/ domingo 14 de noviembre de 2021

Carbón y desarrollo

La Revolución Industrial se conoce como el mayor cambio tecnológico, económico y social de la humanidad desde el neolítico cuando pasamos de ser nómadas a asentarnos en un mismo lugar y vivir de la agricultura y la ganadería. La principal característica de la Revolución Industrial y que aún nos define es que el trabajo manual y animal fue sustituido por máquinas, permitiéndonos tener grandes excedentes que pudimos comerciar por medio de potentes trenes y barcos, mejorando nuestra calidad de vida e iniciando de facto el proceso de globalización.

El detonador de la Revolución Industrial fue el motor de combustión externa, que a través de la quema de carbón genera vapor de agua, y con ello la energía necesaria para la industrialización y el movimiento de los barcos y trenes; que en realidad no eran “máquinas de vapor” sino de carbón. En los inicios del S.XX y durante la Primera Guerra Mundial se consolidó el uso del carbón, y fue hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial que empezó a ser sustituido por el petróleo.

Dos razones fundamentales llevaron al uso masivo del carbón desde el S.XVIII que siguen vigentes hasta nuestros días: bajo precio y alta disponibilidad.

De acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía, actualmente más de una tercera parte de la electricidad global se produce a través de carbón, y aunque su demanda cayó más de un 11% en 2020, esto se atribuye más a la caída de la economía derivada de los confinamientos que a un cambio tecnológico. En 2019 la India producía más del 73% de su energía con carbón, China más del 66%, Alemania el 31%, Estados Unidos el 24%, Rusia el 16%, y México el 9%.

España es uno de los países que más esfuerzos ha hecho para evitar la generación de energía a través de carbón, con los costes económicos que ello le ha generado. Aunque en 2019 únicamente producía el 5% de su demanda energética con carbón, en 2020 siguiendo las normativas de Bruselas, un año y medio después de cerrar todas las minas de carbón y en plena recesión económica por la pandemia, cerró 7 de sus 15 centrales despidiendo a más de 1,100 empleados, y planteando un cierre total en 2025.

Mientras tanto China que produce el 66% de su energía con carbón es aplaudida internacionalmente porque se comprometió hace dos meses ante las Naciones Unidas a que seguirá emitiendo dióxido de carbono hasta llegar a un máximo en 2030, y que de ahí reducirá a cero emisiones en 2060. En la COP26, la India que produce el 73% con carbón dijo que será en 2070.

Fuera de debates sobre el origen del cambio climático, lo que no hace mucho sentido es que los mismos que exigen el cierre de inmediato de las 3 centrales de carbón que tenemos en México, se congratulen de los “compromisos” de China y la India para dentro de 40 o 50 años; que ni son obligatorios, y que ni ellos ni muchos de nosotros estaremos aquí para ver si se cumplen.

Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves


La Revolución Industrial se conoce como el mayor cambio tecnológico, económico y social de la humanidad desde el neolítico cuando pasamos de ser nómadas a asentarnos en un mismo lugar y vivir de la agricultura y la ganadería. La principal característica de la Revolución Industrial y que aún nos define es que el trabajo manual y animal fue sustituido por máquinas, permitiéndonos tener grandes excedentes que pudimos comerciar por medio de potentes trenes y barcos, mejorando nuestra calidad de vida e iniciando de facto el proceso de globalización.

El detonador de la Revolución Industrial fue el motor de combustión externa, que a través de la quema de carbón genera vapor de agua, y con ello la energía necesaria para la industrialización y el movimiento de los barcos y trenes; que en realidad no eran “máquinas de vapor” sino de carbón. En los inicios del S.XX y durante la Primera Guerra Mundial se consolidó el uso del carbón, y fue hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial que empezó a ser sustituido por el petróleo.

Dos razones fundamentales llevaron al uso masivo del carbón desde el S.XVIII que siguen vigentes hasta nuestros días: bajo precio y alta disponibilidad.

De acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía, actualmente más de una tercera parte de la electricidad global se produce a través de carbón, y aunque su demanda cayó más de un 11% en 2020, esto se atribuye más a la caída de la economía derivada de los confinamientos que a un cambio tecnológico. En 2019 la India producía más del 73% de su energía con carbón, China más del 66%, Alemania el 31%, Estados Unidos el 24%, Rusia el 16%, y México el 9%.

España es uno de los países que más esfuerzos ha hecho para evitar la generación de energía a través de carbón, con los costes económicos que ello le ha generado. Aunque en 2019 únicamente producía el 5% de su demanda energética con carbón, en 2020 siguiendo las normativas de Bruselas, un año y medio después de cerrar todas las minas de carbón y en plena recesión económica por la pandemia, cerró 7 de sus 15 centrales despidiendo a más de 1,100 empleados, y planteando un cierre total en 2025.

Mientras tanto China que produce el 66% de su energía con carbón es aplaudida internacionalmente porque se comprometió hace dos meses ante las Naciones Unidas a que seguirá emitiendo dióxido de carbono hasta llegar a un máximo en 2030, y que de ahí reducirá a cero emisiones en 2060. En la COP26, la India que produce el 73% con carbón dijo que será en 2070.

Fuera de debates sobre el origen del cambio climático, lo que no hace mucho sentido es que los mismos que exigen el cierre de inmediato de las 3 centrales de carbón que tenemos en México, se congratulen de los “compromisos” de China y la India para dentro de 40 o 50 años; que ni son obligatorios, y que ni ellos ni muchos de nosotros estaremos aquí para ver si se cumplen.

Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves