Ya se habla de que la Ciudad de México se acerca al peligroso cambio de semáforo a amarillo, y el peligro no viene del color, sino de lo que pudiera representar el tener (todavía) menos restricciones, el poder salir a la calle sin tanto tapujo, porque el peligro viene de la ignorancia y el valemadrismo de muchos.
El verdadero peligro de quitar aún más las restricciones, que de por sí siempre fueron meras recomendaciones, viene en que no hay una verdadera responsabilidad del capitalino en el control de la pandemia, erróneamente quizá se entiende que al no haber mucha gente en los hospitales los contagios han bajado.
Sin embargo, no es así, pues el que no lleguen a los hospitales no indica que no haya contagios, lo que sucede es que muchos ya prefieren quedarse en casa, sufrir ahí, pagar médicos privados y muchas otras cosas con tal de no asistir a los nosocomios públicos con la incertidumbre de que si volverán con la familia o no.
Tal vez influya mucho el que toda la vida cambió drásticamente tras la pandemia, hasta la manera de morir cambió, pero el no hablar con la verdad y minimizar los hechos hizo que la gente perdiera el miedo y ahora sale a la calle en busca de su vida anterior, misma que ya no va a regresar pues muchas costumbres de antes tendrán que cambiar.
En definitiva, ya no hay nada que se pueda hacer, ahora que el semáforo cambie de color lo que veremos es a millones intentando encontrar su vida anterior en medio de una ruleta rusa donde no sabremos quién podrá contagiarse y si es que de casualidad este va a librarla, pero ni modo, esa será ya la nueva normalidad.
El virus llegó y se va a quedar, va a mutar tantísimas veces mucho antes que siquiera el 10 por ciento de la población en México reciba la vacuna, quizá para cuando los de menos de 40 años la recibamos, el virus haya mutado tanto que ya tengamos que necesitar la actualización.
Quizá, al ritmo que vamos, haya otras treinta opciones de vacunas para cuando lleguemos al punto de vacunar a los de menos de 40, eso aún es incierto, como incierto será el andar en la calle, pero las necesidades principalmente económicas harán que todos salgan a buscar el sustento con la convicción de que pudieran no volver a salir.
El verdadero peligro del cambio del semáforo es y será, la responsabilidad con la que cada uno encaremos las actividades diarias y el respeto o no a las medidas sanitarias.