/ sábado 11 de julio de 2020

El recuento de los daños

Una vez que se empiezan a reanudar las actividades y avanza la llamada “nueva normalidad”, investigadores y académicos publican las primeras evaluaciones del inevitable recuento de los daños que dejó a su paso la implacable pandemia del COVID-19.

Aunque la mayoría de estos estudios advierte, que son resultados preliminares, ya que todavía los efectos de la crisis sanitaria no se han visto en toda su magnitud ni han tocado fondo, hay indicadores preocupantes, como es la caída del ingreso en 6 de cada 10 familias, la tercera parte tuvo algún integrante que perdió el empleo, el 7% experimentó violencia y uno de cada 3 hogares experimentó inseguridad alimentaria, según datos de la evaluación dada a conocer por el Centro de Evaluación y Encuestas del Instituto Nacional de Salud Pública (CIEE-INSP).

Por su parte, la organización Signos Vitales en su documento: “La Pandemia en México. Dimensiones de la Tragedia”, advierte que la narrativa gubernamental ha estado caracterizada por mensajes contradictorios, en los que se ha subestimado el peligro e incluso medidas de protección.

Esto trajo como consecuencia que ni el sistema de salud mexicano, ni la población, estuvieran preparadas para enfrentar esta enfermedad, lo que además ha sido acompañado por una respuesta tardía e ineficiente por parte del Sistema de Salud, ya que al 16 de junio, la propia Secretaría de Salud informó que 32,388 de los 154,863 contagios eran de personal médico y sanitario (21%). Las defunciones de médicos y personal sanitario es 2.6% del total de muertes en México, más del doble que Brasil, el triple que Perú y cinco veces más que en China o el Reino Unido.

La investigación advierte que la estrategia del gobierno federal fue la de monitorear la pandemia a través de muestreo limitado y no representativo, y permitió el contagio de rebaño dado que la tasa de letalidad era muy baja.

Además de que sólo se han hecho 4.4 mil pruebas por millón de habitantes vs 110 a 140 mil en otros países semejantes. Por tanto, el número de casos quedó sub-reportado.

Esto tan solo es la punta de un gigantesco iceberg que ya empieza a asomar, mientras que la población sigue haciendo verdaderos malabares para salir adelante, llevar alimentos a su familia, conservar su empleo y administrar sus escasos recursos. La mayoría sin recibir ningún tipo de apoyo gubernamental, pues los pocos que hay están siendo canalizados de forma oscura y discrecional.

Una vez que se empiezan a reanudar las actividades y avanza la llamada “nueva normalidad”, investigadores y académicos publican las primeras evaluaciones del inevitable recuento de los daños que dejó a su paso la implacable pandemia del COVID-19.

Aunque la mayoría de estos estudios advierte, que son resultados preliminares, ya que todavía los efectos de la crisis sanitaria no se han visto en toda su magnitud ni han tocado fondo, hay indicadores preocupantes, como es la caída del ingreso en 6 de cada 10 familias, la tercera parte tuvo algún integrante que perdió el empleo, el 7% experimentó violencia y uno de cada 3 hogares experimentó inseguridad alimentaria, según datos de la evaluación dada a conocer por el Centro de Evaluación y Encuestas del Instituto Nacional de Salud Pública (CIEE-INSP).

Por su parte, la organización Signos Vitales en su documento: “La Pandemia en México. Dimensiones de la Tragedia”, advierte que la narrativa gubernamental ha estado caracterizada por mensajes contradictorios, en los que se ha subestimado el peligro e incluso medidas de protección.

Esto trajo como consecuencia que ni el sistema de salud mexicano, ni la población, estuvieran preparadas para enfrentar esta enfermedad, lo que además ha sido acompañado por una respuesta tardía e ineficiente por parte del Sistema de Salud, ya que al 16 de junio, la propia Secretaría de Salud informó que 32,388 de los 154,863 contagios eran de personal médico y sanitario (21%). Las defunciones de médicos y personal sanitario es 2.6% del total de muertes en México, más del doble que Brasil, el triple que Perú y cinco veces más que en China o el Reino Unido.

La investigación advierte que la estrategia del gobierno federal fue la de monitorear la pandemia a través de muestreo limitado y no representativo, y permitió el contagio de rebaño dado que la tasa de letalidad era muy baja.

Además de que sólo se han hecho 4.4 mil pruebas por millón de habitantes vs 110 a 140 mil en otros países semejantes. Por tanto, el número de casos quedó sub-reportado.

Esto tan solo es la punta de un gigantesco iceberg que ya empieza a asomar, mientras que la población sigue haciendo verdaderos malabares para salir adelante, llevar alimentos a su familia, conservar su empleo y administrar sus escasos recursos. La mayoría sin recibir ningún tipo de apoyo gubernamental, pues los pocos que hay están siendo canalizados de forma oscura y discrecional.

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