/ domingo 2 de junio de 2019

El "periodismo de espectáculos"

Ante la evidente falta de preparación en la gran mayoría de comunicadores que se autoproclaman periodistas de espectáculos, en México como en gran parte de occidente, adolecemos de un auténtico ejercicio responsable en la crítica de las artes escénicas a través de los medios tanto tradicionales como digitales.

No sé, querido bohemio irredento lector, desde cuándo comenzó la oprobiosa e insensata proliferación de la tarambana farandulera que hoy surca los espacios de mayor potencial para desgracia de las audiencias ávidas y exigentes de contenidos de calidad. Lo que sí sé es que en nuestros días el análisis enriquecedor, la crítica musical, la crónica seria y el auténtico periodismo de espectáculos se ha confundido, adulterado y desvirtuado desde hace décadas con el amarillismo, el chisme, el debraye, el zafarrancho, la insidia, el morbo y la baratija del rumor y la farfolla, sobajan los titulares a la banalidad y la hecatombe de la ignominia.

Siendo un país con superávit de talento con un potencial asombroso en materia creativa y existiendo una cantidad envidiable para cualquier país de novedosas propuestas escénicas, auténticas joyas líricas, finísimos trabajos fonográficos, teatro de elevada factura, aportaciones vanguardistas y de nivel óptimo en las bellas artes, hoy ”los voceros del espectáculo” reducen su “periodismo” al “vestido que llevaba puesto esta o aquella” y cuantos dimes y diretes puedan caber en las limitadísimas “figuras” propias del canal de las estrellas y en vez de que los medios cubran los grandes conciertos, las proezas del histrionismo, los lanzamientos de la música popular alternativa, los célebres proyectos de calidad, las nuevas voces del canto, las tendencias musicales, las novedades en la composición, la ejecución, el talento nacional, hoy los titulares de los periódicos y revistas de mayor circulación, los noticieros de espectáculos y los programas unitarios de televisión se pelean las notas de la vida íntima, infidelidad, desgracia ajena y decadencia de compañeros artistas, o los ínfimos comentarios, disparates y conductas de deleznables “celebridades” tales como Frida Sofía, Niurka, Laura Bozzo, La Gaviota y otras demoliciones.

Con esto, entrañable bohemio lector, no quiero decir que no existan comunicadores verdaderamente capacitados para emitir un juicio o una evaluación veraz e informada sobre el desempeño artístico de los protagonistas de la industria del espectáculo. Por supuesto que contamos con gente sumamente preparada en la materia: verdaderos críticos de arte, académicos, musicólogos, periodistas serios, analistas de diversos géneros en las artes escénicas. Sin embargo, estos apenas representan una minoría en los medios masivos de comunicación y la gran mayoría de estas personalidades preparadas para forjar, cultivar y engrandecer el criterio musical de la población a veces ni siquiera encuentra plazas vacantes en los medios; ésto bajo el irresponsable criterio y la excusa recurrente de que “eso no vende”.

Todavía, hace no muchos años, locutores, comunicadores y periodistas como Daniel Pérez Arcaraz, Luis Carbajo, Alejandro Aura, Paco Malgesto, Ricardo Rocha, Juan Calderón, Jaime Almeida o incluso el mismísimo Raúl Velasco, se esmeraban por difundir genuinos valores de la canción en los medios de comunicación a través de acreditados programas musicales en donde, desde la ópera hasta el arte folcórico, todo tipo de música tenía cabida. Existían más de una veintena de festivales de música vernácula o valores juveniles, entre ellos el otrora aclamado festival de la OTI que dio proyección internacional a un sinnúmero de autores, compositores, intérpretes, músicos, productores y arreglistas.

Aún, muchos recuerdan la controversial sección en el programa del ínclito Jorge Saldaña, quien durante las emisiones A su cargo, llegaba al extremo de romper discos arrojándolos al suelo junto a cultísimos colaboradores como Alfredo Ruíz del Río y otras voces autorizadas quienes realizaban una severa crítica basada en los lanzamientos recientes del mercado fonográfico. Era todo un acontecimiento cuando varias de estas producciones no pasaban la prueba ante las exigencias mínimas de calidad del criterio en el panel.

