Los padres de familia saben –mejor que nadie- lo que sus hijos han padecido durante la pandemia, y no necesitan que la cúpula gubernamental les venga a recetar “seudo-conmovedores” discursos, en los que pretende hacer creer que les interesa el bienestar de la niñez, cuando en el terreno de los hechos ha mostrado todo lo contrario.
A escasos cinco días del plazo fatal para el regreso presencial a clases, las autoridades educativas y sanitarias no han fijado lineamientos básicos, claros y precisos, para reducir al máximo el riesgo de contagio, proteger la salud de alumnos y maestros y el protocolo que debe activarse sí se detectan casos positivos.
Lo que debió convertirse en un plan estratégico nacional para el regreso a clases, quedó reducido a un escueto y ambiguo “decálogo” que más tardó en anunciarse, que en convertirse en novenario al ser autocensurado el punto número 10, referente a una cierta carta responsiva de la que nadie quiere asumir la paternidad.
Pero el decálogo no es el problema. El escenario de regreso a clases presenciales que hoy enfrenta México es resultado de los errores que se han acumulado en los cerca de 18 meses, desde que se decidió el cierre total de los planteles escolares y la fallida instrumentación del Programa Aprende en Casa.
A través de las noticias que nos llegan de Estados Unidos y algunos países europeos, nos enteramos que para el regreso a clases presenciales, las escuelas han previsto la aplicación masiva de pruebas de detección, uso obligatorio de cubrebocas, protocolos de distancia y adecuada ventilación; además de que los especialistas y las autoridades educativas no descartan la vacunación de niños, adolescentes y jóvenes, e incluso, un nuevo cierre de escuelas ante el eventual incremento de contagios provocado por nuevas variantes.
Mientras las escuelas de países europeos o de Estados Unidos han dispuesto esquemas de asistencia por grupos reducidos, en horarios escalonados y formato “híbrido” (presencial y a distancia).
En México todo parece indicar que el regreso a clases será al más puro estilo de la familia “Los Beverly de Peralvillo”, que contribuyó al acervo popular con el famoso dicho de: “aventarse como El Borras”, que significa hacer o decidir algo sin saber, es como lanzarse al vacío sin saber qué es lo que se espera.