/ domingo 19 de septiembre de 2021

La eterna guerra por el gas en Europa

El 10 de septiembre, la petrolera rusa Gazprom anunció la terminación de los últimos metros que faltaban del gasoducto Nord Stream 2 que duplicará la capacidad de transporte de gas de Rusia a Alemania. El ducto submarino atraviesa por más de 1,200 kilómetros a través del mar Báltico y evita el paso por Ucrania y Polonia, quienes perderán miles de millones de dólares en ingresos por transporte de gas en su territorio.

¿Pero por qué es importante este gasoducto? Esa es una pregunta que podrían responder muy bien los alemanes, quienes serán la puerta de entrada del codiciado combustible para calentar los hogares en los inviernos europeos; pero también podría responderla Donald Trump, quien se opuso frontalmente a su construcción para evitar que Rusia controlara el gas que llega a la Unión Europea. Para la Casa Blanca en aquel entonces, este proyecto pondría en riesgo la seguridad de Europa, pero obviamente también los dividendos de Estados Unidos por la venta de gas licuado en aquel mercado.

Tal era la oposición del Expresidente, que en 2019 firmó una ley con la que Estados Unidos sancionaría a cualquier empresa que participara en su construcción. Con la llegada de Joe Biden al poder, cuya apuesta está enfocada en las energías renovables, la postura de los americanos se fue suavizando y el argumento se centró en que Ucrania se verá gravemente perjudicada económicamente. Para resolverlo, Alemania y empresas que participaron en su construcción como Shell y Engie se comprometieron a destinar alrededor de 1,000 millones de euros para apoyar la transición de Ucrania a energías “verdes”, lo cual debe de haber sonado como música para los oídos de Mr. Joe. Abonando a ello, en julio pasado la Señora Merkel declaró que si los rusos intentaran utilizar la energía como arma o para llevar a cabo actos más agresivos contra Ucrania, Alemania “presionará” para que la Unión Europea tome medidas severas contra Rusia.

La alianza Rusia – Alemania triunfó en este proyecto que llevaba años emproblemado, y que en efecto le entrega el control del gas europeo a estos dos países. Y triunfó fundamentalmente gracias al poco interés de Biden en los hidrocarburos, quien frente al apetitoso pastel de las renovables en Ucrania, únicamente atinó a decir que el dichoso gasoducto “es un mal negocio”.


Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves

El 10 de septiembre, la petrolera rusa Gazprom anunció la terminación de los últimos metros que faltaban del gasoducto Nord Stream 2 que duplicará la capacidad de transporte de gas de Rusia a Alemania. El ducto submarino atraviesa por más de 1,200 kilómetros a través del mar Báltico y evita el paso por Ucrania y Polonia, quienes perderán miles de millones de dólares en ingresos por transporte de gas en su territorio.

¿Pero por qué es importante este gasoducto? Esa es una pregunta que podrían responder muy bien los alemanes, quienes serán la puerta de entrada del codiciado combustible para calentar los hogares en los inviernos europeos; pero también podría responderla Donald Trump, quien se opuso frontalmente a su construcción para evitar que Rusia controlara el gas que llega a la Unión Europea. Para la Casa Blanca en aquel entonces, este proyecto pondría en riesgo la seguridad de Europa, pero obviamente también los dividendos de Estados Unidos por la venta de gas licuado en aquel mercado.

Tal era la oposición del Expresidente, que en 2019 firmó una ley con la que Estados Unidos sancionaría a cualquier empresa que participara en su construcción. Con la llegada de Joe Biden al poder, cuya apuesta está enfocada en las energías renovables, la postura de los americanos se fue suavizando y el argumento se centró en que Ucrania se verá gravemente perjudicada económicamente. Para resolverlo, Alemania y empresas que participaron en su construcción como Shell y Engie se comprometieron a destinar alrededor de 1,000 millones de euros para apoyar la transición de Ucrania a energías “verdes”, lo cual debe de haber sonado como música para los oídos de Mr. Joe. Abonando a ello, en julio pasado la Señora Merkel declaró que si los rusos intentaran utilizar la energía como arma o para llevar a cabo actos más agresivos contra Ucrania, Alemania “presionará” para que la Unión Europea tome medidas severas contra Rusia.

La alianza Rusia – Alemania triunfó en este proyecto que llevaba años emproblemado, y que en efecto le entrega el control del gas europeo a estos dos países. Y triunfó fundamentalmente gracias al poco interés de Biden en los hidrocarburos, quien frente al apetitoso pastel de las renovables en Ucrania, únicamente atinó a decir que el dichoso gasoducto “es un mal negocio”.


Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves