/ miércoles 22 de diciembre de 2021

El silencio del Banco de México

“Nos abstendremos de usar, sustraer, ocultar, alterar, mutilar, destruir, inutilizar o divulgar indebidamente, total o parcialmente, la información que se encuentre bajo nuestra responsabilidad o a la cual tengamos acceso o conozcamos con motivo de nuestro empleo, cargo o comisión”, dice el Código de Conducta del Banco de México, que publicaron actualizado en el Diario Oficial de la Federación ayer.

Parece que así consiguen silenciar indefinidamente a Alejandro Díaz de León, el gobernador del Banco de México hasta el 31 de diciembre del 2021.

Silenciarlo —aunque es muy mesurado y tímido para las entrevistas, muy aburrido comparado con Carstens—, ante lo que se está viviendo al interior del Banco de México, es una buena idea en este momento.

Fue nombrado Gobernador del Banco de México por el entonces Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, a partir del 1 de diciembre de 2017. Esquivo para las preguntas a quemarropa, durante ese sexenio nos dijo: “Estaríamos no cuidando adecuadamente la autonomía del Banco Central si el Banco Central empezara a dar opinión o decir esta idea no gusta, esta idea sí gusta, esta idea es buena o esta es mala. Estaríamos haciéndole un flaco favor al mandato constitucional que tenemos”.

Alejandro Díaz de León comenzó a trabajar en el Banco de México en 1991, en ese entonces todavía cursaba algunas materias de la carrera de Economía. Cumplió con una larga trayectoria ahí, llena de aprendizaje. Fue en 2007 que decidió tomar otro rumbo, hacerse cargo de otros retos, como arrancar Pensión ISSSTE, ser titular de la Unidad de Crédito Público, y después ser director general del Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext). Regresó en enero del 2017, se incorporó a la Junta de Gobierno del Banxico, como subgobernador, y poco después fue el sustituto de Agustín Carstens.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no lo quería ya en el puesto. Puso en su lugar a Victoria Rodríguez Ceja, con quien ya inició la transición desde hace algunos días. Antes de que llegue la nueva gobernadora y él cierre su ciclo, parece que desde algún lugar de Palacio se encargaron de darle un mensaje claro, a través del Código de Conducta del Banco de México. Lo silencian, o los silencian a todos.

“Dicha obligación subsistirá inclusive cuando concluyamos nuestra relación con el Banco, en términos de las disposiciones aplicables. En caso de que determinada información deba ser difundida en cumplimiento de la Ley, deberá hacerse a través de las personas servidoras públicas o unidades administrativas facultadas para ello, y conforme a los procedimientos establecidos. La información clasificada como reservada o confidencial deberá ser resguardada de conformidad con las disposiciones aplicables. Los datos personales deberán protegerse y tratarse en apego a los principios establecidos en la Ley”.

Tal vez por eso las entrevistas de los últimos días suenan huecas, sin mucho que comentar, aburren, pero cumplen con su función: dejar en claro ante las audiencias de los medios que hubo una buena relación con el gobierno de López Obrador y que él ya se va a cuidar a su familia.

Por eso tal vez ya no lo escucharemos decir eso que algún día nos dijo, menos con datos frescos en la mano:

“Yo creo que quienes vivimos esos periodos en los que la inflación se desataba de manera importante, erosionaba el poder adquisitivo y, literal, le quitaba a las familias su poder de compra y sus ahorros, su patrimonio, sabemos muy bien que la inflación es un mal, es un impuesto regresivo, que le quita más a quienes menos tienen, porque quien menos tiene es quien menos puede protegerse con instrumentos financieros”.

“Nos abstendremos de usar, sustraer, ocultar, alterar, mutilar, destruir, inutilizar o divulgar indebidamente, total o parcialmente, la información que se encuentre bajo nuestra responsabilidad o a la cual tengamos acceso o conozcamos con motivo de nuestro empleo, cargo o comisión”, dice el Código de Conducta del Banco de México, que publicaron actualizado en el Diario Oficial de la Federación ayer.

Parece que así consiguen silenciar indefinidamente a Alejandro Díaz de León, el gobernador del Banco de México hasta el 31 de diciembre del 2021.

Silenciarlo —aunque es muy mesurado y tímido para las entrevistas, muy aburrido comparado con Carstens—, ante lo que se está viviendo al interior del Banco de México, es una buena idea en este momento.

Fue nombrado Gobernador del Banco de México por el entonces Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, a partir del 1 de diciembre de 2017. Esquivo para las preguntas a quemarropa, durante ese sexenio nos dijo: “Estaríamos no cuidando adecuadamente la autonomía del Banco Central si el Banco Central empezara a dar opinión o decir esta idea no gusta, esta idea sí gusta, esta idea es buena o esta es mala. Estaríamos haciéndole un flaco favor al mandato constitucional que tenemos”.

Alejandro Díaz de León comenzó a trabajar en el Banco de México en 1991, en ese entonces todavía cursaba algunas materias de la carrera de Economía. Cumplió con una larga trayectoria ahí, llena de aprendizaje. Fue en 2007 que decidió tomar otro rumbo, hacerse cargo de otros retos, como arrancar Pensión ISSSTE, ser titular de la Unidad de Crédito Público, y después ser director general del Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext). Regresó en enero del 2017, se incorporó a la Junta de Gobierno del Banxico, como subgobernador, y poco después fue el sustituto de Agustín Carstens.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no lo quería ya en el puesto. Puso en su lugar a Victoria Rodríguez Ceja, con quien ya inició la transición desde hace algunos días. Antes de que llegue la nueva gobernadora y él cierre su ciclo, parece que desde algún lugar de Palacio se encargaron de darle un mensaje claro, a través del Código de Conducta del Banco de México. Lo silencian, o los silencian a todos.

“Dicha obligación subsistirá inclusive cuando concluyamos nuestra relación con el Banco, en términos de las disposiciones aplicables. En caso de que determinada información deba ser difundida en cumplimiento de la Ley, deberá hacerse a través de las personas servidoras públicas o unidades administrativas facultadas para ello, y conforme a los procedimientos establecidos. La información clasificada como reservada o confidencial deberá ser resguardada de conformidad con las disposiciones aplicables. Los datos personales deberán protegerse y tratarse en apego a los principios establecidos en la Ley”.

Tal vez por eso las entrevistas de los últimos días suenan huecas, sin mucho que comentar, aburren, pero cumplen con su función: dejar en claro ante las audiencias de los medios que hubo una buena relación con el gobierno de López Obrador y que él ya se va a cuidar a su familia.

Por eso tal vez ya no lo escucharemos decir eso que algún día nos dijo, menos con datos frescos en la mano:

“Yo creo que quienes vivimos esos periodos en los que la inflación se desataba de manera importante, erosionaba el poder adquisitivo y, literal, le quitaba a las familias su poder de compra y sus ahorros, su patrimonio, sabemos muy bien que la inflación es un mal, es un impuesto regresivo, que le quita más a quienes menos tienen, porque quien menos tiene es quien menos puede protegerse con instrumentos financieros”.