/ domingo 22 de noviembre de 2020

No sacrificar lo más querido

Hemos perdido mucho en estos meses, pero no va a ser nada parecido a si perdemos la salud o perdemos a un ser querido. Viene la temporada de fiestas, empezando por el 12 de diciembre, que será nuestra prueba de fuego para que no desbordemos las calles y salgamos a darle nuestros respetos a la Guadalupana sin sana distancia o medidas de higiene.

Darnos por vencidos justo cuando más lo necesitamos puede representar meses muy largo en los que nuestros ingresos, nuestro trabajo, nuestro negocio sufra porque no pudimos mantenernos en casa y en familia durante diciembre.

Apenas el viernes las autoridades de la Ciudad de México determinaron suspender actividades en la noche, restringir la venta de alcohol y rastrear cadenas de contagio para tratar de disminuir las hospitalizaciones y la velocidad de los contagios.

Cada uno podemos hacer mucho para que eso ocurra y sin que ninguna autoridad nos esté vigilando o pidiendo que procedamos de la manera correcta. Solo pensemos en los miles de familias que han perdido a uno de los suyos a manos de esta enfermedad y para quienes ni ésta, ni ninguna Navidad, será igual.

Lo peor que podemos decidir es privilegiar la necesidad de salir, por encima de proteger nuestra salud y la de los demás, aunque parezca que ya elegimos enfrentar al virus en las calles y esperar a que nos afecte.

Sin embargo, es importante recordar que esta enfermedad, la Covid-19, no es pareja con todas y todos; afecta de formas distintas a cada persona y nadie sabe qué tan grave puede ponerse hasta que resulta positivo y tiene los síntomas durante esas dos semanas que no se le desean a nadie.

Porque significa estar aislado, alejado en el propio hogar de la familia y estar con el miedo de contagiarlos y esperar a que todo salga bien. No conozco a ninguna persona que haya sufrido por este virus que considere que fue una experiencia sencilla o que simplemente se tratara de una gripe.

La mayoría narra molestias que nunca había sentido y secuelas que no se parecen a otra enfermedad. Eso sin contar a quienes tuvieron que entrar a un hospital y vivieron de primera mano la angustia que significa no saber si iban a salir de nuevo.

¿Qué es lo que hace que ya no nos importe seguir las indicaciones? Creo que una mezcla de cansancio con necesidad, la cual puede explicarse, pero no tener justificación. Solo se nos pide que no nos reunamos, que salgamos a lo más indispensable y que nos cuidemos siguiendo las medidas que ya conocemos.

Así vamos hacia la posibilidad de regresar al semáforo rojo y tener que, ahora sí, vernos obligados a encerrarnos para tratar de detener las consecuencias de que los contagios se salgan de control y paralicen sin remedio nuestras vidas antes de que llegue la vacuna, lo cual no será garantía de no enfermarnos y padecer las condiciones de la Covid-19.

Espero que podamos lograrlo por el bien de muchas personas que podrían atravesar por la tragedia de perder a un familiar o de dejar a su familia por haberse infectado gravemente. Podemos evitarlo, no es una tarea imposible, sin embargo, no está ganando la apatía y el egoísmo de siempre.

Tenemos unas cuantas semanas para demostrar que hemos aprendido algo de estos meses tan difíciles y resurgir mejores, utilizando el fin del año para protegernos, prepararnos para la llegada de la ansiada vacuna y planear un retorno a una vida que no debe ser igual a la de antes, sino mucho mejor.

Que las niñas y los niños regresen a clases presenciales, que podamos volver a estar en un mismo espacio sin miedo, que nuevas rutinas y hábitos sustituyan a la mala convivencia y a los comportamientos que no nos permiten conciliar y ponernos de acuerdo. A eso deberíamos apostarle y empieza con guardarnos, en todos los sentidos, en estas fiestas, durante un mes, no más, para salir adelante, porque lo que estamos haciendo hasta el momento es sacrificar lo más querido a cambio de una supuesta libertad de movimiento que no hemos perdido, solo la tuvimos que adaptar a las condiciones de una pandemia que no se va, y no lo hará hasta que pongamos de nuestra parte como ciudadanos.

Hemos perdido mucho en estos meses, pero no va a ser nada parecido a si perdemos la salud o perdemos a un ser querido. Viene la temporada de fiestas, empezando por el 12 de diciembre, que será nuestra prueba de fuego para que no desbordemos las calles y salgamos a darle nuestros respetos a la Guadalupana sin sana distancia o medidas de higiene.

Darnos por vencidos justo cuando más lo necesitamos puede representar meses muy largo en los que nuestros ingresos, nuestro trabajo, nuestro negocio sufra porque no pudimos mantenernos en casa y en familia durante diciembre.

Apenas el viernes las autoridades de la Ciudad de México determinaron suspender actividades en la noche, restringir la venta de alcohol y rastrear cadenas de contagio para tratar de disminuir las hospitalizaciones y la velocidad de los contagios.

Cada uno podemos hacer mucho para que eso ocurra y sin que ninguna autoridad nos esté vigilando o pidiendo que procedamos de la manera correcta. Solo pensemos en los miles de familias que han perdido a uno de los suyos a manos de esta enfermedad y para quienes ni ésta, ni ninguna Navidad, será igual.

Lo peor que podemos decidir es privilegiar la necesidad de salir, por encima de proteger nuestra salud y la de los demás, aunque parezca que ya elegimos enfrentar al virus en las calles y esperar a que nos afecte.

Sin embargo, es importante recordar que esta enfermedad, la Covid-19, no es pareja con todas y todos; afecta de formas distintas a cada persona y nadie sabe qué tan grave puede ponerse hasta que resulta positivo y tiene los síntomas durante esas dos semanas que no se le desean a nadie.

Porque significa estar aislado, alejado en el propio hogar de la familia y estar con el miedo de contagiarlos y esperar a que todo salga bien. No conozco a ninguna persona que haya sufrido por este virus que considere que fue una experiencia sencilla o que simplemente se tratara de una gripe.

La mayoría narra molestias que nunca había sentido y secuelas que no se parecen a otra enfermedad. Eso sin contar a quienes tuvieron que entrar a un hospital y vivieron de primera mano la angustia que significa no saber si iban a salir de nuevo.

¿Qué es lo que hace que ya no nos importe seguir las indicaciones? Creo que una mezcla de cansancio con necesidad, la cual puede explicarse, pero no tener justificación. Solo se nos pide que no nos reunamos, que salgamos a lo más indispensable y que nos cuidemos siguiendo las medidas que ya conocemos.

Así vamos hacia la posibilidad de regresar al semáforo rojo y tener que, ahora sí, vernos obligados a encerrarnos para tratar de detener las consecuencias de que los contagios se salgan de control y paralicen sin remedio nuestras vidas antes de que llegue la vacuna, lo cual no será garantía de no enfermarnos y padecer las condiciones de la Covid-19.

Espero que podamos lograrlo por el bien de muchas personas que podrían atravesar por la tragedia de perder a un familiar o de dejar a su familia por haberse infectado gravemente. Podemos evitarlo, no es una tarea imposible, sin embargo, no está ganando la apatía y el egoísmo de siempre.

Tenemos unas cuantas semanas para demostrar que hemos aprendido algo de estos meses tan difíciles y resurgir mejores, utilizando el fin del año para protegernos, prepararnos para la llegada de la ansiada vacuna y planear un retorno a una vida que no debe ser igual a la de antes, sino mucho mejor.

Que las niñas y los niños regresen a clases presenciales, que podamos volver a estar en un mismo espacio sin miedo, que nuevas rutinas y hábitos sustituyan a la mala convivencia y a los comportamientos que no nos permiten conciliar y ponernos de acuerdo. A eso deberíamos apostarle y empieza con guardarnos, en todos los sentidos, en estas fiestas, durante un mes, no más, para salir adelante, porque lo que estamos haciendo hasta el momento es sacrificar lo más querido a cambio de una supuesta libertad de movimiento que no hemos perdido, solo la tuvimos que adaptar a las condiciones de una pandemia que no se va, y no lo hará hasta que pongamos de nuestra parte como ciudadanos.

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