¿En dónde quedaron las buenas preguntas con enfoque en l materia prima del arte? ¿Quién somete al escrutinio público el desempeño de los empresarios y las producciones en los conciertos? ¿En dónde quedó la exigencia y la cruzada por la calidad en los contenidos? ¿Existe aún la honestidad en el periodista? Vivimos los tiempos en que existen “críticos de cine” que no saben qué es una trama o un argumento; ”flamantes” jueces de “La voz México” que no tienen idea de conceptos de técnica vocal tan elementales como la tesitura, el color de voz o la afinación; comentaristas de radio y televisión improvisados que desconocen lo fundamental en materia de su ejercicio profesional; articulistas que no saben siquiera escribir; críticos de música que no saben lo que es una escala o un modo. ¿Qué sigue?

Yo, a lo menos extraño y añoro las reseñas de las caravanas artísticas, los shows nocturnos, los conciertos de artistas nacionales e internacionales a través de las plumas de Renato Leduc, José Pagés Llergo, Ramón Inclán, Mario León, Ricardo Perete, Regino Díaz, Leopoldo Meraz “El reportero Corr”, Manuel Pallares, Herbé Pompeyo, Gustavo García, Guillermo Saad, Juan Cervera, Marco Antonio Alfaro, Mario Riaño, Bob Logar o el incansable Chucho Gallegos, quienes verdaderamente hablaban del desempeño escénico, repertorio, proyección vocal, interpretación, expresión corporal, cuadratura, musicalidad, creatividad, originalidad, escenografía, calidad, propuesta y aportación artística, así como la respuesta del público expresada en aplausos, comentarios, ovaciones de pie o hasta abucheos.

¿Y el resultado de esta vorágine? Ahí están las salas de conciertos vacías, los programas culturales sin audiencia, abundantes proyectos independientes de gran calidad sin difusión ni cobertura mediática, grandes artistas en la miseria, enormes actores y dramaturgos sin trabajo, músicos virtuosos en olvido, directores de orquesta sin trabajo, voces privilegiadas en cantinas de cuarta, triunfadores mundiales del arte en el abandono, discos sin oyentes, estrellas sin canal.

¡Ni una línea más!

rodrigodelacadena@yahoo.com

Ante la evidente falta de preparación en la gran mayoría de comunicadores que se autoproclaman periodistas de espectáculos, en México como en gran parte de occidente, adolecemos de un auténtico ejercicio responsable en la crítica de las artes escénicas a través de los medios tanto tradicionales como digitales.

No sé, querido bohemio irredento lector, desde cuándo comenzó la oprobiosa e insensata proliferación de la tarambana farandulera que hoy surca los espacios de mayor potencial para desgracia de las audiencias ávidas y exigentes de contenidos de calidad. Lo que sí sé es que en nuestros días el análisis enriquecedor, la crítica musical, la crónica seria y el auténtico periodismo de espectáculos se ha confundido, adulterado y desvirtuado desde hace décadas con el amarillismo, el chisme, el debraye, el zafarrancho, la insidia, el morbo y la baratija del rumor y la farfolla, sobajan los titulares a la banalidad y la hecatombe de la ignominia.

Siendo un país con superávit de talento con un potencial asombroso en materia creativa y existiendo una cantidad envidiable para cualquier país de novedosas propuestas escénicas, auténticas joyas líricas, finísimos trabajos fonográficos, teatro de elevada factura, aportaciones vanguardistas y de nivel óptimo en las bellas artes, hoy ”los voceros del espectáculo” reducen su “periodismo” al “vestido que llevaba puesto esta o aquella” y cuantos dimes y diretes puedan caber en las limitadísimas “figuras” propias del canal de las estrellas y en vez de que los medios cubran los grandes conciertos, las proezas del histrionismo, los lanzamientos de la música popular alternativa, los célebres proyectos de calidad, las nuevas voces del canto, las tendencias musicales, las novedades en la composición, la ejecución, el talento nacional, hoy los titulares de los periódicos y revistas de mayor circulación, los noticieros de espectáculos y los programas unitarios de televisión se pelean las notas de la vida íntima, infidelidad, desgracia ajena y decadencia de compañeros artistas, o los ínfimos comentarios, disparates y conductas de deleznables “celebridades” tales como Frida Sofía, Niurka, Laura Bozzo, La Gaviota y otras demoliciones.

Con esto, entrañable bohemio lector, no quiero decir que no existan comunicadores verdaderamente capacitados para emitir un juicio o una evaluación veraz e informada sobre el desempeño artístico de los protagonistas de la industria del espectáculo. Por supuesto que contamos con gente sumamente preparada en la materia: verdaderos críticos de arte, académicos, musicólogos, periodistas serios, analistas de diversos géneros en las artes escénicas. Sin embargo, estos apenas representan una minoría en los medios masivos de comunicación y la gran mayoría de estas personalidades preparadas para forjar, cultivar y engrandecer el criterio musical de la población a veces ni siquiera encuentra plazas vacantes en los medios; ésto bajo el irresponsable criterio y la excusa recurrente de que “eso no vende”.

Todavía, hace no muchos años, locutores, comunicadores y periodistas como Daniel Pérez Arcaraz, Luis Carbajo, Alejandro Aura, Paco Malgesto, Ricardo Rocha, Juan Calderón, Jaime Almeida o incluso el mismísimo Raúl Velasco, se esmeraban por difundir genuinos valores de la canción en los medios de comunicación a través de acreditados programas musicales en donde, desde la ópera hasta el arte folcórico, todo tipo de música tenía cabida. Existían más de una veintena de festivales de música vernácula o valores juveniles, entre ellos el otrora aclamado festival de la OTI que dio proyección internacional a un sinnúmero de autores, compositores, intérpretes, músicos, productores y arreglistas.

Aún, muchos recuerdan la controversial sección en el programa del ínclito Jorge Saldaña, quien durante las emisiones A su cargo, llegaba al extremo de romper discos arrojándolos al suelo junto a cultísimos colaboradores como Alfredo Ruíz del Río y otras voces autorizadas quienes realizaban una severa crítica basada en los lanzamientos recientes del mercado fonográfico. Era todo un acontecimiento cuando varias de estas producciones no pasaban la prueba ante las exigencias mínimas de calidad del criterio en el panel.

¿En dónde quedaron las buenas preguntas con enfoque en l materia prima del arte? ¿Quién somete al escrutinio público el desempeño de los empresarios y las producciones en los conciertos? ¿En dónde quedó la exigencia y la cruzada por la calidad en los contenidos? ¿Existe aún la honestidad en el periodista? Vivimos los tiempos en que existen “críticos de cine” que no saben qué es una trama o un argumento; ”flamantes” jueces de “La voz México” que no tienen idea de conceptos de técnica vocal tan elementales como la tesitura, el color de voz o la afinación; comentaristas de radio y televisión improvisados que desconocen lo fundamental en materia de su ejercicio profesional; articulistas que no saben siquiera escribir; críticos de música que no saben lo que es una escala o un modo. ¿Qué sigue?

Yo, a lo menos extraño y añoro las reseñas de las caravanas artísticas, los shows nocturnos, los conciertos de artistas nacionales e internacionales a través de las plumas de Renato Leduc, José Pagés Llergo, Ramón Inclán, Mario León, Ricardo Perete, Regino Díaz, Leopoldo Meraz “El reportero Corr”, Manuel Pallares, Herbé Pompeyo, Gustavo García, Guillermo Saad, Juan Cervera, Marco Antonio Alfaro, Mario Riaño, Bob Logar o el incansable Chucho Gallegos, quienes verdaderamente hablaban del desempeño escénico, repertorio, proyección vocal, interpretación, expresión corporal, cuadratura, musicalidad, creatividad, originalidad, escenografía, calidad, propuesta y aportación artística, así como la respuesta del público expresada en aplausos, comentarios, ovaciones de pie o hasta abucheos.

¿Y el resultado de esta vorágine? Ahí están las salas de conciertos vacías, los programas culturales sin audiencia, abundantes proyectos independientes de gran calidad sin difusión ni cobertura mediática, grandes artistas en la miseria, enormes actores y dramaturgos sin trabajo, músicos virtuosos en olvido, directores de orquesta sin trabajo, voces privilegiadas en cantinas de cuarta, triunfadores mundiales del arte en el abandono, discos sin oyentes, estrellas sin canal.

¡Ni una línea más!

rodrigodelacadena@yahoo.com