/ martes 6 de abril de 2021

El emperador de Palacio Nacional

Asimilando al último virrey nombrado por Fernando VII José de Iturrigaray, un personaje oscuro y conspirador, hoy, moriría de un “soponcio” viendo bajar en el viejo ascensor del Palacio Nacional al emperador de México, Andrés Manuel López Obrador, camino del salón de la Tesorería donde cada mañana se dirige a la nación a eso de las siete, en una alocución tempranera que va camino de convertirse en el diario de un gobierno fracasado y mentiroso. Instalado en el discurso de la “austeridad”, renunció con alardes a vivir en Los Pinos, al avión presidencial, a la escolta del Estado Mayor Presidencial y al coche oficial blindado. Pero, ahora, ungido por el poder, reside entre rancios oropeles de un palacio virreinal.

El poder por el poder también es una enfermedad y sus secuelas muestran día a día, como un ser humano sin la capacidad y los conocimientos para gobernar solo busca ocupar un trono dorado digno de Iturrigaray, o de un emperador para gobernar, o incluso de alguno que otro revolucionario convertido, por conveniencias de la historia, en héroe de los que dieron patria a México.

El despacho del emperador en el Palacio Nacional es propio de cualquiera de ellos. Más espacioso y lujosamente decorado que el de su antecesor en el cargo. Quién pensaría que algún día viviríamos los momentos más confusos de la historia de México, en medio de una crisis económica desde inicio de sexenio, con una pandemia asesina y bajo un gobierno poco claro en sus proyectos, con funcionarios inconformes por falta de apoyo de su jefe Andrés Manuel López Obrador a las encomiendas encargadas y con secretarios de Estado poco asertivos en sus ideas y nulos en sus convicciones.

El control absoluto del poder y el dinero hace al emperador MALO-AMLO su propio imperio indestructible (por el momento) y así cimienta cada vez más el autoritarismo-anárquico-fascista de su gobierno. Peor que los corruptos-neoliberales-mafia del poder. Los mexicanos hemos recibido un revés tanto de la mayoría del Poder Legislativo como en algunos casos del Judicial al ser títeres de AMLO. Según los expertos en derecho ambas instituciones han buscado favorecer al Ejecutivo y no al derecho.

Este control absoluto de los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) hacen un imperio como el que existió en los años de Maximiliano. Por cierto, tema del cual ha vivido AMLO durante más de 20 años, para quejarse y criticar los gobiernos autoritarios, imperialistas, anarquistas, fascistas, pero ahora es lo que el Emperador procesa. Un imperio pues para un solo hombre.

Asimilando al último virrey nombrado por Fernando VII José de Iturrigaray, un personaje oscuro y conspirador, hoy, moriría de un “soponcio” viendo bajar en el viejo ascensor del Palacio Nacional al emperador de México, Andrés Manuel López Obrador, camino del salón de la Tesorería donde cada mañana se dirige a la nación a eso de las siete, en una alocución tempranera que va camino de convertirse en el diario de un gobierno fracasado y mentiroso. Instalado en el discurso de la “austeridad”, renunció con alardes a vivir en Los Pinos, al avión presidencial, a la escolta del Estado Mayor Presidencial y al coche oficial blindado. Pero, ahora, ungido por el poder, reside entre rancios oropeles de un palacio virreinal.

El poder por el poder también es una enfermedad y sus secuelas muestran día a día, como un ser humano sin la capacidad y los conocimientos para gobernar solo busca ocupar un trono dorado digno de Iturrigaray, o de un emperador para gobernar, o incluso de alguno que otro revolucionario convertido, por conveniencias de la historia, en héroe de los que dieron patria a México.

El despacho del emperador en el Palacio Nacional es propio de cualquiera de ellos. Más espacioso y lujosamente decorado que el de su antecesor en el cargo. Quién pensaría que algún día viviríamos los momentos más confusos de la historia de México, en medio de una crisis económica desde inicio de sexenio, con una pandemia asesina y bajo un gobierno poco claro en sus proyectos, con funcionarios inconformes por falta de apoyo de su jefe Andrés Manuel López Obrador a las encomiendas encargadas y con secretarios de Estado poco asertivos en sus ideas y nulos en sus convicciones.

El control absoluto del poder y el dinero hace al emperador MALO-AMLO su propio imperio indestructible (por el momento) y así cimienta cada vez más el autoritarismo-anárquico-fascista de su gobierno. Peor que los corruptos-neoliberales-mafia del poder. Los mexicanos hemos recibido un revés tanto de la mayoría del Poder Legislativo como en algunos casos del Judicial al ser títeres de AMLO. Según los expertos en derecho ambas instituciones han buscado favorecer al Ejecutivo y no al derecho.

Este control absoluto de los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) hacen un imperio como el que existió en los años de Maximiliano. Por cierto, tema del cual ha vivido AMLO durante más de 20 años, para quejarse y criticar los gobiernos autoritarios, imperialistas, anarquistas, fascistas, pero ahora es lo que el Emperador procesa. Un imperio pues para un solo hombre.