Con el silencio con que se pone el sol, con esa discreción falleció don Alfredo Sánchez Alvarado, el lunes 2 de marzo de este año; nació el 12 de julio de 1926. Maestro de derecho del trabajo de la Facultad de Derecho de la UNAM de 1951 a 2017, con 66 años de impartir cátedra de manera ininterrumpida.
El amor de la vida del Maestro Sánchez Alvarado fue su familia y su cátedra de derecho del trabajo. Fue muy querido de tantas generaciones de alumnos. Cada cátedra que impartía era una clase que preparaba a conciencia, nunca se presentaba a improvisar en el aula. Fue un excelente abogado postulante.
Instituciones de Derecho Mexicano del Trabajo fue su obra magistral, libro de texto de los alumnos, obra de consulta obligada de los maestros. Entre sus alumnos más distinguidos están Porfirio Muñoz Ledo, Miguel de la Madrid, Mario Moya Palencia, Bernardo Sepúlveda Amor, Manuel Bartlett. Quienes no tuvimos la fortuna de ser sus alumnos, tuvimos la oportunidad de preguntarle sus opiniones.
Me tocó asistir junto con el Maestro Alfredo Sánchez Alvarado a varios eventos nacionales e internacionales. En Caracas, en un Congreso de Derecho del Trabajo, a donde acudieron profesores de varias partes del mundo, me preguntó que si me faltaban recursos económicos para continuar el viaje, que se ponía a mis órdenes; le contesté que por fortuna la UNAM, por la que yo asistía, me había dado lo necesario, que muchas gracias. Una generosidad pocas veces vista.
Recuerdo que en una conversación en días difíciles para la Universidad Nacional Autónoma de México, el Maestro Sánchez Alvarado me manifestó que una de las cosas de que siempre debíamos sentirnos orgullosos es de ser leales con nosotros mismos; si decimos una cosa, si enseñamos tales principios, debemos ser leales con lo que decimos, la gente nos observa.
La esposa del Maestro Alfredo Sánchez Alvarado, que vive, es doña Magdalena Ríos Siller. Sus hijos, tres de ellos abogados, son Martín, Ana María, Alfredo y Magdalena. El Maestro siempre fue un enamorado del Derecho del Trabajo, desde su etapa de estudiante en la Antigua Escuela de Jurisprudencia.
En los últimos meses que impartió clases, lo vi a la entrada de la Facultad cuando llegaba para impartir su cátedra; iba a lo que iba, no se detenía con nadie. También me tocó verlo en la fila donde los profesores se forman para cobrar su salario. “Soy un profesor más”, repuso cuando un maestro lo invitó a que tomara la preferencia para que no esperara de pie.
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