/ jueves 11 de junio de 2020

El halcón mayor

No tenía un padecimiento o enfermedad grave, buena parte de sus 87 años de vida gozó de cabal salud. Algunos médicos militares lo recuerdan porque cuando acudía al hospital central mlitar, se caracterizaba por sus buenos modales, era atento en la conversación y disimulaba muy bien que detrás de ese hombre enjuto, de piel morena y cabello gris, estaba el personaje central de la matanza estudiantil del 10 de junio de 1971.

Los últimos meses de vida del general Manuel Díaz Escobar Figueroa, el militar que en 1966 recibió la orden del entonces regente de la Ciudad de México Alfonso Corona del Rosal de crear un grupo de choque de corte paramilitar al que se conocería como “los halcones”, fueron con el reflector encima por la sospecha de su responsabilidad en otros episodios de violencia perpetrados por grupos encubiertos pagados por el gobierno en aquella época.

La lección del año 2003 cuando las autoridades ministeriales intentaron fincarle responsabilidad penal por la masacre de estudiantes en el llamado “Jueves de Corpues” de 1971, fue que no se puede investigar un suceso sin antes agotar la búsqueda de evidencias, documentales-testimoniales, para probar la participación de los actores involucrados. Y la ruta para ahondar en la trayectoria, grupos de poder y complicidades de Díaz Escobar, quedó trunca.

La responsabilidad del fiasco recayó en la desaparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, exhibida en el verano del 2003 cuando un grupo de agentes se apersonaron en el hospital central militar para intentar interrogar al general que convalecía en una de las habitaciones. Hábil y lúcido hasta sus últimos días, se acogió por medio de sus abogados al artículo 20 constitucional y se reservó su derecho a declarar.

Díaz Escobar era un oficial de artillería que estudió en los años cincuenta la especialidad de Estado Mayor General en Fort Leavenworth, Kansas. Formaba parte de un grupo selecto de oficiales enfocados en profesionalizar las labores del Estado Mayor de la Defensa Nacional en aquella época.

Cuando Alfonso Corona del Rosal fue nombrado dirigente del PRI en aquellos años, se llevó como ayudantes a varios oficiales del Ejército entre los que estaban Luis Gutiérrez Oropeza y el propio Díaz Escobar. Al primero lo colocó como jefe de ayudantes de Gustavo Díaz Ordaz y a la postre se convertiría en jefe del Estado Mayor Presidencial.

A Díaz Escobar lo nombró subdirector de Servicios Generales en el entonces Departamento del Distrito Federal, desde donde operó la creación de un grupo de choque algunos de cuyos integrantes recibieron entrenamiento de artes marciales en Japón y tácticas antiterroristas en Estados Unidos.

Tras el “halconazo”, Díaz Escobar desapareció de sus oficinas pero siguió cobrando hasta 1973, cuando fue reincorpado al Ejército y enviado a finales de febrero de aquel año como agregado militar en Santiago, Chile.

El general fue el prototipo del militar con perfil containsurgente y antinarcóticos. En 1975 estuvo en la campaña contra la guerrilla en la sierra de Hidalgo, y en 1978-79 fue el cuarto comandante que tuvo la operación “Cóndor” en Badiraguato, Sinaloa. Murió en septiembre de 2008.

@velediaz424


No tenía un padecimiento o enfermedad grave, buena parte de sus 87 años de vida gozó de cabal salud. Algunos médicos militares lo recuerdan porque cuando acudía al hospital central mlitar, se caracterizaba por sus buenos modales, era atento en la conversación y disimulaba muy bien que detrás de ese hombre enjuto, de piel morena y cabello gris, estaba el personaje central de la matanza estudiantil del 10 de junio de 1971.

Los últimos meses de vida del general Manuel Díaz Escobar Figueroa, el militar que en 1966 recibió la orden del entonces regente de la Ciudad de México Alfonso Corona del Rosal de crear un grupo de choque de corte paramilitar al que se conocería como “los halcones”, fueron con el reflector encima por la sospecha de su responsabilidad en otros episodios de violencia perpetrados por grupos encubiertos pagados por el gobierno en aquella época.

La lección del año 2003 cuando las autoridades ministeriales intentaron fincarle responsabilidad penal por la masacre de estudiantes en el llamado “Jueves de Corpues” de 1971, fue que no se puede investigar un suceso sin antes agotar la búsqueda de evidencias, documentales-testimoniales, para probar la participación de los actores involucrados. Y la ruta para ahondar en la trayectoria, grupos de poder y complicidades de Díaz Escobar, quedó trunca.

La responsabilidad del fiasco recayó en la desaparecida Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, exhibida en el verano del 2003 cuando un grupo de agentes se apersonaron en el hospital central militar para intentar interrogar al general que convalecía en una de las habitaciones. Hábil y lúcido hasta sus últimos días, se acogió por medio de sus abogados al artículo 20 constitucional y se reservó su derecho a declarar.

Díaz Escobar era un oficial de artillería que estudió en los años cincuenta la especialidad de Estado Mayor General en Fort Leavenworth, Kansas. Formaba parte de un grupo selecto de oficiales enfocados en profesionalizar las labores del Estado Mayor de la Defensa Nacional en aquella época.

Cuando Alfonso Corona del Rosal fue nombrado dirigente del PRI en aquellos años, se llevó como ayudantes a varios oficiales del Ejército entre los que estaban Luis Gutiérrez Oropeza y el propio Díaz Escobar. Al primero lo colocó como jefe de ayudantes de Gustavo Díaz Ordaz y a la postre se convertiría en jefe del Estado Mayor Presidencial.

A Díaz Escobar lo nombró subdirector de Servicios Generales en el entonces Departamento del Distrito Federal, desde donde operó la creación de un grupo de choque algunos de cuyos integrantes recibieron entrenamiento de artes marciales en Japón y tácticas antiterroristas en Estados Unidos.

Tras el “halconazo”, Díaz Escobar desapareció de sus oficinas pero siguió cobrando hasta 1973, cuando fue reincorpado al Ejército y enviado a finales de febrero de aquel año como agregado militar en Santiago, Chile.

El general fue el prototipo del militar con perfil containsurgente y antinarcóticos. En 1975 estuvo en la campaña contra la guerrilla en la sierra de Hidalgo, y en 1978-79 fue el cuarto comandante que tuvo la operación “Cóndor” en Badiraguato, Sinaloa. Murió en septiembre de 2008.

@velediaz424