Estamos a una semana de las elecciones, como siempre dicen, más grandes de la historia, y la situación está que arde, entre la violencia política, por cuestión de género y la propia de una sociedad hundida en las pésimas políticas de seguridad y el imparable auge de los cárteles de drogas; a una semana de que se elijan cargos importantes y sobretodo, se renuevan cámaras.
La guerra sucia en campañas electorales no es algo nuevo, siempre ha existido, pero esta vez alarma la cantidad de candidatos que ya fueron asesinados, y otros más que han sido atacados en sus bienes y personas; uno pensaría que se trata del crimen organizado, sin embargo, bien pudiera ser más bien que se trate de otros partidos.
Y es que es muy raro que candidatos que llevan mano, que no son del partido en el poder, han sido blanco de ataques y asesinatos para “sacarlos del camino”, es raro que ningún activo de Morena sea afectado, bueno, a lo mejor no estamos regresando a la época de la revolución cuando se mataban a los adversarios, pero sí parece.
En esa época, cuando se estilaba desaparecer a quienes eran adversarios políticos parece que está volviendo, es tal la necesidad de mantener el poder y hacerse de más que ni siquiera están midiendo el alcance que pueden tener las acciones que llevan a cabo, desde el primer mandatario que duda del instituto que se encarga de organizar las elecciones, hasta quien obliga por la mala a votar por el partido dominante.
Y es que, a una semana de las elecciones, hay quienes están justificando el voto en la vacuna Covid, al decirles que si no gana Morena automáticamente no habrá quien consiga las vacunas; como si de verdad las vacunas fueran pagadas por el bolsillo de los morenos y que tampoco fuera una obligación del gobierno.
La amenaza de que los programas sociales desaparecerán si no gana Morena es otra de las tretas con alto grado de bajeza que están usando los servidores públicos para conseguir el voto, estamos regresando a las etapas del viejo oeste donde el más embustero es el que quiere ganar y quien menos protestas tiene es quien tiene la mayor necesidad de ganar.
Pareciera que no tenemos memoria y por supuesto, para quienes reciben dinero a cambio de votos, la memoria es selectiva, es decir, se acuerdan solo de lo que les conviene y no de lo que realmente sucede; dicen que quien no conoce su historia está condenado a repetirla y justo ahora estamos volviendo poco más de cien años atrás, a cuando se mataba al adversario para “sacarlo del camino”.