/ viernes 3 de julio de 2020

El valor de los datos

Algunos círculos relacionados con el mundo digital celebraron, de manera no oficial, este 30 de junio como el Día internacional de las redes sociales, si bien el 17 de mayo es el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la sociedad de la información instituido por la ONU, se supone que en este alternativo se ha querido poner énfasis en la transformación causada por estas redes, de gran importancia para nuestras sociedades actuales.

Precisamente las redes sociales se encuentran, hoy en día, en un contexto complicadísimo, presionadas por autoridades regulatorias, anunciantes y organizaciones civiles.

Las autoridades europeas llevan años tratando de empujar a Facebook, la red más poderosa del mundo, a una regulación en varios sentidos, pero sobre todo en la forma en que utiliza los datos personales que los 1,500 millones de usuarios (prácticamente una quinta parte de la población del planeta) depositan en ese espacio digital. Han señalado que Facebook, dueño también de Instagram y Whats App, ha violado o ha permitido que sus anunciantes violen el derecho de privacidad de sus usuarios.

Esto incluye no sólo el uso de los datos personales, sino de acciones de sus usuarios aparentemente inofensivas como comentarios a publicaciones, compartir publicaciones o Me Gusta, oro molido para las estrategias de marketing digital electoral y que generan la riqueza de Facebook.

El caso que mejor ejemplifica la fragilidad del entorno digital creado en las redes es el de Cambridge Analytica, que llevó a Mark Zuckerberg ante las autoridades regulatorias de la UE.

Los propios encargados de la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos admitieron que crearon aplicaciones para acceder, con el apoyo de Facebook, a datos y contactos de 87 millones de usuarios de la red para construir perfiles psicológicos de cada votante. “El valor de los datos supera a los del petróleo. Los datos psicográficos deben ser considerados un arma letal” ha dicho Brittany Kaiser, una de las orquestadoras de esta campaña.

Por el lado de la información, Facebook y sus burbujas de filtro han precarizado el conocimiento, elevado la creación e impacto de informaciones falsas, pero sobre todo han modificado, a través de los famosos algoritmos, las preferencias informativas de los usuarios de manera imperceptible, sin su consentimiento y bajo el único interés de generar consumidores para esos sitios. Las ganancias publicitarias de Facebook, del orden de 70 mil millones de dólares al año, han llevado a esta empresa, en solo 16 años, a la cúspide en los principales mercados financieros.

Ahora, esta red social, pero también otras como Twitter, están siendo afectadas por el movimiento “Stop hate for profit” (No al odio por dinero) al que se han sumado marcas muy importantes y que está escalando a ritmos impredecibles. Esto porque, para estos anunciantes, Facebook no gestiona eficazmente el discurso violento y polarizador en su plataforma.

Es un hecho que los entornos digitales están viviendo un momento definitorio que los obligará a transformarse de manera que, sin menoscabo de la libertad de expresión, gestionen un entorno digital legítimo. Ya la Relatoría Especial para la libertad de la ONU tiene un lugar en este escenario y para Facebook será más rentable conservar la confianza que ahora parece estar perdiendo entre clientes y usuarios.


Algunos círculos relacionados con el mundo digital celebraron, de manera no oficial, este 30 de junio como el Día internacional de las redes sociales, si bien el 17 de mayo es el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la sociedad de la información instituido por la ONU, se supone que en este alternativo se ha querido poner énfasis en la transformación causada por estas redes, de gran importancia para nuestras sociedades actuales.

Precisamente las redes sociales se encuentran, hoy en día, en un contexto complicadísimo, presionadas por autoridades regulatorias, anunciantes y organizaciones civiles.

Las autoridades europeas llevan años tratando de empujar a Facebook, la red más poderosa del mundo, a una regulación en varios sentidos, pero sobre todo en la forma en que utiliza los datos personales que los 1,500 millones de usuarios (prácticamente una quinta parte de la población del planeta) depositan en ese espacio digital. Han señalado que Facebook, dueño también de Instagram y Whats App, ha violado o ha permitido que sus anunciantes violen el derecho de privacidad de sus usuarios.

Esto incluye no sólo el uso de los datos personales, sino de acciones de sus usuarios aparentemente inofensivas como comentarios a publicaciones, compartir publicaciones o Me Gusta, oro molido para las estrategias de marketing digital electoral y que generan la riqueza de Facebook.

El caso que mejor ejemplifica la fragilidad del entorno digital creado en las redes es el de Cambridge Analytica, que llevó a Mark Zuckerberg ante las autoridades regulatorias de la UE.

Los propios encargados de la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos admitieron que crearon aplicaciones para acceder, con el apoyo de Facebook, a datos y contactos de 87 millones de usuarios de la red para construir perfiles psicológicos de cada votante. “El valor de los datos supera a los del petróleo. Los datos psicográficos deben ser considerados un arma letal” ha dicho Brittany Kaiser, una de las orquestadoras de esta campaña.

Por el lado de la información, Facebook y sus burbujas de filtro han precarizado el conocimiento, elevado la creación e impacto de informaciones falsas, pero sobre todo han modificado, a través de los famosos algoritmos, las preferencias informativas de los usuarios de manera imperceptible, sin su consentimiento y bajo el único interés de generar consumidores para esos sitios. Las ganancias publicitarias de Facebook, del orden de 70 mil millones de dólares al año, han llevado a esta empresa, en solo 16 años, a la cúspide en los principales mercados financieros.

Ahora, esta red social, pero también otras como Twitter, están siendo afectadas por el movimiento “Stop hate for profit” (No al odio por dinero) al que se han sumado marcas muy importantes y que está escalando a ritmos impredecibles. Esto porque, para estos anunciantes, Facebook no gestiona eficazmente el discurso violento y polarizador en su plataforma.

Es un hecho que los entornos digitales están viviendo un momento definitorio que los obligará a transformarse de manera que, sin menoscabo de la libertad de expresión, gestionen un entorno digital legítimo. Ya la Relatoría Especial para la libertad de la ONU tiene un lugar en este escenario y para Facebook será más rentable conservar la confianza que ahora parece estar perdiendo entre clientes y usuarios.


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