/ lunes 2 de septiembre de 2019

De qué habló El Chapo con la DEA

El 7 de noviembre de 1997, agentes de la DEA designados a este país recibieron una petición inusual: un informante confidencial contactó a la oficina de Drug Enforcement Administration en la Ciudad de México y preguntó si podía pasarles un mensaje de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, mejor conocido como El Chapo. En ese momento, era un personaje muy conocido por las autoridades estadounidenses, sospechoso de traficar drogas a gran escala, que estaba en prisión desde 1993.

El informante se reunió con los agentes de la DEA y les indicó que El Chapo quería darles información en persona, de acuerdo con los archivos que resguarda el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Trabajando con un oficial de confianza del gobierno de México, los agentes idearon un plan para visitar al Joaquín Guzmán en la prisión de Puente Grande, sin levantar sospechas de que estaba cooperando con las autoridades estadounidenses. Haciéndose pasar como sociólogos, que querían en persona hacerle algunas pruebas a prisioneros, dos enviados de la DEA y un funcionario mexicano entraron a la zona de atención médica. Las autoridades locales ya habían dado su autorización.

El Chapo les mandó una palabra clave con su intermediario. El guardia cerró la puerta. Se presentaron. Luego de que los agentes le aseguraron que se habían tomado las medidas para que nadie conociera sus identidades, ni la razón de la reunión, él les dijo que hablaría con honestidad y que juraba cada palabra que iba a salir de su boca.

Iba a revelar lo más que pudiera de la Organización Arellano Félix, sus rivales. Pero quería algo a cambio: que le prometieran que su familia estaría a salvo y resolver los cargos que tenía en Estados Unidos.

Un agente de la DEA le dijo que el gobierno estadounidense no podía hacer esas promesas, al menos no sin conocer la información que les compartiría. En respuesta, dijo que no confiaba en el gobierno de México, indicando que estando en prisión trató de entregarles información sobre dónde podían localizar a los hermanos Arellano Félix, pero que las autoridades locales fallaron y los dejaron escapar.

Ofrecía información de la organización rival, datos muy específicos, como la ubicación de un túnel que utilizaban para meter drogas, dinero, armas y gente a Estados Unidos. Entregaría detalles de la estructura, sus líderes, relaciones entre sus miembros y la identidad de sus sicarios.

Dijo a la DEA que muchos individuos todavía no habían sido identificados por el gobierno, pero él los conocía bien porque eran sus socios. Estaba también ofreciendo datos del “Güero Palma”, porque mató a su cuñado.

Adicionalmente, explicó que la “Federación” existía entre los traficantes de drogas más poderosos de México, a principios de los 90. Había una tregua por territorios que se negoció en la capital del país. La paz, dijo, la rompieron los Arellano Félix cuando atacaron a algunos de sus socios en Puerto Vallarta.

Dice el gobierno estadounidense que los agentes de la DEA no se volvieron a reunir con El Chapo en Puente Grande después de la entrevista de 1998. Joaquín Guzmán escapó de esa prisión en 2001.

El 7 de noviembre de 1997, agentes de la DEA designados a este país recibieron una petición inusual: un informante confidencial contactó a la oficina de Drug Enforcement Administration en la Ciudad de México y preguntó si podía pasarles un mensaje de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, mejor conocido como El Chapo. En ese momento, era un personaje muy conocido por las autoridades estadounidenses, sospechoso de traficar drogas a gran escala, que estaba en prisión desde 1993.

El informante se reunió con los agentes de la DEA y les indicó que El Chapo quería darles información en persona, de acuerdo con los archivos que resguarda el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Trabajando con un oficial de confianza del gobierno de México, los agentes idearon un plan para visitar al Joaquín Guzmán en la prisión de Puente Grande, sin levantar sospechas de que estaba cooperando con las autoridades estadounidenses. Haciéndose pasar como sociólogos, que querían en persona hacerle algunas pruebas a prisioneros, dos enviados de la DEA y un funcionario mexicano entraron a la zona de atención médica. Las autoridades locales ya habían dado su autorización.

El Chapo les mandó una palabra clave con su intermediario. El guardia cerró la puerta. Se presentaron. Luego de que los agentes le aseguraron que se habían tomado las medidas para que nadie conociera sus identidades, ni la razón de la reunión, él les dijo que hablaría con honestidad y que juraba cada palabra que iba a salir de su boca.

Iba a revelar lo más que pudiera de la Organización Arellano Félix, sus rivales. Pero quería algo a cambio: que le prometieran que su familia estaría a salvo y resolver los cargos que tenía en Estados Unidos.

Un agente de la DEA le dijo que el gobierno estadounidense no podía hacer esas promesas, al menos no sin conocer la información que les compartiría. En respuesta, dijo que no confiaba en el gobierno de México, indicando que estando en prisión trató de entregarles información sobre dónde podían localizar a los hermanos Arellano Félix, pero que las autoridades locales fallaron y los dejaron escapar.

Ofrecía información de la organización rival, datos muy específicos, como la ubicación de un túnel que utilizaban para meter drogas, dinero, armas y gente a Estados Unidos. Entregaría detalles de la estructura, sus líderes, relaciones entre sus miembros y la identidad de sus sicarios.

Dijo a la DEA que muchos individuos todavía no habían sido identificados por el gobierno, pero él los conocía bien porque eran sus socios. Estaba también ofreciendo datos del “Güero Palma”, porque mató a su cuñado.

Adicionalmente, explicó que la “Federación” existía entre los traficantes de drogas más poderosos de México, a principios de los 90. Había una tregua por territorios que se negoció en la capital del país. La paz, dijo, la rompieron los Arellano Félix cuando atacaron a algunos de sus socios en Puerto Vallarta.

Dice el gobierno estadounidense que los agentes de la DEA no se volvieron a reunir con El Chapo en Puente Grande después de la entrevista de 1998. Joaquín Guzmán escapó de esa prisión en 2001.