/ domingo 5 de diciembre de 2021

Baches  

Uno de los problemas que más nos afectan, es el estado de calles y avenidas. No hace falta que seamos solo conductores; como peatones, ciclistas y usuarios de transporte público sufrimos los baches de igual manera, además de que apuntalan una percepción de descuido e inseguridad.

Sin embargo, las denuncias que son atendidas sobre este tema (lo mismo que las relacionadas con mal alumbrado o necesidad de reparar banquetas) son de las más numerosas que hacemos como ciudadanos a las autoridades locales y del gobierno central de la Ciudad de México.

Reportarles cualquier falla es la parte que nos corresponde a nosotros como ciudadanos. Un programa específico, llamado “Bachetón”, consiste, entre varias medidas, en verificar en campo el estado de las arterias y de las calles principales de la ciudad. Motociclistas y conductores en vehículos oficiales identifican los daños y los reportan a las áreas que corresponden para su reparación. Nosotros podemos ayudar mucho.

En una metrópoli tan dependiente del uso del automóvil y que, poco a poco, incorpora nuevas opciones de movilidad para distancias cortas, el estado de calles y avenidas se vuelve un asunto prioritario. La relación entre buen mantenimiento público y el sentido de seguridad es directa, además de que ayuda a que el tejido social se consolide, lo que no es otra cosa más que una convivencia adecuada entre vecinos, dueños de comercios, sitios de recreo y cualquier otro actor social que forma parte de una comunidad.

Además, mejora de inmediato la calidad de vida de todos, sin importar que vivamos en ese lugar o solo pasemos todos los días como parte de nuestra ruta al trabajo, a la escuela o algún lugar de entretenimiento. Circular en espacios en estado óptimo también ayuda a reducir accidentes de tránsito, choques, congestionamientos y fallecimientos en los que está involucrado un auto, la velocidad y, en muchos casos, el abuso del alcohol.

Antes hemos compartido que prácticamente ocho de cada diez reclamos que tenemos hacia nuestras autoridades municipales tienen que ver con este mantenimiento público que también está vinculado a la recolección de basura y el retiro de autos abandonados. Al igual que, creo, la mayoría cuidamos la limpieza y el orden en el interior de nuestros hogares, hacerlo con la vía pública es una obligación cívica que causa el mismo efecto de paz y tranquilidad.

Hace varios años, se pudo de moda la “teoría de las ventanas rotas”, basada en un conocido artículo de James Q. Wilson y George L. Kelling, en la revista The Atlantic Monthly (marzo de 1982) y que éste último convirtió en el libro “Arreglando Ventanas Rotas”. La premisa es que, si evitamos este tipo de deterioro, las faltas menores se corrigen y los crímenes mayores se previenen, porque el mensaje es de atención inmediata a los problemas cuando todavía no crecen. Pero esto significa una coordinación entre ciudadanos y autoridades que es la alianza más poderosa que podemos construir en contra de cualquier persona que intenten afectarnos a través de alguna conducta antisocial o un delito.

Y esa prevención empieza por reportar el bache, la fuga o el mal estado de una banqueta. No podemos obviarlo o pensar que es obligación de alguien más; al contrario, se trata de colaborar a favor del bien común y de hacerlo con constancia para que las reparaciones sean cada vez mejores y tarden menos tiempo en atenderse.

El mantenimiento consiste en obras que llevan a cabo las autoridades, pero el cuidado para que dure el mayor tiempo posible es una labor nuestra, así como evitar que se vandalicen espacios que son una extensión de nuestra casa y que pertenecen a la ciudadanía.


Uno de los problemas que más nos afectan, es el estado de calles y avenidas. No hace falta que seamos solo conductores; como peatones, ciclistas y usuarios de transporte público sufrimos los baches de igual manera, además de que apuntalan una percepción de descuido e inseguridad.

Sin embargo, las denuncias que son atendidas sobre este tema (lo mismo que las relacionadas con mal alumbrado o necesidad de reparar banquetas) son de las más numerosas que hacemos como ciudadanos a las autoridades locales y del gobierno central de la Ciudad de México.

Reportarles cualquier falla es la parte que nos corresponde a nosotros como ciudadanos. Un programa específico, llamado “Bachetón”, consiste, entre varias medidas, en verificar en campo el estado de las arterias y de las calles principales de la ciudad. Motociclistas y conductores en vehículos oficiales identifican los daños y los reportan a las áreas que corresponden para su reparación. Nosotros podemos ayudar mucho.

En una metrópoli tan dependiente del uso del automóvil y que, poco a poco, incorpora nuevas opciones de movilidad para distancias cortas, el estado de calles y avenidas se vuelve un asunto prioritario. La relación entre buen mantenimiento público y el sentido de seguridad es directa, además de que ayuda a que el tejido social se consolide, lo que no es otra cosa más que una convivencia adecuada entre vecinos, dueños de comercios, sitios de recreo y cualquier otro actor social que forma parte de una comunidad.

Además, mejora de inmediato la calidad de vida de todos, sin importar que vivamos en ese lugar o solo pasemos todos los días como parte de nuestra ruta al trabajo, a la escuela o algún lugar de entretenimiento. Circular en espacios en estado óptimo también ayuda a reducir accidentes de tránsito, choques, congestionamientos y fallecimientos en los que está involucrado un auto, la velocidad y, en muchos casos, el abuso del alcohol.

Antes hemos compartido que prácticamente ocho de cada diez reclamos que tenemos hacia nuestras autoridades municipales tienen que ver con este mantenimiento público que también está vinculado a la recolección de basura y el retiro de autos abandonados. Al igual que, creo, la mayoría cuidamos la limpieza y el orden en el interior de nuestros hogares, hacerlo con la vía pública es una obligación cívica que causa el mismo efecto de paz y tranquilidad.

Hace varios años, se pudo de moda la “teoría de las ventanas rotas”, basada en un conocido artículo de James Q. Wilson y George L. Kelling, en la revista The Atlantic Monthly (marzo de 1982) y que éste último convirtió en el libro “Arreglando Ventanas Rotas”. La premisa es que, si evitamos este tipo de deterioro, las faltas menores se corrigen y los crímenes mayores se previenen, porque el mensaje es de atención inmediata a los problemas cuando todavía no crecen. Pero esto significa una coordinación entre ciudadanos y autoridades que es la alianza más poderosa que podemos construir en contra de cualquier persona que intenten afectarnos a través de alguna conducta antisocial o un delito.

Y esa prevención empieza por reportar el bache, la fuga o el mal estado de una banqueta. No podemos obviarlo o pensar que es obligación de alguien más; al contrario, se trata de colaborar a favor del bien común y de hacerlo con constancia para que las reparaciones sean cada vez mejores y tarden menos tiempo en atenderse.

El mantenimiento consiste en obras que llevan a cabo las autoridades, pero el cuidado para que dure el mayor tiempo posible es una labor nuestra, así como evitar que se vandalicen espacios que son una extensión de nuestra casa y que pertenecen a la ciudadanía.


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