/ sábado 6 de noviembre de 2021

Las entrevistas de la 4T

Todavía es pronto para saber si hay una tendencia general o sólo fue una afortunada coyuntura, pero el hecho es que en el corto plazo de dos semanas hemos sido testigos de varias entrevistas concedidas por funcionarios del actual gobierno a medios de comunicación capitalinos, lo que no había sucedido con frecuencia desde el uno de diciembre de 2018.

Siendo el presidente López Obrador el vocero de sí mismo, y teniendo las conferencias mañaneras para establecer temas de conversación y líneas de gobierno, se pensaba desde el gobierno casi innecesario acudir con los “corruptos medios”.

Sin embargo, ahora vimos a una sonriente Raquel Buenrostro, titular del SAT, en la portada de El Sol de México; a Rocío Nahle, secretaria de Energía, en el programa Tercer Grado, de Televisa; al vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez, en El Universal, hablando de la defensa de los colegas del gremio; a Manuel Bartlett en La Jornada, en entrevista de dos días y seis páginas, defendiendo la reforma eléctrica. Miguel Torruco también estuvo en los periódicos de la Organización Editorial Mexicana con sus planes de turismo.

¿Saldo? Despliegue amplio de sus dichos, exposición de sus razones y motivos, presencia argumentada e inteligente de puntos de vista encontrados (salvo en el caso de Manuel Bartlett que acudió a un medio amigo), multiplicación nacional de sus planes de trabajo. Nadie salió herido, ni insultado; que se sepa, nadie se ha quejado de que se alteraran sus palabras.

La fobia a la prensa forma parte de la lucha de cambio de régimen emprendida por el actual gobierno, pero más allá de maniqueísmos narrativos, la evidencia es que el periodismo mexicano existe, pesa e importa, porque siguen siendo canales de comunicación con distintos sectores de la sociedad mexicana.

Encerrarse en un Palacio, literalmente, y pensar que en las mañaneras se agotan las dudas ciudadanas de las políticas y acciones públicas es pensar chiquito. Por eso es una bocanada de aire fresco para la democracia mexicana ver a los miembros del gabinete mostrarse como son, entrándole a las críticas y defendiéndose con solidez argumentativa, aun cuando a sus interlocutores no les gusten sus planteamientos.

Ése es parte del debate nacional que se nos ha regateado durante tres años, pero que abona al entendimiento de un país heterogéneo y plural, donde las mayorías son las que deciden el rumbo, siempre y cuando haya un debate público de calidad previo.


En el USB…


La señorita Ana Elizabeth García Vilchis, encargada del Quién es Quién en las Mentiras de la mañanera, atacó el miércoles pasado al índice de Estado de Derecho de la organización World Justice Project, que pone a México en la lista de los países más corruptos del mundo.

Además de no probar que no son corruptos --porque hay que creer como dogma de fe que no lo son--, a la funcionaria nadie le aclaró que tal índice tiene 12 años realizándose, o sea que no se hizo para atacar al actual gobierno, además de que en su exposición revolvió dos reportes distintos: uno que mide la corrupción (donde salimos mal) y otro sobre el Estado de Derecho (donde México está en el top 10 del mundo).

La cereza en el pastel es que los trabajos del WJP son la base del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, que en su página 47 cita a esta organización como índice a partir del cual el gobierno regirá sus esfuerzos para evaluar avances en materia de Estado de Derecho...

Todavía es pronto para saber si hay una tendencia general o sólo fue una afortunada coyuntura, pero el hecho es que en el corto plazo de dos semanas hemos sido testigos de varias entrevistas concedidas por funcionarios del actual gobierno a medios de comunicación capitalinos, lo que no había sucedido con frecuencia desde el uno de diciembre de 2018.

Siendo el presidente López Obrador el vocero de sí mismo, y teniendo las conferencias mañaneras para establecer temas de conversación y líneas de gobierno, se pensaba desde el gobierno casi innecesario acudir con los “corruptos medios”.

Sin embargo, ahora vimos a una sonriente Raquel Buenrostro, titular del SAT, en la portada de El Sol de México; a Rocío Nahle, secretaria de Energía, en el programa Tercer Grado, de Televisa; al vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez, en El Universal, hablando de la defensa de los colegas del gremio; a Manuel Bartlett en La Jornada, en entrevista de dos días y seis páginas, defendiendo la reforma eléctrica. Miguel Torruco también estuvo en los periódicos de la Organización Editorial Mexicana con sus planes de turismo.

¿Saldo? Despliegue amplio de sus dichos, exposición de sus razones y motivos, presencia argumentada e inteligente de puntos de vista encontrados (salvo en el caso de Manuel Bartlett que acudió a un medio amigo), multiplicación nacional de sus planes de trabajo. Nadie salió herido, ni insultado; que se sepa, nadie se ha quejado de que se alteraran sus palabras.

La fobia a la prensa forma parte de la lucha de cambio de régimen emprendida por el actual gobierno, pero más allá de maniqueísmos narrativos, la evidencia es que el periodismo mexicano existe, pesa e importa, porque siguen siendo canales de comunicación con distintos sectores de la sociedad mexicana.

Encerrarse en un Palacio, literalmente, y pensar que en las mañaneras se agotan las dudas ciudadanas de las políticas y acciones públicas es pensar chiquito. Por eso es una bocanada de aire fresco para la democracia mexicana ver a los miembros del gabinete mostrarse como son, entrándole a las críticas y defendiéndose con solidez argumentativa, aun cuando a sus interlocutores no les gusten sus planteamientos.

Ése es parte del debate nacional que se nos ha regateado durante tres años, pero que abona al entendimiento de un país heterogéneo y plural, donde las mayorías son las que deciden el rumbo, siempre y cuando haya un debate público de calidad previo.


En el USB…


La señorita Ana Elizabeth García Vilchis, encargada del Quién es Quién en las Mentiras de la mañanera, atacó el miércoles pasado al índice de Estado de Derecho de la organización World Justice Project, que pone a México en la lista de los países más corruptos del mundo.

Además de no probar que no son corruptos --porque hay que creer como dogma de fe que no lo son--, a la funcionaria nadie le aclaró que tal índice tiene 12 años realizándose, o sea que no se hizo para atacar al actual gobierno, además de que en su exposición revolvió dos reportes distintos: uno que mide la corrupción (donde salimos mal) y otro sobre el Estado de Derecho (donde México está en el top 10 del mundo).

La cereza en el pastel es que los trabajos del WJP son la base del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, que en su página 47 cita a esta organización como índice a partir del cual el gobierno regirá sus esfuerzos para evaluar avances en materia de Estado de Derecho...