/ martes 4 de febrero de 2020

Expresiones y signos de violencia en México

Definitivamente, uno de los grandes retos del México moderno es combatir los altos niveles de pobreza. De acuerdo con el Coneval, la cifra ronda en 53 millones de personas, lo cual debe motivarnos a trabajar por revertirla. Asimismo, hemos alcanzado niveles de violencia inadmisibles, con el claro ejemplo del recientes e indignantes casos de asesinatos, desapariciones en Guerrero, Jalisco, Veracruz, por mencionar algunos, que ahora se sabe, muchos han sido ejecutados por miembros del crimen organizado. Ambos temas son trascendentales para alcanzar el crecimiento inclusivo en nuestro país; pero que no deben verse juntos ni mucho menos revueltos.

Asegurar que cada persona pobre en este país es un criminal potencial no tiene sustento, para muestra analicemos nuestro caso: en México, los estados con mayores índices de pobreza son Chiapas, Oaxaca y Guerrero donde, en el mejor de los casos, dos de cada tres habitantes se encuentran en esta situación; al mismo tiempo, dichas entidades son las que presentan los niveles más bajos en incidencia de delitos contemplados dentro de la Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada.

Un factor fundamental y determinante de la violencia urbana es la incapacidad de las instituciones del estado para reglamentar y en última instancia manejar el uso legítimo de la fuerza. En algunas ciudades, los sistemas del orden público son disfuncionales y los ciudadanos a quienes debieran prestar servicios los consideran ilegítimos. A menudo las fuerzas formales de seguridad no pueden detener la violencia organizada y puede que en realidad se cuenten entre los peores delincuentes. El legado de los conflictos armados, el autoritarismo político y el ejercicio represivo de la fuerza policial también están altamente correlacionados con el inicio y persistencia de la violencia urbana.

Resultado: un espacio público acechado, circunstanciado, repensado para ser usado por una ciudadanía que de un día para otro entendió que la estética, las expresiones, los signos de la violencia podían estar más cercanos a ellos que lo que hubieran deseado. Bajo sospecha el vecino que de pronto cambió su estilo de vida; en el asombro, tras el video que delata gente ligada al crimen organizado y resulta conocida; entre los nuevos personajes urbanos, los sicarios responsables del último levantón; del espacio urbano, nuevos usos al ser depositario de cuerpos flagelados, mutilados, desaparecidos. En fin, lamentablemente el México de hoy.

Definitivamente, uno de los grandes retos del México moderno es combatir los altos niveles de pobreza. De acuerdo con el Coneval, la cifra ronda en 53 millones de personas, lo cual debe motivarnos a trabajar por revertirla. Asimismo, hemos alcanzado niveles de violencia inadmisibles, con el claro ejemplo del recientes e indignantes casos de asesinatos, desapariciones en Guerrero, Jalisco, Veracruz, por mencionar algunos, que ahora se sabe, muchos han sido ejecutados por miembros del crimen organizado. Ambos temas son trascendentales para alcanzar el crecimiento inclusivo en nuestro país; pero que no deben verse juntos ni mucho menos revueltos.

Asegurar que cada persona pobre en este país es un criminal potencial no tiene sustento, para muestra analicemos nuestro caso: en México, los estados con mayores índices de pobreza son Chiapas, Oaxaca y Guerrero donde, en el mejor de los casos, dos de cada tres habitantes se encuentran en esta situación; al mismo tiempo, dichas entidades son las que presentan los niveles más bajos en incidencia de delitos contemplados dentro de la Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada.

Un factor fundamental y determinante de la violencia urbana es la incapacidad de las instituciones del estado para reglamentar y en última instancia manejar el uso legítimo de la fuerza. En algunas ciudades, los sistemas del orden público son disfuncionales y los ciudadanos a quienes debieran prestar servicios los consideran ilegítimos. A menudo las fuerzas formales de seguridad no pueden detener la violencia organizada y puede que en realidad se cuenten entre los peores delincuentes. El legado de los conflictos armados, el autoritarismo político y el ejercicio represivo de la fuerza policial también están altamente correlacionados con el inicio y persistencia de la violencia urbana.

Resultado: un espacio público acechado, circunstanciado, repensado para ser usado por una ciudadanía que de un día para otro entendió que la estética, las expresiones, los signos de la violencia podían estar más cercanos a ellos que lo que hubieran deseado. Bajo sospecha el vecino que de pronto cambió su estilo de vida; en el asombro, tras el video que delata gente ligada al crimen organizado y resulta conocida; entre los nuevos personajes urbanos, los sicarios responsables del último levantón; del espacio urbano, nuevos usos al ser depositario de cuerpos flagelados, mutilados, desaparecidos. En fin, lamentablemente el México de hoy.