/ domingo 13 de octubre de 2019

Cantantes que perdieron la voz

A diferencia de cantantes como Frank Sinatra, Aretha Franklin, Pedro Vargas, Tony Bennett, Gualberto Castro, Plácido Domingo o Tom Jones, que durante toda su vida conservaron una voz prodigiosa, la cual pareciera inmune ante el inexorable estrago del tiempo, han habido otros intérpretes que, en cambio, lamentablemente han padecido el extravío de su virtud principal: la voz humana, instrumento y buque insignia de la manifestación interpretativa a través del arte.

Reciéntemente, el caso de José José nos ha hecho retomar la reflexión entorno a las causas que han llevado a auténticos ídolos del canto a perder su más preciado instrumento. Independientemente de las adicciones, científicamente comprobado está que el reflujo gástrico es uno de principales enemigos de la voz.

Hoy, querido bohemio lector, además de un recorrido a través de las voces que prácticamente quedaron reducidas al escombro de las glorias envilecidas, los peligrosos veneros que el designio divino le escritura a sólo un puñado de iluminados, también recordaremos a aquellos que, por la naturaleza del desgaste de las facultades, mediante las tablas y la experiencia, es el "colmillo" (más sabe el diablo..) el mágico subterfugio que ha dado escapatoria a los intérpretes cuando sus capacidades se ven menguadas. Tal es el caso de artistas que parcialmente han perdido sus recursos virtuosos en la emisión vocal pero a través de argucia y cierta artimaña bajan las tonalidades de su repertorio y cuando éstos son indudables músicos, como es el caso de Dionne Warwick o Barbra Streisend, A través de la armonía, los juegos rítmicos, las inversiones y reemplazamiento de líneas melódicas, lejos de proyectar una imagen de desgaste físico, lo único que logran es una reinterpretación asombrosa de sus gloriosos repertorios.

El público lo salva todo. En este marco de las voces reducidas, Juan Gabriel, nuestro máximo entretenedor y show-man nacional, artífice del vuelco de lo frenético en las masas más diversas, convertía al público en el vehículo de su propia voz, que coreaba al unísono los pasajes más exigentes para la tesitura del compositor de “Amor eterno”. Quien indudablemente, en sus mocedades logró alcanzar un registro de alturas tonales propias de una mezzosoprano.

En el caso de Wayne Newton o Sandro de América, el portentoso intérprete argentino, lejos de aplicar alguno de los recursos anteriormente señalados, con tal de no perder contratos, aceptaron hacer conciertos aún cuando ya su voz no era ni la sombra de lo que fue alguna vez y la decepción del público llegaba al realizar que dichos conciertos no eran más que monólogos de anécdotas, chistes, muy pocas canciones y lo peor de todo: los éxitos brillaban por su ausencia siendo reemplazados por canciones raras o inéditas a gusto del cantante. Lastimosamente hay veces que el ego no le permite al artista darse cuenta lo que el público quiere escuchar.

Ahora, bohemio mío, hablemos de las voces desahuciadas que vivieron la bonanza esplendorosa de la gloria y la fama. Esos tristes casos en donde los artistas pierden completamente su más grande virtud. No quiero imaginarme la frustración y desenfrenada desesperación por la que estas personas pudieron haber pasado. Un aplauso y mi solidaridad para José José, Lucho Gatica, Lucha Villa, Germaín de la Fuente, Ana Torroja, Enrico Caruso, Camilo Sesto Andrés Terrones, Martín Urieta o María Callas.

Espero su comentario a mi correo personal que siempre contesto <rodrigodelacadena@yahoo.com>.

¡Ni una línea más!

A diferencia de cantantes como Frank Sinatra, Aretha Franklin, Pedro Vargas, Tony Bennett, Gualberto Castro, Plácido Domingo o Tom Jones, que durante toda su vida conservaron una voz prodigiosa, la cual pareciera inmune ante el inexorable estrago del tiempo, han habido otros intérpretes que, en cambio, lamentablemente han padecido el extravío de su virtud principal: la voz humana, instrumento y buque insignia de la manifestación interpretativa a través del arte.

Reciéntemente, el caso de José José nos ha hecho retomar la reflexión entorno a las causas que han llevado a auténticos ídolos del canto a perder su más preciado instrumento. Independientemente de las adicciones, científicamente comprobado está que el reflujo gástrico es uno de principales enemigos de la voz.

Hoy, querido bohemio lector, además de un recorrido a través de las voces que prácticamente quedaron reducidas al escombro de las glorias envilecidas, los peligrosos veneros que el designio divino le escritura a sólo un puñado de iluminados, también recordaremos a aquellos que, por la naturaleza del desgaste de las facultades, mediante las tablas y la experiencia, es el "colmillo" (más sabe el diablo..) el mágico subterfugio que ha dado escapatoria a los intérpretes cuando sus capacidades se ven menguadas. Tal es el caso de artistas que parcialmente han perdido sus recursos virtuosos en la emisión vocal pero a través de argucia y cierta artimaña bajan las tonalidades de su repertorio y cuando éstos son indudables músicos, como es el caso de Dionne Warwick o Barbra Streisend, A través de la armonía, los juegos rítmicos, las inversiones y reemplazamiento de líneas melódicas, lejos de proyectar una imagen de desgaste físico, lo único que logran es una reinterpretación asombrosa de sus gloriosos repertorios.

El público lo salva todo. En este marco de las voces reducidas, Juan Gabriel, nuestro máximo entretenedor y show-man nacional, artífice del vuelco de lo frenético en las masas más diversas, convertía al público en el vehículo de su propia voz, que coreaba al unísono los pasajes más exigentes para la tesitura del compositor de “Amor eterno”. Quien indudablemente, en sus mocedades logró alcanzar un registro de alturas tonales propias de una mezzosoprano.

En el caso de Wayne Newton o Sandro de América, el portentoso intérprete argentino, lejos de aplicar alguno de los recursos anteriormente señalados, con tal de no perder contratos, aceptaron hacer conciertos aún cuando ya su voz no era ni la sombra de lo que fue alguna vez y la decepción del público llegaba al realizar que dichos conciertos no eran más que monólogos de anécdotas, chistes, muy pocas canciones y lo peor de todo: los éxitos brillaban por su ausencia siendo reemplazados por canciones raras o inéditas a gusto del cantante. Lastimosamente hay veces que el ego no le permite al artista darse cuenta lo que el público quiere escuchar.

Ahora, bohemio mío, hablemos de las voces desahuciadas que vivieron la bonanza esplendorosa de la gloria y la fama. Esos tristes casos en donde los artistas pierden completamente su más grande virtud. No quiero imaginarme la frustración y desenfrenada desesperación por la que estas personas pudieron haber pasado. Un aplauso y mi solidaridad para José José, Lucho Gatica, Lucha Villa, Germaín de la Fuente, Ana Torroja, Enrico Caruso, Camilo Sesto Andrés Terrones, Martín Urieta o María Callas.

Espero su comentario a mi correo personal que siempre contesto <rodrigodelacadena@yahoo.com>.

¡Ni una línea más!