/ domingo 21 de febrero de 2021

El peligro del naranja

Estoy de acuerdo con la necesidad de reabrir los negocios, de reactivar la economía y por supuesto de hacer algo por los miles de empleos que se están perdiendo en la capital a causa de la pandemia, que está por cumplir un año desde que nos confinó al encierro preventivo (que no se cumplió del todo), pero faltó evaluar a qué costo se iba a hacer, porque mirando con malos ojos, parece que el color del semáforo, poco tiene que ver con las cifras oficiales.

Y es que pensando un poco mal, el primer cambio de semáforo rojo a naranja sobrevino pocos días antes del famoso Buen Fin, lo que llenó las plazas comerciales a tope y por supuesto incrementó los contagios de una manera brutal, lo que llevó a tener que cambiar de nuevo en la víspera de la Navidad, cosa que fue claro que nada más sirvió de adorno.

La historia decembrina y por supuesto las funestas cifras que arrojaron a inicio de año, que nos mantuvo en rojo prácticamente el primer mes de 2021 ya es de todos conocida, pero es muy curioso que justo tras las presiones de los comercios establecidos, que hicieron eco de los que viven al día, se cambió a semáforo naranja, justo previo al 14 de febrero, como decían en algún programa de televisión. ¿Coincidencia o destino?

Y es que a veces pareciera que lo que ocurre en los hospitales está muy apartado de lo que hablan los gobiernos, porque mientras la primera línea de acción está sufriendo por la saturación de pacientes, los que mandan hacen parecer que ya la emergencia está pasando y proyectan una falsa seguridad.

Y es que si bien hace un año muchos mexicanos no creían en el virus y muchos otros lo desestimaban, por lo menos había millones que le tenían miedo, el miedo es un mecanismo natural de defensa ante el peligro, sin embargo, el actuar de los que están al frente de la pandemia provocó algo por demás peligroso. Que este miedo se perdiera.

Después de la primera ola de contagios, lo que sucedió con los mexicanos es que comenzaron a creer, pero al pasar a naranja, crearon esa falsa seguridad y lo que pasó es que le perdieron el miedo y salieron a las calles como si nada estuviera pasando, lo que llevó a la segunda y mortal ola, donde se alcanzaron los dos millones de contagios y los casi 180 mil muertos. Definitivamente, qué peligroso es el color naranja cuando la gente no entiende la gravedad de la situación.

Estoy de acuerdo con la necesidad de reabrir los negocios, de reactivar la economía y por supuesto de hacer algo por los miles de empleos que se están perdiendo en la capital a causa de la pandemia, que está por cumplir un año desde que nos confinó al encierro preventivo (que no se cumplió del todo), pero faltó evaluar a qué costo se iba a hacer, porque mirando con malos ojos, parece que el color del semáforo, poco tiene que ver con las cifras oficiales.

Y es que pensando un poco mal, el primer cambio de semáforo rojo a naranja sobrevino pocos días antes del famoso Buen Fin, lo que llenó las plazas comerciales a tope y por supuesto incrementó los contagios de una manera brutal, lo que llevó a tener que cambiar de nuevo en la víspera de la Navidad, cosa que fue claro que nada más sirvió de adorno.

La historia decembrina y por supuesto las funestas cifras que arrojaron a inicio de año, que nos mantuvo en rojo prácticamente el primer mes de 2021 ya es de todos conocida, pero es muy curioso que justo tras las presiones de los comercios establecidos, que hicieron eco de los que viven al día, se cambió a semáforo naranja, justo previo al 14 de febrero, como decían en algún programa de televisión. ¿Coincidencia o destino?

Y es que a veces pareciera que lo que ocurre en los hospitales está muy apartado de lo que hablan los gobiernos, porque mientras la primera línea de acción está sufriendo por la saturación de pacientes, los que mandan hacen parecer que ya la emergencia está pasando y proyectan una falsa seguridad.

Y es que si bien hace un año muchos mexicanos no creían en el virus y muchos otros lo desestimaban, por lo menos había millones que le tenían miedo, el miedo es un mecanismo natural de defensa ante el peligro, sin embargo, el actuar de los que están al frente de la pandemia provocó algo por demás peligroso. Que este miedo se perdiera.

Después de la primera ola de contagios, lo que sucedió con los mexicanos es que comenzaron a creer, pero al pasar a naranja, crearon esa falsa seguridad y lo que pasó es que le perdieron el miedo y salieron a las calles como si nada estuviera pasando, lo que llevó a la segunda y mortal ola, donde se alcanzaron los dos millones de contagios y los casi 180 mil muertos. Definitivamente, qué peligroso es el color naranja cuando la gente no entiende la gravedad de la situación.

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