/ jueves 2 de septiembre de 2021

Entre la enchilada y el cablebús

Por Salvador Guerrero Chiprés

@guerrerochipres


¿Qué tienen en común una enchilada y el cablebús de la Línea 2 en Iztapalapa? Además de ser orgullosamente chilangos e iztapalapenses, ambos forman parte de los Récords Guinnes que posee la Ciudad de México.

Recientemente, el nuevo cablebús alcanzó récord como el teleférico más largo del mundo, con sus 10.55 kilómetros en una sola línea, que une las colonias Constitución de 1917 con Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa, la alcaldía de mayor tamaño de la CDMX y una de las más grandes —equiparada a municipios— en el país.

Además, Iztapalapa es orgullosa poseedora del récord a la enchilada más grande del mundo, que estableció en 2017 con una tortilla de mil 416 kilogramos y 105 metros de largo, realizada con una máquina especial y que llevaba pollo, salsa verde, aguacate, tomate y cebolla.

En el caso del cablebús, representa para los vecinos una gran ventaja de movilidad, que reduce el traslado de 1:15 horas a 36 minutos, en siete estaciones con 305 cabinas. Detrás del récord destaca la operación silenciosa de su funcionamiento y la reducción de emisiones hasta de 16 mil 600 toneladas de CO2 por año.

Este medio de transporte es el más largo y el más bonito del mundo, mencionó la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, al anunciar la obtención del récord.

Hay otras marcas que surgen de aficiones o convicciones de los ciudadanos, por ejemplo, el mayor número de personas en bailar la coreografía de Thriller de Michael Jackson, en 2009, en el Monumento a la Revolución, o el de gente desnuda en el Zócalo que posó para el fotógrafo Spencer Tunick, en 2007, reconocido en todo el mundo por crear mosaicos humanos.

En todos los casos podemos decir que el tamaño sí importa. Y al mencionar las marcas seguramente, de muchas maneras, recordamos algunos años de nuestra vida en la capital de la nación.

Hace ya 11 años, Coyoacán rompió el récord de la taza de chocolate más grande del mundo, y compartió entonces con la gente los 2 mil 500 litros de bebida, claro, acompañada de pan dulce.

Cada uno de nosotros tenemos vivencias personales y colectivas, con familia y amigos. Cuidar a todos los seres vivos, hablar con nuestros hijos, tener empatía con las causas de los demás, evitar la violencia de género, solo son algunas de esas tareas que nos hacen héroes sin capa.

Esas escenas ocurren cada día en nuestra gran ciudad aún con la distancia que ha marcado la pandemia, las muestras de amor y solidaridad son cosa de todos los días o deben serlo en hogares, en encuentros en línea o contacto incidental en la calle o el centro comercial, bajo los cuidados de salud.

Las metas y récords los ponemos nosotros y son para compartir con nuestros seres queridos.

Por Salvador Guerrero Chiprés

@guerrerochipres


¿Qué tienen en común una enchilada y el cablebús de la Línea 2 en Iztapalapa? Además de ser orgullosamente chilangos e iztapalapenses, ambos forman parte de los Récords Guinnes que posee la Ciudad de México.

Recientemente, el nuevo cablebús alcanzó récord como el teleférico más largo del mundo, con sus 10.55 kilómetros en una sola línea, que une las colonias Constitución de 1917 con Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa, la alcaldía de mayor tamaño de la CDMX y una de las más grandes —equiparada a municipios— en el país.

Además, Iztapalapa es orgullosa poseedora del récord a la enchilada más grande del mundo, que estableció en 2017 con una tortilla de mil 416 kilogramos y 105 metros de largo, realizada con una máquina especial y que llevaba pollo, salsa verde, aguacate, tomate y cebolla.

En el caso del cablebús, representa para los vecinos una gran ventaja de movilidad, que reduce el traslado de 1:15 horas a 36 minutos, en siete estaciones con 305 cabinas. Detrás del récord destaca la operación silenciosa de su funcionamiento y la reducción de emisiones hasta de 16 mil 600 toneladas de CO2 por año.

Este medio de transporte es el más largo y el más bonito del mundo, mencionó la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, al anunciar la obtención del récord.

Hay otras marcas que surgen de aficiones o convicciones de los ciudadanos, por ejemplo, el mayor número de personas en bailar la coreografía de Thriller de Michael Jackson, en 2009, en el Monumento a la Revolución, o el de gente desnuda en el Zócalo que posó para el fotógrafo Spencer Tunick, en 2007, reconocido en todo el mundo por crear mosaicos humanos.

En todos los casos podemos decir que el tamaño sí importa. Y al mencionar las marcas seguramente, de muchas maneras, recordamos algunos años de nuestra vida en la capital de la nación.

Hace ya 11 años, Coyoacán rompió el récord de la taza de chocolate más grande del mundo, y compartió entonces con la gente los 2 mil 500 litros de bebida, claro, acompañada de pan dulce.

Cada uno de nosotros tenemos vivencias personales y colectivas, con familia y amigos. Cuidar a todos los seres vivos, hablar con nuestros hijos, tener empatía con las causas de los demás, evitar la violencia de género, solo son algunas de esas tareas que nos hacen héroes sin capa.

Esas escenas ocurren cada día en nuestra gran ciudad aún con la distancia que ha marcado la pandemia, las muestras de amor y solidaridad son cosa de todos los días o deben serlo en hogares, en encuentros en línea o contacto incidental en la calle o el centro comercial, bajo los cuidados de salud.

Las metas y récords los ponemos nosotros y son para compartir con nuestros seres queridos.