Si bien las herramientas innovadoras, como lo es Internet, deben facilitar nuestra comunicación, el acceso a información, la libertad de expresión, y expandir nuestros derechos; lo cierto es que también han traído prácticas dañinas para nuestra privacidad, reputación e imagen.


La encuesta “El Amor en los Tiempos de las Telecom-COVID 2022”, publicada en ese año por la empresa de análisis de mercado The Competitive Intelligence Unit, revela que el 52.4% de internautas practicaba el “sexting”, es decir, compartía mensajes, fotografías o vídeos propios con connotación sexual.


Uno de los riesgos que puede materializarse por este intercambio de material, sin reflexión alguna, es dar lugar a la “porno venganza” que implica la publicación o difusión de cuestiones íntimas, en formato digital, sin el permiso de la víctima, generalmente motivado por un conflicto personal o para buscar afectarla.


En ese tenor, las personas titulares de ese contenido también pueden ser objeto de “sextorsión” al recibir amenazas para que realicen una determinada acción o entreguen dinero, a cambio de que no se divulgue su información.


Considerando que el 28 de enero se conmemora el Día Internacional de la Protección de Datos Personales es primordial que tengamos consciencia de los peligros a los que nos enfrentamos al compartir nuestra intimidad en la red, y aprendamos a cuidar nuestra privacidad en línea.


Si es nuestra decisión, libre y consentida, proporcionar a alguien nuestros contenidos más personales es recomendable que mantengamos oculta nuestra identidad en éstos; que evitemos el uso de redes públicas; que eliminemos el material enviado y solicitemos a quien lo recibe que haga lo mismo; que utilicemos aplicaciones con sistemas de cifrado; y que nos aseguremos de que la persona destinataria es de nuestra confianza.


En un mundo cada vez más conectado, debemos garantizar que el ciberespacio sea un sitio donde las mujeres nos sintamos cómodas, pues parafraseando a la socióloga española Sara Ortiz, “hasta que no seamos libres para utilizar un espacio de cualquier manera”, éste “no será seguro”.

Por Marina San Martín Rebolloso


La violencia que sufrimos todas nosotras, que tiene su origen en los estereotipos y prejuicios asociados al género, ha alcanzado todas las esferas en las que nos desenvolvemos, y el entorno virtual no es la excepción.


En palabras de la comunicadora canadiense Anita Sarkeesian “el problema de lidiar con el acoso en línea es que es el mismo que las mujeres hemos enfrentado”, solo que sucede usando un “nuevo medio”.


La ONU, en su análisis sobre violencia cibernética de 2020, la define como aquella que causa daños a la dignidad, la integridad o la seguridad de las víctimas, a través de las tecnologías digitales como las redes sociales, el correo electrónico o las aplicaciones de mensajería móvil.


Según la Unidad de Inteligencia de The Economist Group, en su estudio de 2020 sobre la prevalencia de estas formas de agresión en la red, a nivel global, el 85% de mujeres han presenciado ataques contra otra usuaria, y el 38% los han experimentado personalmente.


Si bien las herramientas innovadoras, como lo es Internet, deben facilitar nuestra comunicación, el acceso a información, la libertad de expresión, y expandir nuestros derechos; lo cierto es que también han traído prácticas dañinas para nuestra privacidad, reputación e imagen.


La encuesta “El Amor en los Tiempos de las Telecom-COVID 2022”, publicada en ese año por la empresa de análisis de mercado The Competitive Intelligence Unit, revela que el 52.4% de internautas practicaba el “sexting”, es decir, compartía mensajes, fotografías o vídeos propios con connotación sexual.


Uno de los riesgos que puede materializarse por este intercambio de material, sin reflexión alguna, es dar lugar a la “porno venganza” que implica la publicación o difusión de cuestiones íntimas, en formato digital, sin el permiso de la víctima, generalmente motivado por un conflicto personal o para buscar afectarla.


En ese tenor, las personas titulares de ese contenido también pueden ser objeto de “sextorsión” al recibir amenazas para que realicen una determinada acción o entreguen dinero, a cambio de que no se divulgue su información.


Considerando que el 28 de enero se conmemora el Día Internacional de la Protección de Datos Personales es primordial que tengamos consciencia de los peligros a los que nos enfrentamos al compartir nuestra intimidad en la red, y aprendamos a cuidar nuestra privacidad en línea.


Si es nuestra decisión, libre y consentida, proporcionar a alguien nuestros contenidos más personales es recomendable que mantengamos oculta nuestra identidad en éstos; que evitemos el uso de redes públicas; que eliminemos el material enviado y solicitemos a quien lo recibe que haga lo mismo; que utilicemos aplicaciones con sistemas de cifrado; y que nos aseguremos de que la persona destinataria es de nuestra confianza.


En un mundo cada vez más conectado, debemos garantizar que el ciberespacio sea un sitio donde las mujeres nos sintamos cómodas, pues parafraseando a la socióloga española Sara Ortiz, “hasta que no seamos libres para utilizar un espacio de cualquier manera”, éste “no será seguro”.