/ martes 24 de noviembre de 2020

Por un México con alianzas

Los cambios en la competencia política han impactado al sistema de partidos pues nos muestran el nuevo escenario en que se desarrolla la disputa por el poder. Hoy en día, las alianzas expresan un ambiente de alta competitividad que obliga a los partidos a buscar acuerdos electorales para garantizar resultados y posiciones en los espacios de representación; es decir, estos acuerdos entre fuerzas políticas opositoras aumentan las expectativas de triunfo en modelos políticos en los que la población electora se encuentra fragmentada. México ha resulto en varias elecciones bajo el esquema electoral aliancistas y que responde al hartazgo social respecto a malos gobiernos, promueve la competencia electoral, distribuye el poder y muestra la honorabilidad y capacidad negociadora del candidato en cuestión.

Una alianza estratégica es un acuerdo realizado por dos o más partes para alcanzar un conjunto de objetivos deseados por cada parte independientemente. Esta forma de cooperación se encuentra entre las fusiones, adquisiciones y el crecimiento orgánico. Lamentablemente las alianzas políticas no quedan exentas de la corrupción, pues en muchos casos; como el de Nuevo León, donde seguramente maicearon a los integrantes del PAN en la localidad para echar abajo la alianza, que permitiría quitar mayoría a Morena en la Cámara de Diputados Federal y realizar una competencia sana por la gubernatura del Estado.

Una alianza para salvar a México dentro de un sistema político en el que los propios partidos responden a un modelo de centralización –derivado en gran medida del papel preponderante que desempeña el Poder Ejecutivo federal– y que conforma un modelo hegemónico de competencia. En términos políticos, las alianzas en México responden a que las leyes electorales han permitido el establecimiento de este tipo de acuerdos que rebasan identidades ideológicas (izquierda-derecha), pero que contribuyen a la democracia al través de la participación ciudadana y la distribución del poder.

Si en dicho modelo ocurren alianzas o coordinaciones estratégicas de la oposición, se construye una agenda con un discurso no ideológico en el que impera la búsqueda y construcción de candidaturas con figuras de alta ascendencia y probada honorabilidad, que reporten a los partidos no sólo el éxito electoral sino un nuevo perfil de candidato más cercano a la gente.


Los cambios en la competencia política han impactado al sistema de partidos pues nos muestran el nuevo escenario en que se desarrolla la disputa por el poder. Hoy en día, las alianzas expresan un ambiente de alta competitividad que obliga a los partidos a buscar acuerdos electorales para garantizar resultados y posiciones en los espacios de representación; es decir, estos acuerdos entre fuerzas políticas opositoras aumentan las expectativas de triunfo en modelos políticos en los que la población electora se encuentra fragmentada. México ha resulto en varias elecciones bajo el esquema electoral aliancistas y que responde al hartazgo social respecto a malos gobiernos, promueve la competencia electoral, distribuye el poder y muestra la honorabilidad y capacidad negociadora del candidato en cuestión.

Una alianza estratégica es un acuerdo realizado por dos o más partes para alcanzar un conjunto de objetivos deseados por cada parte independientemente. Esta forma de cooperación se encuentra entre las fusiones, adquisiciones y el crecimiento orgánico. Lamentablemente las alianzas políticas no quedan exentas de la corrupción, pues en muchos casos; como el de Nuevo León, donde seguramente maicearon a los integrantes del PAN en la localidad para echar abajo la alianza, que permitiría quitar mayoría a Morena en la Cámara de Diputados Federal y realizar una competencia sana por la gubernatura del Estado.

Una alianza para salvar a México dentro de un sistema político en el que los propios partidos responden a un modelo de centralización –derivado en gran medida del papel preponderante que desempeña el Poder Ejecutivo federal– y que conforma un modelo hegemónico de competencia. En términos políticos, las alianzas en México responden a que las leyes electorales han permitido el establecimiento de este tipo de acuerdos que rebasan identidades ideológicas (izquierda-derecha), pero que contribuyen a la democracia al través de la participación ciudadana y la distribución del poder.

Si en dicho modelo ocurren alianzas o coordinaciones estratégicas de la oposición, se construye una agenda con un discurso no ideológico en el que impera la búsqueda y construcción de candidaturas con figuras de alta ascendencia y probada honorabilidad, que reporten a los partidos no sólo el éxito electoral sino un nuevo perfil de candidato más cercano a la gente.