/ lunes 15 de junio de 2020

La Prensa estuvo en la cama de Paulette

El Aullido de Lobo

Cuando un caso policiaco se vuelve libro, novela o película,y uno ha estado involucrado es imposible no echarle un ojo y hacer las clásicas comparaciones, aunque como dijimos en la columna pasada, todo depende del cristal con que se mire.

Y retomo esa frase, porque de primer momento me parece más que un caso de investigación, un trabajo para pegarle a alguien, no le voy a contar la miniserie, porque prefiero que sea usted quien juzgue.

Y, porque más que hablar del contenido, que al fin tiene parte de ficción y parte de verdad, el tema es cómo fue la cobertura para nosotros.

Esa tarde, quien era mi director, me pasó una ficha de búsqueda y me pidió cubrir el caso, así que al ver que había un teléfono lo primero que hice fue llamar, y como dicen que reportero sin suerte no lo es,que me responde alguien de la familia, que no solo me dio datos, además me dio cita para el otro día en la casa de Interlomas, iba a entrevistar a la mamá y al papá.

Cuando llegamos el fotógrafo y su servidor, tuvimos acceso directo, fue con el papá con quien hablaríamos, así que lo primero que pedí fue ver el cuarto de Po (así le decían de cariño a la nena) para hacer unas fotos ahí.

Una reportera que había llegado antes y terminaba su entrevista se sumó a la petición, así que hizo sus tomas y se fue.

Cuando entre al cuarto y pedí las fotos de la menor, lo primero que se ocurrió fue que ella estuviera por ahí, toda vez que la única salida de la casa era una puerta, dado que las ventanas solo daban a un cubo altísimo y sólo había una manera de salir, por la puerta, donde nadie había visto movimiento alguno después que el papá llegó de Valle de Bravo la noche previa a la desaparición.

Al dejarnos solos el papá de la niña en esa habitación, pude husmear en un guardarropa, un baño y medianamente un par de cajones ¿qué buscaba? No lo sabía, solo que esa niña estaba desaparecida, y no había lógica en esta pérdida.

Me senté en esa cama para esperar las fotos, y aún más,tenía entonces poco menos de 20 años haciendo periodismo de nota roja, había visto y olido decenas, quizá cientos de muertos putrefactos, así que conocía el olor a un cuerpo descompuesto, que no es nada agradable, lo que ahí no pasó.

Con mi nota humana, de una pareja que buscaba a su hija me fui a La Prensa, aunque el hallazgo de la nena en la piesera de la cama dio un vuelco a la nota, y aún más lo que ocurrió después ¿qué juegos hubo en ese caso? No lo se, aunque si me quedaron tantas dudas, como: ¿por qué los binomios caninos no la encontraron? y ¿es posible que se vaya la luz en un edificio inteligente de ese nivel? Qué se yo,lo que si es que La Prensa, como en muchos otros casos, tuvo acceso a esa recámara que vio jugar, reír y dormir a ese angelito hasta que llegó su fin,cualquiera que haya sido.

Sígueme en twitter @Antoniodemarcel

Escríbeme al correo antonio.marcelo@oem.com.mx

El Aullido de Lobo

Cuando un caso policiaco se vuelve libro, novela o película,y uno ha estado involucrado es imposible no echarle un ojo y hacer las clásicas comparaciones, aunque como dijimos en la columna pasada, todo depende del cristal con que se mire.

Y retomo esa frase, porque de primer momento me parece más que un caso de investigación, un trabajo para pegarle a alguien, no le voy a contar la miniserie, porque prefiero que sea usted quien juzgue.

Y, porque más que hablar del contenido, que al fin tiene parte de ficción y parte de verdad, el tema es cómo fue la cobertura para nosotros.

Esa tarde, quien era mi director, me pasó una ficha de búsqueda y me pidió cubrir el caso, así que al ver que había un teléfono lo primero que hice fue llamar, y como dicen que reportero sin suerte no lo es,que me responde alguien de la familia, que no solo me dio datos, además me dio cita para el otro día en la casa de Interlomas, iba a entrevistar a la mamá y al papá.

Cuando llegamos el fotógrafo y su servidor, tuvimos acceso directo, fue con el papá con quien hablaríamos, así que lo primero que pedí fue ver el cuarto de Po (así le decían de cariño a la nena) para hacer unas fotos ahí.

Una reportera que había llegado antes y terminaba su entrevista se sumó a la petición, así que hizo sus tomas y se fue.

Cuando entre al cuarto y pedí las fotos de la menor, lo primero que se ocurrió fue que ella estuviera por ahí, toda vez que la única salida de la casa era una puerta, dado que las ventanas solo daban a un cubo altísimo y sólo había una manera de salir, por la puerta, donde nadie había visto movimiento alguno después que el papá llegó de Valle de Bravo la noche previa a la desaparición.

Al dejarnos solos el papá de la niña en esa habitación, pude husmear en un guardarropa, un baño y medianamente un par de cajones ¿qué buscaba? No lo sabía, solo que esa niña estaba desaparecida, y no había lógica en esta pérdida.

Me senté en esa cama para esperar las fotos, y aún más,tenía entonces poco menos de 20 años haciendo periodismo de nota roja, había visto y olido decenas, quizá cientos de muertos putrefactos, así que conocía el olor a un cuerpo descompuesto, que no es nada agradable, lo que ahí no pasó.

Con mi nota humana, de una pareja que buscaba a su hija me fui a La Prensa, aunque el hallazgo de la nena en la piesera de la cama dio un vuelco a la nota, y aún más lo que ocurrió después ¿qué juegos hubo en ese caso? No lo se, aunque si me quedaron tantas dudas, como: ¿por qué los binomios caninos no la encontraron? y ¿es posible que se vaya la luz en un edificio inteligente de ese nivel? Qué se yo,lo que si es que La Prensa, como en muchos otros casos, tuvo acceso a esa recámara que vio jugar, reír y dormir a ese angelito hasta que llegó su fin,cualquiera que haya sido.

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